DULCE TENTACIÓN CAPÍTULO 6: MENTIROSA

 






Suiza, Zúrich, año de 2012.


François miraba la pintura fijamente mientras movía su copa de vino lentamente, la música electrónica inundó la galería y una mujer se acercó a él mirándolo fijamente, se sonrió y bebió de su copa en un gesto incitador


-Es realmente tedioso que hagan una fiesta tan cool frente a cuadros de Van Gogh.


Dijo la mujer haciéndose la interesante, François alzó sus cejas y ladeo levemente sus labios, aquella mujer blasfemaba frente a la Odalisca de vientre pálido, él no se atrevería a sacarla de su error, aunque lo consideraba descortés era una pérdida de tiempo regalarle palabras sobre Olimpia a una mujer que confundía una pintura evidentemente impresionista de Monet con un cuadro postimpresionista atribuyéndoselo a Van Gogh.


François lo reconsideró y no intentó medirse, de manera que comenzó hablar, finalmente su delicadas formas de interactuar con el género opuesto, era su punto débil.


-Olimpia de Monet -Hizo énfasis en esto último con una sonrisa deslumbrante - Ha sido considerada por la crítica como una especie de gorila hembra -Dijo intentando hacer caer en el error a la mujer con delicadeza, nuevamente estaba esa parte en la que le era imposible ayudar a una damisela en apuros, esta es vez del apuro de la ignorancia. -Yo realmente la veo hermosa, como la mujer en su máxima expresión.


La mujer se encogió de hombros con sus mejillas levemente sonrojadas


-A decir verdad, no sé nada de arte, sólo vine aquí por el Dj -François le sonrió de forma sexy, no era culta, pero al menos si era honesta, aquella mujer soltó un largo suspiro.


-Es agradable escuchar eso. -Dijo él mientras estiraba su mano -François LeBlanc -Ella estiró su mano y él le dio un leve beso en su muñeca mientras ella hacía una mueca de placer.


-Constance Allard-De repente su mirada se tornó nerviosa al ver que un hombre alto y de cabello oscuro se acercaba.


-François -Le dijo él hombre afable estrechando su mano -Veo que conociste a mi novia -Dijo él y la mujer se revolvió en su puesto.


-Oh, sí Constance... -Respondió él en sonriendo mientras la mujer lo miraba con su boca abierta. -Estábamos en medio de una conversación interesante.


- ¿En serio? No sabía que te gustara el arte -Dijo John mirándola ella.


-Este... pues -Balbuceó la mujer.


-Si -Se adelantó François y le guiñó un ojo a la mujer - Pero no les quito más tiempo acaba de llegar mi cita -Le palmeo la espalda a John y caminó hacia un costado de la galería.


Sébastien acababa de llegar y miraba una de las obras de arte distraído, él era la persona mas ecuánime que conocía, había estudiado medicina y estaba terminando su especialización en cardiología, se giró y le asintió.


-No creí verte aquí. -Le dijo su amigo a modo de saludo y François rió.


-Si, me alegro también de verte -Le guiño un ojo y se giró hacia Constance que lo miraba con su boca abierta, él solo alzó sus cejas mientras tomaba un sorbo de su copa mientras le sonreía de forma descarada. Sébastien lo miró de forma desaprobatoria, él lo conocía muy bien y aunque últimamente no se veían a menudo, debido a sus ocupaciones eran muy unidos.


-François, ¿le estas coqueteando a la novia de John? -Le recriminó Sébastien


- ¿Eso parece qué hago? -Dijo de forma inocente con ganas de hacerlo enojar, él solo soltó un suspiró.


-Odio cuando te haces el imbécil


-Y yo cuando preguntas algo obvio. -Hablo girándose a él, aunque desde que había visto a John había perdido el interés por aquella mujer. -Sólo le dije que había llegado mi cita y desde ese momento no ha dejado de mirarnos -Sébastien soltó el aire y él lo miró divertido.


A veces su amigo era tan aburrido, no entendía en qué momento, el hospital había comenzado abarcar el 90% de su vida.


Una mujer delgada de cabello castaño claro tocó su hombro invitándolo a bailar, era Emilia una antigua compañera de universidad con la que había jugado en el pasado, rió y recordó que hacía en aquel lugar tan sofisticado, disfrutar de las obras de arte mezcladas con los mejores Dj del momento.


Cerró sus ojos y esta vez se dejó llevar por sus sentidos, creía que el mejor equilibrio lo brindaban los opuestos, bien fuera degustar una copa de vino o dar un giro mortal en su motocicleta, no podría definirse como un hombre de gustos simples aquello sería mentir, era un mortal con un alma hedonista, con bajas pasiones, muy bajas pasiones, algo romántico y aunque no lo reconocía creía que podría llegar a ser muy cursi, bajo ese caparazón creía que el amor era una daga dolorosa y punzante, pero en ese instante no quería saber de dolor, tan solo sentir esa sensación de placer qué la música mezclada con un baile sensual por parte de una bella dama le producían.


Al cabo de un rato le sonrió mientras a Emilia, mientras, ella se acercaba más a él reclamando más atenciones, como cualquier hombre se consideraba caballero, aunque sabía que de forma latente podía ser un total animal, en aquella ocasión decidió ser el caballero, el que sonríe de manera amable y se comporta de forma respetuosa, le sonrió de forma sexy y después de susurrarle algo al oído decidió que era hora de irse.


La mujer le respondió su coqueteo: esta noche no se iría sólo ¿qué podría en el mundo llenar un alma hedonista? Eso ni él mismo lo sabía, tan solo disfrutaba de aquellos placeres por los que estaba rodeado y sentía qué era lo que necesitaba para sobrellevar este mundo tan agobiado. Caminó por la acera hacia su auto, cuando sintió qué dos brazos lo rodeaban, se giró y detalló la misma mujer morena de estatura baja con la que había hablado en la galería.


-Oh eres la novia de John -Dijo de forma impersonal el juego del coqueteo se había terminado incluso ahora era una mujer sin nombre ligada a uno de sus conocidos -Señorita, creo que se ha equivocado de camino -Dijo de forma atenta.


-Yo... creí... qué... -François le sonrió de forma amable y se soltó de su agarre, tomó su mano y la besó.


-Es mejor que regrese a la galería con su acompañante -Dijo con una sonrisa y su mirada cálida, aquella mujer lo miró casi hechizada y negó con su boca abierta mirando sus ojos avellana.


