DULCE TENTACIÓN CAPÍTULO 7: "Isabelle el incordio"





Zúrich, agosto de 2014


La guía roja, así denominaban en el mundo de la cocina la guía Michelín, ésta era una guía anual que recopilaba los mejores restaurantes y hoteles como muestra de su excelencia, calificaba la calidad, la creatividad y el cuidado que se le daban a los platos que se servían. Eran pocos lo lugares que lograban entrar en dicha guía, una de las más antiguas, pero sobre todo, lo peor del asunto era mantenerse dentro, no eran estrellas vitalicias y por ende debían sostenerse en el tiempo.


Con el restaurante de París cada estrella había sido relativamente fácil de obtener, pues al año había llegado su primera estrella, cada una tenía un  significado, al tener una los calificaban como un restaurante muy bueno en su categoría, las dos estrellas, significaba calidad de primera clase en su tipo y las tres simplemente era una cocina excepcional.


Con el restaurante de Zurich no había sucedido de esa manera, al año habían estado en la guía roja, pero sin estrellas, sólo como un buen restaurante al cual se podía ir, pero  no calificaban con los parámetros para conseguir una estrella, no negaba que aquello le había calado hondo, sin embargo los años posteriores lograron llegar a dos estrellas y finalmente ese año habían aparecido en la guia roja con sus flamantes tres estrellas.


Los inspectores que visitaban los restaurantes candidatos a calificar eran totalmente anónimos, así que no podían decir que él hubiese obtenido sus estrellas por conexiones, el asunto era tan serio que los inspectores tenían prohibido decirle incluso a sus familias que eran inspectores para la guía, así que ellos vivían en el anonimato general.


La presión de tener dos restaurantes  con tres estrellas Michelin era mucha, sobre todo porque si era difícil obtenerlas, perder una significaba la ruina del lugar, no podían relajarse sólo por aparecer en la guia por primera vez, así que estaba en Lefrevb impartiendo órdenes para la futura fiesta de inauguración.


Quería que sus empleados supieran que no todo sería igual, las cosas debían ser mucho mejores, no sólo se refería a las remodelaciones que pensaba hacer en la terraza y en los privados, sino a capacitaciones, quería mejor atención al cliente y sobre todo, meseros con manejo de idiomas, se sentía emocionado por eso.


Cuando terminó de impartir órdenes y sus empleados volvieron a sus lugares él quedó mirando su alrededor, pensando en más mejoras, los últimos días no habían sido los mejores había estado algo distraído, sin embargo el tema del restaurante lo animaba y eso necesitaba: enfocarse en algo.


-¿No te parece una pérdida de dinero? –Le habló Sébastien sacándolo de sus pensamientos – Hace menos de seis meses que cambiamos, muchas de las cosas.

-Debes tener claro que  es un suceso único, nuestros clientes deben sentir que  no solo cambiamos de estatus, sino que nuestro restaurant también tiene una nueva  cara.-Sébastien lo miró incrédulo, salía con cada tipo de disparates solo porque quería gastar dinero.


-Sólo quieres gastar dinero. -Aseveró Sébastien y François lo miró.


-Si, sólo quiero gastar dinero -Reconoció de forma descarada.

-¿Sabes algo de Elizabeth? -Le dijo Sébastien cambiando el tema. François lo miró y luego retiró su mirada

-No, no sé nada de ella ¿Por qué? ¿La necesitas?  –Sébastien lo vio algo nervioso, sin embargo no le ahondó el tema

-No te interesa –caminando hacia la salida – Nos vemos la otra semana, me voy a París, tengo cosas que atender en la clínica.


François le miró pensativo, Sébastien solía decir cosas misteriosas sobre Marie Elizabeth y después no le decía nada en concreto, aunque realmente no era su asunto lo que ocurriera entre sébastien y Marie Elizabeth. Continuó con su recorrido en la cocina, miró los últimos detalles y después de dar unas cuantas órdenes más, se fue a su casa, necesitaba un baño y una copa de vino.


Ya en la intimidad de su casa era todo diferente, la alegría de su tercera estrella parecía lejana y sentía un extraño vacío en su pecho, por momentos pensaba si se trataba del rechazo hacia Marie Elizabeth, pero lo cierto era que no la extrañaba, sólo lo hacía sentir un tanto extraño la mirada confusa que le brindó esa noche.


¡Maldición! Aún sentía que no podía responder esa pregunta que se había planteado años atrás sobre el amor, creyó tener esa respuesta en esa mujer, pero finalmente todo era confusión aunque meses atrás estaba tan convencido de lo que sentía por ella.


Siguió su rutina aunque esa noche nada de eso lo estaba haciendo sentirse bien, había un algo extraño que ni leyendo sobre el deseo  lo había hecho comprender nada de lo que había hablado con... Rebecca, François no entendía cómo sus pensamientos siempre terminaban con esa mujer era como un laberinto, por más que intentaba alejarse terminaba en sus predios invadiendolo todo a su paso.


Muy temprano en la mañana continuó su rutina, la noche anterior había sido ducha, una cena que por lo general disfrutaba solo o acompañado, vino y un libro, en la mañana ducha, correr, ducha, trabajo, jamás se había dado cuenta lo monótono que podía llegar a ser o simplemente comenzaba con algún tipo de dilema existencial del que prefería pasar.


Llegar a su oficina no ayudaba mucho, sobre todo cuando vio a su padre parado en el umbral de ésta, le sonrió y comenzó a devolverse, sin embargo escuchó su voz:


-François, ven aquí.

-Padre, realmente ahora mismo, iba a un lugar.  -Le mintió cínico con una sonrisa.

-Por favor, no me hagas hablar más. –Respondió Jacques mirando a la secretaria.


François sonrió ampliamente a la chica de cabello rojizo y finalmente entró, su padre se sentó en el sofá  y él lo emuló.


-Creo que fue un error hacerte ir a Toronto.  -Comenzó Jacques hablar.

-Y ahí vas con lo mismo. -François respondió molesto, era como si él no confiara en sus instintos. - Te dije que esas personas no me interesan, deberías seguir mi consejo.

-Escúchame por favor, esa gente tiene mucha influencia política en Estados Unidos, no te la des de gracioso. Sé que fue la heredera Keller, -suavizando su voz – pero no actúes de forma tan descuidada.


Su padre se levantó.


