DULCE TENTACIÓN CAPÍTULO 5: ADIÓS TRISTEZA DE INVIERNO


 


París, Francia, verano de 2014

Quiero evitarle más demonios -Habló mientras veía su boca carnosa y pasaba uno de sus dedos por ésta, ella soltó un gemido por su caricia y él tragó en seco, mientras su respiración se le dificultaba - Bien podría decir que es una fruta prohibida. -Seguía acariciando su labios y sentía su aroma a jazmín, y que podía explotar ante el deseo de besarla.
-Si sigue haciendo eso no podré contenerme y tomaré la manzana... O me volveré una- Habló con voz queda, casi en un susurro, tragó saliva con su mirada fija en ella, la deseaba, la quería para él. Comenzó acercarse sintiendo su respiración, era tan prohibida, que solo quería quemarse con ella en el infierno.

Abrió sus ojos y soltó el aire, nuevamente soñaba con ella y el acercamiento que tuvieron en el museo, esa escena había quedado dando vueltas en su mente una y otra vez, esa situación lo estaba enloqueciendo, Rebecca Bracho no lograba salir de sus pensamientos, su olor a jazmín, su respiración pausada, su ligero movimiento de pestañas, sus suaves labios, se negaba a pensarla en el día pero en la noche sus sueños la traían a él, no podía controlarlo.

¿Que demonios le estaba sucediendo? Antes de conocerla sentía que todo en su vida estaba claro, pero ella había llegado con esa boca inteligente que lo atraía, pero que volvía a echarlo a patadas. Negó con su cabeza, no era mujer ordinaria, eso lo sabía, era especial, una que además tenía novio.

Había deseado besarla, romper esa tensión que se generaba entre ambos, no sabía cómo había apelado a su voluntad y frenar a tiempo, estaba seguro que si iniciaba algo con ella no podría detenerse, en ese museo en Madrid, no había seguido sólo por el pensamiento sobre Shepard, era un buen tipo y eso lo tenía claro.

Como todas sus mañanas, se dio una ducha y salió a trotar por los alrededores de Île Saint-Louis, el lugar donde había vivido y en el que ahora en su visita a París se estaba quedando, le gustaba aquel barrio, era tranquilo y le brindaba la privacidad necesaria, aunque no le molestaba ser blanco de la prensa rosa, le gustaba sacar espacios en donde pudiera estar en calma. Su nombre atraía un sin número de periodistas que lo seguían día y noche y que pretendían conocerlo, hacía mucho no le importaba lo que la prensa decía de él, era algo con lo que había aprendido a lidiar.

El sudor recorría su frente y sus músculos ardían, le gustaba esa sensación sentía que liberaba tensiones y su cuerpo quedaba ligero, últimamente no ocurría lo mismo, esa sensación de evitar todo lo que tuviera que ver con Rebecca Bracho era una tarea sumamente difícil pues en las noches una y otra vez la encontraba. Era un simple mortal, uno con gustos excéntricos y algo hedonista ¿por qué tenía que soportar una prueba como esa? No era justo, creyó que había soportado pruebas peores, pero esa mujer no quería salir de su mente y sentía que en cualquier momento enloquecería.

Regresó a su casa y después de darse nuevamente un baño, se puso un traje, trabajaría por ahora desde ahí, no quería volver a Zúrich por el momento. Despejó su mente, tenía asuntos que debía atender, uno de ellos era una plaga amenazaba su apreciada tercera estrella en su restaurant LeFrebv y no permitiría que un descuido así dañara su reputación.

Comenzó a revisar los papeles que le habían enviado, debía solucionar el problema antes que las autoridades sanitarias cerraran el lugar, todo se debía a una falla en la arquitectura que permitía el fluido de pequeñas hormigas ocasionando caos. Eso lo tenía realmente alterado ya que el problema venía desde hacía mucho, sin embargo ni a Sébastien ni a él les habían notificado.

Dejó de leer lo que tenía enfrente, el sueño que había tenido en la mañana rondaba en su mente, Rebecca Bracho se había convertido en una constante en su cotidiano, ese día en el museo había huido de ella y lo que pudiera ocurrir después, se negó a averiguarlo, no obstante aceptaba que sus últimas palabras no habían sido las mejores, se había enfadado de forma inexplicable, nunca la quiso incordiar, pero parecía que con sólo el hecho de haber levantado su paleta en la subasta, lo había logrado.

Tecleó el número de su asistente.

-Necesito que me comunique con la mejor floristería en Madrid, -habló sin formalismos.

-Lo tendrá en un momento -Respondió al otro lado de la línea, colgando al tiempo.

