DULCE TENTACIÓN CAPÍTULO 3: BAJAS PASIONES





Madrid, agosto de 2014

Debió irse en cuanto se despidió, sin embargo, ahí estaba sentado en esa mesa observando a la mujer que más desplantes le había hecho en su vida, maldición ¿qué era lo que le ocurría con esa ella? Sólo unas cuantas palabras de parte de Rebecca, para hacerlo sentir como lo peor del mundo, era un caballero y levantarse era desairarla, no podía permitir eso, pero el silencio incómodo se acrecentaba con cada minuto que transcurría.

François la miraba, no podía negar que era una mujer extraordinariamente bella, su rostro era angelical, facciones finas, labios provocativos, ojos almendrados con un par de pestañas largas, su cabello perfectamente recogido se veía sedoso y brillante, no obstante, aparte de todas esas cualidades ella tenía un algo que lo tenía ahí sentado. Era como si sus piernas no respondieran y creyera firmemente que ella podría darle las respuestas a sus predicamentos, aunque era más que obvio que no tenía idea de ellas.

Lo que sí le llamaba la atención era la forma en que esa mujer se encargaba en dejarle claro el incordio que él era para ella, jamás una mujer le había hecho sentir eso o quizás él se lo estaba tomando personal. François miró su plato, estaba intacto y eso lo hizo volver a sentir mal con ella, desde pequeño había tenido muchos problemas al momento de alimentarse, su gusto y olfato sumamente sensibles eran un problema a la hora de comer, la comida para François LeBlanc tenía unas fases primordiales: la olfativa, gustativa, táctil y visual, si la comida no cumplía alguno de sus requisitos de esas fases era desechada de inmediato, por ejemplo el pan que había de acompañamiento carecía de ese color rojizo que para él complementaba sus atributos y lo hacía apetecible.

Audrey su madre, sufrió mucho con él intentando que comiera, incluso en parte por eso se comenzó a interesarse por la cocina convirtiéndolo en un estilo de vida, con el tiempo había abierto dos restaurantes de gran categoría con su amigo Sébastien Lefevre, siendo lentamente reconocidos en el medio como los mejores.

Se disculpó con Rebecca por no acompañarla a comer, para las personas que no lo conocían eso era una evidente falta de respeto, le intentó explicar que había una especie dulce que definitivamente no era de su agrado y que para él no combinaba con el plato, ¿a quién se le ocurrió dar un salmón marinado con canela y wasabi? Bueno era obvio que el chef estaba en plena exploración, pero él no estaba para ser conejillo de indias. Alzó su mirada a la de ella, se hallaba perdida mirando su plato algo desolada y eso de alguna forma le encogió su pecho, nuevamente esa mujer era capaz de hacerlo sentir extraño.

- ¿Sólo déjeme hacerle una sola pregunta? - François después de disculparse, se dirigió a ella, mientras se limitó a tomar un poco de su vino, lo único que hasta el momento le había llamado la atención.

Rebecca Bracho levantó la mirada de su plato esperando atenta lo que él tenía que decir con un escueto adelante, le vio un movimiento en sus manos que denotaba lo culta que era y los modales exquisitos.

- ¿Que le hace pensar que hice parte de la subasta, simplemente para hacerla sentir mal? -François le preguntó realmente compungido, no entendía que pudo haber hecho para hacer sentir tan mal a una mujer como ella.

- ¿Entonces para qué lo hizo? Porque en realidad nunca me respondió esa pregunta, al menos no honestamente.

- Le voy a ser sincero, - Le dijo finalmente, sentía esa necesidad, aunque había quedado de no hacer quedar mal a Pauline y su enamoramiento de Shepard.

-Eso es lo más agradable que me ha dicho desde que nos sentamos en la mesa.

-Quizá he hecho cosas que no pensé, fuesen ofensivas. -Cómo hablarle en inglés y no en francés, pensó- Pero no soy el típico empresario que piensa que puede comprar todo con dinero. Segundo, escuché hablar sobre usted y una vez asocié que era la periodista que estuvo en zona de guerra, quise hablar un poco más con usted. Aunque no lo crea no es la primera vez que me tratan así y no es que me guste, simplemente siento que personas con su carácter valen la pena conocer - sonriendo de forma nostálgica- y por último ante todo soy un caballero. Deme la oportunidad de demostrarle que puedo ser agradable, quizá si un poco mimado, pero agradable.

Ella quedó en silencio y su mirada recayó en el plato como sopesando todo, lo que François sí tenía claro era las ganas crecientes de hablar con esa mujer, no podía explicar a ciencia cierta, es decir, no pensaba cortejarla, desde un inicio sabía perfectamente que Rebecca Bracho estaba con Matthew Shepard, aun así, era como si fuese un imán y la atracción no se pudiera evitar.

Observó sus facciones y notó como una de sus cejas se levantó en un gesto desafiante, François sintió un leve cosquilleo en su estómago, sin poder dejar de mirarla, tragó saliva y se sintió eclipsado por esa mujer y lo que podría decirle a continuación, vaya era realmente interesante ver cada uno de sus cambios de humor.

- ¿Se trata de Pauline? ¿Ella le pidió que hiciera esto? -François alzó sus cejas sorprendido ante la conclusión de ella, luego recordó que la mayor parte de la velada habían estado juntos y el asunto era más que obvio.

-Si le digo que no, no me creería. Quise acercarme a usted por iniciativa propia, no suelo crearme prejuicios por un tercero y cuando le digo que no tengo nada en contra suya es porque finalmente lo sé de primera mano. No soy ningún espía, si a eso se refiere, tampoco pensé en usted como una conquista casual. - Hizo una pausa y luego continuó- Como usted bien lo pudo insinuar puedo parecer un snob, egoísta y con gustos excéntricos, lo cual no discuto ya que los tengo, sin embargo, esto nunca se trató de hacerla sentir en menos, de ser así; nunca me hubiese acercado a usted. - Dijo finalmente vencido por aquella mujer, Pauline solía ser dramática sin embargo siempre verificaba cada una de sus palabras y ahora solo podía pensar que, aunque no tenía la razón, ella era igual o más dramática, suspirando mentalmente.