-Yo quisiera ir... -Él negó con su cabeza.


-Señorita es mejor que por esta noche lo dejemos estar -Le quitó la alarma al auto y le abrió la puerta a su acompañante y después de hacerle un ademán a Constance que lo miraba confundida entró en este.


Era bella sin duda, pero no creía que una mujer valiera lo suficiente para meterse en medio de una relación, no pensaba complicarse su existencia. Encendió el auto y se dirigió hacía el al a-ja Zúrich, un hotel cinco estrellas de la ciudad, no solía llevar sus citas de una noche a su casa, en primer lugar, porque era su espacio y no le gustaba compartir su cama para el sexo y segundo Marie vivía con él y prefería no dar espectáculos después de lo que había pasado meses atrás con Christie.


Cuando llegaron a la suite principal, la mujer lo besó de manera desaforada y comenzó a inclinarse, sus manos trabajaron de forma eficiente en su cinturón dejando su erección fuera, sintió sus labios y cerró sus ojos dejándose llevar por el placer. Desde que se inició en el sexo a sus 14 años con una mujer cinco años mayor que él, había experimentado todo tipo de sexo, así que, mientras que con uno se había limitado a ver con el otro se había dedicado a experimentar. Si hablaba de sus gustos en el sexo, le gustaba ser dominante y controlar la situación dependiendo el cuerpo de la mujer le señalara, sin embargo, las felaciones era algo que le gusta experimentar, aunque la mujer que en ese momento succionaba su miembro no era tan diestra.


Algo que no ocurría en su caso, una vez Annie le había insistido que le hiciera un cunnilingus, a regañadientes había accedido y según ella había sido de otro mundo, no se lo dijo para no herirla, pero había sufrido mucho al hacerlo, debido a su paladar sensible, jamás volvió hacerle sexo oral y no creía que lo haría algún día.


Disfrutó de los labios de Emilia y él acarició su cabello, haciéndola levantar, esa noche deseaba tener mucho sexo y esperaba que la mujer frente a él le diera la talla, por lo general terminaban muy agotadas y él debía reprimirse un poco. La mujer comenzó a quitarse la ropa mientras él miraba con lujuria sus pechos y bajaba por su vientre plano y trabajado, era una mujer ardiente que lo estaba provocando.


La besó lujurioso y lleno de morbo, mientras acariciaba el cuerpo de ella y la sentía vibrar, las manos de Emilia, no tardaron en deslizar su blazer y zafar uno a uno los botones de su camisa, era un hombre consciente del encanto que generaba en las mujeres, sobre todo cuando la vio lamerse los labios y comenzó a besarle con desfachatez su pecho.


Él no tardó en terminar de desvestirla, girarla para después de ponerse un preservativo y finalmente, hundirse en ella, la escuchaba gemir y mover su trasero, mientras él se empujaba cada vez con más fuerza, le gustaba esa sensación del sexo libre, si en algún momento se había planteado la regla de nada de chicas comprometidas, fue después que se metió con una sin saberlo y tuvo grandes problemas con el novio, François Leblanc era un ser demasiado egocéntrico como para tener que lidiar con perdedores.


La disfrutó en todas sus posiciones favoritas, mientras, Emilia comenzaba a perder vitalidad cuando gritó su último orgasmo de la noche y él se vino poco después, la detalló en la cama jadeando y con una mano en cara, al parecer no tendrían más sexo por esa noche, pues la vio quedarse muy quieta, incluso parecía dormida o quizás sólo fingía.


El simplemente se levantó y se dio una ducha poniéndose su traje nuevamente, sin decirle una sola palabra salió de la habitación, después de obviamente pagarla con todo el servicio a la habitación que quisiera. Si era honesto no era bueno con las despedidas post sexo, eso de quedarse hablando con la chica a la que había hecho gritar de placer no le llamaba la atención, finalmente era una relación meramente carnal y hablar hacía que las mujeres sintieran que la cosa podía pintar para una relación seria, algo que por supuesto él no deseaba.


Con Christie se había dado cuenta que no estaba preparado para algo mas allá de sexo, esos meses con ella, habían estado llenos de hastío y exasperación, la ida de ella a Harvard le había dado la suficiente perspectiva, algo que había intentado transmitirle a Christie y esperaba que hubiese entendido.


Cuando llegó a su casa y encendió las luces, se llevó un susto del carajo cuando vio a Marie en uno de los sillones con sus piernas recogidas, alzó su mirada y le sonrió algo cansada, después que Christie se fue a no le había visto problema que ella volviera a su casa.


- ¿Insomnio? -Le preguntó y ella se levantó estirándose.


-Algunas veces. -Respondió mirando el reloj en una las paredes - ¿Te asuste?


-Realmente sí, no te creí en la sala a las tres de la madrugada.


-Solamente pensaba. -Marie suspiro y llevó su cabello negro y ahora muy largo a la espalda.


François asintió sin preguntarle más, se fue a la cocina y se sirvió un vaso con agua, comenzó a tomarlo y la miró por encima del cristal, se veía extraña, como preocupada, pero su política era no interferir, nunca buscaba saber de más sobre ella, la Marie misteriosa le gustaba y ambos funcionaban de esa manera, además le parecía invasivo indagar sobre cada cosa.


Finalmente, se despidieron y se fueron a acostar tenía un día realmente pesado, como de costumbre su mañana fue hacer un poco de ejercicio, e ir a trabajar, solía comer fuera así que no vio a Marie hasta entrada la tarde cuando preparaba la cena. Aunque sí era honesto casi no la veía, ella se la pasaba viajando, decía que la mejor forma de aprender los idiomas era con personas nativas, había llegado hacía un mes de Suramérica y según la expresión que tenía a la madrugada pensaba volver a irse.


Comenzó a pelar las verduras y añade un poco más para ella también, si de algo estaba seguro era que no faltaba a las comidas, de manera honesta le había dicho que le gustaba comer y no mentía, cosa que creyó en un inicio, era una chica realmente delgada, eso sumado a su estatura la hacían ver tan infantil


-François, me voy, me voy de nuevo a Canadá. -La voz de ella le hizo alzar su mirada.


- ¿Vuelves por él?


Por él, se refería a Thomas Ucker, no sabía si decirle novio o ex, ella le había contado que se habían dejado poco antes de ella regresar a Zúrich, había estado buscándolo y al parecer finalmente se había decidido volver a Canadá, el lugar donde lo había conocido durante su estancia en un internado en ese país.