Si, se había dejado llevar por su ego y había salido de ahí muy enojado, aunque en el fondo sabía que no podía seguir soportando la tentación de alcanzarla, se sintió hipócrita y un imbécil, pero tenía principios que aun para un hedonista como él eran primordiales. Meterse con una mujer con novio tenía varias implicaciones

El teléfono volvió a sonar era nuevamente su asistente que tenía el dato de la floristería, anotó el número y lo miró unos instantes, ¿qué pasaría si le enviaba flores? Para él era una muestra de disculpa, pero en el fondo sabía que no se trataba de eso, desechó el número en la papelera, Rebecca Bracho debía ser un asunto cerrado, era mejor así.

Debía ocupar su mente, esos lapsos de tiempo en donde la dejaba entrar en sus pensamientos lo llevaban hacer cosas que sabía que podrían complicar todo entre ambos. Tomó su blazer iría a su restaurant, concentrarse en otros asuntos quizás le ayudaría sacarla de sus pensamientos.

Lefrevb, era un restaurant que había inaugurado junto a Sébastien, desde joven le había gustado ganar su propio dinero, aunque la mayoría lo catalogara como niño consentido, a los 15 años había comenzado a generar ganancias por cuenta propia. El saber que una de sus estrellas se veía en riesgo por algo tan insignificante lo molestaba, había sido meticuloso con cada aspecto de su negocio.

Aparcó el auto y caminó hacia el lugar, leer documentos no le haría saber la situación real del problema. Al entrar vio a Sébastien hablando con unas personas, él era un poco más alto que él y su cabello más claro, era cardiólogo y aunque era joven se hacía nombre como uno de los mejores, le sorprendió encontrarlo ahí por lo general vivía en el hospital. Él se giró y le sonrió haciéndole un ademan para que se acercara.

-Fran, ¿Cómo has estado? -Lo saludo y François asintió -Seré breve no tengo mucho tiempo -Añadió -Él es Robert y es de la compañía que se encargara del asunto en las cocinas-dijo Sébastien a modo de presentación.

-Mucho gusto François LeBlanc -estirando su mano con una sonrisa -Dígame si esto tomará mucho tiempo, la verdad este asunto nos está perjudicando.

-No se preocupe hemos detectado el problema, así que a lo sumo en dos días podrán reabrir al público.

El hombre le explicó lo que harían y cuáles eran las dificultades, tal como lo decía no parecía grave y eso lo tranquilizó, aunque tenía personas a cargo del lugar debía hacerse más presente, no le gustaba pensar que tonterías como esas sucedieran y él no se diera cuenta.

El hombre asintió y se retiró, François recorrió el restaurante, con Sébastien quien le mostró el lugar en donde se originaba la falla. Poco después se sentaron en una de las mesas y pidió una copa de vino.

-¿De verdad no sabías nada de esto? -Interrogo Francois a su amigo mientras tomaba de su copa mirándola distraídamente.

-No, tuve una convención de cardiología en Harvard, me enteré al llegar, aunque según dijeron esto sucedió mucho antes.

-Esto no será bueno si se filtra a la prensa-dijo pensativo.

-Sí, de no arreglar pronto este asunto podrían bajarnos de categoría.-Respondió pensativo Sébastien, François lo vio girarse y sonreírle a alguien a sus espaldas de repente.

-Rebeka... -Dijo Sébastien y François salto en su asiento, su corazón se puso a mil y con un movimiento brusco tiró el contenido de su copa, Sébastien se giró a él, - ¿Qué sucede? -Él sonrió y negó luego se giró comprobando que se trataba de otra persona -Te quería presentar la nueva sous Chef, estará con nosotros una temporada.

François asintió y la saludó de forma educada, uno de los meseros se acercó y comenzó a limpiar el desastre que había ocasionado, la mujer se retiró y François soltó el aire mientras se limpiaba el blazer.

-¿François LeBlanc se puso nervioso ante el nombre de una mujer? -Habló Sébastien de pronto y él relajó su rostro.

¿Qué podía decirle? ¿Que había conocido la Novia de Matthew Shepard y desde entonces sus pensamientos lo traicionaban y la terminaba deseando como aquel día en la gala? Negó con su cabeza y le palmeó el hombro realmente no le apetecía ahondar el tema, suficiente con la infructuosa tarea de tener que alejarla de sus pensamientos.

El problema de la plaga como se lo había asegurado el hombre fue solucionado y dos días después reabrieron el sitio, comenzando su actividad con normalidad, sin mayores contratiempos. François se quedó unos días más para revisar el menú con su chef principal, quería adicionar unos platos.

Una vez logró dejar todo en orden, voló a Zúrich, debía organizar su viaje a Toronto, la verdad no era algo que le entusiasmara mucho, Patrick Ucker realmente no le caía bien, no confiaba en ese hombre y su padre insistía que sería bueno para la petrolera, sin embargo, intentaría darle una oportunidad, finalmente hacia parte de sus funciones.

Dos días después caminaba por la mansión de aquel hombre, lo único que había podido saber era que Patrick Ucker era un político muy influyente en Estados Unidos del partido Republicano, su familia era un modelo en sociedad, su esposa Angelique Ucker era reconocida como una mujer que visitaba sitios de caridad y hacia cuanta manualidad existiera con mujeres viudas de guerra.