-Recuerda -Continuo Jacques con la reprimenda- que hay mejores formas de hacer respetar una dama sin dejar de arruinar los negocios. Vuelvo a París, tu hermana llega de Cambridge, espero no faltes, por alguna estúpida fiesta.


Vio salir a su padre de su oficina y él se recostó en el asiento, de verdad Jacques no lograba entender que él tenía intuición en eso de los negocios y el tipo podría ser el mismo presidente de Estados Unidos que a él no le apetecía hacer negocios con él.


Se levantó del sofá hacia su escritorio, debía concentrarse en su trabajo antes que esa desazón existencial lo invadiera nuevamente.


Afortunadamente, no tuvo tiempo para pensar en nada de índole personal, esa sede demandaba mucho trabajo, aunque por un momento pensó en la actitud extraña de su padre respecto a los Keller, siempre era evasivo o condescendiente, sentía que ocultaba algo respecto a esa familia, sabía que había sido muy amigo de Jean Claude, pero no sabía qué tipo de negocios habían hecho, jamás habían registro de alguno.


Cuando llegaron las seis y media de la tarde decidió salir de esa oficina, no quería tensiones, ni dilemas, sólo una copa de vino, música y conversaciones superfluas, así que fue a su casa a darse el tercer baño del día y ponerse algo más cómodo, aprovecho que Sébastien le confirmó que estaba en la ciudad para pasar un rato con él, ya que con los años por sus obligaciones se veían cada vez menos.


Sébastien estaba junto algunos chicos del equipo de motos y agradeció que no estuviera su hermano, levantó la mano a modo de saludo y comenzó acercarse a ellos, cuando sintió que unos brazos se deslizaron por su cintura.


-Hola guapo, hasta que te dignas en aparecer – Se trataba de Nicolle quien le sonreía coqueta.


Nicolle era alguien con quien François se veía de forma ocasional, la última vez había sido para el último tomorrowland al que él había asistido, ella tenía grandes senos y unas caderas pronunciadas, su cabello era de un rojizo intenso, pero lo que la caracterizaba era sus ojos, sufría de hecterocromía, uno de sus ojos era azul y otro tenía tonos amarillos y verdosos, para François Nicolle era una mujer de mente abierta que tenía alma de ninfomana.


François la conoció en una pista en París, mientras aún estaba de novio con Christie, lo que le supuso él  una tentación muy grande en su momento, sin embargo en ese instante en vez de mirarla con lujuria, su mirada denotaba confusión, realmente no creyó encontrarla en ese lugar y definitivamente esa noche no deseaba compañía


-Sí, mucho trabajo. –Le respondió  François fastidiado soltándose de su agarre.

-François, realmente eres un ingrato, no me hablas desde que estuvimos en Alemania, recuerdo que la pasamos realmente bien.

-¡Oh sí! –respondió con una leve sonrisa  sarcástica– ¿Pero sabes? Ahora mismo no quiero jugar.

-Hieres mis sentimientos –dijo ella consentida.


Nicolle se acercó y le dio un beso, él no hizo ningún movimiento y solamente se retiró definitivamente no se le apetecía.


-Creo que hoy prefiero estar con Sébastien.-Ella se cruzó de brazos, mientras él se alejaba, alzó su mano y saludó a los de la mesa.

-Creí que estarías en París-Le  dijo François a Sébastien mientras estrechaba la mano del resto sus acompañantes.

-Si, vine hoy, Pietro me llamó, dijo que no le contestaste y ellos estaba aquí en una conferencia. -Le respondió Sébastien a François.

-¡Oh! Que bueno, no tenía ganas de beber solo.


Necesitaba un poco de socializar, chistes flojos y escuchar algunas desgracias de sus amigos, bueno en el caso de Sébastien, todo trataba de trabajo y en algún momento esperaba que ese hombre descansara un poco y comenzara a vivir. Estaba realmente distraído, cuando nuevamente Nicolle lo abrazó por su espalda.


-Suerte que estoy aquí para que no bebas solito. -Nicolle le dio un beso en su mejilla.


François la miró sorprendido, no obstante no se movió,  ella sonrió y se hizo a un lado, tomándolo de gancho.


-¿Oye tú no tienes competencia? –Le habló François a Nicolle de repente como una invitación implícita a que se marchara a descansar.

-Hasta la otra semana viajamos. –Respondió besándolo  levemente en sus labios.


Él solo suspiró, las indirectas no funcionaban con ella,  por más que la alejaba, terminaba pegada a su brazo, aunque  sabía que tampoco hacía mucho por tomar distancia, en otras ocasiones le había dicho basta y había caído, sin embargo en ese momento realmente no se le apetecía.


-Escuché que Jean Pierre ganó, en la última competencia –le preguntó Sébastien a Nicolle.

-Sí, ha mejorado muchísimo. Honey, -dirigiéndose a François – ¿Cuándo volverás a entrenar? Te ves tan sexy en el aire –tocándole el rostro.

-Por ahora no he tenido tiempo, espero el próximo fin de semana hacerlo.

-Oh, sí, Jean Pierre anda alardeando sobre una gran pista en donde entrenará, espero pueda ir yo también. -Añadió Nicolle.

-Si quieres, sólo dile a Jean Pierre –Respondió François tomando un sorbo de su copa de vino.


Miró su reloj, aún estaba temprano, miró a Nicolle,  suspiró en otra circunstancia no le hubiese importado, solía tontear y terminar en algún hotel teniendo sexo, pero Nicolle estaba ahí recordándole que no deseaba nada de eso, que  esa noche no estaba de humor y que anhelaba estar en la soledad de su apartamento.


Estuvo en el bar por unos cuarenta minutos y después se disculpó, aunque Nicolle seguía sin entender que esa noche no tendrían sexo pues lo siguió aunque se había despedido también de ella, cuando se detuvo  en frente de su auto ella lo abrazó por detrás.


-¿De verdad no quieres jugar? –besándolo, con pasión, él le correspondió esta vez su beso, una vez se retiró le contestó:

-De verdad no quiero jugar.

-Tu beso me dice todo lo contrario, ¿o es que vas a ver alguien más?

-Hay momentos en los cuales sólo quiero estar conmigo –dijo juguetón, acariciando su rostro – Así que será para una próxima. -Le dijo finalmente entrando a su auto.

-¡François! –Gritó ella– Sé que también quieres jugar, sólo eres un engreído –dándole una patada al auto.