Había escuchado por parte de Pauline cosas y en una ocasión por parte de Shepard, pero la curiosidad por ella había incrementado en esa velada, era un sentimiento que no había podido controlar aunque le dijera a su amiga que en parte era para ayudarla para que estuviera con Matty, deseaba saber quién era Rebecca y así se lo dijo de lo que había visto, su carácter no podía negar que lo tenía cautivado y todo eso se lo había confesado, no sabía si era algo bueno finalmente no sabía a donde lo conduciría, pero era algo que anhelaba en ese momento.

-Matt dice que ella es sólo su mejor amiga, sin embargo, yo sé que no es así, es decir, - Rebecca miró la mesa que Shepard compartía con Pauline- yo sé lo que ella siente por él. No suelo hablar de mi vida privada con nadie, ni siquiera con mis propias amigas, sin embargo, sé que usted ya lo sabe.

Si, era tonto negarlo, era extraño que de alguna manera ella le permitiera ser un tanto honesto respecto asuntos que no solía mencionar, por ejemplo que era más que obvio aunque Pauline no pregonaba su enamoramiento, era evidente y que él único que no se daba cuenta era el mismo Shepard, pero no podía culparlo, Shepard la conocía desde muy pequeña, francamente en su misma posición François no se atrevería a ver la hermana pequeña de su mejor amigo con un interés romántico, sería como incesto.

Se limitó a darle la razón, era idiota no hacerlo, la realidad era que Pauline estaba enamorada de un hombre que la trataba como una buena amiga, aunque no fue específico en ese aspecto, tampoco divulgaría la intimidad de Pauline con Rebecca, aunque en realidad estaba más enterada de lo que había imaginado.

-... Le mencioné eso porque a veces me canso de que nadie vea lo evidente, sé cómo lo mira- Rebecca añadió.

Ahí le estaba confirmando lo evidente, por más que él intentara que su amiga no se viera como una necesitada finalmente sus ganas por Matty terminaban imperando, Rebecca tomó la copa de vino y lo cato antes de probarlo, finalmente advirtió una sonrisa como si todo el asunto le divirtiera, definitivamente entender a esa mujer era todo un reto.

- Soy muy perceptiva. -Continuó Rebecca al cabo de unos minutos. - Usted la quiere, quiso sentarse conmigo sólo para ver qué tipo de mujer era yo. ¿Qué tipo de mujer soy señor LeBlanc? -No despegó la copa de vino de su rostro y lo miró por encima de esta.

Era una muy buena pregunta, ¿quién era la mujer que estaba enfrente de él? Si era honesto, Rebecca Bracho era totalmente desconcertante, eso se lo confesó por supuesto, llevaba con esa mujer largo rato hablando y no podía decir nada concreto sobre ella, prefirió irse por las ramas y hablar del rol de ella en la guerra, a decir verdad, ese día en París en casa de Shepard, no pudo evitar mirarla de más.

El tema de la guerra hizo que el rostro de Rebecca se relajara y le brindara una sonrisa, la observó mientras le hablaba sobre guerras, pero más que prestarle atención a lo que le decía estaba fascinado por poder dar un paso y conocer un poco más sobre esa mujer que lo tenía tan intrigado, los ojos de ella brillaban, se notaba que era algo que le apasionaba. El nerviosismo de François aumentó al tiempo que su curiosidad, Rebecca Bracho conseguía algo extraño de él y lo peor del asunto era que deseaba continuar para descubrirlo, ese era un pensamiento recurrente que no lo abandonaba.

No podía dejar de verla, el movimiento de sus labios y ese sexy e imperceptible lunar a un costado de su boca, se sintió alegre de que por fin las barreras se disiparon y por fin pudiera conocer algunos resquicios del ser de ella.

-Me alegro que por fin me dé un espacio y me permita conocer un poco más de usted - rió con soltura. - y no se lo voy a negar, prefiero la adrenalina de una moto GP a temas tan sombríos como la guerra.

Era un hombre demasiado hedonista para verse envuelto en una, esos lugares le parecían deprimentes, además consideraba muy primitivo que la humanidad tuviera que recurrir a la violencia para obtener las cosas, si lo meditaba él jamás se había visto envuelta en una, incluso cualquier tipo de arte marcial era algo que no había pensado a pesar de lo deportista que se consideraba.

Rebecca Bracho quedó en silencio lo miraba fijamente sin miramientos quizás él no le era indiferente, ella bebía un poco de su copa, había un algo de coquetería, aunque no sabía si era adrede, François tragó saliva teniendo ese leve aceleramiento en su pecho, ella... Esa mujer ¿cómo lo lograba? Observó sus labios en forma de corazón, tan perfectos, tan sensuales, tan....

-Y se le ve bien en sus trajes, - Rebecca rompió el silencio finalmente. - ahora que lo tengo en frente puedo aprovechar para preguntarle por qué siendo más talentoso que su hermano no le interesa competir como profesional.

Eso lo había tomado desprevenido, rió como hacía poco ¿eso era un cumplido? ¿Un flirteo explícito? Tragó saliva y tomó un poco de su vino, le contó un poco sobre lo que él era y definitivamente no era un nómada de carrera en carrera, desde muy joven le había gustado la adrenalina, debía obtener una buena dosis de ella de forma frecuente, sin embargo hacía parte de sus pasatiempos, como leer en la tranquilidad de su casa con una copa de vino, al verdadero François LeBlanc muy pocos conocían, no dejaba entrar a las personas fácilmente así que lo que el medio solía decir de él no lo desmentía prefería que creyeran lo que desearan, él ya se encargaría de mostrarse tal como era con quien lo mereciera.

La tensión, lo silencios incómodos, todo se había esfumado, ahora estaba muy a gusto con ella, deseaba que ese encuentro se prolongará un poco más verla en otras circunstancias, ¿de verdad estaba interesado en tenerla en su vida? Un pensamiento fugaz atravesó su mente y así sin pensarlo la invitó a cenar con él, sentía una confianza con esa mujer de ojos cafés que ahora se mostraba más calma que al inicio.

