DULCE TENTACIÓN CAPÍTULO 1: El ENCANTO DE MEDUSA

 



Madrid, agosto de 2014

Caminó por el salón atestado de personas con trajes de etiqueta, acomodó su blazer y echó otra ojeada buscando a Pauline, sabía que estaría en aquel cóctel, lo habían hablado con anterioridad y aunque ninguno de ellos dos era asiduo a ese tipo de eventos de caridad, el medio en el que se movían era indispensable mostrarse en esos lugares. No podía decir que lo hacía con sinceridad, era un ser hedonista y sumamente egoísta que francamente no le importaba la miseria del mundo, una verdad que no solía decir en voz alta, aunque no negaba, había cosas que eran mejor dejar en silencio pues, aunque muchos en ese salón pensaran de igual forma, jamás lo admitirían.

Observó una rubia cabellera a un costado de la sala, tenía un vestido color verde que resaltaba su esbelta y alta figura, su mirada estaba perdida en un punto indeterminado, se acercó con gracia y la llamó:

-Princesa – le habló besándole la mano derecha – Veo que una hermosa dama está dispuesta a gastar sus millones en niños con cáncer. – Pauline se giró a él y ensanchó su sonrisa estrechándolo entre sus brazos.

- ¡François! –Dijo cambiando su expresión y él le sonrió.

Pauline Tilman era una mujer especial en su vida, se trataba de una rubia de ojos azules y una expresión altiva propia de una londinense tradicionalista, la había conocido cuando tenía nueve años y después de rescatarla en una riña femenil se volvieron inseparables, ella y Sébastien eran personas en la que confiaba ciegamente, por eso cuando a Pauline le sucedía algo, él se daba cuenta de inmediato y en ese instante su rostro le decía que algo andaba mal.

-Te ves preocupada ¿Qué sucede? – Le preguntó temiendo su respuesta, si había algo que le sucediera a ella tenía nombre propio. Pauline lo miró desolada, aferrándose nuevamente a él y luego se retiró para mirarlo nuevamente a los ojos, François la miró con cariño esperando su respuesta.

-Ya lo sabes- Pauline agacho la cabeza – él está aquí, pero a la vez no está.

François suspiro, sabía que se refería a Matthew Shepard, quien era una constante en sus conversaciones, hacia un mes estaba así de mal por qué al parecer aquella mujer tenía a Matthew malhumorado y ahora porque estaban nuevamente cercanos, movió su cabeza, no lograría entender a su amiga respecto a ese hombre.

-Te dije que era tu oportunidad hace unos días ¿Acaso ya se arreglaron las cosas entre ellos? – Pauline torció los ojos.

-Me llevó a cenar con ella para preséntamela

-Oh vaya esto es serio, -La abrazó, sintiéndose un poco mal por ella– Y ¿qué tal? ¿Como te fue aquel día?

-No podía estar allí más tiempo viendo cómo se derrite con ella, es simplemente algo que está por fuera de mí- bajó la cabeza- ...Lo intento.- Volvió a mirarlo- Quiero que sea feliz, quiero que ella lo haga feliz, pero hay algo en ella que no me gusta y te juro que va más allá de mis celos, a veces lo trata como si fuera su muñeco, como si no le importara, como si se burlara de sus atenciones, pero él está ciego, sólo intenta regalarle el mundo.

Él la miró en silencio, verla en ese estado era triste para François, constantemente su amiga sufría cambios de humor debido a Shepard y en ese instante su rostro se veía decaído, por otro lado sentía curiosidad por aquella mujer, Pauline la había mencionado en diferentes oportunidades y era un tema que comenzaba a llamarle la atención quería saber quién era la mujer que había alterado al inalterable Matthew Shepard y lo tenía comiendo de su mano; lo cual era todo un idilio.

Pauline no dejaba de hablar de ella y de lo poco que decía parecía una mujer interesante, no perdía nada hablándole de hecho estaba curioso, conocería a la famosa mujer y quizás podría brindarle un poco de tranquilidad a su amiga.

-Déjamelo todo a mí, indagaré que intenciones tiene esa mujer. –dijo sonriendo

- ¿Qué vas a hacer?

-Hablar con ella –dijo relajado

-No quiero que ella sepa de mis sentimientos François, no confió en ella. Por favor, prométeme que sea lo que sea que le digas, jamás me dejarás en evidencia.

-No lo sabrá, no te pondría en evidencia, confía en mí.

-Lo hago, pero no confió en ella.

-Tan solo déjamelo a mí, no soy un novato, -Suspiró -Por eso te dije que aprovecharas tu oportunidad -Le repitió.

-No me gusta nada esa idea François. -Pauline le expuso con recelo.

- ¿Porque tanta desconfianza?

Pauline recordó su noche de jueves, Rebecca no iba particularmente despampanante, llevaba una falda veraniega larga y una blusa blanca sin nada de esplendor, pero aun así algo en su actitud la hacía ver de infarto, era como si llevara un aura de seducción inexplicable, toda esa situación le recordó un cuento que William solía leerle en su infancia se trataba del flautista de Hamelin, Rebecca no tenía ninguna flauta, pero Matthew la seguía como hipnotizado.

Pauline soltó el aire pesarosa, sin poder gesticular todos sus temores, no sabía si se trataba de desconfianza, pero ella no le había agradado nada, su agradecimiento por el gesto de las flores, no tenía nada de aquello, al contrario era sólo un muestrario de su vanidad.

-Ya no me hagas caso -Dijo finalmente – pero no es una idea que me guste, no puedo explicarte mis razones, no sin que me entiendas. Además, tienes una debilidad por las piernas torneadas.

-Mira las ventajas, si eso sucede tendrás a Matty –Bromeó riendo de buena gana, aunque en realidad no pensaba involucrarse con ella, ni con Shepard, no le gustaba estar en medio de ese tipo de situaciones.

- ¿A cambio de qué? ¿De qué termines involucrado con una mujer así? No, paso. Ya tengo suficiente con ese enamoramiento que te ha dado por decir que tienes por Marie Keller- François miró a Marie que estaba sentada a lo lejos y alzó sus cejas.

Era verdad que los últimos días había tenido diferencias con  Elizabeth, habían sucedido tantas cosas y Sébastien le había dicho que no había tal enamoramiento, pero él creía que Marie era la mujer ideal para asentarse, la amaba,  ella era diferente y en el fondo una chica tierna, pero tal como estaban las cosas en ese momento no sabía qué pensar, ella estaba tan alejada. Miró a Pauline no se atrevía a decirle todo aquello, sabía cuántas resistencias le tenía a Elizabeth.