Él solo sonrió cínico  y despidiéndose con su mano de forma juguetona  aceleró su auto.


...✨...


Hacía unos días había ido al garaje a las afueras de París en donde reposaba toda su colección de autos, una propiedad que había comprado cuando el garaje de la mansión comenzó a quedar pequeño, constaba de  2.000 M2, en donde tenía parte de sus autos clásicos y deportivos de diferentes marcas, incluso tenía una sección de motos, lo visitaba cada vez que tenía una nueva adquisición y el Carlson era lo más reciente que le había llegado después de esa fatídica subasta, deseaba probarlo como hacía con los recién llegados.


Le decían excéntrico por su vasta colección, pero bien, un hombre con dinero podía darse el gusto de disfrutar de los placeres mundanos, además no era como todo el mundo le recriminaba sin fundamento de que los tenía sólo de muestrario, al menos utilizaba uno de los autos una vez al año.


En ese momento se dirigía a la mansión, su hermana estaría de visita  y no negaba que le gustaba verla, aunque bueno realmente había tenido un empujón de parte de su madre cuando lo amenazó que debía asistir sí o sí a la cena familiar. Durante el trayecto, tomó el manos libres y le marcó  a Pauline deseaba que lo acompañara a esa cena.


-Hola, preciosa ¿estás ocupada?

-Estaba a punto de darme un baño, ¿cómo estás?

-Bien, llamaba porque viene Isabelle, quería saber si quieres venir a la mansión en París.

-¿En serio? ¿Y cuál es el motivo de su regreso?

-Vacaciones, creo, aunque siempre las utiliza en otro lugar -rió -

-Estamos a finales del verano, es extraño, aunque tu hermana siempre me lo ha parecido

-Oh, sabes que la palabra vacaciones para ella no tiene que ver con el estándar común, simplemente se las toma, porque sí.

-En realidad no lo sé, nunca he entendido a Isabelle.

-Qué dices, ¿vienes?

-Sí, no tengo nada mejor qué hacer, además aprovecho y te veo.

-Ok, te veo mañana en la mansión en París  -colgando enseguida.


Se quitó el auricular cuando divisó la casa de sus padres, una gran mansión con amplios jardines, vivió ahí hasta que cumplio 17 su madre le recrimino mucho que se quisiera ir, pero François valoraba la intimidad y en esa casa no sentía que se la brindaran. Se dirigió directamente hacía el jardín, sabía que su madre estaria ahí impartiendo órdenes, si bien le encanta tener todo impecable muy rara vez ella se implicaba en la labor


-Oh querido, estás aquí. -Audrey su madre lo abrazó y le dio un beso en cada mejilla, él hizo lo mismo.


-Madre veo que te encuentras igual de hermosa. -Le dijo honesto, si algo tenía ella era clase y elegancia, a pesar de su edad se conservaba a la perfección, amaba a su madre aunque en ocasiones la sentia algo intensa.

-Oh, no te servirá alagar a tu madre cuando has sido tan ingrato –Le dijo algo ofendida.

-Sabes que tu adorado hijo trabaja mucho -Francois respondió tomándola de gancho.

-Sé que mi adorado hijo, también descansa mucho, –Audrey no perdió oportunidad para recriminarle golpeándole un hombro levemente – mejor subamos Isabelle no deja de preguntar por ti.


François sonrió.


-Soy su hermano favorito, cómo no hacerlo.

-Deja de ser tan engreído, así no podré conseguir una buena mujer que quiera estar contigo.

-Madre, te aseguro que te traeré la mejor.

-Mira, mi jardín es muy grande, sólo quiero un par de niños revoloteando por ahí.-

François tosió un poco, la verdad la idea de hijos era remota.

-Madre, me pides una buena mujer, por favor una cosa a la vez.


Su madre lo vio de reojo, sin embargo no dijo nada más, sabía que su hijo aún le faltaba mucho para sentar cabeza y era mejor no presionarlo.


Caminaron, por los largos pasillos de la mansión, hasta que llegaron al cuarto de Isabelle, un pequeño perro blanco salió a recibirlo, él miró algo consternado la escena, de repente Isabelle salió del interior, su madre se retiró dejándolos a solas.


-Oh Fran, hermano –corrió y lo abrazó – hace tanto no te veía.


El revolcó su cabeza y le dio un beso en cada mejilla, Isabelle era su hermanita pequeña, tanto ella como él compartían rasgos como el cabello y los ojos heredados a su vez de Audrey, mientras que su hermano Jean Pierre se parecía más a su padre de cabello más oscuro.


-Tanto tiempo, creo que prefieres estudiar a ver a tu hermano.

-Eso no te lo puedo negar –dijo juguetona. François solo pudo hacer un puchero

-Lo reconoces de forma tan descarada que no puedo evitar sentirme triste.


Isabelle, lo miró extrañada.


-Eso es algo que tú no conoces, Fran eres demasiado egoísta.


François la miró consternado poniéndose una mano en el pecho, para luego la abrazarla, siempre había sido protector con su hermana, la amaba quizás, porque con Jean Pierre de pequeños se la habían pasado peleando mucho y que llegara Isabelle con su carita redondita y tan delicada, le hizo replantearse eso de ser el hermano mayor, así que aunque ahí le estaba diciendo que era muy mala, en realidad ella no sabía cuánto la amaba.


La vio moverse con soltura por su habitación, aun tenía los tonos morados y rosas junto al mobiliario blanco de su adolescencia, al no permanecer ahí, no habían hecho los cambios para una ella más menos infantil. La vio tomar la maleta y ponerla en la cama, a veces le preocupaba que su hermanita solía ser muy delgada, incluso un poco más que Marie y eso ya era decir mucho, no le dijo nada, la ultima vez que había querido hablar al respecto se había enfadado mucho. Isabelle se acercó y le entregó un pequeño obsequio y él lo miró con sospechas.


-Espero que no sea tan exótico como la última vez.

-No te preocupes, te gustará –Fue lo único que le dijo sentándose en la cama nuevamente.

-Realmente quedé extrañado cuando supe que venías. -François se sentó al lado de ella y la abrazó.

-Ya sabes, un receso y quise hacerlo, realmente nada en especial –Habló con su mirada un tanto apagada. François se acercó a ella.

-¿Se trata de algún chico?-Ella lo miró en silencio, realmente su hermano tenía la facultad de saber qué le pasaba.

-Algo así, pero no te preocupes.

