DULCE TENTACIÓN CAPÍTULO 2: INVIERNO



 Zúrich, primavera de 2009

El clima era fresco y sus dedos se movían con agilidad en el papel, era su primera semana en la ciudad y nada le era familiar, lo extraño se mezclaba con sus recuerdos, haciéndolo sumergir en su lápiz, algo que desde muy joven le ayudaba a despejar su demonios y en ese momento no era la excepción.

Un mes antes François se encontraba en los preparativos para su compromiso y aunque su madre no estaba muy de acuerdo, François se las había arreglado para la aceptación de la novia en la familia, Annie era como la mujer perfecta, bella y llena de carisma, además inteligente de modales perfecto, según él había construido una relación inquebrantable con ella.

Sucedió en primavera, tiempo perfecto para realizar el compromiso al aire libre, un jardín florecido, cielo azul, manteles blancos con adornos dorados acompañaban el paisaje, sin embargo, ella nunca llegó, al inicio creyó que algo malo había sucedido, pero después de una escueta nota en donde le pedía que no la buscara, la decepción por la desaparición de Annie lo embargó así que decidió cambiar de país y enfocarse en el negocio familia, París le traía demasiados recuerdos dolorosos.

Y ahí se encontraba quince días después de ese episodio, sentado en un café de una de las calles principales de Zúrich concentrado en su cuadernillo, le gustaba la perspectiva que le brindaba ese lugar, estaba absorto dibujando, hasta que escuchó la voz de una mujer que discutía por teléfono en alemán, sólo podía ver su espalda, era de contextura delgada y baja, de cabello negro hasta sus hombros y muy liso, le vio discutir en alemán por espacio de quince minutos y finalmente colgó.

Lo realmente extraño fue que posteriormente siguió de forma tranquila mirando al infinito mientras sostenía su taza de café con sus dos manos como si no hubiese ocurrido nada, aquella mujer le dejó una profunda impresión, en ese instante dejó su lápiz inmóvil y seguidamente comenzó un nuevo boceto.

Volvió al café para dibujar y poder verla sin embargo, después de encontrarla en dos ocasiones más, ella no volvió a la cafetería y él dejó de ir realmente no era un hombre que frecuentaba ese tipo de lugares, si François tuviera que describir sus gustos sería con la palabra sofisticación, estilo y excentricidad, para algunos un estilo de vida ostentoso, sin embargo, él no era un hombre que le importara lo que los demás pensaran.

Así comenzó sus obligaciones en la petrolera que era de su familia y semanas después su padre le comentó que asistirían a una reunión con una familia muy influyente de la ciudad y que era muy importante por motivos de negocios, los anfitriones eran dueños de un Grupo que poseía acciones en diferentes campos, François acepto ir a fin de apoyar a su padre, además le parecía un momento propicio para conocer los empresarios influyentes de Zúrich.

La fiesta se llevaba a cabo en una gran mansión a las afueras, una de las más antiguas y tradicionalistas, su padre Jacques le comunicó que aprovecharía hacer una breve presentación a propósito de su llegada a Suiza, François de modales delicados encantó a los asistentes, era un hombre realmente apuesto, 1.84 de estatura, contextura atlética, cabello dorado ondulado y un par de ojos avellanas con un tinte amarillezco que iluminaba su rostro y aunque él iba decidido a codearse con los empresarios su presencia revolucionó a las chicas que lo acapararon en pocos minutos.

No tardo un camarero de proveerlo con una copa de vino romané conti gran cosecha, si había algo que al paladar de François le gustara era el buen vino, él tenía la capacidad de distinguir a ciegas a que cosecha específicamente pertenecían y el tipo, simplemente por oler o probar, la excentricidad, el buen gusto eran cosas propias de él.

Muchas mujeres se le acercaron esa noche hechizadas por el hombre con smoking, su naturaleza coqueta simplemente las envolvía de tal forma que incluso era capaz de romper corazones sin llegar a tenerlos, por eso no era de extrañar que en ese momento la mujer que tenía en frente tuviese una risa tonta y ávida de él.