-Tan solo bromeaba –Suspiro y era verdad lo que afirmaba, tal como lo había pensado con anterioridad, no pretendía meterse con la novia de Shepard, nada de mujeres comprometidas era su regla personal, no le gustaba quedar en medio de una relación.

- ¿Con el asunto de esa niña salvaje o de Rebecca? –Habló ella inquisitiva y él la miró saliendo de sus pensamientos.

-Qué más da princesa –Evadió el tema y se giró a ella - ¿Se llama Rebecca?

- ¿No te lo había dicho? – Frunció el ceño.

-No, por lo general hablas con adjetivos: esa mujer.

-Pues sí, así se llama Rebecca Bracho.

-Rebecca Bracho –Repitió en voz alta – Algo sonoro su nombre.

-Es de aquí, ya te lo había dicho.

-Si eso lo sé, ¿está aquí en este momento? –Se giró mirando alrededor.

-Ay no por favor, ni la invoques, con sus aires de grandeza capaz y opaca a los niños con cáncer. –Nuevamente apareció ante ella ese horrible recuerdo de sentirse miserable en la oficina de Matthew por causa de esa mujer.

François volvió a ver su expresión de tortura y ella bajó su mirada mientras él la miraba en silencio.

-Princesa, ¿cuándo le dirás lo que sientes? –Le dijo, aunque se arrepintió de sus palabras – yo creo que no es justo que sufras por él en silencio.

- ¿Yo? ...No... No podría hacerlo, no podría arriesgarme a perderlo además está ella, él muere por ella, respira sólo el aire que ella suelta.

Él la miró su rostro estaba triste era increíble qué esto sucediera desde hace más de 15 años y Shepard no se diera cuenta lastimándola inconscientemente.

-Tan solo pienso qué deberías ser más clara en cuanto a lo que sientes por él.

-No puedo imaginarme una vida sin Matthew, ha estado en todos los acontecimientos importantes de mi vida, ha sido mi constante, mi alma gemela, aunque él se niegue a verlo- Pauline bajo la cabeza y François tomó una de sus manos negando con su cabeza.

Matthew observó a Pauline con su amigo François LeBlanc un hombre bastante cercano en su vida, aunque ella lo negara siempre había pensado que terminaría casándose con él. Cuando estuvo a unos pasos de ellos dudó en acercarse, parecían absortos en su conversación, pero cuando la vio agachar su cabeza sus dudas se disiparon parecía triste y odiaba que alguien causara esa expresión.

-Monsieur LeBlanc- dijo Matthew con cierta reserva sin quitarle la vista a Pauline quien en ese momento dirigió sus ojos azules a él con un gesto de sorpresa en ellos. Quizás estuviera interrumpiendo un momento especial entre ellos, pero si no era el caso prefería hacerlo a que cualquier canalla francés la lastimara, su instinto protector predominó.

François se apresuró y le contestó, era mejor darle unos minutos a Pauline para que se repusiera.

-Monsieur Shepard, es un placer verlo. – Respondió en francés con su típica sonrisa social y he ahí el motivo de la mayoría de sus conversaciones, la alegría y la tristeza de Pauline. Él lo miró, pero también miraba a Pauline quien por arte de magia estaba relajada y su expresión era calma.

-No esperaba verlo por acá. – Contestó Matthew en un fluido francés.

- ¡Ay no! – Expresó Pauline – Me pierdo, dejen de hablar en francés y sean salomónicos hablemos en el lenguaje más bello, obviamente el inglés.

-No sabes cuánta controversia generaría tu comentario Pauline- La miró Matthew divertido, sin embargo, pronunció todas sus palabras en inglés como ella había pedido.

-Eso sólo lo dices por tu capricho de sólo hablar en inglés –Le dijo divertido François y Pauline asintió delicadamente.

Matthew no pudo escuchar su respuesta, a lo lejos la vio ingresar tomando de la mano a Edna, lucía hermosa, su vestido brillaba, pero lo hacía más ella, quería tocarla, sentir la suavidad de su piel entre sus dedos como lo había hecho el día anterior, pero la mesura lo obligó a quedarse en su puesto desviando la mirada hacia sus interlocutores mientras tragaba saliva.

François notó la mirada perdida de Matthew, era un hombre de mirada glacial y un demonio en los negocios, así que solo podía significar una cosa, había llegado la mujer misteriosa de la que hablaba Pauline, vio entrar a dos mujeres pero una le llamó la atención, tenía un vestido dorado de lentejuelas que resaltaba su figura, era alta y esbelta con un caminar elegante, su cabello era de color caramelo estaba recogido y dejaba ver plenamente su rostro, qué apenas podía divisar por la lejanía, ella debía ser Rebecca como la había nombrado Pauline, tenía un aura realmente atrayente, jugueteo con su anillo de forma sutil, sintiéndose nervioso de repente.

- ¿Aun sigues odiando Madrid? –Dijo François descuidado, sin percatarse qué Matthew seguía con ellos, aunque en ese instante su mirada estaba en otro lado.

Pauline le lanzó una mirada furiosa a François, sintiendo cómo el calor se instalaba en sus mejillas, cuando iba a contestar algo que no la comprometiera se percató que Matthew estaba observando a Rebecca, ella también lo miraba, ambos sostenían una conversación a base de miradas y un nudo en el estómago la ahogó, contuvo el llanto y miró a François suplicante mientras éste a su vez dirigía su propia mirada a Rebecca.

François miro a Pauline y después a Rebecca. Pauline estaba totalmente descompuesta, movió su cabeza, no podía negarlo aquella mujer era realmente bella y entendía un poco a Pauline, no podía permitir que ella siguiera con aquella expresión sabía que en lo que respecta a Matthew estaba sin defensas.

-Monsieur, Shepard he oído que donará un Rembrandt, ¿no cree usted que es algo excesivo? - Dijo en un tono más alto tratando de captar su atención, Matthew desvió la mirada nuevamente observando a François y algo distraído le contestó:

-No creo que sea excesivo, es verdad que me cuesta desprenderme de uno de mis juguetes, pero para otros implica la vida, además debo decir que fui persuadido a ello y un hombre nunca debe evitar satisfacer una petición como aquella- Matthew sonrió pícaro ante el recuerdo de Rebecca hablándole de cómo muchos tenían tanto y otros tan poco, le gustaba mucho su sentido social, volvió nuevamente a su mirada buscándola entre la multitud, pero no la encontró, eso lo hizo sentir un repentino vacío en su interior.

-Tiene usted razón, sin embargo, déjeme decirle que, aunque admiro su visión, debo admitir que no tengo un lado filantrópico, supongo que cada quien tiene alguien por quien dejarse persuadir –dijo François pensando en los pesados sermones de Marie, ella no entendía qué había personas simplemente tenía otro tipo de placeres y el suyo no consistía en salvar a cuanto desprotegido existía.

