La Heredera CAPÍTULO 50 FINAL DE TEMPORADA: William...

 





 

"A ningún hombre se le debe menospreciar hasta el punto de creer que, por injuriado que sea, no pensará en vengarse a costa de los mayores peligros, aun el de perder la vida." Maquiavelo.

Mayo de 2015

Los teléfonos comenzaron a sonar de forma frenética, la oficina estaba conmocionada. El detective Ilam Woods, llevaba días sin ir a su casa, la tensión que manejaba el equipo de crímenes violentos era palpable había un loco asesinando y comiendo personas, que en un inicio había comenzado en Estados Unidos y que ahora se presentaba en Europa.

-Woods, tenemos reunión en quince minutos -Uno de sus compañeros lo interrumpió haciéndole levantar su cabeza del arrume de informes que debía rellenar, movió su cabeza de forma afirmativa y buscó las carpetas que debía llevar a la reunión.

Estarían con personal estadounidense especializado en perfiles, no podía negar su descontento al sentir las narices de otros en su departamento, pero su jefe insistía que era mejor unir esfuerzos con personas que ya habían tenido experiencia con ese loco. Caminó por los pasillos con paredes color verde oliva, Jean la hermosa pelirroja del departamento de desaparecidos, le dio una sonrisa tímida, pero esquivó su mirada rápidamente.

Llegó a la oficina, que se encontraba a oscuras por la proyección que, en ese momento hacia un hombre rubio con anteojos, torció sus ojos al darse cuenta que llevaban al menos veinte minutos reunidos.

Escuchó uno a uno los casos que aparecieron a inicio de los 90s, esas personas tenían un archivo estructurado y muy a su pesar estaban mejor preparados para asumir el asunto, el sudes era un hombre inteligente, adinerado, culto. Expusieron uno a uno los sospechosos que habían surgido a lo largo de los años, la lista era vasta tenían tanta presión sobre ellos que en un inicio les hizo cometer muchos errores con tal de hallar un culpable.

Ilam jugueteó con la carpeta pensativo, mientras exponían las crudas fotos de las escenas de crimen, las cuales eran teatrales como si fuesen una obra de arte con rastros de canibalismo. Cerró sus ojos y movió su cuello, por un momento pensó en Vincent Keller, Gerard Schultz y la escena del crimen del chico hacker en el que Marie Keller había sido encontrada, no tenían correlación, aun así... Esa chica termina involucrada de una manera u otra.

Uno de los hombres llamó su atención y lo hizo salir de su letargo, él había sido uno de los primeros en la escena del crimen de un caso de canibalismo, se había dado en un viejo chateau a las afueras de París, la nevera estaba llena de partes humanas y restos de comida, realmente no creía que tuviese que ver con lo que acababan de exponer según los cortes de los huesos parecía la técnica de un carnicero, además de que habían encontrados diversos tipos de hachas que estaban siendo analizadas en el laboratorio.

Expuso el caso y al finalizar la sala estuvo de acuerdo con él, no lo incluirían y sólo trabajarían con el del chico hacker, Ilam suspiró no podía creer que el sudes tuviese reunida la mejor inteligencia de Estados Unidos, Londres y París siguiéndolo. Cuando por fin pudo salir de la sala, se fue directo a su cubículo, tenía informes represados.

-Woods -Peter lo llamó haciendo que dejara nuevamente el papeleo -Un caso en el barrio Le Marais-Ilam hizo una mueca, quedaba en el barrio donde vivían sus padres.

No le respondió y salió a prisa, el deber llamaba, el camino fue silencioso, aunque el equipo no lo dijera en voz alta la tensión por hallar al sudes era palpable, incluso su padre estaba sumergido en el caso, ese año se jubilaría, pero solía decir que hasta que no lo encontrara no pensaba irse. Ilam se sonrió sabía que era solo una excusa para seguir en el trabajo, su madre le pedía desde hace años que descansaran para poder irse a un crucero por las Bermudas, pero su padre era un obsesivo en el tema de atrapar a los malos.

Se detuvieron en frente de la vieja casa de los Ferrec, había estado vacía durante cinco años, cuando ellos por vejez se fueron a un lugar de reposo en Atelier Dupont, Ilam movió su cabeza, no le gustaba la idea de ir a una escena de un lugar que le traía recuerdos de su infancia. Salieron del auto viendo la distintiva cinta amarilla rodear la propiedad, ya estaban los especialistas recogiendo la evidencia.

Se agachó ante la cinta de la entrada y llevó su mano a su nariz, había un hedor profundo, mezclado con guiso añejado, caminaron con su compañero por la casa hasta llegar al comedor, su sangre se heló cuando vió una escena como sacada de Hannibal Lecter, había un hombre con una lobotomía, su cerebro estaba expuesto y faltaba la mitad de él, por instinto llevó sus ojos a la mesa y en el plato con un delicado detalle se encontraban los restos.

Su estupor inicial menguó y comenzó a examinar el cadáver o algún indicio, su edad era similar a la de su padre e incluso le llamó la atención de que tenía un traje exactamente como el de él, preguntó a uno de los técnicos y pidió ver el rostro del hombre y uno de ellos accedió diciéndole que ha había fotografiado lo que necesitaban.