Estaba rodeado por un sequito de mujeres que se presentaban y reían tímidas ante su presencia, hablaban y reían sin parar ante cualquier comentario que él dijera, era un hombre de modales exquisitos, además atento, dos factores que encantaban. Sin embargo, no duró mucho tiempo, Jacques LeBlanc su padre, se acercó a él, si bien conseguir alguna chica no estaba de más, no era el objetivo principal de la noche, un suspiro general se escuchó, cuando les dijo que debía retirarse, François de forma atenta se despidió sabiendo que las intenciones de su padre era relacionarlo con otros inversionistas.

Atravesaron el jardín, hasta un salón en donde se encontraban las personalidades VIP, CEOS de las Empresas más conocidas, incluyendo a jóvenes promesas que aun a su corta edad, amasaban grandes fortunas, había una mujer alta, con un vestido largo color negro, con escote en V, sin mangas en chiffon con un gran escote en su espalda, tenía el cabello recogido y una cara tiara con delicadas rosas plata a un costado de su cabeza.

-Excúseme, madame- dijo el padre LeBlanc- 
-Oh si, es usted, monsieur Jacques LeBlanc, ya me estaba preguntando en dónde estaba, pasó un tiempo desde que se marchó.- Dijo la mujer con una sonrisa encantadora. 
-Disculpe, mi demora fui a buscar a mi hijo, quisiera presentárselo, ya que muy probablemente en un futuro se entenderá con él, - Jacques dijo mientras estiraba una mano en dirección a él- actualmente, François se encarga de las relaciones internacionales. 
-Mucho gusto, François LeBlanc. - Se presentó con una sonrisa, mientras le tomaba su mano y le daba un beso- Es un placer. 
-El placer es todo mío, es usted un joven encantador, -mirándolo atónita.- soy Alicce Keller. Oh, sería muy mal educado de mi parte no presentarle a nuestra anfitriona, mi hijastra Marie Keller quien llegó hace poco del extranjero.

La mujer le sonrió y llamó a una joven, que hasta el momento se encontraba parada frente a un gran ventanal, mirando el jardín, era delgada y al girarse notó que tenía facciones infantiles, de piel muy blanca, cabello hasta los hombros de color negro un tanto ondulado y recogido a la mitad, tenía un vestido de Elie Saab, color azul oscuro de corpiño con incrustaciones de cristales y piedras preciosas color plata, con una falda tutú corto.

-Mucho gusto, Marie Keller. - Habló mientras extendía su mano, con un gran anillo de zafiro azul de color índigo y diamantes alrededor, en su dedo índice.

François quedó paralizado, era la misma joven del café, su ropa y joyas eran diferentes a las que acostumbraba a llevar, sin embargo, tenía los mismos ojos azul índigo con una mirada realmente expresiva, sin perder tiempo tomó su mano delicadamente y la beso, Marie le dio una leve sonrisa, sin embargo, había gran melancolía en ésta, era una sonrisa que sólo generaba frío y tristeza.

-Encantada -fue todo lo que dijo.

La mujer rubia comenzó hablar de su hijastra, que apenas había llegado y que estaría agradecida si cuidaba de ella, François posó su vista en la joven parecía ida como si nada de que ocurría en ese lugar le importara, mientras su padre y un círculo de empresarios hablaban de economía, le sorprendió escucharla hablar con propiedad al respecto, creía que no los escuchaba, aun así parecía un ente sin vida, totalmente vacía.

Si se iba a su apariencia, esta no decía mucho de ella, a pesar de su figura poco esbelta poseía elegancia y aunque la mayoría de los asistentes intentaban caerle en gracia su rostro plano no decía mucho, sólo respondía forma escueta.

Si había dicho tres palabras seguidas era realmente mucho, no supo el por qué, pero quiso sacarla de ese lugar, así que de manera súbita se acercó a la mujer rubia y le pidió un permiso, ciertamente la sala estaba llena de personas mayores y no encontró mejor excusa que ir a un ambiente diferente, como supuso no hubo problemas, tomó a la chica de su brazo y caminaron en silencio, ni eso le hizo cambiar su expresión, tan sólo se limitó a seguirlo hasta el jardín delantero.