De la persona que no se sabía mucho en esa familia era de Thomas, su único hijo, simplemente que se había casado con Victoria ahora de Ucker, algo que él sabía perfectamente porque era el ex novio de Elizabeth, Thomas no era muy público y mantenía un bajo perfil, así que no se sabía de forma pública que la heredera del grupo Keller y Thomas habían tenido una relación.

Había llamado a Marie Elizabeth aunque habían quedado en viajar juntos a última hora él había tenido que decirle que se iría después, realmente desconocía porque ella estaría en esa reunión, no estaba seguro, pero sabía que sería difícil para ella.

Un mayordomo abrió la puerta para él y lo dirigió al gran salón, saludó a unos cuantos conocidos, este tipo de reuniones tenían un fin específico para él: crear conexiones, sabía que era la clave para ser un empresario exitoso y eso fue lo que hizo.

Dejó un grupo de hombres que discutían un tema de política bastante harto y a los cuales se había unido recién llegó, comenzó a caminar por el lugar, acomodó su corbatín levemente y metió sus manos en los bolsillos, un camarero le ofreció una copa de vino y François la recibió, la meció levemente y bebió un sorbo, hacía calor y realmente eso lo fastidiaba.

-He escuchado que viene de la petrolera LeBlanc -Le habló un hombre alto de más de 1.90 de estatura, su cara estaba cubierta por una leve barba, su cabello era rubio y muy largo, el cual estaba recogido en una coleta- Soy Thomas Ucker.

François lo miró un instante, había escuchado de él por Marie Elizabeth en múltiples ocasiones, siempre había tenido curiosidad por saber quién era.

-Mucho gusto François LeBlanc - con su sonrisa comercial.

Thomas y él sostuvieron una breve conversación, le había dado la sensación que lo había buscado a propósito, pero sacó esas ideas de su mente, no tenia de donde conocerlo, estaban entretenidos cuando Thomas dejó de hablar y se quedó mirando hacia la entrada del salón, Marie Elizabeth caminaba hacia ellos, llevaba un vestido rojo de una sola manga, muy ajustado a su cuerpo tipo sirena, sus labios rojos y su cabellos con ondas. Se giró y Thomas la seguía mirando estático, Elizabeth lo ignoró por completo y le dio una leve sonrisa a él, mientras que al otro hombre le brindó una mirada fría.

-Thomas -dijo formal.

-¿Cómo has estado? -Le preguntó él mientras la seguía mirando fijamente.

-Bien -Respondió escueta y se giró a él

-Hola François.

François se acercó a ella saludándola con dos besos en sus mejillas.

-¿Qué tal tu viaje?

-Nada mal -se limitó a responder, mientras lo tomaba de la mano y se alejaban de Thomas.

François caminó algo confundido, eso había sido realmente incómodo e inesperado, guardó silencio y  caminaron en silencio por el salón tomando una de las mesas dispuestas, era raro, ahora estaba uno al lado del otro, pero el silencio imperaba, ella miraba el vacío mientras François alzó su mirada por el salón buscando a Thomas nuevamente, quien los miraba a lo lejos, Francois no se sentía molesto era extraño.

Recordó haberle dicho a Pauline que pronto se le declararía a Elizabeth, sin embargo ahora cada una de sus palabras las sentía deformes, la miró de soslayo, ella estaba justo a su lado ¿de verdad habían cambiado tantas cosas en sus vidas? Su rostro como siempre plano, sin ninguna emoción, era difícil descifrar lo que pensaba. Estaba hermosa, ella lograba ese efecto sin mucho esfuerzo, su cara infantil se veía diferente ahora con su mirada oscura.

-No pudimos hablar el día de la gala en Madrid, -dijo Marie casual.

-Sí -respondió con una leve sonrisa, de forma escueta.

- ¿Qué tal tu semana? - Marie todo sus ojos azules hacia él.

-Una plaga azotó mi restaurant en Paris, pero ya todo se solucionó -Sostenían una conversación impersonal.

Marie le iba a contestar cuando se quedó callada de repente, una mujer rubia de cabello rizado caminaba hacia ellos, tenía una copa en su mano y tambaleaba, al parecer estaba tomada se sentó en la mesa sorprendiendo a François, mientras Marie la miraba calmada.

-Así que, no pudiste con mi Thomas y ahora acosas a hombres ricos -Lo miró y él alzó sus cejas - de verdad no tienes vergüenza.

François la miró un poco turbado ¿por qué le hablaba así? ¿A caso no se daba cuenta que ella era la heredera de un gran conglomerado? Sin embargo, no dijo nada esperando que fuera ella quien contestara. Marie rió en un suspiro algo divertida, pero se veía tranquila.

-Así parece -Mirando a François y él la miró curioso esperaba que se defendiera, pero solo le había dado la razón aquella mujer.