-Realmente me enoja, que cualquier imbécil ponga triste a mi hermanita, sólo dime quién es.

-¡Fran! –golpeando levemente su hombro.

-Está bien. –Respondió decepcionado de que ella prefiriera guardar silencio– Estaré en la biblioteca, por si quieres decírmelo.


Caminó hacia la biblioteca, sin lograr sacarse de su mente a su hermana, esa mirada, incluso sus uñas estaba comidas, más delgada que la última vez que la vio, le preocupaba mucho, no le gustaba ser un hermano controlador pero si uno en el que ella pudiera confiar, uno que la pudiera proteger.


Cuando llegó a la biblioteca, tomó uno de los libros y comenzó a leer, sin embargo poco después apartó su vista, sin lograr concentrarse, seguía sintiéndose  inquieto sobre quién pondría triste a su pequeña hermana, no le gustaba esa sensación de impotencia y a la vez de no querer se invasivo.


...☀...


Había sobrevivido a una noche con su familia y en ese momento esperaba a Pauline en la puerta principal, según ella estaba muy cerca, pero ya llevaba diez minutos y no había rastro de ella.  


Cuando el carro por fin apareció el fue solicito abrirle la puerta, parecía a prisa pues inmediatamente preguntó por Isabelle, si le había avisado con tiempo no entendía por qué tenía que ir como sino tuviera tiempo.


-¿Y tú qué tal estás? -Pauline le preguntó una vez comenzaron avanzar por los pasillos

-Bien -sonriendo - vamos -tomándole su mano - te preparé la mejor habitación.

-No planeo quedarme, sólo estaré en la cena. Debo organizar algunas cosas que Will me pidió, nunca me pide algo, así que prefiero hacerlo pronto.


La sonrisa de François se opacó, que conveniente que ella decidiera salir de su encierro en Madrid y a él le diera por ponerle una tarea exclusivamente encomendada para ella, no pudo evitar soltarle eso con saña.


-Qué coincidencia –dijo irónico – y ¿qué te pidió hacer? –cruzado de brazos.

-Bueno me llevó varias piedras, quiere que las seleccione, dice que tengo buen gusto. - Expresó sonriente.


Era un buen punto, no lo podía refutar, si bien debía ser honesto y reconocer que su amiga no era una belleza andante, si tenía un gusto exquisito en el tema de las joyas y la moda, esa mujer se le notaba el buen gusto de la cabeza a los pies, aun asi sentia que sólo era una treta de William para hacerla devolver el mismo día, sabía cuánto lo incordiaba que ellos estuvieran juntos, así Pauline lo justificara diciendo que él no sabía que se verían, el solo tener que usar el jet lo tenía que alertar.


Intentó no pensar en eso, aunque estaba enfadado que William terminará controlando el tiempo de Pauline, ella insistía que él no era ese tirano que incluso salían juntos a pasear y que la llevaría a esquiar ese año, pero lo cierto era que tenía tanta aversión por ese sujeto que así lo viera haciendo una acción buena no le creería.


Continuaron el trayecto hasta el jardín cuando el Bichón boloñés blanco de Isabelle, comenzó a jugar en sus piernas, inevitable lo tomó de su lomo y le pidió que controlará su pequeña bestia, la vio levantar sus ojos color ámbar hacia él con una mueca de angustia, dejo el libro de lado y corrió hacia él tomándolo protectora mente entre sus brazos.


No era la primera vez que había un animal por cuenta de Isabelle, solía hacerlo más pequeña, la tuvo que ver muchas veces hacerles entierros y llorar desconsolada por ellos, no entendía el masoquismo de esa mujer. Pronto dejo de prestarle atención a él para centrarse en Pauline.


– Hola - Isabelle la saludó con una sonrisa. Pauline le sonrió y la beso en la mejilla.

-Hola Isabelle- acarició al cachorro- qué bello.

-¿No es así? Fran es un total aguafiestas, no entiendo cómo no le puede gustar un adorable cachorro, le dije que podría conseguirle uno para que lo acompañe François la miró con sus ojos muy abiertos.

-¿Acaso parezco una chica necesitada de compañía? Ni lo pienses, no pretendo pugnar con un animal.


Isabelle le sacó la lengua y miró a Pauline.


-No entiendo cómo te soportas a mi hermano, yo lo amo.

-Sí, lo haces –Intervino François revolcando su cabello, Isabelle  se lo arregló y continuó hablando.

-Pero, aun así, prefiero seguir en Cambridge. -Pauline rió con ganas.

-Es porque tenemos naturalezas iguales- expresó guiñandole el ojo.


Isabelle la miró divertida.


-Puede ser, -hizo una pausa – ¿Y cómo están Matthew y tu hermano? Hace un buen rato que no les veo.

-Matt anda en África, espero no traiga ninguna enfermedad, me aseguré que se vacunara. En cuanto a Will- se encogió de hombros- bien, en Londres, haciéndose cargo de la compañía.

Isabelle contuvo una risita.

-Que bien, me alegro que se encuentren bien.


François las escuchaba en silencio con su mirada perdida en el jardín, por momentos aunque se veía jovial, llegaba ese leve vacío a su pecho, sólo volvió a mirarlas cuando Jean Pierre llegó, ellos no tenían nada en común, lo único que ambos compartían sinceramente, era el amor y protección hacia Isabelle, aunque era más evidente que Isabelle manejaba a Jean Pierre con su dedo meñique, así que a pesar que en ese momento ella se burlaba de él, estaba callado sin hacer ningún tipo de réplica, todo lo opuesto a su personalidad chocante.


Por el contrario se volcó hacia Pauline, Jean Pierre tenía una fascinación bastante bizarra por ella, desde adolescente  había  estado tras ella  persiguiendola, su persistencia logró que le entregara su virtud, algo que por supuesto para Pauline no era nada de qué enorgullecerse y aunque lo había mandado lejos  en cuanto acabaron, Jean Pierre no perdía la oportunidad para coquetearle.


-Oh linda, estás aquí.- Jean Pierre se dirigió a Pauline y ésta soltó el aire.

-Hola Jean Pierre- expresó ella con desgana.

-Oh linda, ¿por qué me saludas así? Sabes que te amo, - La miró coqueto, quitándose la gorra- Oh, hola mi querido hermano –mirando a François quién también lo miró.  

-Creí que estarías viajando a Estados Unidos -Le habló François a Jean Pierre tratando de distraerlo, sabía cuánto le molestaba a Pauline.