Estuvo a su lado sin decir una sola palabra, él metió sus manos a sus bolsillos y ella simplemente alzó su vista a las pocas estrellas que se veían en el firmamento, de un momento a otro grandes gotas de lluvia comenzaron caer y la conmoción reino en el lugar todos corrían buscando refugio, sin embargo, Marie quedó inmóvil bajo la lluvia, mientras François la miraba con más curiosidad todavía. Ella miraba hacia arriba con sus dos manos extendidas, François en ese momento pudo sentir aún más su melancolía, a pesar de la lluvia en su cara pudo advertir lágrimas en sus mejillas, algo de lo que no lograba estar del todo seguro, quizás era su imaginación.

Él se acercó y la tomó de la mano, ella lo miró y recostó su cabeza en su hombro, François sintió incomprensiblemente un rubor en su rostro ¿por qué le había generado eso? Aquella chiquilla despertó en él un sentimiento protector incomprensible. Le prestó su saco y la terminó llevando a su apartamento, la chica no lo miró durante todo el camino, sólo movió su cabeza afirmando que deseaba ir, cuando se lo preguntó.

Cuando llegaron la invitó a entrar, la vio quitarse los zapatos y su estatura disminuyó considerablemente, era pequeña, también las pocas ondas que tenía su cabello desaparecieron con el agua, ella le pasó su saco y la vio escanear todo el lugar, caminó mojando todo a su alrededor y por un momento se sintió algo ansioso, al notar el desastre que iba dejando a su paso.

-Gracias-musito levemente deteniéndose en la mitad de su sala. 
-Aquí te puedes cambiar-dijo mostrándole la puerta de la primera habitación.

François se fue a su habitación, sacó un cárdigan y una sudadera, para dárselo a ella, una vez lo hizo volvió para cambiarse, él se encontraba totalmente mojado de la cabeza a los pies, con el corbatín desabrochado, estaba hecho un desastre.

Una vez listo François, fue a la cocina y preparo algo caliente, se dirigió a la sala, ella ya se encontraba sentada en el sofá, vestida con lo que le había pasado, su ropa le quedaba muy grande, le entregó una taza con la bebida caliente y se sentó justo enfrente de ella, como la había visto en la cafetería, la tomó con sus dos manos y comenzó a beberla lentamente, de la nada comenzó hablar:

-Hace un mes que murió mi padre y hoy Alicce no tuvo reparos en presentarme en sociedad. Creo que sólo soy un arlequín en su función, si no fuera porque me necesita, ya me hubiese enviado lejos.- Dijo mientras dejaba la taza encima del pequeño plato a juego que había sobre la mesa de centro y se recostaba de nuevo. Sus labios estaban rojos como una cereza, sus cachetes estaban rosados, sus ojos vidriosos y perdidos, se veía tan frágil que sólo podía pensar en protegerla. -Creo que soy la única que no piensa en el futuro de la acciones sino en que mi padre murió.- Hizo una pausa- ¿Puede usted odiar y amar alguien con la misma intensidad? -Esta vez sus ojos azules se posaron en él. -Disculpe que le diga todas estas cosas, -no lo dejó contestar la pregunta. - además me trajo a pesar de las molestias.

François con una sonrisa le respondió que no había sido molestia, era verdad que él no solía hacer ese tipo de cosas, pero quizás las circunstancias que lo rodeaban no eran tampoco habituales, de vez en cuando podía salirse de los papeles. Ella lo quedó mirando en silencio, al parecer era todo lo que diría por esa noche, la vio acurrucarse, sin embargo, François se dio cuenta que algo no estaba bien, se acercó y al tocarle la frente se dio cuenta que tenía fiebre muy alta.

Hizo una mueca y la tomo en sus brazos, era realmente ligera, la llevo a la habitación en donde ella se había cambiado y la recostó en la cama, pudo ver en el perchero el vestido que llevó en la fiesta y en la mesa de noche el anillo de zafiro, su única joya de la noche.