-Siempre lo supe. - Alzando su voz. - ¿Pero sabes? Thomas es mío

-Claro, como digas -Marie girando su rostro le restó importancia.

La mujer se comenzó a airar mucho más, se acercó un poco y le susurró.

-Te odio, no sabes cuánto -Dijo Victoria retirándose del lugar.

-Parece una agradable reunión -Habló François a modo de broma.

-Como verás, dejé muchos amigos en Toronto -Respondiendo la broma - Nunca me llevé bien con ella.

-Elizabeth...

-El hombre con el que hablabas es Thomas, el mismo del que te hablé, el mismo que vine a buscar, Victoria siempre le quiso, ahora es su esposa. -Luego le miró - ¿Sabes? Ahora que lo pienso, fue lo mejor, alejarme de él, de esto.

-Ella no parecía saber que eres la heredera del grupo Keller -le miró intrigado.

-No, solo lo sabe Thomas, nadie más lo sabía, mi padre pidió ocultar mi identidad y cualquier conexión con los Keller, así que eso me facilitó las cosas un poco.

François pensó que eso había sido realmente extraño ¿por qué su padre ocultaría su identidad? Sin embargo, no se detuvo a pensar en eso, los asuntos de la familia Keller siempre estaban envueltos de un halo de misterio. Poco después llegó Patrick Ucker y se sentó en la mesa.

-Es un placer, señor LeBlanc. -luego miró a Marie sin embargo no la saludó - Así que es verdad, estas aquí, creí invitar solo a gente selecta

-Y así es. -se adelantó François, sin embargo ella puso una mano en su brazo deteniéndolo, él la miró y guardó silencio, no podía soportar en silencio la interrupción anterior, pero aquel hombre estaba siendo muy descortés.

-Veo que sigue siendo el mismo.-Expresó Marie

-Y tú la misma mujer ordinaria, sólo que ahora con joyas caras, disculpe señor LeBlanc pero déjeme decirle que esta mujer sólo es una arribista. -

¿Qué era aquello? ¿Un desfile de la Familia Ucker empecinados en choquear a Elizabeth? François estaba ya al límite de su paciencia, no entendía como Elizabeth se dejaba insultar y tenía esa expresión tan serena.

-No tiene nada que decirle al señor LeBlanc, -Habló calmadamente - Él sabe perfectamente quién soy.

-Niñita, tan solo aléjate de mi familia.

-Lo hice. -Respondió firme, mientras él hombre la miró con enojo.

-El que estés aquí no me dice eso.

François estaba visiblemente contrariado, no soportaba más la situación, de repente llegó Thomas, para completar la escena.

-Padre, no importunes a nuestros invitados. -Habló seco.

Luego tomó a Marie de uno de sus brazos y la sacó del salón, François los miró desaparecer entre la gente del salón, poco después le asintió a Patrick y salió tras ellos, tal como estaban las cosas temía que aquel hombre se terminara desquitando con ella, vio cómo se dirigían al jardín, se detuvo en el pequeño balcón y los miró a lo lejos, notó cómo de repente comenzó a tronar, los vio discutir a lo lejos, él la tomaba de uno de sus brazos pero ella se soltaba del agarre.

Fue entonces cuando François caminó hacia ellos, de verdad le molestaba que la tratasen de esa forma sin una razón aparente, estaba a unos cuantos pasos cuando vio como Thomas la acercó y la besó, ella se separó de forma abrupta sin embargo, volvió a besarlo brevemente, luego se retiró y con una cara confundida desvió la mirada de Thomas algo pensativa encontrándose de frente con François, quien sintiéndose inoportuno sólo pudo desviar su camino.

Eso había sido realmente extraño, tanto tiempo había pensado cómo había sido su relación con Thomas, había querido que ella lo quisiera tanto como decía hacerlo con él, pero ahora al verlos no comprendía qué era lo que sentía exactamente por Elizabeth, siempre había querido protegerla, no volver a ver la mirada triste de aquella noche.

-François -le llamó ella y él se detuvo girándose a ella.

Él la vio descalza con sus zapatos en la mano tratando de alcanzarlo, mientras que con la otra se sostenía levemente el vestido, aunque en los últimos meses sentía que no la conocía debido a su cambio de actitud, ese tipo de actos demostraban que seguía siendo la misma mujer intrépida.

-Una dama nunca carga sus zapatos de cóctel -Bromeó, sonriendo cálido.

-Sí -asintió, sin embargo no los bajó de sus manos.

François se acercó y tomó delicadamente sus zapatos y se los puso uno a uno, la sentía agitada con su respiración pesada.

-No entiendo por qué te gusta andar descalza, pareces una pequeña niña salvaje.

Cuando terminó se levantó y le arregló uno de sus cabellos, ahora los truenos era más fuertes, dejándoles ver que se acercaba la lluvia.

-Yo... sabes me debo ir. -Dijo dudoso -Creo que no me interesa hacer conexiones con los Ucker, no cuando te trataron tan mal.