Cuando vio el rostro del hombre, sintió que toda su sangre bajó a sus pies sintiendo un escalofrío, era su padre, quedó mudo y fue su amigo quien le comenzó hablar como si escuchara ecos aislados, pronto se vio fuera del lugar, intentó regresar, pero lo detuvieron, automáticamente había quedado por fuera del caso al ser su padre el cadáver dentro de esa casa, forcejeó furioso, no podían dejarlo con esa única visión de él, no podían hacerle eso, debía saber quién era el malnacido que lo había asesinado.

-Nuevamente tiene que ver con el caso relacionado a la heredera Keller -Escuchó a un hombre a lo lejos y lo interceptó.

- ¿Qué dice la nota esta vez? -Habló furioso, pero el hombre no le respondió, comenzó a golpearlo con furia y lo alejaron entre varios policías.

Maldición, sentía como la ira lo consumía, nunca había imaginado llegar a la escena del crimen de su propio padre. Se quitó los hombres de encima, si sus compañeros no estaban dispuestos a darle respuestas, iría donde el hombre que lo había involucrado en todo: Beltram Schmidt.

Sus compañeros lo miraron con preocupación y ciertamente lastima cuando comenzó alejarse, no les dijo nada más, sabía que ellos cumplían su trabajo, pero ahora toda esa situación le importaba un carajo, tomó el auto y se aceleró, preguntas se agolpaban en su cabeza, su padre no merecía una muerte de esa categoría, había sido un hombre recto que había defendido la justicia por años, golpeó el volante, mientras llevaba al fondo el acelerador.

Divisó el imponente edificio del Grupo Keller, aparcó en la zona de invitados y después de mostrar su placa logró ingresar con facilidad, no era de extrañar que él estuviera en ese lugar, solían ir con su padre por asuntos relacionados con la heredera, aunque las últimas reuniones con esta no habían sido amistosas, estaba relacionada con una investigación aún abierta y que a su parecer ella tenía mucho que perder, insistía en ocultar cosas.

Esperó el ascensor, pero este se detuvo de forma abrupta al tiempo que la sirena contra incendios retumbó en el lugar, presionó los botones del ascensor esperando que alguno lo abriera, después de forcejear unos minutos por fin vio como las puertas se abrieron, la situación afuera no era mucho mejor, los rociadores estaban encendidos y las personas corrían de un lado a otro. Ilam sacó su arma instintivamente cuando escuchó disparos a lo lejos.

¿Qué estaba sucediendo en ese lugar? El caos era generalizado y los gritos se escuchaban de forma escalofriante seguido por disparos, el grupo Keller estaba siendo atacado.

...

Marie caminaba por los pasillos impolutos del hospital de la familia de Sebastien, estaba triste, después de ese suceso en Ginebra William no había querido volver a contestarle, no debía ser muy intuitiva para que ella supiera que él no deseaba volver a verla, hubiese querido que se lo dijera y no ese silencio que le comprimía su pecho.

Los últimos meses su insomnio había mejorado, incluso había comenzado a dormir esporádicamente en la cama sola, poco a poco ese tema comenzaba a ser más fácil para ella, aunque en ocasiones se levantaba con pesadillas, se sonrió levemente tal como le había dicho aquel anciano había personas que simplemente derribaban barreras sin que uno mismo se diera cuenta y eso había hecho William.

Apretó sus labios, quería aferrarse a él, no deseaba que William saliera de su vida era tonto lo sabía, finalmente no era como si tuviesen una relación de verdad, pero él le había dicho que la quería... ¿Significaba algo en especial? Para Marie aun sin esas palabras ella si lo hacía, William, era alguien muy importante en su vida, le quería, le quería tanto que le dolía mucho la situación en la que estaban ahora.

Apretó sus labios con ese peso en su pecho, no sabía qué hacer, él ya no deseaba verla. ¿Y si iba? ¿Si lo buscaba como había hecho meses atrás? Se detuvo frente a la puerta del consultorio de Sebastien sin saber qué respuesta darse, su lado fatalista el mismo que le dijo que no debía luchar por Thomas porque él no la amaba y que era mejor no obligarlo a tenerlo a su lado, le decía que no debía molestarlo, sin embargo, su parte persistente la misma que había surgido desde que conoció a William le decía que debía ir a implorar su perdón.

Sentía como si le hubiesen arrancado algo de su vida y ya la idea de venganza era irrisoria al lado de la realidad de perderlo, alguien tocó su hombro y ella se giró, Sebastien le sonrió, Marie no pudo hacerlo de vuelta, estaba preocupada y triste por William, por meses la idea de irse había sido su mayor anhelo, pero en ese instante que estaba a punto de lograrlo no quería dejarlo, deseaba estar con William, apretó en su pecho los libros que llevaba sintiendo nuevamente esa punzada.

Sebastien la invitó a entrar a su consultorio, soltó el aire minimizando un poco el estrés y Marie finalmente se sonrió levemente, aunque William seguía sin contestar sus llamados.