-Viajo mañana, ¿por qué? ¿Quieres un recuerdo? ¿Un trofeo quizás? ¿De esos que dejaste de ganar hace mucho?

-Púdrete, sabes que soy el mejor –Respondió François sonriendo suficiente y tomó a Pauline y caminó hacía el jardín.

-Lo siento, de verdad creí que no vendría -Le habló  Francois a Pauline esta vez ignorando a su hermano.

-¿Sabes? Aun te puedo oír desde aquí –gritó Jean Pierre, a lo lejos.

-Es un fastidio, no entiendo por qué no supera que jamás estaré con él.- Manifestó Pauline.

-Lo sé princesa, sólo no le prestes atención, sabes que le gustas desde hace mucho.


El jardín era amplio lleno de flores de temporada, las rosas eran las favoritas de su madre, no se detuvo en ellas, fueron al unico lugar de esa casa en el que en su momento gozó de mayor privacidad: su casa de hobbit. A simple vista como en los libros, parecían dispuesta para personas diminutas, sin embargo dentro no tenía que nada que ver con personas pequeñas, incluso él con sus 1.84 cm podía estar perfectamente de pie.


Los recuerdos los invadieron cuando vieron una foto de ambos cuando sólo tenía nueve  años, ese día Pauline había encontrado unas gomas en su cuarto y creyendo que eran de él las tomó, desde ese día era como si tuviera una adicción por esas cosas, algo que a él le fastidiaba podía olerlas a kilómetros.


Tenía unos bocetos de ellos dos, que deseaba regalarle, algo que emocionó a su amiga, hacía mucho no le pintaba algo para ella, incluso pensó en la oferta que había recibido de hacer una exposición, algo que le comentó a Pauline.


-¿Y te interesa?  -Preguntó ella.

-No sé, sabes que cuando tengo un trabajo listo, no me importa, -cómo había pasado con el cuadro subastado años atrás -pero la verdad no me pondría a trabajar en una exposición porque me lo piden, eso coarta mi inspiración - alzando una ceja.

-¿Y por qué no pintas a Marie? Ella puede ser tu inspiración ¿no crees?


François se acomodó en la cama que había en la casa y miró el techo, le había hecho un cuadro a Marie, sin embargo, no, no podría decir que ella fuese una fuente de inspiración, simplemente Pauline no sabía los últimos acontecimientos y él no estaba seguro de compartirlos, era un tema algo sensible como para recibir una reprimenda al respecto.


La paz se acabó cuando Isabelle entró diciéndoles que el almuerzo ya estaba listo y los solicitaban en la mesa, sin llegar a contestarle de forma clara a Pauline ambos se dirigieron hacia el comedor, sonreía sus labios eran una muestra de ello, pero dentro de él era otra cosa, no había tal felicidad al menos en ese momento, no podría decir que fuese un sentimiento habitual en él.


Su padre sin importarle que estaban en la mesa comenzó a presionarlo a asistir a una junta con los bonistas, realmente no deseaba involucrarse en esa área y le había sacado el cuerpo lo más que había podido, pero al hacerlo delante de toda la mesa, Jacques ponía un peso extra en él, sobre todo después de despreciar a los Ucker su padre creía que él tenía una deuda pendiente.


-Yo por eso me desentendí de todo –Intervino Jean Pierre.

-Mejor mantente al margen,- Jacques lo cayó - Jean Pierre, es increíble que nunca pudiste aprender una sola palabra en mandarín, si por ti dependiera la petrolera, estaríamos en la quiebra – dijo su padre moviendo su cabeza.

-Bueno, les he dicho que en la mesa no se habla de negocios. –Audrey los regañó, mientras ponía el puré y miró a Pauline- Querida, no te había visto, es agradable tenerte aqui –acercándose a saludarla con un beso. Pauline la miró afable.

-Si es agradable verla. -Luego se giró a François y le susurró en el oído- ves te dije que no le podías dejar el control del corporativo en manos de Jean Pierre.


François  rió.


-Bueno el día que quiera ser pobre, le cedo mi puesto.

-Que tan gracioso –habló Jean Pierre – el día que tú quieras ser pobre, ese día, sería el fin del mundo como lo conocemos.

-Igual podrías dedicarte al negocio que tienes culinario con Sébastien. -Manifestó Pauline con suficiencia y él le asintió, su amiga creía en él.

-Princesa, no quiero ser pobre y aunque lo intentase no creo que lo logre. -Le espetó François

-Ser pobre debe ser horroroso- dijo Pauline para toda la mesa e Isabelle la miró en silencio

-Quizás, pero no creo que extrañen algo que nunca han tenido, así que creo que para alguien que fue rico, ser pobre si debe ser horroroso.

-Yo creo que debe serlo, imagínense vivir privado, tener que pensar cómo conseguir el dinero diariamente, ¡un horror!-Dijo Pauline negando con la cabeza.


Isabelle sonrió.


-Fran, ¿tú no me habías dicho que Marie hizo eso el año pasado?

-Sí, lo hizo –dijo distraído, nuevamente ese tema, pero decirles de repente que no mencionaran ese nombre sería extraño, pero lo cierto era que no era agradable.

-Quisiera preguntarle qué tal fue la experiencia, a  mí me gustaría vivirlo.

-Morirías en un mes de hambre –dijo Jean Pierre burlón, Isabelle tomó un pedazo de pan y se lo arrojó.

-Isabelle, no juegues con los alimentos -Increpó su madre.

-Ni lo pienses, –dijo el padre -mejor concéntrate en tus estudios – Desafortunadamente Jean Claude, murió, de lo contrario no creo que hubiese podido hacer eso. -François miró a Isabelle

-Haz lo que dice papá, tan sólo concéntrate en estudiar.- Le dijo François, en un pobre intento de hacer que su hermana se callara.


Ella estiró su boca.


-Marie dejó dos universidades, -y ahí veía su esfuerzo fracasado-  ahora dirige su propio grupo, padre deberías darme la oportunidad, sé que lo haría mejor que François, cada vez que miro su Instagram está al lado de una copa de vino.