-Sí, vuelvo por él, lo voy a buscar por unos pocos meses y si no tengo éxito volveré pronto. -François, la miró con ojos enternecidos, le tomó las manos.


-Espero que vuelvas pronto, te esperaré.


-Claro que eso lo sé. -dijo Marie sonriendo-Gracias François, no sé qué hubiese hecho sin ti todo este tiempo. -Dijo mientras lo miraba fijamente- No sé dónde me voy a alojar, pero te lo diré en cuanto lo sepa-dijo en un tono más relajado.


-Espera, ¿me dices que tu madrastra no lo organizó todo? -Marie bajó la mirada.


-No, no lo hizo. -Le dijo en un susurro.


- ¿Qué le prometiste para que te dejara ir? -Atinó a decir François. - ¿No será algo raro? Marie, dime.


-No es nada raro, -Respondió mirándolo fijamente- no te preocupes.


François no le creyó, si algo tenía esa mujer era que no sabía mentir, sin embargo, no quiso indagar más.


-Lava las manzanas -Le tiró una cambiando de tema y ella la cogió sonriendo esta vez.


Durante la cena ambos se limitaron hablar sobre otros temas, dejando de lado su partida, si era honesto sentía que era infructuoso, llevaba lejos de ese novio más de dos años y él no daba signos de vida, si algo así le ocurriera a él si amaba a esa persona, de lo que sí estaba seguro era que no se quedaría de brazos cruzados y haría hasta lo imposible por ir tras ella.


Terminaron la cena y él no compartió sus pensamientos, finalmente se fue a su habitación al otro día tenía un día realmente agotador, sus responsabilidades comenzaban a tener más peso, no todos los días se tenía en los hombros un contrato de billones.


Dos días más tarde se encontraba en el aeropuerto con Marie, él la abrazó, mientras ella le pedía que no fuera a verla a Canadá, algo que no le extrañó en ella, François sin chistar le prometió que no iría, aunque le preocupaba un poco su situación en ese lugar y así se lo dijo:


-Me preocupa por cómo te las vas arreglar, sé que tu madrastra no te mandará nada y se congelaran tus cuentas mientras estés en el extranjero. -No debía ser adivino para saber las condiciones en las que ella estaría.


-Sí, eso fue parte del acuerdo, -Marie admitió. - pero no te preocupes tengo ahorros y trabajaré en lo que sea, sabes que no me gusta estar inactiva, además quiero aprovechar este tiempo y estudiar algo.


- ¿Segura? -Dijo preocupado- sé que tus ahorros son suficientes, pero...


-Shii...- Marie puso un dedo en su boca- estaré bien te lo prometo.


- Está bien, - dijo pensativo- sin embargo, tengo algo para ti, - le dijo mientras le entregaba una tarjeta de entrada y su expresión de minutos antes cambiaba a una más calma- por favor, no me rechaces, quiero saber que estarás en un buen lugar y como sé que quieres mantener un perfil bajo, es un loft, nada ostentoso. - Puso sus ojos de niño consentido queriendo salirse con la suya, dejando a Marie sin réplica alguna.


-Está bien- dijo resignada- confío en ti, lo tomaré. Bueno creo que ya es hora de irme. - Marie se acercó y le besó en la mejilla, tomó su maleta y caminó hacia la zona de embarque.


François se quedó mirando como Marie desaparecía entre la multitud, pensaba en cuándo la volvería a ver, de alguna manera sentía que se quedaría en ese lugar, se pasó sus dedos por su ondulado cabello y se puso unas gafas oscuras, caminó hacia su Rolls-Royce y cuando se acomodó dentro de él, vio en el asiento del copiloto una caja rojo carmesí que decía Cartier.


Se preguntó qué podría ser y pensó en Marie la última persona que había estado en su auto, esbozó una sonrisa y la abrió, vio dentro de la caja un anillo de plata con pequeños zafiros negros, lo tomó y quitándose el anillo que tenía en su dedo índice lo reemplazó, dentro de la caja había una pequeña tarjeta que decía:


"Una vez me preguntaste por qué la mayoría de mis joyas tienen zafiros, la razón es que los zafiros representan para mí, verdad, fidelidad y sinceridad, intento ser fiel conmigo misma y con los demás, así que te dejo esté presente para que sepas que siempre estaré contigo" M, K


Eso le hizo pensar que su teoría se confirmaba: Marie no pensaba volver, esta vez condujo hasta el que había sido hasta el momento, su lugar secreto y había compartido momentos inolvidables al lado de Marie, entró hasta a la habitación que ella había ocupado, allí estaban todos sus vestidos caros y la maleta metálica con sus joyas, incluso la caja fuerte de la que nunca quiso preguntar, guardó todo cuidadosamente y empaquetó el resto de cosas de la casa, tomó sus pertenencias y cerró el lugar por completo.




...






Suiza, Zúrich, otoño de 2013


Tomó una toalla sudorosa, tenía el tiempo justo para darse un baño y salir a su oficina se sonrió al recordar que Marie esa tarde llegaría, era agradable estar al lado de ella, en ocasiones no sabía a qué atenerse con ella aparte de Pauline su mejor amiga ella había logrado hacer un hueco en su vida.


Estuvo en su oficina esa mañana y luego fue almorzar a su casa, aunque para muchos era tedioso, a él le gustaba hacer y degustar su almuerzo sin prisas, sólo de vez en cuando iba a su restaurante, pero no era algo que le gustara.


Lavó su plato y se sirvió una copa de vino, poco después miró su reloj y se dio cuenta que ya casi era hora de ir por ella al aeropuerto, se sonrió entusiasmado y fue directamente a su auto, un Jaguar deportivo color negro. Tenía una gran variedad de autos, aunque sus favoritos eran los Rolls-Royce, eran distinción, lujo y confort, además apenas y hacía ruido al conducirlo, algo que apreciaba en exceso.


Mientras manejaba recibió una llamada de Madison, una de las directoras ejecutivas de unos de los proyectos en el que trabajaba, sonrió para sus adentros al recordar el gran proyecto que tenía entre manos en la petrolera, esperaba que Madison le tuviera buenas noticias sobre la aprobación de la iniciativa, estuvo unos minutos hablando por teléfono, en donde le comentó los avances, estaba optimista, creía que el nuevo biocombustible en el que trabajaban algún día llegaría a cambiar muchas vidas en el planeta.