-Fran, debo decirte algo -Habló Marie sintiendo su corazón a mil - Me gustas, creo que de hecho te... -haciendo una pausa - quiero.

Él bajó su cabeza, entendía a qué se refería, había esperado tanto tiempo por esto, no obstante le era difícil decir qué sentía respecto a eso, movió su reloj de forma nerviosa, no podía contestarle nada, era como si las palabras ahora estuvieran lejanas.

Ella lo miraba fijamente, sus grandes ojos azules esperaban una respuesta, sus labios ahora con un rojo intenso, resaltaban aún más, sin embargo, no podía brindarle una respuesta. Sintió una leve brisa de lluvia mojar su cabeza, pero no se movió, sólo no podía dejar de verla algo angustiado por no poder responder su confesión.

Marie notó su silencio y finalmente expresó:

-Siento decírtelo en esta situación, creí que debía hacerlo.

-Elizabeth yo... -suspirando - para mí siempre serás alguien especial.-Era su amiga ante todo.

Ella le miró triste y confundida.

-Entiendo -Aunque su rostro demostraba lo contrario, luego se recompuso y le miró -Creo que ahora me siento mejor, no sabía qué me pasaba, ahora lo entiendo. -Repitió.- Gracias François.-Añadió ella pero no sabía a qué se refería.

Él se sintió realmente mal al ver su rostro confundido, había estado tanto tiempo a su lado que de alguna forma sentía que la traicionaba al no poder decirle nada ¿si la había amado por tanto tiempo en silencio, por qué ahora sólo podía solamente mirarla, sin decir nada? Una pesadez invadió su pecho.

-Yo lo siento - Respondió François con el rostro ensombrecido.

-No lo sientas. -Le miró ella esbozando una leve sonrisa -No lo hagas, dejarías de ser François LeBlanc. -Luego se acercó y le dio un leve beso en sus labios - No sientas no quererme de la misma forma, o incluso amar a alguien.

La lluvia comenzó a caer fuerte, creando una sinfonía peculiar, los dos quedaron mirándose de frente, ahora las lágrimas de Marie se mezclaban con la lluvia, sin embargo ella no se daba cuenta, al igual que él, ella estiró sus manos sintiendo la lluvia caer, cerrando sus ojos.

-¿Lo recuerdas? -Le habló con voz suave.

François miró hacia arriba y la emuló, abriendo levemente las palmas de sus manos, recordó aquella primer noche que la había conocido y sintió que algo por dentro se quebraba, definitivamente ellos no eran los mismos.

-Sí -Respondió François mirándola - Ahora mismo te vez tan cool como aquella noche -Bromeó, pero esta vez con su voz apagada.

-La lluvia hace ver cool al más patético de los humanos. - Trató de sonreír, pero lo único que salían era lágrimas de sus ojos - Adiós Fran.

-Adiós Elizabeth.

Sintió el impulso de abrazarla y consolarla, pero era inútil era él quien la lastimaba ahora mismo y hacerlo sería lastimarla aún más, ambos sabían qué tipo de adiós era, no de aquellos en que no se volverían a ver de nuevo, simplemente del tipo de adiós que denotaba que su relación no volvería a ser la misma.

Ella dio media vuelta, no obstante se giró más adelante le sonrió y siguió su camino, él quedó ahí bajo la lluvia, quiso disfrutarla tanto como lo hacia ella, quizás era algo que le había mostrado, sin embargo no lograba hacerlo.

Ver su silueta en medio de la tempestad era doloroso, de alguna forma había añorado este momento y todo había sido muy diferente a lo que había pensado, metió sus manos en los bolsillos cerró sus ojos y comenzó a repasar su rostro, había sido un completo imbécil con ella, quien se había llenado de valor para decirle cómo se sentía, mientras él era un total cobarde y nunca le había dicho cómo se sentía respecto a ella, o quizás tal vez como había dicho Sébastien nunca la vio como mujer.

Comenzó a caminar lentamente por aquel jardín, era amplio, tenía un laberinto con arbustos altos, ahora la lluvia no dejaba contemplarlo, de repente se detuvo y sintió tristeza, nunca supo que le había dicho Thomas al rechazarla, él había pensado en lo estúpido que había sido, ahora era él quien le generaba ese rostro de tristeza y desconcierto, aunque su rostro plano intentara ocultarlo, sintió sus ojos humedecerse lo cual lo hizo detener nuevamente, se la imaginaba sola en una habitación a oscuras con una taza de café y eso le hizo sentir peor.

Corrió por el lugar sabía que le podía hacer más daño, pero su instinto protector era difícil de controlar, no le gustaba verla como una niña perdida. En ese momento pudo ver como el auto en el que iba aceleraba, al instante que Phillipe llegaba a su lado.

-Señor su auto está listo.