- ¿Qué le apasiona señor LeBlanc? Y no, - Rebecca esquivó su propuesta y le brindó una sonrisa que lo desarmó- no se trata de una exclusiva, la farándula nunca ha sido lo mío. Así que sus respuestas están a salvo, si alguna vez escribo algo de usted será su faceta como petrolero, no sobre su vida privada.

- ¿Qué me apasiona? Otra pregunta interesante. - Repitió pensativo la pregunta de ella - ¿Recuerda el cuadro que se subastó, hace unas horas?

-No me diga que también pinta- Rebecca Bracho lo observó con una sonrisa y nuevamente esa sensación de nerviosismo lo embargó ¿cuándo una mujer con tan poco lo hacía sentir tan torpe?

-En ese aspecto no me gusta ser modesto, -se recompuso ante ese efecto. - ese cuadro lo pinté hace mucho, hizo parte de la segunda exposición que tuve en Pompidou.

-Sospecho que en ningún aspecto le gusta ser modesto- La vio reír por un lapso de tiempo, mientras él movía su anillo intentando distraerse en otra cosa que no fuese esa melodía que emergía de ella, su risa la hacía ver realmente bella. Finalmente, Rebecca se recompuso y prosiguió con el decoro con el que venía. - ¿En qué se inspiró para pintarlo? Porque dudo mucho que haya sido en un meteoro genuino sobre las callecitas adoquinadas de París.

-En ese cuadro quise capturar la ambigüedad de la vida, dos de las tragedias que tanto daño le ha hecho a esta sociedad.

- ¿El amor es una tragedia? ¡Qué shakesperiano! -François rió ante su comentario.

-Y he ahí una de mis grandes pasiones, - continuó ensanchando su sonrisa - es interesante como un sólo cuadro puede generar tantas emociones, me apasiona crear y que esto produzca algún sentimiento. Otra de las razones por la cual no dejo el free style.

-Vaya qué profundo... ¿Y esas emociones las estaba sintiendo cuando pintó ese cuadro?

Su memoria se fue directamente hacia el preciso momento en el que pintó la obra, la fiesta de compromiso con Annie había sido un par de días atrás, se sentía devastado, había elegido a la que pensó lo acompañaría el resto de su vida y ella simplemente se había ido sin ningún remordimiento, estaba en su departamento en París intentando concentrarse en Charles Dickens. sin embargo, tuvo que levantarse e ir directamente hacía un caballete que solía tener en casa en esa época.

Pensó en la utopía de alguien que estuviera justo al lado, aunque se aproximara una gran catástrofe, ella, esa mujer que se quedara era la mujer de su vida, cuando le confesó eso noto que la mirada de Rebecca irradiaba ternura, alzó sus cejas y aclaró su garganta no sabía que era lo que pretendía al mirarlo así o simplemente era una burla.

-No sabía que aún los hombres tenían esas ideas tan románticas.

-Déjeme decirle que los estereotipos de hombres y mujeres han creado esa brecha, sin embargo, así sea en el plano romántico o social el ser humano siempre buscará un otro en quien apoyarse así su existencia sea solitaria o reniegue de la existencia de los otros, más que una amante, en ese cuadro quería retratar a ese alguien que está ahí a pesar del fin del mundo - hizo una pausa - suena utópico y por eso aquello del drama.

-No sabe que no, comprendo lo que dice.

Extrañamente le dio la razón, cuando creía comprenderla simplemente ella derrumbaba eso dejándolo como al inicio ¿quizás muy en su intimidad ella no era la mujer de mundo que proyectaba? Ya comenzaba a divagar en el intento de saber un poco más de Rebecca Bracho. El mesero llegó y puso un plato más en la mesa, no pudo evitar hacer una mueca, su madre decía que era de mala educación hacer ese tipo de gestos, pero es que en definitiva ese día el chef se empeñaba en llevarle los platos que el más detestaba.

La voz de Rebecca lo interrumpió de sus pensamientos melindrosos, identificó que se trataba de español, pero jamás se había animado a aprenderlo, le parecía un esfuerzo inútil para él, era un idioma que no valía la pena aprender así que François rió al escucharla, primero Marie y ahora ella ¿tenían un complot para hacerlo ver un idiota?

-Lo siento, nada de español - Le respondió en inglés, levantando sus manos a modo de rendición.

- ¡Oh señor LeBlanc! Me complace saber que no es talentoso para todo. Le decía que si no va a comer nada.

-No soy fan del dulce y hoy particularmente lo he percibido en todos los platos, sin embargo, la acompañó con una copa de vino- dijo alzando la copa.

-No, sabe preferiría que escapáramos de todo esto- Habló como si fuese una pequeña confesando una pilatuna y él sonrió estupefacto.

-No me perdería a Madrid de la mano suya, dígame donde yo organizo el cómo. - Respondió con su habitual coquetería.

-No hay que organizar nada. -Rebecca le dijo como si un plan improvisado fuese lo mejor, la vio limpiarse con la servilleta de manera delicada y luego se levantó extendiendo su mano. -Usted sólo póngase de pie y salimos de aquí.

Estaba sin palabras, totalmente encantado, miró la mano de ella extendida hacía él, dejó su copa a un lado la tomó como si estuviera bajo un hechizo, sus manos se entrelazaron y el contacto que se generó fue extraordinario, comenzaron a caminar a prisa mientras ella lo halaba para sacarlo de ese lugar, la vio girarse por encima de su hombro y sonreírle, era un gesto tan franco, tan sublime que olvidó todo lo que había a su alrededor en ese momento, solamente existía esa sonrisa.

-Me siento como si estuviéramos haciendo una travesura.

Rebecca Bracho le dijo lo que parecía una especie de confesión sin dejar de reír, mientras él sólo podía seguir viendo su sonrisa tan natural, sin poder soltar palabra alguna, no parecía la misma mujer que una hora antes lo quería enviar vivo al mismísimo circo romano. La siguió en silencio y por un momento un trozo de la realidad llegó y se sintió mal por Shepard, aunque en realidad no pretendía ser un incordio entre los dos.

-De hecho- continuó ella y lo sacó de sus pensamientos- vamos a un lugar que me gusta mucho, hace rato no lo frecuento y sé que le gustará ¿quiere ver a Goya?