Finalmente colgó y condujo a prisa por las calles de Zúrich hasta que divisó el aeropuerto, dejó el auto en el estacionamiento y salió hacia la zona de llegada, se puso detrás de una una línea delimitadora y espero mientras diversas personas salían y se encontraban con sus seres queridos, gritos de alegría se escuchaban y él solo se limitaba a esperar.


Pronto divisó su delgada figura, tenía unos jeans negros junto a una t-shir del mismo color y gabán largo gris, le sonrió levemente, ella se caracterizaba por no estar precisamente al último grito de la moda, con pasos corto y elegantes se acercó a él, François le quitó la gorra que tenía grabada una N y una Y acicaló su cabello negro y lacio, en vez de refunfuñar como de costumbre sin quitarse sus lentes negros puso su cabeza en su pecho y él acarició su cabello hasta que ella misma se separó.


-Hola tú -Dijo Marie en francés intentando sonreír, con su acento atípico, si lo pensaba detenidamente ella lo era en su totalidad, a veces en una misma conversación metía frases en idiomas desconocidos e incluso tenía exclamaciones realmente graciosas, como él sonido ronco de un bah ahogado.


-Hola tú -la imitó, tomando su maleta, agarró su mano y comenzó a caminar a la salida.


Ella era Marie Keller, en ocasiones por su porte, delicada piel y facciones se le parecían una cándida señorita, pero era cierto que no se aproximaba nada de eso, se sentaba en el mesón de la cocina, tomaba café de forma frenética, no tenía reparos en tomar comida de un plato ajeno, era directa y sin tacto y le encantaba caminar descalza. Era muy diferente a lo que había podido ver en aquel medio, extraña pero cálida así la sentía él.


- ¡Oh! tu auto es diferente esta vez -Habló sacándolo de sus pensamientos, él sonrió y asintió.


- ¿Te gusta? -Ella lo miró curiosa y luego rió.


-Es solo un auto para mi cumplen la misma función -François sonrió negando con su cabeza.


Él fue abrirle la puerta y ella le sonrió entrando, acomodó la maleta en la parte trasera y él mismo ingreso, Marie ya se había quitado sus botas negras y tenía los pies cruzados en el asiento, miraba pensativa hacia el exterior. François acomodó su cinturón de seguridad y luego le dijo a Marie que lo hiciera, ella salió de su letargo y después de sacarle la lengua lo hizo, intentaba parecer normal, pero era evidente que no lo estaba.


Condujo hasta Noir Café, el lugar que ella solía frecuentar y el único lugar qué sabía qué le levantaría el ánimo, aparcó en una de las aceras y le anunció que se bajaran, ella asintió y lo hizo de forma automática, cuando vio lugar su expresión cambió y buscó una mesa con propiedad se sentó mientras acomodaba un mechón de su cabello sin dejarlo retirar la silla para ella, François negó con su cabeza y se sentó frente a ella.


- ¡No entiendo por qué me trajiste a este lugar! -Gruño Marie- si tú no tomas ni un descafeinado.


-Pero a ti si te gusta, además este es tu Café favorito -Respondió François pausado-


- ¿De verdad? Está muy cambiado- dijo mientras sonreía de forma nostálgica y François llamaba al mesero y pidió agua mineral para él y un espresso para ella.


Ese lugar le traía muchos recuerdos, los sentimientos de la ruptura con Annie, la incertidumbre de no saber el por qué se fue, tantas preguntas que a veces lo acechaban sobre esa mujer, sin embargo, no todos los recuerdos eran malos, ahí había conocido a esa chica taciturna que tenía en frente. El camarero llegó con el pedido haciéndolo salir de sus pensamientos y ella sostuvo la taza con sus dos manos muy cerca de su boca dándole calor con esta como era su costumbre, sabia muchas de sus rutinas, sin embargo, sentía que no la conocía lo suficiente.


Marie sólo levantó la mirada, como si le agradecieron retirando la taza de café de su boca.


-Nunca te has tomado una taza de café conmigo. -Dijo de repente


-No tomo café.


-Umm... si. Pero dime ¿por qué me trajiste aquí? -Preguntó confundida.


-Solo quería que te relajaras, estabas muy tensa y creo que lo único que te mejora es la cafeína. -Marie soltó una risa más calmada.


-Tienes razón- mientras buscaba dentro de su bolso- ya estoy mucho mejor. Gracias- mirándolo fijamente.


François hizo una seña con su mano y al instante apareció un mesero trayendo la cuenta, él sacó dos billetes y el mesero se la volvió a llevar. Marie lo miró de reojo y le dijo.


- ¡Yo quería pagar! - Le dijo en tono seria, pero, había cierto toque de diversión.


-Lo sé, pero no me aguanté, ya que cada vez que lo hacía en el pasado, me hacías el mismo berrinche, diciéndome "ahora tendré que hacer algo por ti no me gusta deberle a nadie". Así que... quiero que hagas algo por mí.


Marie quedó atónita, sin embargo, esbozó una gran sonrisa mostrando un rostro más relajado, mientras François sólo podía mirar sus labios carnosos y de un tono rojo, sus mejillas estaban algo sonrosadas al igual que su nariz producto del frío, su mirada fija reflejaba el azul profundo de sus ojos, su cabello estaba más corto que la última vez que la vio lo que lo hacía ver más lacio; hacia tanto que no la veía que parecía un espejismo verla hablar y reír.


-Marie, te llevo a la mansión debes estar cansada. -Ella bajó la mirada


-Quiero ir a tu casa allí estaré bien por ahora. -dijo entre dientes -Además quiero que me acompañes no quiero estar sola esta noche-Habló directa al tiempo que le dirigía una sonrisa.


-Bueno no veo el problema, ya que me lo pides-esbozo una sonrisa.


Se levantó tomó las llaves de su deportivo y caminaron juntos al parqueadero, condujo en silencio, Marie estaba en silencio, con sus piernas cruzadas en el asiento, mientras que él no le podía decir mayor cosa, esa era su naturaleza se guardaba todo para sí aunque en sus ojos se viera reflejada la tristeza, movió sus piernas dejándolas de lado, vio que en la planta de sus pies las medias tenían una fresa mordida, se tensionó levemente ante el acto pero volvió su vista al frente.