François solo asintió caminando hacia él, estaba hecho un desastre. El vuelo de regreso fue realmente inquietante llamó a Sébastien, pero colgó inmediatamente, era difícil hablar con alguien de eso ¿qué podría decirle? En el fondo él lo sabía. Tomó el teléfono y llamó a Pauline.

-¿Fran?

-Hola, preciosa ¿Te interrumpo?

-En realidad no, veía televisión.

-Qué bien, ¿Qué miras?

-Un concurso estúpido, los españoles no saben hacer otra cosa.

Él rió muy alto.

-¿Entonces por qué lo ves?

-Se nota que nunca has visto televisión aquí, uno pasa canales y sólo ve sandeces y la verdad al menos aquí no le veo la cara a Rebecca.

Escuchar su nombre lo transportó a esa gala y cómo había quedado todo con ella, suspiró, aunque había logrado dejar de soñar con ella, la mención de su nombre le hacía sentirse realmente nervioso.

-Yo te diría que apagues esa cosa y salgas, pero ya sé lo que me dirías -Tratando de restarle importancia al nombre de Rebecca.

-Matt anda de viaje, así que no tengo con quién salir.

-Hay momentos en que no necesitas a alguien a tu lado para salir, sólo lo haces. -Dijo jovial -¿Vendrás a Zúrich? Ya casi tenemos todo listo para la celebración.

-Ya te había dicho que sí, no creo que me estés llamando a esta hora para cerciorarte que entendí la invitación.

-Lo siento, sólo quería hablar contigo, ahora mismo voy volando, sabes lo harto que es.

-Lo entiendo. ¿A dónde vas?

-Voy a Zúrich, salí de una aburrida cena de negocios -Sin darle tanta importancia.

-Te diría que le des el control del corporativo a Jean Pierre, pero es medio tarado, así que mejor no.

Él rió.

-Lo es, la única cuerda es Isabelle -se recostó en su asiento pensando en su pequeña hermana.

-Umm no sé tampoco me fio de ella y creo que a tu papá le pasa igual.

-Creo que necesita tiempo, sólo está un poco pequeña. Sé que ella podría hacer un buen papel, aunque la verdad no le deseo trabajar en el negocio.

-Pobre sufrido, trabajas tan duro.- Dijo con un ligero sarcasmo al tiempo que soltó una carcajada.

-De verdad lo hago. -Habló fingiendo - No, no lo hago -rió.

-Te siento apagado ¿pasa algo?

-Nada serio, simples problemas con el restaurant de París -Mintió sabiendo que por teléfono la podría engañar.

-¿Qué ocurrió?

-Una plaga de hormigas

-Ah qué cosas ¿ya mandaste a llamar a control de plagas?

-Ya todo se solucionó, pero igual temo que nos bajen de categoría, ya sabes no tenemos ninguna especialidad que tengan ese ingrediente - entrecerró sus ojos.

-¿Puedo ayudarte en algo? Podría decirle a Matt que hagamos uno que otro comercial, no sé.

Él sonrió.

-No te preocupes, preciosa, sólo debo aparecer en uno que otro programa culinario y mi bello rostro solucionará todo.

-Mira a ver cuándo se te pudra qué harás. -Rió

-Eso fue cruel incluso para ti, sabes que soy irresistible -rió, pero una vez terminó su rostro tomó la misma expresión de consternación - Además de mi rostro tengo otros atributos.

-Sólo bromeaba, sabes que eres perfecto. -Le lanzó un beso al teléfono.

-Lo soy, no necesitas repetírmelo. -Dijo suficiente.

-Okeey

-Sigue viendo tu aburrido programa, nos vemos pronto.

-Te quiero.

-Yo también te quiero -colgando el teléfono.

Se dejó caer en el sillón tirando su móvil a un lado, volvió a recordar su noche, Marie tenía un aspecto frágil, pero había sido capaz de decirle las cosas sin ninguna dilatación. Dejó sus pensamientos de lado, ella no era una mujer por la cual sentir lastima, ahora mismo el que la necesitaba era él.

Llegó a su apartamento en Zúrich más cansado de lo normal, el viaje había sido realmente agotador, así que solo pudo pensar en tumbarse un rato. El teléfono lo despertó nuevamente era su padre.

-¡¿Cómo es eso de que te fuiste sin ni siquiera hablar formalmente con la familia Ucker?!

-No creo que necesitemos tener conexiones con este tipo de gente -indiferente.

-¡François déjate de tus idioteces! -Le gritó furioso.

-Padre esto no es divertido, aburres -colgando inmediatamente.

Su teléfono volvió a sonar

-Diga

-Oye no te hagas el gracioso, aun trabajas en mi compañía

-Ok, renuncio -Respondió calmadamente.

-A veces creo que tu madre te arruinó.

-Como digas padre, pero no creo que necesitemos a esas personas.

-Eso lo decido yo, ahora tendré que ir a remediar el tiradero que hiciste.

-Sí, ve y ruégales.

-Muchacho malcriado.

-Algo me dice que tuviste que ver mucho -colgando inmediatamente.