Sacó de un maletín suero y con el termómetro tomó su temperatura, al ver que estaba sobre los 39° tomó compresas frías de frigorífico y se las puso en la frente, también le puso una bolsa con suero, la dejó descansar el resto de la noche y él se fue a su habitación desde donde llamó a Alice la madrastra de Marie, no supo bien el por qué, pero la mujer estaba feliz de que estuviera con él, bueno a decir verdad, él era un gran partido y muchas familias esperaban el momento de rompimiento para unirlo con sus hijas, así que en parte esa podría ser la intención de la mujer.

A la mañana siguiente, como era su costumbre se dio una ducha y se fue a trotar, era algo imperante en su vida, el día que no lograba realizarlo sentía que su cuerpo acumulaba mayor estrés, al llegar se dio otra ducha, algo que para muchos era extraño, pero que no lograba deshacer. Se puso en la labor del desayuno, aunque la mayor parte de éste era para su huésped, comenzó a organizar las tostadas francesas con los huevos revueltos, un grito proveniente de la habitación le hizo dejar su labor.

Al entrar vio a Marie mirando todo con asombro, le preguntó si era la aguja y ella asintió, lentamente se la quitó y la miró a los ojos tratando de calmarla, tomó su mano delicadamente y le dijo:

-Lo necesitabas, era mucho tu estrés además estabas desnutrida y de solo café no puede vivir tu cuerpo. 
-¿Café?-dijo confundida- cuando yo te dijo que... 
-Ahh... fue anoche, tenías mucha fiebre. -Mintió, realmente había deducido eso de sus visitas a la cafetería. 
-Umm... -asintió Marie con la cara volteada- debí decir muchas estupideces anoche. Gracias, por todo- dijo esta vez mirándolo fijamente- no sabía cómo salir de allí ¡mi madrastra!-Habló dos tonos mas alto, saliendo de su letargo-anoche me fui y no le dije a Beltram, han de estar preocupados. 
-Tranquila, ya la llamé -Dijo François mientras terminaba de recoger los utensilios médicos- Me dijeron que te cuidara, creo que le caí bien- La miró con picardía- Ah y si quieres quedarte y no regresar a la mansión de tu familia, no hay ningún problema hay dos habitaciones o si lo prefieres me puedo mudar. -Marie, lo miró aturdida, sin saber que decir-Si no quieres- continuó hablando- lo voy a entender, puede resultar incómodo. 
-¡Sí! Si quiero- Marie lo interrumpió- si no soy una molestia, si quiero quedarme. 
-Bienvenida -François sonrió complacido.

¿Qué le estaba sucediendo? Se preguntó François mientras retornaba al desayuno ¿por qué la había invitado a quedarse? ¿Comenzaba a enloquecer por el abandono de Annie? Suspiró y terminó de decorar los platos del desayuno, esperaba no arrepentirse de su repentino acto.

-Umm... delicioso- se escuchó una voz detrás de él- creo que puede funcionar.

François desprevenido, volteó para encontrarse a Marie detrás de él con una tostada en su boca, su cabello estaba revolcado, descalza y con el mismo vestido de la noche anterior.

-Lo siento, las vi y de verdad muero de hambre-dijo mientras cogía otra tostada- ¿tienes mermelada de fresa?

François sorprendido sólo atinó a señalar un frasco que se encontraba en la isla flotante de la cocina, era completamente diferente a la delicada señorita que le habían presentado en la reunión, o la melancólica jovencita débil y enferma e incluso la pacífica joven que tomaba café solitaria, parecía una pequeña salvaje hurgando comida.

-No entendí, ¿qué puede funcionar?-Dijo volteando a sus labores de forma indiferente. 
-Pues tú cocinas delicioso y yo soy buena comiendo- dijo pícaramente y François no pudo evitar observar esa expresión hasta ese momento también desconocida. 
-¿Tú? ¿Eres buena comiendo?-Dijo con cara de sorpresa- Apenas y pesas. 
-Bueno, tuve días difíciles, eso fue todo-dijo cambiando su expresión- Me tengo que ir, tengo una reunión importante. 
-Eres muy joven para escucharte decir eso -A decir verdad parecía una cría de 17 años, una que podía tomarse la vida con libertad. 
-Bueno, mi padre no lo pensó así. 
-Te llevo-Dijo sonriendo.