Hacía un año estaba emocionada por ir a buscar a Thomas Ucker, recordaba su sonrisa y la emoción que destilaba, pero en ese instante no era la misma chica, no tenía que ser un genio para saber que todo había salido mal y Ucker sería su ex novio por siempre.


En minutos pudo divisar su apartamento, se encontraba en una villa cerrada con grandes zonas verdes en los suburbios de la ciudad, había muchas mansiones alrededor y un lago la zona era realmente acogedora. Caminaron en silencio y al llegar le mostró su habitación y le dijo que podía disponer de lo que quisiera, ella le agradeció, no entendía que lo había impulsado a dejarla quedar con él, pero simplemente ahí estaba nuevamente en su casa.


François se fue directamente a su habitación en donde se quitó la ropa para darse una ducha, aunque no se creía un hombre de rituales ese pensamiento era en sí mismo una falacia, por qué cada noche que llegaba hacia lo mismo una ducha cambio de ropa cena ligera una copa de vino y un buen libro durante media hora.


Cualquiera que lo conociera sabía que era parte indispensable antes de acostarse, conocía muchos empresarios locos de estrés, agobiados por los problemas de la oficina, para él el trabajo quedaba al cerrar la puerta de su casa, le gustaba aprovechar su tiempo al máximo, aunque Sebastien soliera decirle que era un fresco totalmente.


....


Acomodó su sudadera mientras que escuchaba los ecos de su respiración acelerada debido al esfuerzo, miró a un costado una anciana lo saludó y él asintió solía salir muy temprano a trotar, era casi un pedido de su cuerpo, ahí aprovechaba hacer ejercicios de fuerza, si quería seguir haciendo piruetas tenía que mantener su estado físico al máximo. División su apartamento y bajando el ritmo se adentró a la villa, hizo algunos estiramientos para terminar y espero frente a su ascensor, al abrirse las puertas una adolescente que salía de él lo saludo ruborizada mientras él negaba con su cabeza. Su gear sonó y él acomodó el auricular en su oreja.


-Querido, François-Escuchó la empalagosa voz de Alicce.


-Madame Keller -Dijo a modo de saludo.


-Quería saber si mi querida hija había llegado, es no he tenido forma de comunicarme con ella.


-Sí, ya llegó -Dijo vencido ocultarle algo que ella ya sabía era inútil.


-Vaya, espero le puedas decir qué anhelo verla.


-No hay problema yo se lo comunicó.


-Muchas gracias -Dijo ella y colgó de inmediato.


François suspiró, aquella mujer era realmente fastidiosa, la sacó de sus pensamientos y entró a la casa, se dio cuenta que ella aún no se había despertado, se dio una ducha y se puso un traje a medida azul turquí, sin ponerse el saco se fue hacerse un batido para él y un plato de tostadas con mermelada y mantequilla de maní para ella. Estaba sirviendo el zumo de naranja cuando escuchó un chillido de placer a su espalda.


Era Marie que andaba desgreñada, sin zapatos y hurgaba en el desayuno como era su costumbre.


-Tu rompes con toda belleza, ¿no te das cuenta que el plato tenía una excelente presentación? -Habló él mientras llevaba las cosas a la mesa.


-Y tú rompes con todo placer...-Marie rió -No has perdido tu toque. -Dijo animada.


-Contigo no se puede. - Suspiró François- Mejor come, tu madrastra llamó y quiere que vayas. -Le habló mientras él tomaba de su batido.


-Umm... Creo que sí, iré hoy. No puedo aplazar más la visita. -Dijo mientras tomaba otra tostada y le untaba mermelada.


- ¿De verdad te iras a Inglaterra a estudiar? -Ella asintió mientras masticaba con su cabello revuelto.


-En Vancouver estudié en un internado de corte inglés, ahí dieron una recomendación para mí en Cambridge, estudié unos semestres en Estados unidos, pero... -Guardó silencio -Pero no regresaré ahí -Habló finalmente. Él asintió y dejó el vaso en la mesa mientras la miraba en silencio. Marie comenzó a toser y la vio dejar la tostada en el plato.


- ¿Ocurre algo? -Ella negó y vio sus ojos aguados.


-No, estoy bien -Le sonrió, pero sus ojos se veían decaídos, François asintió sintiéndose algo molesto, ella insistía en lo mismo guardando cosas.


Lavó el vaso, lo secó y guardó, se despidió de ella y caminó hacia su auto era molesta aquella situación, entendía qué le costara abrirse, pero qué dijera qué estaba bien cuando era evidente lo contrario lo exasperaba. Estuvo en su oficina todo el día, los inversionistas querían reunirse con él para cerrar algunos acuerdos en las plataformas de petróleo que tenían. Cuando finalmente logró salir le dejó algunos pendientes a su secretaria y se dirigió al parqueadero. Estaba abriendo la puerta del jaguar cuando una voz conocida lo dejó helado.


-Hola cariño -Él se giró y pudo ver su rubio y brillante cabello.


-Annie... -Dijo con el ceño fruncido - ¿Qué haces aquí?


La miró fijamente y a su memoria llegaron recuerdos de años atrás "El teléfono que usted ha marcado no se encuentra en servicio", fue lo que escucho por casi dos meses cuando le marcaba, ir a su antigua casa tampoco había servido de nada, buscarla con amigos en común era totalmente inútil, ninguno sabía en donde estaba, era como si Annie Sophie Agrech nunca hubiese existido. A esa mujer, la había querido muchísimo, le había organizado una fiesta de presentación, una fiesta a la cual ella nunca llegó.


Recordó también la decepción y como se fue de su natal París hacia Zúrich en donde vivía en la actualidad y justo en ese instante ella volvía sin el mayor reparo llamándole cariño como si nada de eso hubiese pasado. Annie lo miraba fijamente, vestida de forma impecable, él soltó el aire mientras ella se acercaba lentamente.


-Yo... -dijo dudosa-Quería verte y...


-Annie, creo que me quedó claro que no te interesaba nada cuando te fuiste hace dos años y no es que no buscará una explicación, la quise, pero ahora mismo ya no me interesa.


-Fran... Por favor todo fue por tu madre y...


-No metas a mi madre en nuestros asuntos. -Dijo tajante -De verdad, creo que no necesito más de eso, de tus mentiras -Annie rio nerviosa.


-Estás mintiendo, solo estás enfadado.


-No, no estoy enfadado ya no, ni estoy diciendo mentiras -Annie se acercó y se aferró de su blazer.