Matthew lo miró sonriendo, sintiéndose orgulloso de Rebecca, pero su sonrisa se borró al ver la mirada triste en los ojos turquesa de Pauline, suponía que el comentario de LeBlanc la había desencajado, acarició su mejilla y ella se detuvo en sus ojos.

-Un día también encontraras una persona que te haga sentir igual- le dijo a Pauline.

Pauline sintió su caricia y sus palabras como una espada filosa que la cercenaba, tragó saliva fuertemente y tomó la mano de François, necesitaba que la sacara de ahí, no podía verlos juntos sin sentir que todo se desmoronaba a su alrededor, se sentía mareada. François sintió su mano temblorosa, le recordaba los tiempos de niña cuando le pedía ayuda, le apretó con fuerza su mano y se dirigió a Shepard:

-Monsieur Shepard –dijo retirando a Pauline de su lado – si me disculpa le robo a Pauline un momento, tenemos un asunto pendiente.

-Por supuesto. – Matthew se sintió complacido quizás su comentario había alertado al hombre de lo hermosa que era Pauline y de su valor, algún día si François no se daba prisa llegaría un hombre que la cautivara y la perdería. Se sintió satisfecho de haber ayudado a Pauline y le guiño un ojo cómplice, mientras los veía alejarse.

François asintió a modo de despedida y caminó con Pauline hacia otra ala del salón, ella caminaba en silencio y su dolor lo hacía rabiar, este hombre debía estar muy enamorado para no darse cuenta cuánto ella sufría Pauline, sin embargo, no dejaría pasar la ocasión para divertirse.

-No te preocupes, me ocuparé de que puedas pasar la velada solo con él, no dejes pasar esta oportunidad.

Pauline a cambio lo miro pesarosa.

-Gracias... Es tan difícil- se mojó sus labios y miró al piso- ¿viste cómo la miraba?

-Si, vi cómo la miraba -Se sonrió, Rebecca definitivamente tenía a Shepard en las nubes

-Maldita bruja. -François rió.

-Señorita qué es esa expresión tan soez.

-Sí la conocieras me entenderías, lo es, hace que pierda mis modales, además si no me puedo expresar libremente contigo ¿con quién más lo hago?

-Sólo bromeaba princesa, sabes qué puedes decirme todas las groserías que quieras -Miró alrededor y buscó un lugar en donde se acomodó con ella -A simple vista no se ve una arpía, sin embargo, tendré en cuenta tus palabras. –Dijo escaneando el lugar buscando a Rebecca, pero no la pudo divisar

Pauline lo miró detenidamente.

-Esa mujer oculta algo, confía en mí, mi instinto me lo dice. No me gusta y definitivamente no quisiera que tú también caigas preso de sus encantos, dices que amas a Marie, -y ahora incluso eso sonaba bastante prometedor, nunca se imaginó sentir alivio de su declaración, no obstante, conocía a François y siempre terminaba involucrándose con mujeres fijándose únicamente en la apariencia de éstas, de manera que ese enamoramiento que sentía por la heredera Keller ya no le resultaba tan desafortunado. Pronto ese alivio se evaporó al recordar las condiciones que rodeaban a Matthew cuando empezó a entusiasmarse con esa mujer- pero Matt también adoraba a Claire cuando se encaprichó con ella.

-Caer en sus encantos - dijo pensativo -es verdad, es muy bella, - Tomando una de las copas de vino que el mesero acababa de servir– pero sabes que no me dejo impresionar fácilmente. -Hizo una mueca y lo dejó de lado, sabía horrible era realmente ordinario.

Con Annie Sophie la primera novia que tuvo había aprendido suficiente del tema, después de ella la belleza en una mujer había perdido relevancia había ángeles realmente malignos, ahora las mujeres que pasaban por su vida tenían algo, qué en algún momento le había llamado la atención independientemente qué tan bellas fuesen.

-No es sólo su belleza...- dijo volviéndose a él y poniendo sus manos sobre su pecho- Por favor, no vayas a cegarte ante su encanto de medusa, ella tiene algo, su manera de interactuar, su falsa seguridad. Tienes que creerme François, no quiero que te lastime también a ti- lo miró notablemente angustiada.

-No entiendo tu desconfianza, no es como si me fuese a enamorar de ella en una noche.

Hacía mucho que meditaba su situación con Elizabeth, no lograba descifrar qué sentía por ella aunque hasta hace unos meses estaba seguro qué era amor, ahora ni siquiera podía compartir con Pauline su preocupación, se giró hacia Marie estaba rodeada de empresarios sin embargo ella seguía con su rostro impasible, en ciertos momentos sentía que lo que ella le generaba un sentimiento fuerte y que ella seria la mujer que le hiciera dejar de lado otras mujeres, pero sentía que a veces se mentía a sí mismo, Elizabeth era importante por algo era alguien con quien compartía muchas cosas a parte de Pauline, pero François muy en el fondo sentía, así como le decía Sébastien qué con su actitud coqueta lo único que hacía era ella gustara de él, generándole falsas expectativas

Sin embargo, a parte de sus dudas con Elizabeth, no era como si una extraña como Rebecca Bracho lograra enamorarlo en una noche, eso era ridículo el amor a primera vista era sólo una muy buena excusa para tener sexo y realmente no utilizaba algo tan bajo para conseguirlo.

Pauline lo miró, pero evitó decirle algo más, no creía que se enamorara en una noche, de hecho a estas alturas dudaba que lo hubiera hecho alguna vez en su vida, ni siquiera de Annie, eso de andarle preguntando sobre qué era el amor le generaba esa desconfianza, después de todo alguien que hubiese amado alguna vez podría describir perfectamente de qué se trataba. Lo tomó de la mano y caminó con él en silencio hacía una de las mesas.

El evento comenzó Pauline y François estaban acomodados en una de las mesas del frente, él miraba donde se había sentado Marie, estaba al fondo con empresarios en su mayoría extranjeros, después simplemente miró a Pauline y escuchó al maestro de ceremonias:

-En esta tarde comenzamos la puja con una noche en la suite real en el Hotel cinco estrellas Ritz de dos dormitorios, con magníficas vistas panorámicas al museo del Prado.

François movió el anillo que tenía en su dedo corazón, mientras escuchaba a ese hombre hablar de una suite con cama King como lo mejor del mundo, preguntaba quién daba más mientras él no podía evitar sentir que podía hacer mejores cosas con su tiempo.

En la parte trasera del recinto un hombre levantó su paleta queriendo asegurar la suite, el maestro de ceremonias indujo a que otras personas aumentaran el monto, varias personas intentaban adquirirla. Mientras tanto Pauline intentaba localizar a Matthew quien no se encontraba en el salón, se dio cuenta que Rebecca si estaba, de manera que no se encontraba con ella, ¿dónde podría estar? Mientras pensaba eso, la puja seguía llegando a un monto de 20000 euros.