-Soy el mayor –bromeó – tengo más privilegios –luego miró a Pauline – terminemos de comer rápido o si no esto se convertirá en una batalla campal

-Una locura, -Pauline lo ignoró y se adhirió a la discusión, nuevamente había fallado - yo jamás podría vivir como pobre, recuerda Isabelle que Marie siempre fue algo salvaje, yo si prefiero que Will se encargue de todo. -Manifestó algo anonadada


François hizo una mueca ahora ella se involucraba  y no sabía el desastre que se vendría, Isabelle solía llevar temas polémicos, recordaba el día que le dijo a Jacques que el petróleo dañaba la vida marítima y que debía replantearse todo el negocio, fue como una bomba de la que se mantuvo al margen, quedar en medio de su padre y su hermana no era algo agradable.


-Yo diría que libre – Isabelle habló en referencia al comentario de Pauline sobre Marie, poniendo sus manos en su barbilla.

-Yo diría que huérfana –Jean Pierre se burló, ahí comenzaban de nuevo y François no pudo evitar blanquear sus ojos desesperado.

-Isabelle, baja tus codos de la mesa –Audrey la regañó.


Isabelle estiró su boca y siguió comiendo en silencio,  François se movió incómodo, sin embargo observó la escena en silencio, luego miró a Pauline y a su hermana alternadamente, quería alivianar el ambiente así que le habló:


-Isabelle, deberías relajarte como dice Pauline, deja que tu hermano mayor se encargue de todo. -Expresó François.


Isabelle no dijo nada, sólo siguió comiendo en silencio, revolcando un poco su comida con desgana, ya podía intuir que saldría con otro disparate, definitivamente debía salir de esa mesa sin que no se viera tan grosero.


-Por primera vez tengo que darle la razón a Jean Pierre, ella no tiene a nadie, nosotros somos privilegiados, no creo que vivir con precariedad sea libertad.-Expresó Pauline y François sentía que sólo la alentaba, su incomodidad creció en sobremanera.

-Sí, no tiene a nadie –dijo Isabelle con su mirada caída y ahí le estaba confirmando lo que creía: Isabelle pronto saldría con uno de sus acostumbrados temas que terminaban en pelea – eso si es triste. -Luego miró a François -¿Por qué no la invitaste?


François  dejó su tenedor y aunque eran evidente el por qué - su madre no podía querer por nada a Marie - le contestó con tranquilidad:


-Está de viaje, como dices dirige su propio grupo.  -Le restó importancia esperando que el tema se cerrara.

-Esa bruja llevará dentro de poco a la quiebra al grupo Keller –se rió Jean Pierre.

-La utilidades de las acciones han crecido considerablemente –dijo el padre regañando a Jean Pierre – Además mientras tú aprendías a saludar en inglés a los 8 años esa niña ya sabía más de cinco idiomas, no menosprecies a los demás.

-¡Ya basta!–habló la madre – No más, deja a la pobre huérfana Keller en paz y tú Isabelle deja pensar tonterías, no necesitar crearte necesidades inexistentes.


Ya ese era su límite, sabía que su hermana se pondría a replicar y el tema para su madre era altamente susceptible, jamás había entendido el por qué, pero no pensaba averiguarlo de todas formas, tenía que idear un plan, es que ni Pauline estaba colaborando, afortunadamente cuando le comentó su desazón y la insistencia de Isabelle frente a un tema, ella lo entendió de inmediato.


-Madre, me parece muy cruel que le hables de esa forma. -Planteó Isabelle con cierta molestia, lo sabía, ella no dejaría el asunto quieto, porque su hermanita siempre se sentía en la obligación de defender a los menos favorecidos, así fuesen personas, animales e incluso plantas.


Su madre ya tenía el ceño fruncido, sabía que le replicaria a su hermana, pero ante de que eso sucediera, François se levantó con delicadeza, la mejor excusa fue que Pauline había llegado indispuesta, algo que su madre entendió de inmediato, era como si el tema de minutos antes se hubiese esfumado y lo agradeció. Ir a la casa de sus padres por lo general terminaba en situaciones parecidas y algo que valoraba François era la tranquilidad, sentía que la vida era muy corta para andar en disputas sin importancia.


-Gracias, princesa, -François le agradeció a Pauline - Isabelle tiende a generar temas polémicos y como ves ese es un tema polémico en casa, no sé por qué pero mi madre se enfada mucho que se hable de los Keller en casa.

-Tienden a darle mucha importancia al asunto de su maldición. Yo en lo personal no creo en esas cosas ¿no te resulta absurdo?

-Lo único que sé es que tres generaciones han muerto siendo presidentes del Grupo, su bisabuelo, su abuelo y por último su padre. Pero como dices, son simples supersticiones, ya sabes que sólo pretenden  crear rumores.

-Toda una tontería, finalmente todos morimos. -François  sonrió.

-Si princesa, la diferencia con ellos, es que según el rumor, todos fueron asesinados.


–Le confesó mientras abría la puerta de su habitación y la invitaba a pasar.

-Que cosas tan horribles dices. El padre de Marie murió escalando, todos lo sabemos.

-Por eso te digo, que eso dicen los rumores, pero  a veces creo que lo dispersan más por ventaja corporativa, básicamente si el padre de ella hubiese sido asesinado, -le dijo a modo de ejemplo -el desplome de las acciones habría sido incorregible y el grupo Keller se hubiese ido a la quiebra y  debieron tener un buen plan de contingencia al momento del suceso. -Sentándose en la cama e invitándola a ella

-¿Lo crees entonces? -dijo ella con asombro.

-¿Que su padre fue asesinado? –le preguntó con estupor.

-Aja

-La verdad no y si fue así, lograron encubrir todo muy bien, como te dije, el caos hubiese sido muy grande. -Recostándose a un costado, mirándola detenidamente.

-Yo no creo en maldiciones.-reiteró- ¿Y la has visto?

-Sí, la vi en una reunión de esas aburridas. –Bromeó – Ahora mismo está muy concentrada en su trabajo, la comprendo, mi primer año en el negocio, fue realmente agotador.

-Yo no podría estar sin Matt tanto tiempo- manifestó pensativa. François  la miró de soslayo sin entender que tenía que ver con el tema.

-Ahora mismo los estás ¿no?

-Nunca dejo de verlo más de una semana, aunque bueno si hace dos semanas no lo veo, es que anda en unos asuntos del canal. Pero ni hablar un año distante, jamás. -Ah hablaba de él y la lejanía con Marie, ciertamente no había pensado en eso, estaba acostumbrado estar lejos de ella, así que no era como si se desesperara por tenerla cerca.

-Deja de ser exagerada, tampoco ha sido un año -sonrió restándole importancia al asunto.