-Será un placer, no me perdería colección tan exquisita.

-Cuando era chica me gustaba caminar mucho con mi mejor amiga- le dijo mirándolo, aunque caminaban- y a menudo terminábamos en el museo del prado o en una cafetería llamada el círculo de bellas artes, ella es artista, aunque entonces creía que había nacido para las ciencias políticas, pero yo siempre supe que no tenía madera para eso y no porque no le guste la política, en realidad le gusta mucho, sin embargo desde niña fue una artista.

Notó una expresión de añoranza mientras le confesaba todo aquello, la miró unos instantes mientras le hablaba de una desconocida, la misma pregunta inundó su mente ¿quién era Rebecca Bracho? Sin embargo, no preguntó más no quería romper el ambiente, sentía que cualquier paso en falso lo haría.

Caminó a su lado tal como ella le dijo que lo hacía con su amiga, mientras admiraba el lugar, nunca había tenido la oportunidad de visitar esa zona de Madrid y menos caminar por las ciudades que visitaba a pesar de todo le parecía una buena decisión no tomar un auto. Las veces que había ido a ver a su amiga Pauline, no se habían dado a la tarea de conocerla, ambos eran apáticos al lugar, sin embargo, de la mano de Rebecca, era como si cada trozo de la ciudad tomara vida.

Junto con el Louvre de París y los Uffizi de Florencia, el Prado era uno de los más reconocidos en el mundo artístico, como con los otros el origen de éstos se debió a la afición coleccionistas de gobernantes en este caso específico los reyes españoles. François tenía conocimiento de que el museo del Prado, no era como el Louvre de tipo enciclopédico, para muchos podría parecer incompleto, pero había leído críticas de que "más que extenso era intenso".

Siendo un gran conocedor del arte en el mundo, lo hacía sentir un poco mal no haber visitado esa joya, lo cierto era que Madrid no era un lugar que le gustará, si había ido era única y exclusivamente por Pauline, apreciaba que Rebecca lo hubiese llevado. El lugar era todo un corredor fantástico tintado de buen gusto, imponente a la vista, con extensos jardines y estatuas de varios tipos, con columnas de orden toscano, un entablamiento, un ático y una cornisa que complementaban el cuadro de la fachada.

Para Rebecca Bracho ese lugar le traía memorias especiales y él no pudo evitar mirarla pensando en que tanto podría conocer de esa mujer en ese lugar, en como no podía dejar de observar las sonrisas que le regalaba mientras su mano podía sentir el roce de la de ella, siendo cada vez más consciente de su textura.

-Supe que le gustaría. - Su voz lo sacó de sus ensoñaciones confirmándole que ella comenzaba a conocerlo lo suficiente como para saber que quedaría cautivado con el lugar. - Vamos a comprar las entradas, no sé si aún esté la exposición Greco, hace un tiempo no vengo- Hablaba sin mirarlo y mientras él aprovechaba para ver su rostro de perfil- creo que con el tiempo me he olvidado de los verdaderos placeres.

-Lo importante, es que no se olvide de ellos -Respondió sonriente - la verdad es que una persona me dijo que los verdaderos placeres de la vida son simples, sin embargo, aún tengo debilidad por los más estilizados - le confesó en un tono coqueto, François LeBlanc no tenía nada de sencillo en su vida, ese tipo de pensamientos se los dejaba a los conformistas, él definitivamente no lo era.

-Bueno ahora la que va a sonar snob soy yo, pero de todas maneras lo diré: cuando se ha crecido rodeado de tantos lujos es difícil encontrar un placer sencillo, sin embargo descubrirá que tomarse una taza de café caliente en una noche fría es un placer bastante sencillo.-Los ojos de ella dejaron de mirarlo, concentrándose en la nada - No crea entiendo su posición, le acabo de confesar algo culposa, además, que he abandonado los placer sencillos, estoy segura que ahora mismo Marianne se aburriría mucho a mi lado- nuevamente su risa inundó el ambiente- siento una debilidad por los vestidos costosos.

François la miró interesado, hablaba de ella en pasado y en ese momento también quiso saber sobre eso, nuevamente no se atrevió a preguntar, sobre todo porque en ese instante llegaron a la taquilla, se sintió fuera de lugar y sobre todo cuando ella pretendía pagar algo que no dejó, demás, por lo general su nombre por si solo le abría las puertas de cualquier lugar, verse como una persona regular, le molestó.

Se adentraron por los amplios pasillos del museo, eran de un blanco impecable, con excelente iluminación, como si fueran un par de viejos conocidos, comenzaron hablar del arte, le confesó sobre su inclinación por el impresionismo mientras él adivinó el cuadro favorito de ella, la maja desnuda, no supo porque sintió que esa mujer tendía a lo polémico y prohibido.

Meditaba en las palabras de ella, sobre lo predecible que ella podía ser, volvió a observar a Rebecca, desde que lo había sacado de la gala con una sonrisa despampanante no había podido dejar de hacerlo, ella era una mujer de aproximadamente 1.78, tez blanca y reluciente, rostro divino, caderas de infarto, un trasero exquisito y una pequeña cintura que pedía que la tocaran, eso en combinación con una mente ingeniosa y otras cualidades que aún no terminaba de saber.

¿Qué era entonces lo que ocultaba tras toda esa luminosidad? La voz de ella lo sacó de sus pensamientos mientras Rebecca lo jalaba hacia otra al prometiendo algo prohibido y polémico, tragó saliva, no podía permitirse pensamientos pecaminosos con esa mujer. La siguió nuevamente sin resistirse, percibió su olor y detalló su pequeña nariz respingada, hasta el momento no había podido encontrar ni un solo defecto en su cuerpo.

François dejó de mirar a Rebecca y sólo se giró hacia el frente cuando notó la mirada cautivada de ella en la obra, lo conocía era un tríptico de un pintor holandés: Jheronimus Bosch, el jardín de las delicias, dejó de mirar el cuadro y se giró nuevamente a Rebecca Bracho, que seguía mirando el cuadro con ensoñación.