Pauline y François suspiraron aburridos, apáticos observaron cómo subastaban obras de arte, viajes y costosas primeras ediciones de libros. La cara de François se parecía a la de Pauline, cercana al tedio. Hasta que algo llamó la atención de François.

-Ahora sigue algo muy especial donado por la señorita Keller, un Carlsson C-25, de edición limitada, cuando sacaron este auto solo salieron 25 modelos al público, así que su valor es único. – François se enderezó, le había mentido aún tenía el auto, era realmente perversa jugarle una broma de ese tipo.

-900.000 euros- gritó François con su mano en alto mientras el auditorio quedó en total silencio. Pauline le tomó la mano y lo empujó al asiento, mientras veía a una Marie asombrada por el sobresalto de François.

-Fran, siéntate, la estás asustando. Y a mí también. – Él la miró y se sentó tratando de calmarse un poco, guardando la compostura, sin embargo, otra persona se levantó a pujar por el auto.

Así que él inició una contienda acérrima por el auto, no pensaba perderlo, su colección no estaría completa sin esa pieza, aunque en realidad después llegaría otra joya automovilística y le pasaría exactamente lo mismo, coleccionar autos era un hobbie que se tomaba en serio, así que no podía evitar mirar con rencor a su oponente cada vez que subía el precio, incluso Pauline sonrió a la creciente audiencia que los miraba asombrados, suspirando se levantó de su asiento y le susurró al oído tratando de calmarlo

-Cálmate galán, no es bueno perder la cabeza por un juguete, recuerda que ante todo eres un hombre de negocios, bien sabes que tu agente lo puede conseguir a un menor precio y que odiamos la caridad. A menos que te importe tanto por ser de ella.

No se trataba de la caridad o Marie Elizabeth, Pauline a veces no lograba entenderlo, se trataba de su colección, ese auto tenía un algo especial, era la membresía y acceso a beneficios exclusivos, así que le dejó claro a su amiga que no se trataba de un vestido de diseñador en un tono despectivo, quizás algo cruel pero, era una pieza importante en su garaje, algo que Pauline no lograría saber.

A pesar que François era todo un caballero como ella le había dicho, en el tema de los autos y las motos era algo que no dejaba pasar fácilmente, desde que inició su colección en miniatura y cuando su abuelo le regaló su auto clásico aquello comenzó a ser algo importante en su vida.

Pauline lo miró airada y se sentó dejando que hiciera cuanto quisiera con sus millones, al fin y al cabo en nada afectarían sus finanzas. François había perdido la cabeza por completo, además no sabía nada de diseñadores, los vestidos eran verdaderas piezas únicas, de ese auto habían 25 versiones, un vestido con tantas copias ya no era de diseñador ni mucho menos exclusivo, pensó en irse y dejarlo solo con su demencia, pero luego recordó que él la había rescatado de su miseria una hora antes y observó resignada su estupidez. Al ver que nadie más ofrecía debido al súbito incremento de François el maestro de ceremonias no tuvo más remedio que decir: 

-Vendido –azotando al tiempo un mazo –

Sonrió triunfal hasta que un mensaje de Marie Elizabeth le llegó a su móvil, se burlaba de él y no pudo evitar sentirse irritado y algo vengativo, según Pauline jamás podría hacerle algo a Marie Elizabeth que le importara y en parte no podría negar eso, Elizabeth era la mujer más desprendida que conocía, incluso sus enojos no duraban más de cinco minutos, se sentía muy timado por esa mujer, sobre todo por la mirada que su amiga le daba en ese momento, había caído en un tonto juego.

François vio que Pauline dejó de mirarlo algo llamó su atención.

- Mira al parecer por fin van a subastar algo bueno, -dijo emocionada- es el vestido de Alexander McQueen que tuve que donar, gánalo para mí, te pago lo que inviertas, no quiero perderlo.

Quiso provocar a Pauline un poco, diciéndole que ganaría el vestido pero sacaría ganancia cobrándole a ella el triple, a veces tener ese tipo de discusiones con su amiga lo divertían, incluso cuando le dijo que ese acto era mezquino incluso para un egoísta como él, lo que le hizo aún más gracia, estaban en medio de su discusión, escuchaba como su amiga creía indignas a todas las mujeres del lugar para tener su vestido, así que mientras él debatía su argumento, una voz conocida dio una jugosa oferta, era Matthew Shepard acto seguido el mazo retumbó en el recinto anunciando que estaba vendido.

Pauline y François se quedaron atónitos, ella se sintió levemente molesta, miró hacia atrás buscándolo, le sonrió triunfal, eso aumentó su enfado, había entendido casi siempre el proceder de Matthew y lo había apoyado, pero no en esta ocasión, él sabía lo que significaban cada uno de sus vestidos y pese a eso lo había comprado para seguramente obsequiárselo a Rebecca, eso realmente era cruel. Volvió su mirada hacia François quien se encogió de hombros. 

-No entiendo por qué es tan mezquino.

-No te preocupes, se lo quitaré a golpes –dijo bromeando simulando una pelea con sus puños –

Pauline le hizo un puchero. -Descuida no vale ni tus golpes, definitivamente ha perdido la cabeza por esa mujer.

Se quedaron en silencio y el anfitrión comenzó a hablar de nuevo; se trataba de su cuadro, uno que había causado sensación años atrás, lo había nombrado fin del mundo, se trataba de un par de amantes mirándose de frente, estaban de picnic en la torre Eiffel y a lo lejos se veía una explosión nuclear pintado a la sanguina, una de sus técnicas predilectas, un amigo lo había visto y le pidió exponerlo en el Carnavalet, le habían pedido una exposición completa, pero François LeBlanc no era un hombre que hiciera las cosas por obligación y no convertiría el pintar algo que disfrutaba demasiado, en algo vulgar como trabajo.

Comenzó la puja mientras escuchaba a su amiga que hablaba sobre su talento, recordó que su primer cuadro a la sanguina lo había hecho a los 10 años, muchos de sus familiares habían quedado maravillados y él mismo sabía que tenía talento, sólo que cuando reconocía sus capacidades las personas solían decirle lo que su amiga en ese momento, que era un egocéntrico. François sentía que era tonto no reconocer las fortalezas propias, eso sí, no le gustaba fanfarronear sobre lo que no tenía, le parecía de mal gusto, pero él no tenía la culpa de ser bueno en muchas áreas de su vida y trabajar por ellas. Por eso a pesar de haber nacido en una familia adinerada, jamás se había conformado con eso, utilizó su instinto en los negocios para obtener su propio dinero, primero modelando y luego con su primera pasión antes que el arte: la cocina.