Después del desayuno ambos salieron rumbo a la mansión, durante el trayecto supo que la chica no tenia 17 como pensó, sino 20, era buena en los idiomas, hablaba muchos más que él, además que tenía una memoria excelente y su fuerte eran los números, también supo que lo que tenía de excepcional en esas áreas, había otras en las que no era tan buena, era directa, tanto que tenía cero tacto y al parecer no se daba cuenta así que sus habilidades sociales eran más bien pobres.

Durante su experiencia obteniendo contactos para la petrolera le habían enseñado a observar y definir a una persona y aunque ella tuviera capacidades se daba cuenta que le faltaba ese toque social que podría hacerla excepcional en los negocios, algo que suponía no le importaba, sin embargo seguía en el medio, algo realmente misterioso.

Condujo hacia la misma mansión, en la que había estado la noche anterior, en la gran reja de entrada, Marie se acercó a una pequeña pantalla, habló en alemán al parecer su idioma natal, aunque hasta ese momento le había hablado en francés, las rejas comenzaron abrirse y ella entró a su rolls royce y él la acercó a la puerta principal, Marie se giró y lo miró a los ojos antes de salir de auto y le dijo:

-¿Quiere entrar?- Detalló su vestido fuera de su sitio después de mojarse y secarse por sí solo, además de su cabello lleno de frizz, François esbozó una leve sonrisa. 
-Claro, además, fui quien te secuestró anoche -Le parecía impropio no dar la cara por su acto.

Acomodó su saco y corbata, al contrario de la chica que caminaba a su lado no soportaba estar fuera de su sitio, su traje era un Tom Ford a medida, zapatos de material Magnanni, reloj Cartier y una fragancia exquisita que había pedido exclusivamente a Gucci, nada en su atuendo se lo ponía de forma fortuita, era cuidadosamente planeado. Llegaron al salón principal, allí estaba un hombre mayor que los saludó de manera educada, sabía que se llamaba Beltram, era el asistente del difunto Jean Claude Keller, así que mientras Marie le dijo que iría a cambiarse, el hombre mayor lo condujo a un salón para esperarla.

François entró a otro gran salón, en el fondo estaba la pintura una pequeña Marie de grandes ojos azul con una mujer mayor con ojos del mismo tono que Marie, estantes llenos de libros de colección, muebles de madera y pinturas exquisitas, de repente se escuchó tocar la puerta, era Marie con otro atuendo, tenía un vestido negro manga larga, corto con botones a un costado muy ajustado, zapatos altos de Christian Loubotin, igualmente negros con una abertura en la parte de adelante y con pequeños taches en todo el zapato, traía en su oreja un pequeño diamante en lóbulo de arriba, el cual se unía con una fina cadena de plata con otra areta plegable en la parte de abajo y en sus manos tenía una única joya: Un raro anillo con un zafiro rosa.

François la miró unos instantes y se giró a la pintura, comparando a la chica parca que tenía a su lado con la pequeña sonriente al lado de una mujer mayor.

-Es mi grand-mère- dijo Marie parándose a su lado- me enseñaba ballet, era muy estricta, no recuerdo mucho más, sin embargo, recuerdo el día que nos hicieron esa pintura, ya que mi mama la hizo- dijo sonriendo y a la vez orgullosa. François, la miró sorprendido. 
-Debiste haber tenido una gran mamá. -Le dijo François comprobando la calidad de la pintura, era impresionante. 
-La mejor- en ese instante se escuchó un ruido en la puerta. 
-Señorita, Joven LeBlanc, pueden pasar, la señora los espera.

Ambos se quedaron en silencio y caminaron al despacho, de repente el poco ambiente que habían logrado aligerar se había enrarecido nuevamente, Beltram abrió la puerta para ellos y pudo ver el despacho de la madrastra de Marie, era moderno, con grandes ventanas que generaban una gran iluminación, paredes blancas, sin ningún libro a la vista, en cambio una gran cantidad de aparatos de ultima tecnología y una gran colección de muebles y esculturas de diseñador, era un total contraste con el resto de la casa.