-Quizás el hombre perdió la gracia al pecar, pero al ver esto sólo puedo pensar en lo delicioso que es: "qué te impide pues alzar la mano y alimentar a un tiempo la mente y el espíritu" ...- Rebecca soltó un suspiro y François miró el movimiento de sus labios, ella no dejaba de ver el cuadro y él no la dejaba de ver a ella.

- ¿Por qué no extiendes entonces tu mano, tomas el fruto y lo comes? - la incitó esta vez girándose a la pintura.

- ¿Y si lo hago...? ¿No me condenaré? -Preguntó ella.

-Todo pecado tiene su condena -François se giró y miró aquella mujer tan prohibida para él - es por eso que al final del cuadro se encuentra el "Infierno", debido a ello la pregunta debería ser: ¿Valdrá la pena?

¿Valía la pena quemarse en el infierno? Las miradas de ambos se cruzaron mientras sus manos seguían entrelazadas, podía sentir su corazón acelerado y como el murmullo de los visitantes se hacía lejano y sólo podía escucharse la respiración de ella.

-Creo que ya estoy condenada.

Rebecca dijo después de un rato y sus ojos perdieron el brillo, bajando su cabeza con culpa, los ojos de François se achicaron y la observó por largo rato, no le gustaba verla en ese estado, ¿cómo una desconocida de pronto le hacía sentir eso y al mismo tiempo hacer que su pecho estuviera a punto de explotar? Se le vino a la mente que ¿quizás era un resquicio de su ser que él y solamente él, la estaba conociendo? No lo sabía, sin embargo, su mirada perdida le decía a gritos eso.

-Déjeme decirle que para cada condena hay redención -mostrándole una mirada comprensiva y apretando un poco la mano que ya sostenía.

De alguna forma su vida despreocupada y hedonista habían acaparado toda su mente, el problema del pecado y el infierno tenía un camino alterno: la redención, no obstante, parecía más fácil seguir hasta el final, que desviarse del camino. De repente sintió una leve vibración por parte de su móvil en uno de sus bolsillos laterales, seguido de muchos, sabía que era Pauline pensó de un momento a otro, sin embargo, ahora mismo sólo podía ver la mujer con cafés que tenía enfrente.

Estuvieron en silencio y ella soltó el aire, quizás aún pensaba en sus palabras, pero esa expresión angustiada seguía en ella, finalmente le soltó la mano y negó con su cabeza.

-Yo no buscó la redención...- dijo en un susurró casi inaudible- al contrario, cada día me sumerjo más en ese camino que conduce directamente al purgatorio, eso lo sé, sin embargo, no lo puedo contener- Rebecca miró el cuadro nuevamente- sigo queriendo estar allí, aunque sé cuál será el resultado. Ya se lo dije, estoy condenada.

François esbozo una leve sonrisa, por algún motivo esa declaración le gustó, era cruda y tan candente, en algún momento de su vida vivió eso, aunque ahora su vida hedonista no fuese un problema para él, le gustaba vivir para su placer, hacía mucho tiempo los remordimientos no hacían parte de él.

-Lo sé, desviarse sería como una traición. -Respondió François y miró el tríptico - Por eso le reitero ¿Vale la pena?

-No lo sé, a veces me da miedo adivinarlo, lo único que sé es que no puedo evitarlo es como si me negara a mi naturaleza.

-No solo la suya, se trata de la naturaleza humana - François guardó silencio y después continuó - Sé que tarde o temprano se dará cuenta - le brindó una sonrisa genuina - usted no es una mujer ordinaria.

-No, desde luego que no, siempre quiero más y más y más... Y no me refiero al dinero. -Hizo una pausa- ¿Qué diría usted si un hombre desea a dos mujeres? Las desea tanto que no sabe a cuál elegir, es consciente que debe hacerlo, que no puede seguir con las dos, pero simplemente no puede elegirlas, las dos son de alguna manera lo que busca en su vida.

François la observó, eso era más que una pregunta dirigida a él, Rebecca Bracho estaba en un dilema con dos hombres, uno de ellos quizás Shepard, la miró a los ojos y le reconoció que en la naturaleza humana el hombre era incapaz de elegir, sin embargo, la balanza se inclinaría por uno de los dos, sentía que siempre había algo que atraía más, aunque la racionalidad se negara aceptar tal hecho. Rebecca sin decir nada más, comenzó a alejarse del tríptico, después de invitarlo a la sala de Goya, mientras él se movía a su lado.

-Usted ¿le ha pasado a usted? - Rebecca le pregunto mirándolo por el rabillo de su ojo. - ¿Ha deseado a dos mujeres al mismo tiempo?

François vio, ese ligero acto coqueto de un movimiento sutil de sus pestañas, algo que definitivamente le atraía en las mujeres y su mente vagó a una escena candente que había tenido hacía poco, un show lésbico que lo había prendido demasiado, si era honesto había deseado muchas mujeres al tiempo y había disfrutado de ellas sin miramientos.

-Sí, he deseado a dos mujeres al tiempo, pero solo he querido a una de las dos, para mí el deseo encierra un gran contenido carnal ¿y que si me he dejado llevar por él? Podría decir que si a un punto sin retorno - Le respondió directo, jamás le había dicho a una mujer algo de ese tipo, o, mejor dicho, ninguna mujer le había formulado un tema de tal envergadura.

-Difiero, el deseo no es sólo la carne, es la imposibilidad, es saber qué quieres algo que no tienes. No hablemos de mujeres, hablemos de un auto, ese que compró hoy con tanto ahínco, lo deseaba, se notaba en su mirada y sólo lo quería porque no lo tenía, ahora que lo tiene sólo ira a reunirse con sus otros autos en su garaje- Ella le sonrió- He hecho la tarea señor LeBlanc, sé que ama coleccionar autos. - François sonrió genuinamente.

-Creo que me atrapó, si, son mi debilidad. -dijo rascándose la cabeza con su mano derecha - Le dije que tengo gustos extravagantes y no crea que no he sido regañado por eso -sonrió tontamente.