-Te he extrañado tanto. -François miró su blazer arrugarse y frunció el ceño.


-Yo también, lo hice, pero ahora mismo no me interesa retomar nada contigo -Annie hizo una mueca que denotaba rabia y tristeza, empuño sus manos y se giró.


François metió sus manos en los bolsillos y se recostó en el carro, la vio alejarse ondeando su sedoso cabello, cerró los ojos por un instante, se sintió mal por ella y sus palabras, pero no quería mentirle no quería crearle falsas expectativas.


Había tenido la necesidad de una explicación hacía mucho tiempo, quería saber qué había sucedido, por qué había pasado tanto tiempo extrañándola, sin embargo, no la quería escuchar, sentía que cada palabra que salía de su boca era una mentira calculada y se negaba a ser su monigote y que siguiera burlándose de él. Pasó su día en la oficina, tenía un par de juntas, y unos informes por revisar, el ritmo aburrido de ese lugar en ocasiones le parecía monótono, afortunadamente eran pocos, por lo general hacía largos viajes de negocios en donde el placer abundaba.


Llegó la hora de salir pero en vez de ir a su casa se dirigió a un bar, quería una copa de vino, se sentó en la barra e hizo un ademán al camarero, éste le llevó su vino favorito y estuvo ahí en silencio, escuchando las risas de los demás comensales, de repente recordó los ojos llorosos de Annie no pensó que Annie logrará revolver tantas cosas en su mente, se giró y vio una rubia en una mesa con una botella de vodka ella se giró y pudo ver a Annie, la miró confuso mientras ella lo miraba de forma penetrante.


François se levantó de la barra, mientras ella hacía lo mismo se encontraron en un punto intermedio hasta quedar muy cerca, él estiró su mano y acarició su rostro la miró unos instantes sin saber qué hacer, ella lloraba y él se sentía realmente mal, todo había terminado, eso lo sabía, pero no podía negar qué la había querido. Annie lo miró y pasó su lengua por sus labios y sin decir nada más lo besó.


Sus labios estaban fríos, sabían a vodka y con su lengua buscaba invadir la suya, sin embargo, él no hizo ningún ademán y permanecía sereno, por más que sintiera esa opresión hacia ella, tenía claro sus sentimientos no quería hacerle daño, al menos eso le debía por los momentos que habían pasado juntos.


-Fran, bésame -Le suplicó, arrastrando sus palabras, estaba ebria.


-Annie por favor, no te lastimes más.


-Tan solo un beso, por favor -Él la miró pensativo, miró sus labios y su piel tersa


-Te llevo a tu hotel -La tomó por su cintura al sentirla trastabillar.


-No, François no entiendes. -Dijo entre sollozos -Todo esto duele.


-Sí, duele entonces deja de comportarte así -La miró con ternura, aquello comenzaba dolerle.


- ¿Comportarme cómo? -Dijo con él tono de voz elevado - ¡¿Cómo?! ¡Maldita sea!


-Cálmate, estás bebida, si quieres después hablamos cuando...


-No, son sólo mentiras tuyas, simplemente no quieres que nadie se dé cuenta de lo nuestro. -François alzó sus cejas, ya comenzaba a decir tonterías, tocó su cintura y la apretó, ella acercó su boca a la de él, pero François la esquivó.


Sin decirle una palabra más pidió la cuenta y salió con ella de aquel bar, Annie se aferró a él.


-Fran, perdóname, creo que comienzo a decir tonterías.


-Te llevaré a tu hotel -Repitió mientras divisaba su auto y le quitaba la alarma.


- ¡No! -Gritó nuevamente alejándose de él -Necesito que me escuches y me perdones, no la lastima qué me ofreces en este instante.


-No es lástima -Respondió él -No estás en condiciones para estar en aquel lugar ni para qué tengamos ningún tipo de conversación.


-No me quisiste escuchar antes -Sollozó -No me quieres escuchar ahora, no sabes todo lo que esto me duele.


-Te llevo a tu hotel te tomas algo para que te regules y te escucho -Annie asintió y lo abrazó, tenía la leve esperanza de que todo se solucionaría una vez François la escuchara.


François abrió la puerta para ella y luego se acomodó en su lugar, le pidió el nombre del hotel y se dio cuenta que no estaba alojada en ninguno, soltó el aire y él mismo escogió uno para que pudiera descansar. Cuando llegó a la entrada la ayudó a salir del auto y le entregó las llaves al valet, pidió una habitación y subió con ella.


Annie se sentó en uno de los sofás mientras él se quedó de pie, tomó el teléfono y pidió algo para que ella pudiera mejorar de su borrachera, Annie jugueteó con sus piernas y lo llamó de forma sugestiva, François suspiró y negó con su cabeza, haciéndola hacer un puchero.


La puerta sonó anunciando el room service él la abrió y dejó que el camarero organizara las cosas en una de las mesas, François le dio una propina y el hombre salió satisfecho, él se acercó a la bebida y se la entregó, Annie la recibió y la tomó lentamente.


-Tómatela toda -Dijo él pausado, ella le asintió, se quitó los tacones y subió sus pies de forma delicada a la alfombra.


Annie terminó de tomar y puso el vaso a un costado, era una mujer delicada incluso estando ebria, limpió su boca llevándose los últimos rastros de su labial rosa, François se sentó a un costado esperando a que ella dijera algo, Annie lo miró sonriente y se acercó a él, pero él la detuvo.


-Si no piensas decirme nada, creo que es mejor que me vaya -Dijo mientras acomodaba su blazer.


- ¡No! -Se aferró a él y François se sentó -Yo... yo ese día estuve ahí pero tu madre me dijo una cantidad de cosas, tuve tanto miedo que simplemente hui de ahí, ellos me amenazaron dijeron que no era digna de estar a tu lado y que solo me quería aprovechar de tu dinero.


-Y eso es...


-Mentira -Dijo desesperada-Nunca te quise por tu dinero -François sonrió con descaro.


-Entonces por qué te fuiste si te acusaban falsamente -François tragó saliva y negó con su cabeza al ver que ella quedó muda, él se levantó del sillón y ella se aferró a su blazer -Puedes pasar la noche aquí, pague todo así que no te preocupes por la cuenta.


-No te vayas...


-No tengo motivos para quedarme.


-Por favor regálame una última noche -Suplicó y él negó con su cabeza.