-Oh, pero si es François LeBlanc, muchas gracias por cuidar de Marie-dijo al tiempo que le estiraba su mano desde el asiento de su despacho. 
-No ha sido un problema señora Keller-Respondió con gracia. 
-Me mudaré de aquí.-Habló Marie interrumpiendo- ya falta poco...- Mostrando un poco de inseguridad- Así que espero que lo comprenda.

Antes que pudiera decir palabra alguna Alicce Keller, François se adelantó aseverando:

-No se preocupe, estaré cerca de ella. 
-No veo el problema - dijo mirando a Marie mientras hablaba- las dos sabemos que no necesitas estar aquí si no lo deseas, sólo espero que puedas venir cuando se te requiera. 
-No hay problema. -Marie respondió igual de cortante y se retiró del despacho, dejando a François confundido, no había percibido tanta brusquedad en la relación la noche anterior.

François con una sonrisa se despidió rápidamente, la encontró afuera esperándolo y le invitó a su habitación, aduciendo que debía hacer sus maletas y que si no lo hacía en ese momento no podría hacerlo jamás, siguió a Marie a su habitación, era amplia y plana, tenía una gran cama victoriana y dos mesas de noche a cada lado con lámparas color carmesí.

-También me quiero disculpar, porque siento que si no fuera por usted no podría irme de este lugar -dijo bajando su rostro. 
-Entiendo cómo te sientes, pero fui yo quien te invitó y me haré responsable por ello-dijo mientras recorría el lugar, restándole importancia al asunto.

Marie entró a una pequeña habitación, François la siguió, era un armario, había vestidos exclusivos, en el centro había un atril con joyas, relojes y accesorios, puestos de forma alineada, Marie no los determinó y se fue directamente a una maleta que estaba en el fondo, según ella era todo lo que necesitaba, era la maleta con la que había llegado de su ultimo viaje.

-¿Hace cuánto llegaste?- dijo François intrigado a ver que no la había deshecho. 
-Dos meses y medio-Respondió la chica sombríamente. 
-No entiendo, ¿qué hace tu maleta aun cerrada? 
-Lo que traigo aquí, en esta casa no me sirve, para la función, mire, tengo vestuario de sobra-una sonrisa divertida se posó en sus labios, aunque sus ojos seguían fríos.

François, comenzó a entender a las diferentes Marie's que hasta ahora había conocido y eso lo entristeció un poco, no entendía del todo a esa chica, sentía que ocultaba algo sumamente doloroso, algo de lo que ella no era capaz de hablar. Un movimiento en una de la vitrinas lo hizo salir de sus pensamiento, la vio sacar un reloj y el mismo anillo que tenía la noche anterior, le confesó que había sido el anillo de bodas de su madre, si bien Marie Keller era un misterio en sociedad, su madre no lo había sido, según le había escuchado a su padre, ésta había muerto en un accidente de tránsito, en el que Marie también había estado.

Obviamente no sabía mucho, realmente jamás había estado interesado en chismes de pasillo, de hecho no sabía que la heredera Keller había regresado, no la recordaba de ningún tipo de reunión y desde pequeño solía conocer a los hijos de las personas mas influyentes de la sociedad. La vio sacar cinco vestidos elegantes aunque pasados de moda, se notaba que llevaban en el closet largo tiempo, lo curioso era que habían modelos contemporáneos y de casas exclusivas al parecer la heredera Keller, no tenía un buen sentido de la moda.

La vio sacar un único par de zapatos negros, con los que quizás pretendía combinar con los vestidos, quiso quedarse callado, pero años de andar con Pauline Tilman su mejor amiga, no lo dejaba quedarse quieto, así que negó y no pudo evitar guiarla con sus elecciones, ella sólo lo observó y sin rechistar aceptó sus sugerencias. Finalmente, ambos salieron de closet, ella argumento que no necesitaría nada mas y aunque sabía que una mujer normal no diría eso de cinco vestidos, no le dijo nada más.