-El asunto aquí no son sus gustos extravagantes es mi definición del deseo- continuó ella como si fuese una catedrática y el un alumno- "el deseo es deseo de deseo, no deseo del objeto", decía Aulagnier una reconocida psicoanalista francesa,- ella le sonrió- no desea el auto, desea el deseo... Entendiendo mi punto vuelvo y le pregunto ¿ha deseado a dos mujeres en el mismo momento con tanto ardor que no puede evitar quemarse al fundirse en ellas? -Él la miró y vio el fuego en sus ojos, comprendió que se trataba de una lucha interior ¿quizá? Su expresión cambió la miró con duda.

-Lamento decirle que no. - Habló finalmente.

-Entonces nunca me entenderá...

Fue lo último que le dijo y comenzó alejarse de él, François no pudo evitar mirar el movimiento acompasado de sus caderas debajo de ese ceñido vestido, eso le confirmó sus sospechas, todo eso se trataba de una lucha personal, caminó tras ella, aunque nunca había estado en una situación similar, sabía que su agonía la vivía en solitario lo cual era peor, una vez estuvo tras ella puso su mano en su hombro.

-Rebecca -Mencionando por primera vez su nombre - sé que soy un desconocido y uno con el cual no tuvo una primera buena impresión, precisamente creo que por eso me atrevo a decirle lo siguiente, el ser atraída por dos personas no es aquí el inconveniente, si no lo que eso le produce, esto la puede hacer libre o simplemente atarla dejándola hecha nada.

Rebecca lo miró y le sonrió, pero una muy diferente a las anteriores, negó con su cabeza

-No se trata de ellos, se trata de mí. Y gracias a usted pude entenderlo, he pasado dos meses agotadores, durmiendo poco y soñando cosas realmente espantosas, sin embargo hoy comprendí gracias a la belleza de sus ojos- François carraspeo, sintiéndose nervioso ante ese cumplido - que no se trata de ellos. Ya se lo dije una parte de mí ha despertado y cada día que pasa adquiere más fuerza en mi interior, hoy he tenido que contenerme para no besarlo, así que no se trata de ellos.

François la miró incrédulo, no sabía que decirle, pudo sentir su corazón acelerarse nuevamente, le sonrió, mostrando una dentadura perfecta y se puso enfrente de ella.

- ¡Usted es increíble! Imposible pasarla desapercibida. Intente aclarar sus ideas, una vez lo haga verá cómo puede hacerlo con los demás - Desvío el tema a uno más neutral y no pudo evitar abrazarla y perderse un momento en su aroma.

-Vaya es refrescante, por fin conozco la friendzone- Escuchó la risa nerviosa de ella y él la miró fijamente.

- Quiero evitarle más demonios - Está vez le confesó más directo, su mano no pudo evitar moverse por sí sola y con su dedo índice tocar los labios carnosos de Rebecca Bracho, deleitándose con su suavidad - bien podría decir que es una fruta prohibida. - Era lo único que se permitiría hacer con ella, era difícil sobre todo cuando un gemido de ella inundó sus sentidos.

-Si sigue haciendo eso no podré contenerme y tomaré la manzana... O me volveré una- Rebecca habló casi en un susurro. François alzó una ceja ante la declaración de Rebecca y retiró suavemente su mano.

-Creo que la realidad me golpea y me juega malas pasadas - retrocediendo hacia atrás pensativo.

Por mucho que deseara a esa mujer, sabía lo que sentía Shepard por ella, no quería ser desleal con sus ideales, pues, aunque no fuesen íntimos, le tenía mucho respeto. Jamás había tenido problemas para contenerse y en ese instante lo había hecho, pero era algo que lo tenía al borde del desespero, no podía quitarse de su memoria sus labios provocativos y ese olor a jazmín que emanaba de ella.

Rebecca se alejó, parecía que huía de él y por algún motivo él no pudo evitar seguirla, debía irse, alejarse de eso que comenzaba a quemarlo, pero ahí estaba próximo, sin lograr devolver sus pasos.

-Debe ser afortunada...- Rebecca le habló por encima de su hombro en un gesto provocador para él sin detener su paso. - La mujer de su vida. - Él sonrió levemente, mientras la seguia.

No estaba seguro si ella lo era, no pudo evitar soltarle parte de sus propios predicamentos, por meses había creído que Elizabeth era la mujer de su vida, que podría estar ahí para él y viceversa, pero él simplemente había sido un cobarde, para ese momento no sabía si valía la pena continuar con aquello.

-Ah existe, creí que era un ser mitológico, de esos en los que se inspiraban los griegos para crear grandes obras.

- ¿El qué? - François preguntó totalmente sorprendido.

-La mujer de su vida desde luego- los ojos cafés de Rebecca se giraron hacía él- Yo en cambio no creo en eso, hay demasiada vida para decir que una sola persona la ocupe toda- le sonrió- prefiero pensar que la vida se compone de múltiples momentos, lo que nos gusta hoy quizás no nos guste tanto luego.

François meditó sus palabras, quizás lo que él pedía era demasiado utópico, un alguien constante y que perdurara en el tiempo, esa imagen en el cuadro nació de la nada, simplemente fue una fuente de inspiración abstracta y por más que intentaba que se convirtiera en un todo en la persona de Elizabeth era cada vez más complicado, lo que si agradecía era los momentos que ella le regaló, así más adelante no la considerara como la mujer de su vida, le confesó todo eso a Rebecca por algún motivo era un tema que con el que no había sido sincero con Pauline y había preferido tener bajo llave.

- ¡Qué romántico señor LeBlanc! Empiezo a creer que el mitológico es usted y no ella. ¿Qué hace aquí perdiendo el tiempo en un museo? Vaya y dígale a esa mujer lo que me acaba de decir a mí. Pero tenga cuidado si ella es una mujer como yo saldrá corriendo en cuanto usted le diga eso- Escuchó a Rebecca reír con un marcado sarcasmo. - En realidad mi yo de antes se hubiera derretido con un caballero andante, ahora creo que hay cosas más terrenales, pero vaya, yo prefiero quedarme aquí a volver a esa gala espantosa donde todo el tiempo me he sentido fuera de lugar.