No pensaba participar de ese circo, ese hombre no le caía en gracia, había algo que no le dejaba confiar en aquella familia, además después de lo que había visto en aquella casa, era increíble, aun no comprendía por qué esas personas habían tratado así a Elizabeth, aunque no distaba mucho a como él lo había hecho, nuevamente sintió esa punzada en su pecho le era difícil pensar en ella y no ver sus ojos tristes.

...♣...

Fue a Les Etages ubicado en el barrio de Saint Germain dividido en tres plantas de un antiguo hotel, con una tendencia alternativa, le gustaba ir ahí cuando sólo quería tomar un trago en solitario. Como de costumbre lo acomodaron en el mismo lugar, pidió una copa de vino mientras disfrutaba de la música, de repente un grupo de señoritas se acercaron de forma tímida, él les sonrió haciendo que se miraran entre ellas y con un grito ahogado.

-¿Podemos tomarnos una foto?

-Claro ¿por qué no?

Ellas se miraron emocionadas mientras se acomodaban a su alrededor, él les regaló una gran sonrisa, dejándolas satisfechas, pues se fueron inmediatamente. Miró la copa pensativo, por mucho tiempo había querido acercarse a Marie Elizabeth, pero aquella noche lluviosa no había podido corresponder sus sentimientos ¿qué era lo que realmente deseaba de ella? ¿Por qué no había podido aceptar sus sentimientos? Meció un poco la copa pensativo, era incapaz de comentar el episodio, incluso con Sébastien o Pauline.

Deseo, recordó su conversación con Rebecca, pagó la cuenta y abandonó el bar, era inútil no lograba concentrarse. Se fue directo a la biblioteca de su casa, había leído algo sobre eso de forma escueta anteriormente, así que en cuanto llegó a su casa caminó al estante y busco acerca del tema, encontró De anima, de Aristóteles.

Después de revisar unos cuantos capítulos supo que para Aristóteles el sentido y causa del cuerpo viviente a diferencia de las plantas que era la nutriente, en los seres humanos estaba la desiderativa: el apetito, los impulsos y la voluntad, tres clases de deseo para el autor, lo único que hacía era marcar la diferencia entre los seres que tienen vida o alma, pero no respondía sus dudas, cerró el libro, era una pérdida de tiempo, puso el libro nuevamente en el estante.

Trató de recordar lo que Rebecca le había mencionado, salió disparado de la biblioteca, bajó por las escaleras principales, una vez fuera desactivó la alarma del Carlsoon condujo, esta vez un poco más aprisa, en uno de los semáforos buscó en su GPS librerías, una vez arrojó la más cercana, condujo hasta ella, aparcó y caminó lentamente hasta allá, vio las diferentes secciones, luego llegó una dependienta, realmente no sabía qué buscaba.

-¿Le puedo servir en algo?

-Necesito un libro de un autor llamado -hizo una pausa - Aulagnier

-Sígame.

La mujer le mostró algunos títulos y después de agradecerle se retiró, leyó cada uno de los títulos: un intérprete en busca de sentido, La violencia de la interpretación, El aprendiz de historiador y el maestro brujo, Los destinos del placer. Al no saber qué quería realmente, los tomó todos y una vez en la caja pasó su tarjeta, cargó la pesada bolsa, acostumbraba leer cada vez que estaba en sus tiempos libres, sin embargo, era totalmente ignorante sobre temas clínicos que pudo leer en la referencias de la autora.

Realmente no comprendía que lo había impulsado hacer tal tontería, sabía de antemano que no entendería nada, pero se sentía incapaz de preguntarle el asunto a otra persona. Entró al auto y puso la bolsa en el asiento del copiloto su teléfono sonó, vio que era Sébastien.

-¿Sucede algo?

-Vaya qué forma de contestarme ¿estás en París?

-Sí.

-Que buena noticia ¿puedes venir un momento a la clínica?

-Dime de una vez qué quieres. -Sébastien rió

-Me atrapaste, mi auto se estropeó necesito chofer

-Ok, iré -Respondió François colgando al instante.

Condujo pensativo hasta la clínica, sus pensamientos ahora vagaban por el complejo mundo del deseo, llegó a un semáforo cerró sus ojos y pensó en su charla con Rebecca, ese día todo había sido tan complejo, sabía que en un inicio le había interesado la bella mujer de vestido dorado, sin embargo entre más hablaba con ella y lograba conocerla, más le llamaba la atención, ella se creía perdida del paraíso, ver su mirada ida le hacía pensar ¿quién era realmente Rebecca Bracho? Y ahí estaba nuevamente pensando en esa mujer que lo trastornaba.

Como dijo Sébastien lo esperaba a un costado de la clínica, bajó la ventanilla.

-¿Estrenando? -Sébastien le saludó modo de broma

-Solo súbete.

Sébastien abrió la puerta del copiloto sin embargo se encontró con la bolsa de la librería, miró el interior y luego lo puso en el asiento trasero.