-Marie, siéntate. -La invitó a una de las sillas delante de su escritorio.

-Gracias, lamentó venir de manera sorpresiva.

-No te preocupes. ¿Te sientes mal?

-No, no me siento mal.

- ¿Seguiste mejor de tu insomnio?

- Si, William me recomendó un buen psiquiatra.

-Eras renuente a ellos -Se sonrió levemente.

-Lo era. -Dijo pensativa -Supongo que en algún momento se cambia de opinión. ¿Ustedes guardan algún tipo de registro de las veces que he venido?

-Si, lo tenemos, aunque como me has pedido tu historia clínica es reservado. Incluso aquella vez... Todo se maneja con discreción.

Marie asintió, quería creer que era así, pero no, ese hombre sabía todo lo que había ocurrido con Gerard, lo ventilaría y todo ese drama sería la comidilla de la prensa, soltó el aire contrariada, odiaba que su intimidad se viese expuesta, a la única persona con la que no se sentía incómoda era con William, él sabía cuán patética era y aun así... Apretó sus labios, la venganza no se sentía linda cuando en el proceso se perdía algo preciado.

-Venía a entregarte estos libros. Gracias -Sebastien asintió y los puso a un costado.

- ¿Te fueron de utilidad?

-Realmente no ayudaron en mi insomnio, ahora tengo vasto conocimiento cardíaco que nunca utilizaré -Le sonrió y Sébastien asintió. -Igualmente te agradezco tus consejos, los he practicado.

Sébastien le sonrió, era un hombre realmente agradable nada que ver con François LeBlanc que era un engreído que sentía que los demás eran escoria, por un momento pensó en ese último y sus sentimientos hacia él, lentamente todo eso había sido pisoteado, ver su firma en esos papeles había aumentado su desdén, confió en él, creyó que de verdad François deseaba mediar y no crear una cortina de humo para beneficiar a su padre, pero lo hizo y en ese instante sentía mucha rabia con él.

Además, según le había dicho Aiden había estado investigándola, después de que sufriera un raro accidente de auto en días pasados, realmente no creyó que él cayera tan bajo, no solo incumple su palabra, sino que en ese instante sospechaba que ella había tenido que ver con su accidente, se sintió estúpida por haber intentado creer que su amistad había al menos terminado en buenos términos, odiaba sentir esa leve punzada hacía él cuando lo pensaba.

-Sébastien me voy, no quito más de tu preciado tiempo -Marie se levantó. -pero he de agradecer el tiempo que has sacado para mí.

-Gracias por la visita -Respondió Sebastien mirando su localizador. -Marie cuídate -Le dijo él levantándose de la silla al verla pararse.

-Lo haré -Caminando hacia la puerta, Sebastien la abrió por ella y ambos caminaron por el pasillo.

-¿Aún sigues estudiando coreano? -Preguntó Sebastien.

-Si, incluso tuve una confusión con el idioma, hace un tiempo alguien me dijo que era de la provincia de Yandong y yo entendí algo subido de tono, fue realmente vergonzoso.


Sébastien rió con soltura.


- ¿No será que eres algo mal pensada?

Ella lo miró.

-Umm, no lo sé quizás, fue una mala partida del idioma. -Dijo ella girándose y viendo de frente a François quien la miró brevemente, pero luego se concentró en Sébastien.

François estaba en una silla de ruedas y una de sus piernas estaba con un yeso móvil, aparte de eso su ropa y su peinado se encontraba impecable como era costumbre en él, a su lado estaba Rebecca Bracho, con un vestido azul índigo con un cinturón dorado, era una mujer alta y con porte, juntos parecían salidos de una casa de muñecas.

Marie miró a Sebastien y luego a ellos, quedaron en un silencio que ella misma rompió saludando.

-Buenas tardes -Dijo ceremonial.

-Buenas tardes -dijo François seco y luego se dirigió a Sébastien.

Marie intercambió un par de palabras con el médico y finalmente se despidieron, comenzó a caminar para alejarse, pero era inevitable no sentir la necesidad de vomitarle todo a François en su cara, era tonto que la investigara cuando era su propio padre él que era el cerebro de toda la porquería qué en ese instante ella vivía

-François, me enteré que me investiga y no solo a mí, creo que debería dejar de perder el tiempo con personas que no le dirán más allá de lo obvio a veces las respuestas están en las narices mientras se husmea en asuntos que no le corresponden.

François la miró asombrado y Marie lo miró parca, esa situación no la tenía con rabia, pero deseaba dejar todo claro, eso de verlo y fingir que no sabía lo que hacía a sus espaldas no iba con ella, tal como él lo hacía.

-Qué curioso que sea usted señorita Keller quien asevere tal cosa cuando también está interesada en asuntos de los LeBlanc- Contestó miss Bracho en lugar de François y Marie alzó su mirada a ella.

-Por supuesto que me interesan los asuntos de la Petrolera cuando llevo encima un problema que el niño mimado de papá no logró arreglar, aunque había hecho un acuerdo previo. - Le respondió a ella ya que François solo guardaba silencio. Miss Bracho se sonrió y asintió, al parecer había entendido su punto.