-No, Annie -Se alejó de ella -Ya te he dicho qué no crearé falsas expectativas, además...-Guardó silencio se sentía mal en decirle que no le provocaba tener intimidad con ella, sentía decepción, como un tiempo atrás herido qué ella no pudiera confirmarle que no había estado con él por interés.


-Quiero que dejes de comportarte como un maldito caballero, sé un canalla -Lloró apretando con sus puños su delicado vestido rojo,- acuéstate conmigo y vete mañana -Sollozó aún más mientras François la miraba en silencio, ella se acercó y tocó los pliegues de su blazer, jugueteó con los botones de su camisa y lo miró suplicante, soltó un grito cuando vio que él no se inmutaba -¿No puedes dejar de comportarte como un caballero? -Él acarició su cara con delicadeza.


-Espero encuentres lo que quieres en algún momento de tu vida -Ella comenzó a llorar.


- ¡Vete! ¡Lárgate! Eres un maldito imbécil -Le decía mientras le daba leve golpes en su pecho, él bajó la mano de Annie y se dio media vuelta, verla así le destrozada no era algo bueno, pero realmente sentía que no quedaba nada más entre ambos, era verdad en ocasiones la extrañaba y se preguntaba qué había pasado con ella, pero el tiempo y la distancia habían sido implacables y ahora se los cobraba, porque el tenerla frente a él no le generaba nada de amor, absolutamente nada.


Caminó por el mismo pasillo del hotel hasta el ascensor, se encontró con un par de conocidos y los saludó esbozando una sonrisa, él ascensor hizo el típico sonido de alerta y él entró junto a otras personas que hablaban entre sí, puso su vista al frente, las puertas se abrieron y se dirigió a la recepción en donde canceló y pidió qué no la dejaran salir si la veían en mal estado, la mujer le sonrió y le aseguró que el hotel se encargaría de que no le ocurriera nada.


Él asintió y comenzó a caminar hacia la salida cuando escuchó que alguien lo llamaba desde una de las salas de espera, él se giró y pudo ver una antigua compañera de universidad, era una mujer de cabello castaño vestida de forma elegante, tenía en sus manos una revista de chismes rosas, él se sonrió al verse en la portada.


-Hace tanto que no te veía -Comenzó hablar ella y él la saludo dándole un leve beso en su mano y respondiéndole de forma amable como un hombre de sociedad que era.


Ella le mostró la revista y comenzó a decirle qué había quedado muy bien, según ella, no entendía por qué no había seguido una carrera de modelo, él le sonrió y de forma suficiente le contestó algo gracioso a lo que la mujer rió, si bien trabajaba en algunas campañas de amigos y en su adolescencia había sido una forma de ganarse su primer dinero sin tener que ser un LeBlanc de por medio, ahora mismo ser modelo no le apetecía, en el medio era conocido por ser un hombre vanidoso y muchos le reclamaban por abandonarlo.


Lo único que aquel oficio le había enseñado qué conseguir fortuna por sí mismo era mucho más gratificante, desde entonces había comenzado todo tipo de negocios de manera independiente a su familia incluso muchos de esos negocios los mantenía al margen de su padre. La escucho de forma atenta por unos minutos, hasta que vio algo que le llamó la atención en la revista, se la pidió de manera amable y la mujer hizo una broma de qué se quería seguir adulando, él sonrió y negó con su cabeza.


Leyó el encabezado, hablaba de una boda entre dos personas estadounidenses que ahora estaban radicadas en Canadá, eran los hijos de dos familias muy poderosas políticamente y que incluso tenían nexos con la realeza británica.


-Es la boda qué más se ha hablado en los últimos días. -Dijo la mujer emocionada -Ella es tan hermosa y él parece un Ken humano-Comenzó a adularlos y François sonrió y volvió su vista a la revista.


-Thomas Ucker -Dijo tratando de pensar en dónde había escuchado y visto aquel hombre -Clarissa fue grato verte -Le devolvió la revista y ella la recibió, se despidió dándole un beso en su mano nuevamente y salió de aquel lugar.


El reloj marcaba las dos de la mañana cuando el valet le entregó sus llaves, quería ir a Londres a ver a Pauline, pero sería complicado hacerlo aquella hora, tendría que conseguir asistente, ya eso lo pensaría después. Condujo por las tranquilas calles de Zúrich, hasta llegar a su lugar de residencia, se sentía fatigado, ni siquiera había cenado y lo último que se había tomado era una copa de vino tinto. Abrió la puerta y se sorprendió al ver las luces de la cocina prendidas.


Se acercó a esta y vio a Marie, sentada en el mesón de la cocina con unos folletos en su mano y una taza de café en la otra mano y así como revelación se acordó en donde había escuchado aquel nombre, Thomas Ucker era el hombre que ella había ido a buscar, su primer novio y primer amor por lo poco que le había hablado de él. Sabía qué si regresaba era por qué las cosas con él no habían resultado bien pero nunca creyó que el motivo había sido un matrimonio, se sonrió nostálgico y se sintió mal por ella, ni siquiera el hecho de tener sus pies en el mesón lo molestó, por esa noche lo dejaría pasar, de alguna forma ambos compartían algo, aunque las situaciones no fueran las mismas.


Se acercó a ella sonriendo y la miró unos instantes concentrada, estiró su mano y acarició su rostro suave y muy blanco, ella se estremeció y lo miró.


-Fock, -Hizo un sonido ronco -No me había dado cuenta que habías llegado -Habló con su boca pesada, intercalando algunas palabras en otros idiomas, tenía esa mala costumbre de revolver palabras y tener ese acento indescifrable.


-Lo acabé de hacer -Le dijo él sonriendo y ella esbozó una sonrisa que iluminó su rostro, no entendía cómo lograba pasar de un estado a otro con tanta facilidad - ¿Qué haces?


-Revisó en donde me voy a quedar. -François miró el folleto que tenía en una de sus páginas el Big ben.


- ¿Vas a vivir en Londres? -Ella abrió sus ojos y parpadeó como si aquello fuera descabellado


-No, no haré, sólo es un curso de dos semanas sobre lenguaje egipcio, pero en Cambridge, además Londres es una ciudad tan... fría el sol casi no se asoma -Dijo de forma coloquial y François no pudo resistir soltar una carcajada.


-Aunque es un hecho que Zúrich tiene el doble de precipitaciones al año que Londres-Le dijo jovial de repente.