Marie tomó las dos maletas, sin embargo, François las cogió de las manos de ella, su parte caballerosa, era algo innato, ella le pidió ir al garaje por su auto, algo que le pareció normal, él no podría llevarla a todos lados. Al llegar se sorprendió, Jean Claude Keller, tenia una colección nada despreciable, aunque la de él era mucho mas grande y variada y así se lo dijo a Marie Keller:

-Vaya colección-divisando el panorama- sin embargo, puedo hacer competencia- dijo orgulloso. 
-Sí, mi padre tenía gustos extravagantes-dijo divertida y algo sarcástica. 
-Bueno, admito que coleccionar autos es un poco extravagante, pero no lo diga de esa forma, es un arte.- De repente un pitido activó uno de los autos 
-Es este- dijo Marie pensativa- espero entre este par de maletas. 
-¿Tienes un Carlsson C-25? -Dijo asombrado- Es un carro de edición limitada, lo he querido para mi colección. 
-Fue un regalo de cumpleaños. -Respondió sin darle importancia al asunto. -Ya me di cuenta cuál es su debilidad-dijo mirándolo divertida,- no sé por qué se emociona si maneja un Rolls-Royce Phantom, un auto nada despreciable. 
-Bueno, fanáticos de autos sólo me podrían entender-Respondió François muy serio.

En ese momento llegó Beltram, después de intercambiar unas palabras con ella la convenció de llevar sus maletas, según él porque no podían darse cuenta que ella no viviría en la mansión Keller, François no entendía quien no podía darse cuenta que ella no viviría allí, aun así no realizó pregunta alguna.

-Disculpe, -La voz de Marie en esa ocasión se dirigió a él - le he retenido más tiempo del que era, yo tengo una reunión dentro de poco y groseramente no he contado con lo que usted tiene que hacer. 
-No te preocupes, aún tengo tiempo para llegar. -François la tranquilizó. -Por ahora me retiro, aquí te escribí la clave de acceso-mientras le entregaba una tarjeta- y por este lado está mi número. Hasta luego.

François caminó hasta su auto, fue directamente a la casa principal de su padre en Zúrich sabía que aun no había vuelto a París, él aún tenía mucho que explicar. Al llegar fue directamente a su despacho, le sonrió con carisma, pero la expresión de Jacques LeBlanc no era la misma:

-Imprudentemente, tomaste a la joven, que ha sido noticia durante el último mes. -Replicó su padre molesto- Mira este periódico, la noticias sensacionalistas.-Tiró un periódico sobre el escritorio.

François lo tomó, tenia el encabezado: dos herederos de diferentes imperios, ¿una historia de amor o estrategia comercial? Acompañado de fotos de ellos dos tomados de la mano totalmente mojados saliendo de la mansión Keller, vaya los paparazzi no perdían tiempo

-No he visto nada de esto esta mañana-dijo sorprendido. 
-Por supuesto que no, me costó una fortuna detener todo esto.- Dijo enfadado pero su rostro se suavizó.-Hijo, sé más cuidadoso, por ahora las relaciones con el grupo Keller están congeladas, por lo menos no hasta que se estabilicen sus acciones.-François, visiblemente irritado le dijo: 
-Padre, sabes que mis relaciones personales no tienen que ver con acciones, no quiero que trates de esa forma a Marie -A pesar de ser un hombre engreído había relaciones que corroboraban eso, muchos del equipo de motos no tenían un estatus social y aun así los trataba. 
-Ah, pero es que ya la llamas por su nombre, François, sabes que hace poco fue tu... Bueno no quiero que hagas algo impulsado por otros motivos. 
-Lo sé y no los hay, pero ella es sólo una conocida, alguien a quien quiero cuidar, te aseguro que seré cuidadoso. 
-Oye hijo, no quiero que me mal intérpretes, ya he tratado muchas veces con la señorita Keller y es una joven muy capaz, pero ahora mismo está muy vulnerable, aun me pregunto cómo se fue contigo, es muy reservada, habla lo necesario y es firme y autoritaria en cuanto lo negocios, lo cual me sorprende siendo tan joven, creo que lo heredó de su padre-Hizo una mueca de desagrado- Por favor sé prudente, los medios sensacionalistas esperan un gran escándalo de la tragedia de los Keller, es más me parece muy extraño como esa joven ha sobrellevado la crisis de sus acciones tan bien, es cierto que aún se encuentran bajas, pero el desplome pudo ser peor. 
-Padre, antes que te enteres por otros medio, quiero decirte que se quedará en mi apartamento, por un tiempo 
-¡François! ¿Estás loco? -Dijo sorprendido y airado nuevamente- No sé qué te pasa, estas siendo más que imprudente ¿Escuchaste que te acabo de decir? 
-Padre bajo esa coraza, hay una jovencita muy vulnerable. 
-Haz lo que quieras, pero no me metas en esto, sabes que no me gusta sacar provecho y aunque a ti no te interesen lo negocios, para mí el grupo Keller es muy importante. 
-Gracias, padre no tendrás nada de que quejarte. -Acto seguido se despidió y salió de la habitación.