El cuadro fue vendido y ni él ni Pauline se dieron cuenta de la persona que lo adquirió, seguían enfrascados en su conversación, ellos eran tan parecidos y diferentes a la vez que incluso cuando no estaban de acuerdo en algo terminaban llegando a puntos seguros, amaba a esa chica, aunque él sabía lo difícil que podría llegar a ser. Por ejemplo, en el tema de sus relaciones amorosas, amaba a Pauline, pero debía reconocer que su elección en materia de hombres era desastrosa y no era porque su historial amoroso fuese largo, sólo estaba su hermano con quien se había relacionado de manera intima, pero a pesar de ser su sangre debía decir que con tantos hombres había sido su peor elección,

Solía culparlo por eso, pero el sólo le había dicho que debía expandir sus horizontes, finalmente, aunque no se lo dijera a grandes voces, era evidente que Shepard solo la veía como una hermana menor, simplemente su amiga seguía enceguecida con ese hombre esperanzada en que en algún momento las cosas cambiaran, aunque tenía pretendientes como Lord Hamilton un millonario londinense insistía que no se veía con nadie más.

Evito decirle sus oscuros pensamientos, lo último que deseaba era lastimarla, por eso cuando el tema se fue sobre el comprador misterioso no dudó en centrarse en eso, había sentido algo de curiosidad, sin embargo, no era algo que lo agobiara, finalmente si lo había llevado a subastar era porque en el fondo deseaba deshacerse de él, estaba inspirado en alguien que de alguna manera deseaba erradicar de su vida y si al tiempo le generaba ganancia a alguien más, pues le parecía un negocio redondo como los que solía cerrar.

La teoría de Pauline era que Elizabeth lo había adquirido, algo que sería extraño a pesar de que era una mujer que había crecido cerca al arte, con una abuela bailarina y una madre pintora excepcional, todo ese asunto le era indiferente, era una mujer del tipo racional y con afición por materias de corte científico, así que al saber esas cosas de ella lo descartó y miró a Pietro Bonicelli un experto en sanguina y oleo acompañado de un grupo de hombres expertos en arte, los más probables interesados en su obra.

-A mí me ha sorprendido que no se haya acercado a saludarnos. -Pauline añadió a proposito de Marie sacándolo de sus pensamientos. -No creo que esté molesta conmigo ¿verdad? - lo miró a los ojos algo contrariada.

François le sonrió y negó, la excuso diciendo que cuando estaba en modo negocios solía ser distante y que en ese momento debía estar siendo agobiada con una cita a ciegas, al parecer eso distrajo a su amiga, no era capaz de confesarle los últimos acontecimientos con ella y los malos momentos que habían tenido, aun seguía sin saber cómo sentirse al respecto.

- ¿Cómo permite algo así? -Pauline le preguntó sobre Elizabeth, - Es cierto lo que te dije de mis padres y lo mucho que me asfixian, pero aún no se han permitido elegirme una pareja. Actualmente se prevé una fusión con KNC, no sé si has oído hablar de ello, pero es mi hermano quien se está encargando del asunto.

-Por eso mismo, el padre de Marie era un hombre mordaz, astuto logró fusionar muchas empresas a su grupo, ella tiene esa carga sobre si, hace pocos meses la prensa publicó el rumor de que estaba comprometida con un empresario alemán, solo querían mover un poco las acciones, pues la posible fusión de las empresas generó un caos. Y precisamente no son sus padres los que buscan su mejor opción son las aves rapaces que creen que por medio de ella podrán llegar al Grupo Keller, n o sé cuánto tiempo más puede durar en esa situación -dijo visiblemente nervioso-

-Los negocios me parecen una película de terror, hay villanos, fichas de ajedrez, dinero y hambre de poder. Agradezco que esa carga no resida sobre mis hombros, sino que éste en los de William.

-He ahí su envidia, sé que no quiere llevar en sus hombros esa responsabilidad –dijo nostálgico-

Recordó la noche que ella pasó en la mansión LeBlanc, como la encontró dormida en el sofá mientras llamaba a su madre en sueños, a pesar de que se mostraba fuerte frente a los demás, solo era una chiquilla.

-Bueno, a mí me toca una posición más cómoda sólo porque William es el mayor, mientras que Philippe es sólo un niño.

-Tienes razón 

En ese momento comenzaron a subir un grupo de mujeres al estrado, entre ellas, las mujeres que Mathew había visto horas antes, desde esta perspectiva creo que no será tan difícil hablar con ella - se dijo Françoise mirando a la mujer del vestido dorado, se veía incomoda el estar ahí mismo y eso le llamó la atención, incrementando su curiosidad de hablar con ella ya que no se veía como una calculadora medusa como la etiquetó Pauline, a quien consideraba exagerada respecto a cualquier mujer que se le acercara a Matthew, como la vez que le envió una caja de chocolate con laxantes a una enamorada de el en su adolescencia.

-What's that slapper doing on stage? -dijo Pauline profundamente irritada, en un acento demasiado formal para el insulto que había proferido

-Umm... ¿Por qué es bella y puede conseguir algunos euros para la beneficencia? –dijo divertido

Pauline le lanzó una mirada mordaz, en este momento sentía que lo odiaba, de repente se estaba poniendo del lado de esa mujer

-Ves, no has hablado con ella y ya te tiene justo como a todos los pendejos que la conocen. Francamente no sé qué le ven, es absolutamente corriente, ni siquiera tiene clase.

-Cálmate –dijo totalmente sereno – tienes que reconocer que no es corriente, lo de la clase lo comprobaré cuando hable con ella, no debes estar ciega ante tus enemigos, es un error que no se perdona a la hora de hacer negocios

Quizás François tuviera la razón, pero a ella le costaba ver a esa mujer de otra manera, por mucho que la miraba no entendía por qué tenía a Matthew tan cautivado, él nunca había sido especialmente fiel con sus amantes, incluso de Claire se cansó, pero con ella era diferente, François no podía comprenderla, ella sabía que había estado loco por Rebecca desde antes de incluso conocerla, ¿cómo podía ser eso posible? ¿Cómo podía haber creado todo un programa para darle cabida en el canal?

Todo era absurdo y sentía rabia, rabia de no despertar ni siquiera la mitad de esos sentimientos en Matthew, aunque lo conocía desde que era una niña.

-Eres igual que todos François, sólo un hombre... Sólo ves sus curvas y su cara de mustia.

-Tienes razón, soy un hombre, pero no te equivoques, a mi lado he tenido mujeres maravillosas, sin embargo, otras un tanto arpías, así que si puedo deleitar mi vista, mientras tanto no le veo el problema.