-Marie Elizabeth -Esta vez François se atrevió hablar - ¿Todo este drama por algo tan insignificante? -


¿Insignificante? Marie esta vez sintió un dejo de rabia, tal como ella lo veía en ese instante no era sin importancia, sentía que había algo más grande que no entendía o quizás solo se hacía ideas, pero el solo hecho de perder a su madre por cuenta de Jacques LeBlanc había hecho todo ese asunto personal.

-Yo puedo imaginar que no es una inocente búsqueda de antecedentes, pero realmente no es algo que quiera discutir a profundidad, con sólo verlo puedo imaginar a qué va todo esto, sólo le puedo decir que en mí no encontrarán la respuesta a su dilema, no soy alguien que se vaya por las ramas -Realmente si estuviera interesada en hacerles daño lo haría de frente, así que sin más que decir, asintió y luego miró a Sébastien - Nos vemos en otra oportunidad.


Escuchó una risa melodiosa, proveniente de miss Bracho, realmente no sentía que hubiese dicho algo gracioso, pero quizás para ella sí.


-Sí, señorita Bracho, la situación es cómica si se le mira desde fuera.

-Como evidentemente lo hace usted- Miss Bracho le sonrió.


Marie meditó en sus palabras, tenía un punto, ¿quizás ella estaba juzgándolos? No, las acciones de François dejaban mucho que decir- habla de niños mimados y no se mira al espejo, se jacta de conocer qué pasa en el mundo y poco conoce, definitivamente hablar en desconocimiento es bastante chistoso.


-Quizás usted tenga razón, quizá no, pero ni yo estoy dispuesta a darle explicaciones y usted a escucharlas.

-Exacto señorita Keller no me interesa nada que tenga que ver con usted y me gustaría mucho si dejase de hostigar a François, en este momento no se encuentra en condiciones de responder a sus instigaciones, como puede apreciar se encuentra en convalecencia, las cosas de la petrolera puede hablarlas con la persona encargada ¿no le parece? Bien me han dicho que el tacto no es lo suyo, pero ya va siendo hora que alguien se lo diga- Supuestamente él era la persona a cargo y lo único que hizo fue hundirla sin poder cumplir su palabra.

Miss Bracho la miró fijamente y Marie suspiró las personas solían decirle que no tenía tacto y solía ofender, realmente no era como si pensara mucho en eso, François tenía el pie enyesado no la boca, no estaba al borde de la muerte o algo por el estilo como para que ella no le pudiese decir que perdía su tiempo investigándola.

-¿En serio la tengo que seguir escuchando? -Rebecca Bracho habló molesta ante lo que le había dicho.

-Señorita Bracho es usted algo dramática, relájese -Miro a Sébastien y le asintió lista para retirarse y la volvió a mirar.

-Mire insulsa- Su tono era hostil y Marie abrió sus ojos levemente sorprendida- no le permito que se refiera a mí de esa manera, creo no haberle dado la confianza para suministrarme adjetivos, -Marie ladeó su cabeza, bueno ella creyó que como ella se había atrevido a hacerlo la última vez, había cierta confianza-lo único que le pedí de forma civilizada es que deje de hostigar a François en su período de convalecencia, evidentemente usted no conoce de civilidad, no planeo rebajarme a sus formas, pero como vuelva a decirme de esa manera o de otra no respondo de mí, así que cállese.

Marie la miró en silencio y cuando iba a responderle lo que había pensado con anterioridad: que era solo un pie roto, nada del otro mundo, François habló molesto como si intuyera que ella iba a responderle, le pedía que se callada, su rostro normalmente apacible estaba tintado de rabia y fastidio.

-No necesitamos escuchar más cosas le pido que respete a Rebecca, no entiendo por qué insiste en hablarnos. -Marie creía que se trataba de una conversación, no era como si ella la forzara -Hace mucho le dejé claro quién es Rebecca en mi vida y no voy a permitir que siga con comentarios sin contexto -Esta vez abrió su boca incrédula, no valía la pena decirle nada, aunque en el fondo le doliera reconocerlo François LeBlanc no dejaba de serlo, era sólo un déspota, imbécil que bien podría estar inmiscuido en todo.

Se alejó de ese lugar, intentó confiar en ese hombre, intentó darle una oportunidad por todo lo que sentía, pero no valía la pena, no valía la pena esperar algo diferente a lo que había recibido, llevó una mano en su pecho, había algo que le dolía levemente, algo que no sabía describir, pero que en el momento que él le habló comenzó a punzar.

Espero el ascensor y cuando las puertas se abrieron vio cómo dos personas salieron de éste, reconoció a Phillipe y le asintió, lo acompañaba una mujer tenía el cabello rojo y ojos verdes, está la miró de arriba hacia abajo con una risa burlona, Marie la observó unos instantes la había visto en algún lugar, pero no lograba recordar dónde.

-¿Disculpe señorita nos conocemos? -Hablo en francés

La mujer arqueó las cejas y miró a Phillipe.