Estaba tan ansioso por verla, era extraño, aunque el recuerdo de Annie aún seguía vivo, esa chica solitaria era diferente, la primera vez que vio Annie, su belleza lo cautivó y quedó seducido bajo ésta, con Marie había redescubierto un sentimiento diferente, ella era refrescante. Manejó su Rolls-Royce, hasta la entrada principal de las oficinas de su padre, ese día tenía asuntos pendientes, varías reuniones y una firma de un contrato muy importante.

Entrada la noche, llegó a su departamento, digitó la clave, todo se encontraba en completa oscuridad, fue directamente a la habitación en donde había dormido Marie la noche anterior, ahí estaban sus cosas, una maleta y dentro del closet los cinco vestidos, además un maletín metálico en donde supuso estaban sus joyas, cerca de la mesa de noche estaba la tarjeta con la clave de entrada y su número de contacto, al parecer había llegado, pero no la veía por ningún lado.

De repente escuchó un ruido seco, era la puerta del cuarto de baño, Marie salió con una diminuta toalla en donde resaltaban... ¿Un par de senos grandes? ¿De donde habían salido? Estaba empapada y secaba su cabello, cuando se percató de la presencia de François, sin inmutarse un poco dijo.

-Oh, llegaste. - François, tosiendo repentinamente, dio un paso atrás 
-No creí que estuvieras en el baño, todo estaba oscuro y...-dijo visiblemente incómodo y ruborizado, esa mujer era tan fresca que al parecer él era quien debía mantener el decoro. 
-Sí, lo siento, no me gusta tener luces prendidas innecesariamente-dijo mientras subía su maleta en la cama y comenzaba a sacar cosas de ella, al hacer eso su toalla se subió levemente por sus muslos.

François, estaba sorprendido al ver su naturalidad, o ¿era el que estaba pensando demasiado?

-Me retiro por hoy- dijo en tono solemne François. 
-Ahh... espera-dijo Marie al tiempo que hacía un gesto con su mano, sosteniendo unas bragas, blancas de encaje 
-Grr, Grr-hizo François aclarándose la garganta, sin embargo, ella parecía no darse cuenta de la situación. 
- Quería decirle de nuevo gracias, además que Beltram insistió en instalarla, sé que es su casa y no quiero abusar de usted, yo le dije que no, pero él insistió e insistió de verdad si no le parece la haré desinstalar.

François la miró sin entender a que se refería, Marie hablaba sin parar de asunto, terminando algunas palabras en otros idiomas, unas partes en alemán, otras en francés, François la miraba y se preguntaba qué fue lo que lo motivó a vivir con ella, ¿quizás terminaría arrepintiéndose?

-Sí, pero dime ¿de qué se trata?- La interrogó François divertido al ver los rodeos de Marie. 
-Ah, sí, esto. -Dijo mostrándole una caja fuerte instalada dentro del closet. 
-Pero ¿tus joyas no están es aquella maleta metálica? -Preguntó intrigado. 
-No es para las joyas. -Respondió misteriosa. 
-No hay problema, te dije que también esta será tu casa. -Fue lo único que le respondió y camino hacia la puerta de la habitación, allí se detuvo.-Hasta mañana, Marie. 
-Hasta mañana François.

Al salir de la habitación François quedó pensando cómo cambiaría su vida al lado de ella, Marie Keller era un raro espécimen que sería interesante conocer.


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