-Sólo te fijas en los bajos instintos, ¡qué primariedad! Sabes nunca he comprendido cómo los hombres pueden amar a una mujer y en el proceso desear otras.

-Ahí si te equivocas, el deseo por lo general para mí incluye otro tipo de cosas, y... a pesar de que la mujer es una belleza sería descortés desearla, por lo menos sin antes hablar con ella. Y por lo de primario creo que eso si debe estar bien ligado al deseo o si no sería tan satisfactorio

-Lo haces, aunque te resistas a aceptarlo, lo veo en tu mirada y en las respuestas que me has dado sobre ella- Pauline desvió la mirada irritada, sintió el deseo de pararse, pero se negaba a cederle también a su amigo a Rebecca. -Lo entiendo, entiendo que amas a Marie, pero te veo deleitarte con Rebecca como lo haces con tus juguetes. Sólo espero François que recuerdes que ella oculta algo.

- ¡Momento!, sabes que tengo tres placeres mundanos en mi vida, el arte, el buen vino y la comida y los autos, porque estés irritada no permito que te metas con ellos.

Pauline alzó las cejas, no quería discutir con François, ahora mismo él estaba tan irritado como ella, pero tampoco le gustaba estar presenciando su evidente negación

- Te gusta- Dijo secamente- La miras de la misma manera que lo haces con una copa de Sauvignon Blanc

-Sí, es bella cualquier hombre estaría loco si dijera lo contrario, pero eso no quiere decir que me vea en un Château con un perro y varios pequeños, deja de ser tan celosa que ella nunca podría reemplazarte –así como quizá lo haría con Marie, pensó fugazmente – Pauline le acarició la mejilla

-Sé que puede parecer que estoy celosa- bajo la mirada por un breve momento, luego volvió a mirarlo a los ojos. -pero no es eso, simplemente tengo miedo- desvió la mirada hacia el escenario y estudio a Rebecca- no quiero que te deslumbre, no quiero que sufras más de lo que haces ahora. Marie no oculta nada, es tan transparente, tan angelical, en cambio de ella no puedo decir lo mismo, Rebecca es siniestra.

-Marie oculta más de lo que crees, sin embargo, no me importa estar a tientas en esa oscuridad, Rebecca es refrescante y sólo diré eso de ella, sácame de ese preconcepto de que estaré hoy en su cama – le dijo ya cansado de su falta de confianza – No creo que ella lo quiera... -dijo dándose cuenta de su comentario y la probabilidad de que Matthew si lo estuviera –

Pauline suspiró, la respuesta de François en lugar de brindarle calma la aterrorizaba, lo acababa de decir, no se metería en su cama sólo porque Rebecca no quisiera. No quiso contestarle nada, él estaba en completa negación. Volvió a mirar a Rebecca la observó desafiante.

François observó a Pauline quien miraba a Rebecca con rabia, no le gustaba de discutir sobre sus gustos y conquistas con nadie sobre todo con Pauline, si bien era verdad que quería a Marie también era cierto que ella no podría entender su posición, al igual que él, Pauline podría tratar de conocer mejor su alrededor y no fijándose necesariamente en títulos nobiliarios y un para siempre, por el contrario quería permanecer "casta" frente a los ojos de un hombre que la veía como su hermana menor.

Ambos quedaron con esa molestia en el aire, no solía enfadarse con Pauline, pero no lo había podido evitar, se giró hacia el maestro de ceremonias y vio como una serie de mujeres subieron a la tarima desde donde el hombre había estado dirigiendo la subasta, los ojos de François se fueron hacia el cuerpo curvilíneo de Rebecca Bracho, si mejor se concentraría en ganar la subasta.

El maestro de ceremonias comenzó a presentar a la primer mujer, una modelo de Victoria Secret, que vendieron por 2.000 euros, seguida por una diseñadora española, mujeres nada despreciables, pero que no eran de su interés, deseaba que llegara el turno de Rebecca Bracho, sentía algo inexplicable cada vez que sus ojos se posaban ella. Pauline no dejaba de hablarle de la diseñadora y de lo buena que era, no sin antes aprovechar a despotricar de Rebecca e incluso de él, la miró contrariado cuando le dijo de manera directa que él no tenía gusto, definitivamente su amiga estaba pasando límites.

No pudo evitar soltarle herido las cosas que el mismo le había regalado y que a ella le habían encantado, para ser un hombre sin gusto, no la miró se concentró en la tarima, de verdad ambos estaban demasiado exaltados y ahí estaban como un par de críos, discutiendo por nimiedades, sintió que Pauline le tomó su mano y él se giró hacía ella.

-Mon petit -dijo en francés, volviendo en seguida a su idioma- no digo que no tengas gusto de forma general, sólo en la singularidad de la alta costura, sé que no es de tu interés, pero ya sabes que ese es mi único hobbie.

-No te preocupes -Habló suavizando su rostro, le era imposible enojarse con esa mujer mucho tiempo- y espero invitarte a lugar la próxima vez, a ver si expandes tus hobbies –dijo mirándola con cariño –

Ambos estuvieron en un cómodo silencio escuchando las ofertas que hacían por Edna, Pauline aún no le había soltado la mano quería sentirlo cerca, a veces su amistad era muy extraña, era con la única persona con quien se insultaba sin tener ningún problema mayor. François a su vez apretó la mano de su amiga mientras esbozaba una sonrisa, era su amigo desde hacía mucho y aunque a veces le hacía rabiar, sabía que eso pasaba por que finalmente eran muy parecidos.

Finalmente, la diseñadora fue vendida y bajó del escenario dejando solamente a dos participantes más, Rebecca Bracho y una actriz reconocida, François se acomodó en su asiento escuchando atento al hombre:

-Ahora caballeros, sé que muchos estarán de acuerdo conmigo cuando digo que la siguiente de estas jóvenes solteras es una mujer de armas tomar, es una periodista que recientemente ganó el premio de periodismo Rey de España y es la anfitriona de uno de los programas insignias de la reconocida cadena KNC, como muchos ya sabrán estoy hablando de la talentosísima ¡Rebecca Bracho! –dijo el subastador con entusiasmo.

Miró fijamente a Rebecca, preparándose para comenzar la oferta, vio como puso los ojos en blanco ante lo que había dicho el presentador y nuevamente la curiosidad comenzó a golpear su mente, no entendía por qué esa mujer le hacía sentir tan extraño y aún no había cruzado palabra con ella, una mueca en el rostro de Rebecca Bracho se dibujó mientras el subastador iniciaba la puja, deseaba conocer a esa mujer tan misteriosa.

François alzó su paleta iniciando la puja con 10.000 euros, no tardó Shepard en hacer los mismo, notó la mirada angustiada de Pauline sobre él, sin embargo, no se detuvo, por el contrario, él sonrió antes y antes de volver alzar su mano, un hombre rubio con esmoquin alzó su paleta.