-Muy bien, no sé cómo puedes estar lejos de ella, yo sencillamente no puedo, Matt es como mis gomitas, esa que como desde que era niña


Él hizo una mueca de asco, realmente le desagradaba esas gomas infernales, incluso cayó en cuenta que Marie también las comía, definitivamente estaban por todos lados, aunque el punto de Pauline no eran las gomas, sino lo mucho que Shepard le hacía falta, para François no funcionaba así, ni antes cuando se había sentido enamorado la había extrañado a morir, sentía que las personas debían darse su espacio así que jamás había visto eso como falta de querer.


Pauline  se encogió de hombros, ella sabía que no era la persona más indicada para juzgar la manera como cada persona demostraba su afecto, quizás ella era demasiado afectiva, sin embargo seguía sin entender cómo él podía mantenerse lejos de Marie tanto tiempo. Muy a su pesar a Matt parecía pasarle algo similar con Rebecca, todo en lo que pensaba y de lo que hablaba era de ella, así que por eso pensó que era normal en una persona enamorada.


En ese momento entró Audrey la madre de Francois  con una bandeja, François se levantó y se la recibió.


-Querida, te traje un té, para tu malestar –entregándole la taza.

-Oh muchas gracias, qué atenta- Pauline  miró a François con un gesto reprobatorio, desde niños siempre la metía en ese tipo de situaciones.


François contuvo la risa, ante la pequeña mentira que les había dicho.


-Oh madre gracias, eres tan considerada. -Le respondió él.

-Tú cállate, eres muy mal amigo, no te dignas a  atender a Pauline como es debido. -Audrey lo regañó.

-No se preocupe, él me estaba ayudando con unas pastillas que Sébastien le dio. -Mintió Pauline mirándolo de nuevo.

-Oh, está bien, espero te mejores  –saliendo del cuarto.


Una vez cerró Audrey  la puerta, François se tumbó de nuevo, le confesó ciertas preocupaciones con respecto a Marie Elizabeth, sus malos hábitos, incluso su miedo patológico a dormir en una cama.


-¿Por qué le teme a dormir sola en una cama? -Pauline le preguntó -¿Acaso tiene terrores nocturnos?

-Si, por lo general duerme en una sillón. -Aunque jamás se había preguntado que le había sucedido para que optara por actuar de esa manera.

-Qué extraña, si quieres te puedo recomendar un buen psiquiatra, atendió a la tía Evelyn.

-No creo que acepte –rió – la verdad me daría miedo decirle que vea un psiquiatra, según escuché hace mucho estuvo con uno –mirando el techo de la habitación.


Pauline lo miró, sin saber muy bien qué decirle, no sabía exactamente por qué le gustaba Marie, ella parecía algo... Extraña, quizás era eso lo que le atraía.


-Por favor olvida lo que te dije, nadie lo sabe – la miró abatido hablar de eso le hacía sentir peor, con respecto a ella como si dijera sus miserias para compadecerla más– ella se sentiría mal, no le gusta hablar al respecto de eso.

-¿Desde cuándo me dices que me quede callada con respecto a algo? -Pauline lo miró enfadada - Bien sabes que no suelo andar contando tus cosas, son tuyas, no tengo por qué divulgarlas.


Aquello le había dolido a Pauline, tomó su bolsa y le dio un beso en la mejilla a manera de despedida.


-Me voy. -Él la detuvo

-Lo siento, de verdad ando un poco mal con respecto a ella, no era mi intención insultarte –con sus ojos apagados.


Ella se encogió de hombros.


-Ya estoy acostumbrada a tu egoísmo  François


François la miró algo nervioso, Pauline solía ser severa cuando se enojaba y aunque había sonado de esa forma él no la consideraba chismosa, le pidió que se quedara, sin embargo ella miró su reloj con incrustaciones de diamantes, el mismo que le había dado William su hermano como regalo hacía no mucho, sabía que le diría, que debía irse y eso fue lo que escuchó.


-En realidad no quiero, voy a hacerle el favor a mi hermano, aunque digas lo contrario él me valora, creo que es el único que lo hace. Ni tú ni Matt ven mis esfuerzos nunca.


Él la quería mucho y eso intentó decirle, pero por arte de magia apareció el tema de la gala y su escapada con Rebecca Bracho, lo sabía era algo que ella sólo tenía en remojo para sacarle en cara en momentos como ese, si algo tenía razón Pauline, era que cuando Rebecca le estiró su mano para que escaparan, él no había pensado en nadie más, era como si el mundo se hubiese puesto diminuto, lo sabía esa mujer tenía un algo que... No lograba descifrar.


Lo cierto fue que inicio un berrinche, sentía que igualmente él no era importante, William y Matthew Shepard estaban siempre por delante, cosa que ella por supuesto refutaria, finalmente sentía que ambos eran egoístas, superficiales y desdeñosos, por algo se entendían, sin embargo Pauline seguía mirándolo con incredulidad.


-La verdad tú eres más egoísta. -Él bajó su rostro con una sonrisa amplia y la abrazó, no podía refutar eso.

-Aun así me soportas, lo siento, de verdad.

-Sí, si, te quiero-le acaricio la cabeza, después le dijo en su oído

-Te llevo y no me digas no –tomándola de la mano, caminando hacia la salida.

-Vengo con chofer, no es necesario.

-Te dije que no acepto un no por respuesta, vamos Pauline, creí que estábamos bien

-No tiene nada que ver con eso, sino uso mi chofer Will se molesta, ya sabes que es muy sobreprotector.


Sí, eso lo sabía de sobra en el pasado lo había dejado bastante claro, pero no dejar que la llevara le parecía exagerado, William era ese tipo de hombre hipócrita que trataba a las mujeres como objetos, le parecía bastante machista, sobre todo el acto de controlar los pasos de Pauline.


-Yo soy mejor que un chofer, -se quejó –llámalo, si ese es el problema

-Llámalo tú y le explicas porque osó dejar el chofer que eligió para mí a ver cómo te va.

-Obvio no me irá muy bien, pero anda dame tu teléfono, si lo llamo del mío no lo cogerá.


Ella le tendió el teléfono, convencida de que no lo haría cambiar de opinión y francois lo recibio al menos le diría unas cuantas cosas,  le marcó cuando escuchó del otro lado.


-Pau Pau ¿ya vuelves? -Escuchó a William jovial.