-Pero lo que puede parecer un día soleado en Londres puede terminar con vientos helados. -Él acicaló un cabello rebelde y ella continuó -Aunque no puedo decir qué nunca lo haré tendría que tener una muy buena razón para quedarme ahí de forma voluntaria, pero no podría decir qué nunca lo haré eso sería estúpido. Incluso por qué me gusta mucho el acento inglés.


- ¿Más que el francés? -Le dijo coqueto y ella asintió de manera categórica - Marie...-Dijo cambiando de tema y ella lo miró curiosa -Yo... -Se acercó a ella y pasó sus dedos por el espeso cabello de Marie sintiendo la suavidad de este, la miró a los ojos, no sabía si decirle lo que había visto y entendía por qué había llegado tan mal: su ex novio se casaba, así que sin decirle una sola palabra simplemente la abrazó, haciéndole caer las revistas que tenía en su regazo.


-Que... qué sucede -Dijo ella sorprendida - ¿Te encuentras bien? -Él asintió y se retiró.


-Qué tengas un buen viaje -Ella le sonrió.


-Gracias, aunque siento que es un viaje cobarde -Él la miró curioso.


-Simplemente lo hago cuando no logro soportar... -Se cortó de repente- sabes qué si estoy aquí es por qué no resultó nada bien con Thomas, no tienes que disimular que no lo sabes. -Él la miró sorprendido, pero quitó ideas de su cabeza ella no se refería a la revista qué él había visto esa noche, luego la escuchó decir algo que en ruso que no entendió.


- ¿Qué dijiste? -Preguntó intentando confirmar lo que había escuchado, pero ella lo miró y sonrió levemente y negó con su cabeza, quizás había escuchado mal le estiró la mano y la ayudó a bajar - Simplemente las cosas...


-Pasan por qué tienen que pasar -Respondió ella terminando la frase y se sonrió - No alterare el cauce -Dijo divertida-Y deja esa expresión, ahora no estoy bien, pero lo estaré.


- ¿Aun así quieres huir? -Ella asintió y lo jaló hasta la habitación de él, se recostó en su pecho dejando sus pies al aire a un costado de la cama.


François la miró en silencio, un tanto incómodo, pero no se movió.


-Sí, aun así voy a huir, ya sabes que mi naturaleza es nómada -Se levantó de repente y lo miró -Te siento y veo extraño -Cambió el tema de repente - y también siento no haberlo podido compartir contigo, la opresión en mi pecho cuando hablo de él es mucha, gracias a ti me siento un poco mejor -Se levantó de la cama y él la tomó de la mano abrazándola, cerró sus ojos, tal como decía ella, también lo hacía sentir un poco mejor -De verdad estás extraño -Movió su cabeza y él se alejó de ella.


-Es el cansancio -Bromeó él y la soltó -Descansa y por favor tapate un poco -Refiriéndose a su ropa, y Marie rió.


-Bueno, padre como digas -Respondió divertida y comenzó a caminar hacia el exterior, lo miró un momento y luego cerró la puerta tras ella.


Él miró la cama y quitó el edredón tirándolo al cesto de ropa sucia, no le gustaba acostarse en su cama con la misma ropa, después de un día ajetreado y más uno como aquel. Se fue a su armario y revolvió un cajón y sacó un abultado sobre de manila, su madre se lo había dado cuando Annie no se había presentado a la reunión, pero él simplemente lo había guardado, quería hablar con ella antes de hacerse ideas equivocadas, pero era momento de ver su contenido se dirigió al pequeño escritorio que tenía dentro y puso el contenido sobre este.


Abrió sus ojos cuando leyó el encabezado, era una investigación minuciosa sobre Annie, lugar de nacimiento, nombre real y fotos en donde se le veía con diferentes hombres, empuño sus manos, esa mujer que había conocido estaba fríamente calculada, nada en ella era real incluso su acento francés, todavía había insistido en que la habían tratado de forma injusta.


El cansancio se transformó en rabia, había sido un estúpido romántico qué había dejado esa evidencia de lado y apenas se daba cuenta de cuán engañado había permanecido, metió todo de forma descuidada en el sobre y lo puso en donde lo tenía, quería preguntarle una vez más y ver si le volvía a mentir de forma descarada.


Salió de la habitación de manera abrupta cuando sintió la cabeza de Marie en su pecho, ella rebotó y él la miró atónito.


-Lo siento, no te vi -Se disculpó él estirando su mano para ayudarla a incorporar, ella negó con su cabeza.


-Fue culpa mía, oh diablos me siento en un deja vu. -Dijo mientras acomodaba su pequeña blusa de tiras -François sonrió y negó, aunque estaba realmente exasperado -Se me había olvidado entregarte algo que compre para ti.


-Déjalo en mi habitación, ahora mismo tengo un asunto urgente que atender -Le dijo comenzando a caminar a la salida.


Sin esperar su respuesta apresuró su paso, tenía que ver a Annie, por un momento casi trata mal a Marie, pero ella no tenía qué ver en aquel asunto debía descargar su frustración con la causante de todo. Condujo a prisa hasta el hotel, le tiró las llaves al valet y con paso rápido llegó a recepción. Trató de recomponerse y preguntar por ella de forma calma.


- ¿La señorita del 3050? -Respondió la mujer ceremonial, mientras digitaba algo -Oh, un hombre vino por ella hace menos de quince minutos -Él hizo una mueca y apretó sus puños.


-Muchas gracias -Dijo entre dientes y se alejó de ahí.


Por un momento había pensado que intentaba ser sincera, pero su silencio y todo apuntaba que Annie era una mentira, se sentía un imbécil la había querido al parecer de manera ciega, soltó el aire, mientras conducía sin rumbo, dio vueltas por la ciudad, necesitaba calmarse o si no llegaría a su casa echando humo. Paró cerca de río Limago y se quedó en el auto, había querido confrontarla, pero simplemente ahí estaba como hacía unos años con muchas cosas para decirle y ella lejos, quizás riéndose porque lo había engañado.


Cuando vio el alba rayar condujo a su casa, se encontraba más calmo, entró al apartamento en silencio, no quería despertar a Marie fue directamente a su cuarto en donde se desvistió, se dio una ducha y se puso un pijama, se acercó al pequeño escritorio y vio un paquete con una nota.


"Gracias por tu hospitalidad, quería dártelo antes de irme, nos vemos pronto." Marie K


Él sonrió levemente y sin destapar el presente se acostó, el peso de aquel día comenzaba hacer efecto en él.


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