-20.000 –dijo este último mirando a sus contendores –

-25.000 –respondió François divertido mirándola a ella – Un hombre mayor, se levantó

-30.000 –dijo con acento –

-35. 000- nuevamente se escuchó la voz de Shepard.

François observó cómo Rebecca lucía visiblemente incomoda ante su mirada, esto lo hizo sonreír, entre más la miraba más sentía la necesidad de hablar con ella y saber la razón por la cual Pauline sentía tanto temor de esa mujer. Los otros hombres insistieron en subir sus apuestas excepto Matthew había dejado de hacerlo por alguna razón que ni Pauline ni François terminaba de comprender. Pauline se giró y lo miró curiosa ¿iba a permitir que la mujer con la que estaba tuviera una cena con otro? Al parecer si y lucía una mirada tranquila mientras lo hacía.

Pauline se volvió a François quien lucía una mirada esperanzadora y una sonrisa triunfal, esto la hizo suspirar, ahora no sólo tenía que preocuparse por Matthew sino también por su mejor amigo. Dejó de mirarlo y volvió la vista al frente, Rebecca estaba ahí con ese vestido dorado que muy a su pesar resaltaba sus rasgos y se veía contrariada por estar en esa situación, sin embargo, no sintió pena por ella, al contrario, disfrutaba un poco su miseria.

A pesar de que Shepard, desistió antes de lo que creía y el juego no había sido divertido, al menos era uno menos, pensó François, lo cual lo acercaba un poco más a su objetivo y eso lo tenía totalmente emocionado, algo apático alzó la paleta, el juego había acabado, era momento de quedarse a solas con Rebecca, sólo había empezado con sumas menores para hacer más divertido el asunto, pero sin Shepard no había por qué seguir dilatando más el asunto.

-200.000 – Espetó sin entusiasmo y esperando que nadie más contrastará su oferta.

El maestro de ceremonias verificó que nadie más estuviera dispuesto a aumentar el monto, al preguntar varias veces, de esa manera dejaba claro que era François quien disfrutaría de un tiempo a solas con la señorita Bracho. Mientras éste hablaba, Pauline llevó uno de sus nudillos a su boca y lo mordió con fuerza ahogando un grito, quería salir corriendo de allí, no soportaba la presencia de Rebecca y cómo todo tendía a girar alrededor suyo, de pronto el miedo que llevaba experimentando toda la noche se hizo más grande. François se volteó hacia ella y advirtió lo que le ocurría y dijo:

- ¿Que sucede Ma Cherie? Creí que querías pasar el resto de la velada con Shepard –se acercó a ella. Pauline lo miró a los ojos luciendo atormentada.

- ¿Estás absolutamente seguro que tu interés es sólo ayudarme? - Ella negó con la cabeza sin siquiera esperar una respuesta de su parte.

-No voy a negar que quiero acercarme a ella y no es sólo por ayudarte, sin embargo, no olvides que aquí está Elizabeth y créeme que no quiero arruinar las cosas con ella, y menos después de lo que hice -Respondió mirándola conversar a lo lejos con unos empresarios

- ¿Qué hiciste? - Expresó de pronto Pauline olvidándose por completo de Rebecca y de Matthew y centrándose sólo en la mirada atormentada de François al observar a Marie.

- ¡Cálmate! la gente nos mira - le susurró al oído -Sólo... -aun dudoso de decírselo.

-Estoy calmada- dijo entre dientes Pauline.

François tragó saliva y miró nuevamente a Marie, quien esta vez cruzó su mirada con él brindándole una leve sonrisa.

-No sé si te acuerdes de Gerhard, no sé cómo, pero anunció que ella era su prometida, y yo... Simplemente no pude soportarlo, nunca lo he tolerado y simplemente lo golpee, eso la enojó mucho, me dijo que no me metiera en sus asuntos y aunque ahora estamos bien, créeme que no quiero hacer otra cosa que la lastime -dijo por fin vencido ante Pauline.

Pauline tomó sus manos entre las suyas, siendo consciente que no podía abrazarlo en público, no de la forma en que ambos lo necesitaban al menos, en esa ligera caricia que le brindó puso todo de sí para reconfortarlo. En realidad había imaginado algo peor, quizás más similar a las cosas que continuamente tenía que soportar al lado de Matt, pero desde luego no se trataba de otras mujeres, su amigo sería incapaz de hacer una canallada de ese tipo, se trataba de un acto heroico y justiciero, como cuando había corrido a rescatarla de esa gigantona que hurtó su muñeca Barbie, sin embargo no todas las mujeres estaban tan dispuesta como ella a ser damiselas en peligro, habían unas como Marie que sólo querían hacer las cosas a su manera y François tendría que lidiar con eso.

François se encontraba tan absorto en lo que le acaba de compartir a Pauline, que tuvo que ser llamado personalmente por uno de los camareros para anunciarle que podía reunirse con la Señorita Bracho. Él se enderezó y vio como Rebecca había descendido del escenario y estaba ubicada en una de las mesas, mientras que las otras voluntarias se encontraban hablando en otras mesas alrededor.

-Ma Cherie, es todo tuyo, no desperdicies la oportunidad de estar a su lado - Brindándole una sonrisa que le hacía resaltar sus encantos

Caminó con decisión hacia la mesa en donde ella estaba, se encontraba absorta mirando a la nada, sin embargo, le parecía como si analizara hasta el más mínimo detalle del lugar, la observó unos instantes antes de acercarse, su postura era perfecta y podía ver elegancia en ella, Pauline podía verla con ojos de mujer celosa, pero él podía darse cuenta que ella no era una mujer ordinaria tenía clase y elegancia, su cabello más de cerca era de un color caramelo, de perfil su nariz era respingada y hacía juego con sus voluptuosos labios, su piel era blanca y tersa hacía juego con el vestido dorado que ostentaba. François tragó saliva, jamás se había sentido tan intimidado por una mujer, movió su anillo y con una de sus grandes sonrisas llegó hasta ella saludándola:

-Mademoiselle, es un placer tener la oportunidad de hablar con un usted -diciéndole esto último en un fluido inglés, como era su costumbre al hablar con un extranjero.

Ella no dijo nada, sólo lo miraba mientras el volvió a sonreírle, necesitaba una copa de vino, así que ante ese creciente silencio alzó su mano y llamó un camarero, pidiendo un Vega Sicilia, tenía la garganta seca, pero no sabía si era por la mujer de ojos cafés que seguía en un mutismo abismal o era su organismo. En cuanto el camarero asintió y se retiró, François volvió su vista hacia la Señorita Bracho y le dijo a ésta:

-Pedí una botella de vino, espero no le moleste - le habló en inglés.