-¿Qué sucedió con tu auto? -Preguntó François

-No lo sé, no encendió, así que mientras lo recogen para repararlo pensé en contratar chofer.

-Eres tan gracioso.

-¿Y cómo está tu hermana?

-Bien, ya sabes cómo es, sólo le gusta venir por esta época para escapar venir en las fiestas de fin de año.

Sébastien rió, luego miró los libros.

-No pensé que te fuera la clínica

-Sólo un pequeño trabajo de investigación.

-Veo que François LeBlanc de vez en cuando se pone serio.

-Sabes que cuando algo me interesa soy serio -lo miró con seguridad.

-¿Por qué esa seguridad?

François suspiró.

-No es nada

-Cuando no es nada, casi siempre es todo. - François lo miró.

-Sólo es algo que aún no logro entender, -haciendo un semáforo - por cierto ¿a dónde vas?

Sébastien lo miró curioso, estaba realmente extraño, por lo general debajo de esa cara de simpatía y despreocupación, pensaba más las cosas de lo que parecía, aunque a menudo se comportara como un maldito egoísta.

-Voy a la otra sede, la sede de oncología. -François suspiró.

-Pasamos la intercepción hace unos minutos -se quejó comenzando a devolverse -Es raro que vayas a esa sede.

-Sólo hago un favor -restándole importancia - Aprovecho que hoy no tengo ninguna cirugía programada.

-De verdad no soportaría este estilo de vida, vives prácticamente en el hospital

-Por eso lo abandonaste

-Algo así, aunque no todo fue tiempo perdido.

Sébastien se recostó mirándolo de reojo.

-¿Este auto es de quien creo?

-Sí, fue el que compré en la subasta, el carro de Elizabeth.

Sébastien quedó en silencio, aún no se sentía capaz decirle lo que había visto meses antes.

-La decoración del restaurante está casi lista -dijo Sébastien cambiando el tema.

-Creo que iré esta semana, si tengo tiempo, han surgido varios inconvenientes con la petrolera, por ahora quiero concentrarme en las investigaciones que se adelanta sobre combustibles alternos, sin embargo, mi padre insiste en meterme en asuntos de las plataformas.

-Lo sé es algo desgastante, mi padre ahora mismo quiere que dirija el hospital principal, pero realmente me gusta lo que hago, tomar las riendas administrativas me privarían de cumplir mis funciones como médico.

-Los viejos tienden a complicar las cosas.

-Por cierto escuché que saldrías en una revista ¿al fin hiciste la entrevista?

-No fue necesario, sabes que odio que me hagan preguntas innecesarias, escribí unas cuantas entradas en mi blog, fotos en mi Instagram comiendo en el restaurant y según me dijo él chef de la sede en París mejoró un poco, espero que con la celebración en Zúrich, se dispare el nombre del restaurant.

-Esta semana debes ir, para lo del menú, Pietro me dijo que no has ido.

François torció la boca pero no le dijo nada, realmente era algo que había olvidado totalmente. Una vez divisó el edificio entró dejándolo en la entrada del lugar. Sébastien se levantó.

-Espero verte esta semana, en Zúrich.

Él solo alzó la mano a modo de despedida, acelerando su auto condujo a su apartamento en París, abrió la reja de la entrada y caminó por el silencioso lugar con la bolsa con los libros, una vez dentro los acomodó en la librería del estudio y leyó cada título con detenimiento, pero ninguno le decía nada concreto, tomó el que llevaba por título: un intérprete en busca de sentido y se sentó en el sillón más cercano, comenzó su lectura, sin embargo, después de unos cuantos capítulos en donde afirmaban hablar de la ontogénesis del sujeto psíquico, del deseo y del placer, solo había logrado entender que hay una historia libidinal e identificatoria en donde el Yo construye sus ideales, los cuales le dan sentido a la vida, sin embargo tampoco sabía muy bien qué significaba aquello.

Cerró el libro algo molesto y lo puso en la biblioteca junto a los otros, retomó la pregunta que lo había llevado a la biblioteca ¿qué era lo que deseaba de Elizabeth? ¿Por qué no había podido aceptar sus sentimientos? Suspiró pensativo, era incapaz de comentar el episodio, incluso con Sébastien o Pauline.

En ese instante no podía responder esa pregunta, se dirigió a la cocina y se sentó en la isla flotante, cerró sus ojos pero los abrió de inmediato sabía que en un leve descuido sus pensamientos terminarían en ella: la mujer de ojos cafés que se había comenzado a instalar en su mente, el deseo es deseo de deseo, no del objeto, habían sido las palabras de ella ¿quizás su deseo con Rebecca Bracho al ser cada vez más consciente de lo prohibida que era para él?

No lo sabía, pero de lo que sí estaba seguro era que desde que sus ojos cafés lo miraron lo habían metido en un vil hechizo en donde no lograba sacarla de su cabeza.


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