-¿Me está hablando?

Phillip asintió y Marie volvió a hablarle esta vez en español

-Le preguntaba si nos conocíamos de algún lado. - Edna le sonrió como quien tiene un secreto.

-No, pero hemos compartido algo muy preciado. -Hizo una pausa-Y sinceramente no me explico aún la razón.

-No entiendo que podríamos tener en común -Le dijo esta vez Marie curiosa.

Edna rió de forma estruendosa.

-Estamos de acuerdo en eso- volvió a mirarla de los pies a la cabeza- evidentemente no tenemos nada en común.

Marie la miro en silencio sus palabras sonaban extrañas, había mencionado que compartían algo preciado, no podría tratarse de Phillipe su hermano, era tan solo un niño, la otra persona preciada que tenía era William, repaso los ojos de la mujer, eran verdes y su cabello rojo, ¿podría tratarse de la pelirroja con bucles con la que había salido William? Apostó a su suerte.

-Ah ya veo usted se acostaba con William y ¿su comentario acaso era para insultarme? -Respondió sin un ápice de rabia, realmente no había entendido que quería decirle.

Edna rió y tomó de gancho a Philipe

-¿Recuerdas el piso? -Dijo la mujer y Phillipe asintió, Marie se giró y reanudó su marcha era evidente que la ignoraba, sin embargo, antes de retirarse la mujer la volvió a mirar. - ¿Acostaba? -la miró Pícara y siguió su camino.

Finalmente, Marie se quedó sola en el ascensor, confiaba en William tanto que si lo hiciera él se lo hubiese dicho, finalmente habían acordado estar en una fantasía, el tema de fidelidad no se basaba tanto en que no tuviese sexo con otras, para ella se trataba más de poder hablar ese tema con naturalidad sin secretos y bueno, aunque por mucho tiempo había creído que todo se trataba de una mentira, si lo pensaba detenidamente William le había demostrado que intentaba ir en serio.

La visitaba con frecuencia, se preocupaba por que fuese al psiquiatra, incluso en una ocasión le contestó todo cariñoso y le dijo que la quería... Cosa que Thomas nunca le dijo mientras estuvieron juntos, solo se lo dijo esa noche en la isla y realmente no entendía por qué lo hacía tanto tiempo después.

Finalmente, las puertas del ascensor se abrieron y caminó hacia a el auto, esta vez sus pensamientos vagaron hacia William nuevamente, hijueputa no sabía qué hacer, había complicado todo a tal punto que sentía que ya no era solo ir a colarse en su oficina, su mirada antes de salir de esa sala de juntas había sido diciente.

Suspiró y otro tema llegó a su mente, en ese instante se sentía realmente confusa respecto a las amenazas que la habían acompañado por meses, todo el asunto del acoso era algo que para ella ya no tenía sentido incluso la tarjeta que le había llegado la noche anterior, se suponía que ya no tenían motivos para acosarla, si no eran ellos, había otro jugador en la mesa.

Las puertas se abrieron y caminó al exterior, esperaba no tener que volver aquel lugar, los hospitales la aburrían a muerte. Uno de sus guardas abrió la puerta del auto, ella entró en silencio, toda esa rutina la asfixiaba quería dimitir como hace unos meses le había dicho a William, irse y dejar demostrar a los demás algo que no le interesaba.

Después de 20 minutos divisó el edificio del Grupo, abrió la puerta sin esperar a su guarda y sin prestarle atención a su alrededor fue hasta su oficina, entró pensativa, alzó su vista y vio a Beltram en una de las sillas.

-Señorita, disculpe mi atrevimiento, pero dado que usted no ha querido verme me tome el derecho de entrar.

-No entiendo qué quiere escuchar de mí lo que le dije hace dos días en aquella oficina creo que fue claro y conciso.

-Quiero que escuche de forma atenta.

-Lo siento, realmente no quiero hacerlo, ya no me interesa escucharle. Si me disculpa tengo cosas que hacer.

Ella se sentó en su escritorio sin prestarle atención y comenzó a leer los documentos que tenía ahí, Beltram la miraba en silencio.

-Señorita, he tenido que hacer cosas para intentar ayudarla.

-¿Ayudarme? -Suspiró incrédula, ahora quería engañarla nuevamente.

-Yo le traeré evidencias de lo que afirmó -Marie alzó su cabeza y lo miró en silencio.

Bajó su mirada nuevamente, una persona en la que había confiado ahora era un total extraño, suspiró y dejó de prestarle atención, era difícil, aquello de confiar en alguien qué la había engañado, quizás por eso extrañaba a William, creía firmemente que él no le mentía.

Alzó su mirada y vio que Beltram se había marchado, dejó lo qué hacía y cerró sus ojos, quiso salir de ese lugar, estaba asqueada de todo eso. La puerta sonó y seguidamente entró Adam.

-Señorita llegaron los documentos que esperaba. -Marie recibió el paquete.

-¿Nadie sabe sobre esto?

-No, tal como usted pidió lo recogí personalmente.