Se sintió incómodo, no supo en realidad el por qué, no le gustaba el tono que ella comenzaba a emplear, simplemente confesó su verdad: era un hombre terrenal, egoísta, que le gustaba llevar una vida alta y en general se daba a su placer. Intento empatizar con ella confesándole, sus preocupaciones, una que creía que Marie huiría si él le decía algo así, aún podía recordar sus ojos con furia hacía menos de seis semanas y lo último que no podía decirle nada, era como si se tratara de una relación meramente platónica que no era capaz por algún motivo de llevar a cabo.

-No señor LeBlanc- Rebecca se giró hasta el cuadro- dudo mucho que un hombre terrenal hablará así de su Lizzie, lindo nombre, me recuerda a Orgullo y Prejuicio, espero que lo lleve de la misma manera que lo hacía la heroína del libro. Y volviendo a usted, como le dije dudo que sea un hombre terrenal, los hombres terrenales son como Roberto de La Rivera que lleva 3 años con su novia, una modelo hermosísima, sin embargo de vez en cuando no puede evitar hastiarse de sus curvas y viajar sobre el cuerpo de otra. Sé que no los conoce, pero créame que yo sí y ese hombre lo que tiene de atractivo lo tiene de imbécil. Sospecho que usted no es un imbécil o me hubiera besado, al menos eso habría hecho Roberto, sin importarle que sea una de las mejores amigas de su flamante novia. -François guardó silencio ante lo que ella decía.

-Sabía que podía tener una conversación intensa con usted, ¿ya ve el porqué de mi insistencia en acercarme? -Haciendo un ademán sacó de su chaqueta una pequeña tarjeta -Mi tarjeta, sé que no quiere ser más que una desconocida, sin embargo cuando necesite hablar, puedo escucharla.

Le extendió su mano con una sonrisa, Rebecca tomó la tarjeta y en un gesto provocativo la paso por sus labios, se tomó su tiempo para pasarla por éstos y luego ojearla, en el momento que creyó la guardaría la rasgó dejando caer los pequeños trozos en el suelo, los ojos de François la miraron con asombro y una mezcla de rabia.

-No François. Si he sido honesta con usted es precisamente porque tengo la certeza que jamás lo volveré a ver, ni siquiera me importa si le dice a Pauline todo lo que le he contado- rió con ironía- ¿Sabe por qué? Porque mientras ella sólo puede tenerme en su mente día y noche yo ni siquiera me preocupo de su insignificante presencia. -Él guardó silencio.

Era como si todo el tiempo que pasó con ella hubiese sido perdido, había sido claro no sería un cotilla, no era ese ser tan vulgar que ella estaba catalogando, se sintió molesto, demasiado sin lograr identificar el porqué de su cambio de humor, tampoco pudo evitar soltar que ahora Matthew Shepard le generaba lástima, lo había visto ese día sonriendo como un tonto, incluso ese mismo día notó la forma en cómo se había puesto ante la presencia de ella.

- ¿Qué tiene que ver Matthew en esto?

- ¿Aún no se ha dado cuenta? -François se detuvo en seco, al parecer su exabrupto lo había hecho mencionar algo que no debía. - No soy el más apropiado para decírselo - No se había percatado que ella ignoraba totalmente los sentimientos de Shepard.

-No sé de qué tendría que darme cuenta, pero si quiere que le hable de Matthew lo haré.

Le dijo sin mirarlo, salió del salón dirigiéndose hacia otra de las exposiciones, él la siguió en silencio, aunque su humor se había echado a perder.

-Lo conocí hace un par de meses, todo empezó por un premio que recibí- Rebecca inició el relato sin ni siquiera más mirarlo- su padre, a quien me imagino usted conoce mejor que yo, me convenció de aceptar presentar un magazine insignia de su cadena, lo cual me obligaba a dejar el periodismo de lado, acepté el puesto como una promesa,- lo miró con frialdad por encima de su hombro como ya lo había hecho, François no cambio su expresión, la seguía mirando serio.- la promesa de alcanzar la única meta que he tenido los últimos años: ser la mejor periodista de España. En realidad, el asunto del magazine es sólo una vitrina, no algo que me apasione, porque entre otras cosas se me da fatal.

Rebecca aguardó un momento para darle espacio a él, pero no tenía nada que añadir, sólo quería escuchar lo que ella tenía para decir.

-Matt era sólo el hijo de mi jefe, - Rebecca continuó - sin embargo, como ágilmente leyó entre líneas ya había alguien en mi vida en ese momento. -Rebecca le sonrió, pero él estaba demasiado incordiado para detenerse a pensar en eso- Espero no le tenga lastima, el hombre en cuestión no la merece, ha sido un canalla toda su vida y por mucho que me guste su sonrisa infantil sigue siendo un canalla. Para Matthew yo me le convertí en una especie de reto y en realidad yo estaba fascinada por sus hoyuelos y sus ojos grises, sabrá que tengo una debilidad por los ojos, pues me he fijado en los suyos más de la cuenta. El punto es... Que para Matthew soy un reto y él para mí es una parte de lo que deseo y nuevamente no me refiero a su ostentosa billetera, como verá prefiero pagar mis cosas por mí misma, sin embargo, no puedo negarle que él tiene cierto encanto- bajo la mirada- se le dan bien muchas cosas y a mí me gusta que nos disfrutemos, así que no debe sentir pena por él tampoco. Recibe de mí todo cuanto quiere recibir.

-Lo hace ver tan sencillo -dijo irónico François - Hablo de Shepard, porque le conozco hace mucho, no soy bueno con la beneficencia. -Realmente el otro tipo le valía pepinillo, Shepard sólo tenía su respeto, por algo se había contenido minutos antes- En cuanto a la relación que usted dice que lleva con él - Una sonrisa bufona lleno su cara al recordar la sonrisa de Shepard al ver el IPhone en aquella ocasión - Por su bien, espero no se equivoque- Ella lo miró fría.

- ¡¿Por mi bien?! -Rebecca pregunto y se carcajeo, sin embargo, de repente se llevó una de sus manos a su boca conteniéndose. - ¿Es en serio lo que acabo de oírle? Mire señor LeBlanc, no se ofenda, pero no me conoce en absoluto, no sabe qué es mi bien y aunque diga conocer a Matt desde hace mucho tiempo, cosa que no pongo en tela de juicio, lo que no sabe es qué tipo de relación llevamos. No todos queremos el cuento de hadas romanticón en el que usted parece estar sumergido con su adorable Lizzie, a veces una mujer no espera un príncipe azul sólo alguien que la sepa coger. Y espero no estar siendo muy vulgar para un hombre como usted, pero hay que llamar a las cosas por su nombre y eso es todo lo que hay entre Matthew y yo: un sexo fantástico. Si estuviera con él y no con usted en este museo ya me habría persuadido de entrar a un baño a hurtadillas y me habría regalado un par de orgasmos.