-Sí, está desesperada por volver, pero dice que no la puedo llevar ¿de verdad piensa que un chofer la va cuidar más que yo?

-LeBlanc buenas noches. -Cambió su tomo a uno formal-En realidad sí, no confío en que un mocoso pueda conducir.

-Oh que novedad, la verdad conduzco mejor que otras personas que se exceden con el límite de velocidad. -Le lanzó, sabía lo rápido que lo hacía por la misma Pauline.

-Cuando se carece de argumentos siempre se acude al sarcasmo.

-De verdad hablar contigo me divierte, el caso es que conduzco mucho mejor que un chofer y la llevaré a tomar su vuelo.

-No, no lo harás. No pienso dejar la vida de mi hermana en tus manos. En todo caso por qué me hablas desde su teléfono, pásamela.

-He conducido con ella a muchos lugares, incluso en mi moto –bromeó – me alegra mucho que decidieras darme permiso, no te arrepentirás.

-François no sé si eres imbécil o te haces. Pásame a mi hermana. -Dijo en tono autoritario, empezaba a irritarse.

-Oh no te escucho muy bien, te aseguro que llegará muy bien, a tomar su vuelo.


Su mala suerte llegó cuando Isabelle apareció , preguntaba por Marie y él estaba francamente  ocupado molestado a William, su hermana no se cansaba, tenía que darle con el mismo tema, finalmente al no poderse sacar a Isabelle de  encima y escuchar a William colérico se lo pasó a Pauline y regañó a Isabelle por encimosa


-Creí que después de lo que hablamos en la mesa te dignarías a llamarla. -Le replicó  Isabelle.


François no contestó y miro a Pauline al teléfono, de verdad William era un total incordio.


En cuanto a Io que Isabelle le decía, no, no llamaría a Marie Elizabeth, menos después de lo que pasó, eso sólo alentaría a malos entendidos y si bien se sentía mal por lo ocurrido en Toronto, no había considerado hacer como si nada hubiese pasado, simplemente por respeto a ella.


Escuchó a Pauline calmar a William y se cruzó de brazos, tanto drama por llevarla al aeropuerto ni que se hubiese ofrecido a pilotear el jet hasta Londres, la vio colgar y mirarlo muy mal, ahora él tenía la culpa de todo


-Es un exagerado, realmente, no veo el problema de que te lleve. -François se excusó pero  su amiga seguía mirándolo como si quisiera asesinarlo.


Isabelle los miraba en silencio, finalmente decidió hablarle a Pauline:


-¿Por qué te vas tan  temprano? ¿François te hizo algo? -Pregunto al notar la tensión.


Pauline la ignoró mirando a  François.


-Son sus reglas, no le veo problema a cumplirlas, a ti te gusta molestarlo.


Pauline camino hacia el auto viendo como el chófer abría la puerta para ella, antes de entrar lo beso nuevamente e hizo lo mismo con Isabelle.


-No eres una cría de seis años, por si no te das cuenta, reglas, reglas -le dijo

-Él siempre me ha dicho que siempre seré su hermanita, es su manera de quererme, yo no tengo problema con eso, el problema lo tienes tú y luego dices que no eres egoísta, enojas a mi hermano y soy yo la que tengo que lidiar con eso.


Realmente  a François le parecía una forma ridícula de querer, prohibiendo y poniendo reglas absurdas.


-Ok, lo siento, si tú estás bien con eso -acercándose y dándole un beso, cerrando la puerta del auto.


Era verdad, le molestaba a él, simplemente porque sentía que tanto control no era bueno, William hacia lo que se le pegaba en gana, como en el Tomorrowland de ese año, Pauline había tenido que irse con él a escondidas, para finalmente ser atrapada por William antes de poder disfrutar juntos todo el espectáculo.


Isabelle lo comenzó a indagar, era su hermanita pero como incordiaba, intentó darle una orden pero ella rió con ganas, definitivamente él no tenía esa vocación, sentía que las personas eran libres, que querer controlarlo todo solo cohartaba a la otra persona y estaba en contra de eso.


Le revolcó el cabello a Isabelle y se caminó hacia la casa, había querido distraerse pero ese día había sido muy pesado, su familia tendía a cargarlo y más cuando Isabelle seguía con el tema de Marie.


François no sabía dónde estaba y no le interesaba de hecho, no era su culpa que ella fuese huérfana como Isabelle intentaba hacerlo sentir mal, no le prestó atención y caminó por los pasillos de la mansión, iría por sus cosas era mejor regresar a Zürich, un día más ahí y enloquecería.


Isabelle caminó muy pegada a él, François la miró tenía esa mirada maliciosa en su rostro, no se equivocó pues en un movimiento le saco el móvil del blazer y lo próximo que vio fue que tecleo algo.


-Le llamaré a Marie -Le dijo, mientras él la miraba serio.


Era tan entrometida en todo, Isabelle sentía que era un deber patriota arreglar todo tipo de relaciones, en ese caso llamar a Marie porque la pobre no tenía padres,  ¡maldición! llevaba huérfana más de una década, incluso la misma Marie ni mencionaba el tema, pero para su hermana era prioridad.


Al colgar le contó que estaba con Phillipe el hermano de Marie en New York, Isabelle no entendía que no le interesaba los chismes que tenía, no se consideraba cotilla, aún así no le dijo nada, su hermanita era algo sensible y después terminaría llorando por eso.


-No era tan difícil llamar –lo regañó al tiempo que se le adelantaba hacia el cuarto de ella.


Él se quedó con su móvil en la mano, lo guardó en su bolsillo y continuó hacia su propia habitación.


-Querido ¿ya se fue Pauline? –Habló su madre antes de entrar al cuarto.

-Si, tuvo que irse. -Le respondió escueto.


Su madre asintió y él continuó su  camino, estaba realmente confundido, llegó a su habitación sacando la pequeña maleta del clóset, mientras pensaba en que Marie aun estaba de viaje.


Lo que su hermana no entendía  que si era realmente difícil llamar a Marie Elizabeth, no tenía nada que decirle, François puso la maleta en la cama sin poder avanzar más en su tarea  ¿qué era lo que realmente deseaba de Marie? ¿Por que ahora todo era confuso en torno a sus sentimientos por ella? Ni siquiera comprar libros para entender el deseo lo habían ayudado, sus respuestas quizás debían esperar un poco más y esperaba que llegaran pronto.

 

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