Marie asintió y le pidió que se marchara, había logrado obtener con un antiguo empleado información de Waters Corporation, si no de otras empresas fantasmas en las que estaban involucrados tanto su padre con él señor Jacques, incluso Heinz. 

Apretó sus labios, no salía de un lío para meterse en otro más grande, si Jacques LeBlanc se daba cuenta que no solo estaba metiendo sus narices en eso, sino que además lo que le había dado era una farsa antes de que lo pudiese emplear... No, ya estaba metida en problemas y completamente sola, no quería involucrar más a Aiden, ni Crystal y William... Él ya había decidido dejarla primero, aunque una parte estuviera en negación y pensara que sería una cosa de días.

Guardó el paquete en una caja fuerte secreta dentro de la oficina y sacó la llave que días atrás le había dado Landon, la apretó, no había podido hacer lo que William le había dicho aún la tenía en su poder. ¿Cerró sus ojos, tenía una sensación extraña en su pecho, inició cuando William salió furioso de la oficina, dejándole claro que la odiaba, luego ese maldito encuentro con François, maldición es que acaso ese hombre importaba? Desde luego que no.

A ella le había importado el François que se había inventado en su cabeza, uno diferente, no ese que la había engañado, para jugarle sucio en los negocios, simplemente odiaba pensar que la engañó eso de ser amigos y que podrían ayudarse, ella había sido tan ingenua.

Se levantó del escritorio debía salir de ese lugar, las cuatro paredes solo comenzaban a agobiarla, se sentía extraña y molesta. Escondió la llave en su cartera, sabía exactamente a donde ir, para guardarla no podía tenerla más tiempo en la oficina.

Como era costumbre los guardas de seguridad no se despegaron de ella, pidió que la llevaran al cementerio y en cuanto llegó sabía dónde dirigirse y en ese momento sí les pidió que se quedaran en la entrada, se detuvo frente a la tumba de Edith Piaf, la cantante favorita de su madre, suspiró y decidió meter la llave en el florero en mármol que tenía pegado a la cabecera, así que la metió en una pequeña caja impermeable y la sumergió.

Sea lo que tuviese el lugar que abría la llave estaría en el anonimato por siempre, no le extrañaba que su padre le hubiese dejado una caja pandora, porque, aunque se la había dado Landon, en la nota que le habían dejado, le exponía que había sido un pedido de su padre, que la guardaran hasta que llegara el momento. No soportaba más las sorpresas de las que era heredera por parte de él.

Estuvo unos minutos ahí parada hasta que llegó una horda de fans que la hizo salir del lugar de inmediato. Entró al auto y se dirigió al hotel en donde se hospedaba, entró saludando al portero y se fue directamente hacia su habitación, sus guardas quedaron en la entrada ella les dijo que por el momento descansaría y no saldría más, sacó su móvil mientras se dirigía a la habitación, no tenía ninguna llamada de William, ni mensaje, era una ilusa que aguardaba en el fondo la esperanza de que le hablaría.

Marie abrió la puerta de su suite, dejó los zapatos a un costado y tiró la tarjeta en una de las mesas de la entrada, dio una palmada y las luces se encendieron, dejó escapar un leve grito al ver a Heinz sentado en uno de los sillones.

-Te tardaste cariño -Dijo levantándose y caminando hasta ella - Te he esperado por largo tiempo -Le comenzó a acariciar su rostro, pero ella retrocedió, mirándolo en silencio -Fuiste una chica muy mala en nuestra reunión en Ginebra, mira qué mandarme a callar.

-Fuera de mi habitación -Dijo autoritaria-

-Shiff -Le puso un dedo en su boca -Relájate sé que eres algo temperamental, pero hoy quiero que me escuches y quizás que disfrutes algo si quieres al final.

-¿Cree que eso me va a detener en echarlo de mi habitación? -Heinz llevó su mano a sus labios y los acaricio, mientras ella se separó bruscamente.

-No lo sé, pero quisiera comprobarlo, sin embargo, antes quisiera que habláramos, esto no tiene por qué terminar mal. -Marie lo miró con mala cara y el hombre se fue a minibar y sacó el whisky -Muy buen gusto, supongo que es el licor de mi querido amigo Will -Marie apretó los labios, porque ciertamente mantenía abastecido con ese licor por él, aunque no solía quedarse mucho en suite, ella era la que iba con más frecuencia a Londres.

-¿Qué quiere decirme? -Él le hizo un ademán invitándola a sentar, pero ella no se movió

-Muchas cosas podría decirte-Miró la copa de licor y la medio pensativo -Yo puedo ayudarte a salir de toda esta basura en la que estas, como pudiste ver a William le importas una mierda, en cambio yo podría hacer muchas cosas por ti, claro con mis condiciones, una de ellas es que me pidas perdón por cómo me trataste en la reunión, sabes cómo desmoralizar a un hombre.

-No, gracias no necesito nada de usted -Heinz se levantó y se acercó con ferocidad a ella.

-No eres nada más que una puta qué se cree demasiado para los demás, estas con William, es una prueba suficiente de lo que digo, porque todas son putas para él aparte de su adorada señora...