François se sintió verdaderamente enojado al escuchar la mención de Elizabeth, endureciendo su rostro como nunca antes lo había hecho en toda la velada.

-Creo que se pasa señorita Bracho, no le permito que abuse y se burle de mis sentimientos, ni siquiera que mencione a Elizabeth con tal desdén, sólo hablo de lo que sé, en cambio usted no sabe nada de ella, en un inicio creí que ustedes tenían leves parecidos y me llegó a gustar por eso, sin embargo, me doy cuenta que no tienen ningún parecido. ¿Follar? ¿Sexo salvaje? - Rio con sarcasmo al pensar que esa mujer lo subestimaba - Créame que lo he tenido en abundancia, he tenido una cantidad inimaginable de mujeres, no soy el alma virginal que usted piensa, sin embargo el sexo es pasajero, pues mientras la follan usted está en éxtasis, sin embargo cuando le toca volver a su solitaria casa a acariciar el posible gato que tiene, no se puede comparar con el calor de su piel en su cama y no hablo de una noche de sexo. -Ella dejó de mirarlo y se alejó hacia el siguiente cuadro sin decirle nada.

François sólo pudo reír levemente, de verdad esta mujer es todo a lo contrario de lo que Shepard creía en aquel entonces, tomó su celular y le marcó a su asistente, la función había terminado, sin embargo, debía agradecerle, después de todo era digna de estar en cualquier función Circense. Así que después de unos instantes se encontró con ella en el siguiente cuadro.

-A pesar de lo que pueda decir, fue un placer hablar con usted, nunca he disfrutado tanto en gastar 200.000 Euros - Dijo en tono indiferente, al tiempo que seguía su camino.

Caminó de forma pensativa hacia la calle en donde encontró a su asistente con un auto esperándolo y ¿si había caído bajo los encantos de Medusa tal como le había dicho Pauline? hubiese querido seguir sus instintos y mandar a Shepard al infierno, quizá por eso había huido literalmente de ella y en ese instante se sentía molesto, simplemente se sentía molesto, sintió nuevamente su celular, lo tomó y vio un mensaje de Pauline.

Pauline

10/08/2014 16: 23

François este es el treinta y seisavo mensaje que te envió, temo que pronto se llene tu bandeja de entrada, por favor llámame estoy realmente angustiada

Suspiró y aunque no quería escucharle sus reproches le marcó

-François LeBlanc Favre por fin te dignas a aparecer ¿dónde estás? ¿Por qué te fuiste con esa mujer?

-Una larga historia -dijo sin emoción - te llamé porque no quiero que entres en crisis al lado de tu querido "Matti" -dijo algo irónico - si te hace sentir mejor estoy solo y me dirijo a mi jet y si no es nada más... -dijo a modo de despedida-

- ¡No te atrevas a colgarme François! ¿Cómo es eso de que te diriges a tu jet? ¿Ni siquiera te vas a despedir? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué te marchas tan de repente?

-Surgieron algunos asuntos en París - mintió - además no quiero regresar a esa aburrida reunión, de verdad los organizadores deberían de replanteárselo, si van a pedir que sea divertido para los que vaciamos nuestros bolsillos -dijo juguetón.

Pauline soltó un suspiro

-Está bien Fran, espero viajar pronto a París, te quiero

-También te quiero, aunque a veces me exasperes -dijo bromeando - Salúdame a Shepard y a... -dudando de decir la última frase.

-A ver Fran ¿estás enfermo? ¿Te pasa algo? ¿Desde cuándo le mandas saludes a Matthew?

François recordó los labios de ella. Seguía pensando en lo mismo sin querer lo había dicho en voz alta.

-Que se vaya al infierno entonces, que si lo trato bien, que si lo trato mal... -simulando profundo enojo - Déjalo así, no le digas nada.

-Oyeee, en serio me preocupas ¿me juras que estás bien? Estás actuando muy extraño.

-Y me dice la que lo hace todo el tiempo -dijo ahora más calmado - Ma chérie -dijo tratando de aminorar un poco su creciente duda- Solo estoy algo cansado no siempre se gastan más de dos millones de euros en una sola velada, además de que hace un calor infernal, sabes cómo lo odio.

-Está bien... Quería saber por qué te fuiste con esa mujer, pero entiendo que sólo quieras descansar.

-Gracias, cuídate y te espero en Zúrich, el próximo mes nos dan nuestra tercera estrella Michelin, lo quiero celebrar contigo. -Dijo finalmente.

- ¿No vas a estar en París? Sabes que me es mucho más sencillo viajar allá.

-La estrella es para la sede del restaurant que tenemos allá, la idea es celebrarlo en el mismo lugar, recuerda que el restaurant en París es tres estrellas hace mucho. -Dijo algo impaciente.

-Ay no ya se te va a salir el gruñón estar con esa mujer te hizo daño, mejor hablamos después.

-Está bien, hablamos después -Replicó con la voz plana.

Colgó exasperado, sabía que terminaría así, sin embargo, no quería que ella pensara más de la cuenta, se aflojó su corbatín y desabrochó su saco, el clima cálido no encajaba con el glamur. Se recostó aún más y pasó una de sus manos por su rostro, recordó el vestido que Rebecca llevaba y cómo resaltaban cada uno de sus atributos, sus labios carnosos y esos ojos cafés, en donde pudo ver todo tipo de emociones, desde la ira hasta una genuina alegría. Simplemente se dijo así mismo que debía sacarla de sus pensamientos, una noche con ella no bastaría y eso podría complicarle su vida.

-Pauline se volvería loca -Habló en voz alta riendo para sí.

- ¿Señor? - Escuchó al chofer hablarle

-No es nada -dijo algo apenado. 


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