-Váyase, -Lo interrumpió- no quiero recibir nada de usted.

-Marie, en el fondo creo que eres una chica inteligente, solo es un pequeño intercambio que nos conviene a los dos.

-Que se largue -Marie esta vez gritó y Heinz alzó sus manos y se sonrió burlón.

-Te arrepentirás, mi pequeña fresa -le guiño un ojo y salió de la habitación.


Marie lo observó irse y se tiró al sillón cansada, debía asumir sus actos, quería venganza y en cuanto Jacques metiera esa USB en algún ordenador con acceso a la nube, podrían tener acceso a información vital y tenerlo en sus manos, perder a William con el tiempo dejaría de doler, eso esperaba, porque en ese instante estaba muy triste.


El sonido de uno de sus celulares alertó, de forma ingenua pensó que se trataba de William, pero en cambio escuchó la voz de Aiden:


-Lizzy, debemos buscar la manera en que salgas de París. -Marie tragó saliva, ese era otro pendiente, hubiese querido, dejar el Grupo con Nial, pero Jacques LeBlanc había echado todos sus planes abajo, además Pauline… Debía llamarla, pero no sabía qué decirle. -¿Lizzy?

-Si, estoy acá, ¿qué día sería? 

-Lo más pronto, no me digas que aun quieres que te pase algo para que el grupo se desestabilice.

-Sería bueno… No lo niego, pero Phillipe… Él se preocuparía. -Respondió pensativa,

-Bueno, estás siendo razonable… Entonces, te explicaré el plan, debemos actuar antes que te lastimen.

-Está bien, déjame organizo unos pendientes y te confirmo.

-Marie, no podemos perder tiempo.

-No lo haré… Adiós Aiden, nos vemos pronto.


Marie tiró el celular en el bolso y decidió salir de ese lugar, quería entrenar y dejar de pensar, no quería hacerlo más, deseaba arrancarse a William de su cabeza y no sentirse de esa manera tan miserable, era su salida, por un lado, podría tomar información valiosa, por otro lado… Era estúpida esa lógica, pero si para ellos lo había hecho también como para incluirla con eso ella saldría del radar, su tonta actuación la haría ver como una cabeza hueca.


Dar unos cuantos golpes le harían calmarse, olvidar, deseaba eso, sería lo único que le ayudaría una vez estuviera lejos, así que estuvo largo rato ocupada en sus patadas y cada uno de los ejercicios que Oliver le había enseñado con anterioridad.


No pudo evitar recordar que el día que irrumpió en aquella sala de juntas, también había hecho lo mismo, con la diferencia de que Jacques LeBlanc la había visitado, según él para aclarar el malentendido de horas antes, no era idiota, no había sido una actuación por parte de ese hombre, era muy real que deseaba lo peor para ella.


Sintió más rabia y dio otro puño cuando recordó sus palabras malintencionadas sobre ayudarla, incluso cuando… Cuando le dijo que William la había utilizado todo ese tiempo y que la había dejado por verse descubierto, la rabia había crecido a raudales, no lo creyó.


Pero aun así la habían lastimado las palabras de ese hombre, sentía que William no era mentiroso, no la había usado y eso hizo que diera golpe tras golpe al saco, Jacques solo quería manipularla con ese cuento de su promesa con Jean Claude e incluso su madre, pero lo que la colmó fue cuando le dijo que su madre había sido amante de él.


Quiso golpearlo por dañar la memoria de su madre, ella sabía que a pesar de que su padre era un imbécil, ella lo amaba y lloraba por él de vez en cuando hasta que murió, su madre no era una mujer promiscua y menos a meterse con un hombre como Jacques LeBlanc.



...

Terminaba uno de los informes de resort, si bien pensaba ese día en la junta presentar su dimisión, no se sentía capaz de dejar su obligaciones sin terminar, deseaba dejar todo en regla, aunque esos días no había estado muy bien, había llamado a William, pero seguía sin contestarle, a cambio había recibido otras visitas, no solo la de Heinz Hammer, sino de una mujer Italiana muy bien vestida que insistía en serle de ayuda, se había presentado como la líder de una importante mafia italiana y que su padre había sido alguien muy importante en su organización y por eso tenía tal compromiso.

Además, Jacques LeBlanc, había vuelto insistiéndole sobre esas tonterías de que quería cuidarla y ayudarla, en esa ocasión no se pudo resistir en golpearlo cuando insinuó que él y su madre habían tenido un tórrido romance, no le importaba que le dijeran puta, finalmente gozar de los placeres de sexo era algo que ella no descartaba, pero que lo hicieran con su madre la sacaba de casillas.

Notó que su móvil personal vibró y lo contestó de inmediato, se trataba de Aiden, no supo cómo se dió cuenta, pero sonaba realmente aterrado, le pedía que saliera del edificio porque algo estaba a punto de suceder, Marie suspiró Aiden era muy exagerado, sin embargo, decidió seguir su consejo.

Guardó todas sus cosas y revisó la caja fuerte por última vez, seguían los documentos ahí, así que se dispuso a salir de ese lugar cuando abrió la puerta se encontró con Pauline Tilman, se quedó helada no entendía qué estaba haciendo ella en ese lugar. Los ojos azules de Pauline se posaron en ella y le brindó una sonrisa, Marie por su lado le asintió y se sintió algo mal, debía ser sincera con ella, William no tenía ya una relación con ella, así que el asunto de asistir a su matrimonio no tenía caso.

Pauline la instó para que salieran que estaban justo sobre el tiempo, sin embargo, Marie no pudo contestarle, la sirena contra incendio sonó y el ambiente en el piso se tensó, por lo general solían hacer simulacros, así que el personal estaba entrenado para no entrar en pánico. Vio sonreír nerviosa a Pauline y Marie intentó calmarla, le expuso lo que las normas básicas de seguridad les indicaban en su momento: no usar el ascensor, mantener la calma y salir del lugar.

Pensó en lo que Aiden le había dicho, pero activar la alarma contra incendios no era algo que entrara entre los siniestros, quizás solo exageraba, se dirigían a la salida cuando uno de los guardas apareció ante ellas en el trayecto, lo agradeció profundamente, estaría más cómoda de saber que Pauline tendría protección, sabía lo mucho que William amaba a su hermana y si le sucedía algo realmente no se lo perdonaría. Se acordó que tenía papeles importantes que debía resguardar, si en verdad se trataba de un incendio, así que se despidió más tranquila de Pauline y se devolvió por las escaleras hacia el piso donde quedaba su oficina.

Al llegar notó que todos los empleados habían sido evacuados, se apresuró a su oficina, pero cuando entró llevó sus manos a su boca en un gesto de sorpresa, dentro había un hombre que buscaba por todos lados desbaratando todo a su alrededor, cuando la sintió se giró y se rió con aires de grandeza. Marie sin esperar a que se acercara comenzó a correr a lo que más podía, no podía ser descuidada y enfrentarse a un hombre que no solo era más grande que ella, sino que además tenía un arma de fuego.

Lentamente su pecho comenzó a bombear la sangre más rápido, su respiración se comenzó a entrecortar, la adrenalina comenzaba a invadir su cuerpo al sentir como ese hombre casi podía respirar en el cuello y como comenzaba a sentir pánico a pesar de que su vida no era un modelo, no quería morir y haría lo posible por evitarlo.

Abrió la puerta de las escaleras de emergencia cuando el tacón de su zapato le jugó una mala pasada haciéndola caer de bruces, sin darse tiempo se levantó casi que, al instante, por el tono de piel de su mano sabía que se la había lastimado, además había perdido sus zapatos y uno de sus pies comenzaba a hincharse, no dolía era extraño, como si todo pasara en cámara lenta,  sabía que debía salir de ese lugar.

Cuando logró entrar al piso de más abajo, salió esperanzada de encontrar a alguien, sin embargo, también estaba vació, había humo y no se podía ver nada, se giró cuando se dio cuenta que los rociadores de incendio comenzaron a funcionar, maldijo en silencio mientras buscaba una nueva salida. 

No caminó mucho cuando escuchó un disparo y luego un pequeño pinchazo, Marie se llevó una de sus manos ahí y noto como estaba llena de sangre, de forma violenta el hombre se acercó y la tiró al piso, comenzó a decirle cosas que no entendía, quedó tendida en el piso y le asestó otro disparo en su vientre.

-Jugar tiro al blanco será divertido -Susurró sardónico.

Marie se revolvió sintiendo como sus ojos se nublaban, todo comenzó a verse negro, sintió algo pesado en su pecho que no la dejaba respirar, abrió sus ojos con esfuerzo y se encontró con un par de ojos azules que la hacían sonreír.

-William. -Habló con voz débil haciendo un esfuerzo inútil por tocarlo.

Pero la imagen se hacía lejos y no lograba escuchar la respuesta, sentía que perdía el conocimiento, iba a morir y lo hacía de forma lenta, al parecer los disparos no habían sido en zonas vitales y era consciente que la sangre emanaba de ella, trayendo consigo un leve mareo y un fuerte dolor de cabeza.

A pesar de que ella deseaba concentrarse en su alrededor le era imposible, no pasó mucho tiempo al menos para Marie cuando tuvo mucha sed y que el aire le faltaba, tenía que hacer mucho esfuerzo para respirar y parecía que estuviera en un congelador, deseaba que la arroparan, pero no podía hablar. El desespero llegó junto con un miedo irracional, quería llorar, moverse, pero no podía.

Parecía que el fin llegaba para ella, cuando el miedo, la sed, el frío e incluso la dificultad para respirar se fueron… Ahora había mucha calma, tanta paz que creyó que era lo mejor… Ya no molestaría a William o pondría en peligro a su hermano o a Aiden… Quizás su pequeña existencia había llegado a su fin.

Llegamos al capítulo final de esta primera parte, muy pronto llegará la segunda, no olviden pasar a leer los libros de François LeBlanc en Dulce tentación y Azúcar amargo, que también confluye en este mundo que es bastante amplio.

Gracias por leer, ¡hasta la próxima!



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