-Sé francés señor LeBlanc no tiene que traducirme-La escucho replicar con molestia y el no pudo evitar mirarla con expectación.

-Siento ofenderla, no fue mi intención - respondió en francés- solo es mi costumbre en extranjero hablar en inglés, un mal hábito que tengo gracias a los negocios- mirándola fijamente.

Intentó explicarse, si algo sabía por su experiencia es que el inglés era un idioma universal, realmente no pretendía ofenderla de entrada, pero, aunque veía sus ojos casi fulminarlo no pudo evitar mirarla detenidamente, eran de un café precioso tenía largas pestañas y notó que no llevaba casi maquillaje lo que resaltaba la frescura de su rostro, ella... Era diferente y uno lograba evitar sentirse....

-El problema no es que hable en inglés o en el idioma que mejor le parezca, el problema es que crea que una mujer como yo no sabe hablar francés.

-Creo que he cometido un error y es algo no puedo remediar, sin embargo he tenido muchos deseos de hablar con usted esta noche y es por esto que me atreví entrar en la subasta -dijo con una sonrisa encantadora, si antes deseaba hablarle, ahora sentía más deseo de hacerlo, pudo recordar un poco a Marie y sonrió al pensar que últimamente sus encantos no eran suficientes con este tipo de mujer - Así, que déjeme empezar de nuevo François LeBlanc -dijo tomando su mano delicadamente y profiriendo le un leve beso en esta.

La sintió moverse incómoda ante su acto y realmente molesta de forma delicada retiró su mano, tenía grandes resistencias hacia él, algo que nunca le había sucedido, otra cosa que sumaba a su curiosidad, no podía descifrar a la mujer que tenía frente a él y eso sé que consideraba un excelente negociante que lograba descifrar secretos de su interlocutor.

Rebecca Bracho lo miró, ella se había limitado a callar, quizás era una forma de mostrarle cuan asqueada estaba de esa cita y no era para menos él la había comprado, además de que había sido totalmente impertinente, él volvió su vista sobre ella, seguía sentada como si fuese la misma reina de Inglaterra con su cabeza en alto, algo que no se veía en cualquier mujer.

No podía dejar de mirarla, su rostro le era tan familiar, ese par de ojos cafés los había visto en otro lado, se acomodó en el asiento, repasando mentalmente el lugar en donde la había visto, Pauline le había dicho que trabajaba en KNC, movió uno de sus anillos con sus dedos y sus ojos brillaron ante el recuerdo. Fue en aquella cena hacía tres años cuando Shepard aún vivía en París, se acordaba del episodio porque Claire había brindado tremendo espectáculo, Rebecca era la periodista que cubría la guerra en Irak, tenía una camisa de botones y su cabello recogido de forma desaliñada, pero había visto la misma fuerza que en ese instante sentía con ella en traje de gala.

-Ahora que la miro detenidamente, la recuerdo usted estuvo en Irak -mirando de repente a la mesa donde Pauline y Shepard estaban, ahora acompañados de Marie - Así que de eso se trataba todo -dijo para sí, mientras se llevaba su copa de vino a su boca sin dejar de mirarla.

-Todo el mundo sabe que estuve en Irak- Rebecca respondió apática.

El recordó que ese día la había visto por coincidencia cuando Shepard veía las noticias en su móvil, bueno al menos eso había pensado, pero él de seguro no estaba interesado en la guerra que se gestaba en Irak, sino por la mujer que daba el reportaje, obviamente eso ultimo no se lo diría a ella, François movió su copa y alzó su mirada hacía ella, la vio mirar de reojo nuevamente hacia la mesa del fondo en donde estaba Shepard, él estaba haciéndole una confidencia y ella lo ignoraba.

-Es una lástima, -François le dijo sin dejar de observarla. - quisiera conocer un poco más de la mujer que vi en aquel entonces, sin embargo, veo que usted solo me honra con su presencia ya que su mente vaga en otro lugar. -Ella se volvió y lo miró de nuevo.

-No entiendo de qué me habla.

Él sonrió y tuvo la impresión que si esa mujer era una gran obsesión para Shepard, el sentimiento era mutuo y lo peor de todo era que ella no se daba cuenta.

-Es evidente que usted no quiere estar a mi lado -dijo sonriendo- créame, no quiero importunarla solo véalo como la oportunidad de conocer a otras personas y si aún se siente incómoda, tiene la libertad de retirarse, no acostumbro comprar el tiempo de una persona que no desee mi compañía, simplemente no creí que pudiera tener otra oportunidad esta noche.

Vio que relajó su rostro y aquello le gustó, ser sincero era algo que intentaba ser en cada una de sus interacciones y al parecer ella recibió su honestidad, porque en esta ocasión la vio tomar el tenedor y comer de forma relajada, detalló cada una de las expresiones que hizo al probar la comida al parecer le había gustado. Sonrió embelesado viéndola comer, cuando terminó de masticar y limpias su boca con delicadeza le habló:

-Tengo dos preguntas.

Finalmente se dirigió a él, François la miró atento ante lo que quería saber, quizás después ese primer momento desagradable entre ambos, podrían entenderse como adultos, además no podía negarse que deseaba escuchar más de tres palabras juntas de parte de ella, sin tantas resistencias. Así que la instó que le hablara

-La primera es ¿a qué se refería con eso de que me conoció por coincidencia?

Él le sonrió y le explico sin darle mayores detalles sobre un fan conocido, ese episodio había sucedido hacía tres años, lo recordó porque no podía negar que la mujer que vio en la pantalla había captado su atención, a pesar de la precariedad del lugar y su informalidad, esa mujer que tenía al frente desprendía algo que si bien no sabía si era el encanto de medusa como Pauline había insinuado, si lo tenía encantado.

Sus labios carnosos hicieron la forma de una o a modo de entendimiento sobre su historia, no pudo evitar mirarlos para volver a sus ojos, esperaba la segunda pregunta y así continuó con su melódica voz:

-La otra pregunta era por qué quería hablar conmigo.

-Desde que llegó la he sentido incómoda en la velada, quería hablar con una persona con este tipo de sentimientos hacia en este lugar, le puedo confesar que me encuentro en este aquí por formalismos, así que quería hablar con alguien con quien comparto el mismo sentimiento -dijo tomando su copa de vino y en ese momento el rostro de Rebecca Bracho se transformó, con esa mujer no podían mantener la marea calma.

- ¡Qué esnob es usted! - le dijo con desagrado y él alzó sus cejas- Perdió 200 mil euros señor LeBlanc, podría haberse subido al metro de París y haber tenido la misma experiencia. -Él la miraba estupefacto

-Evidentemente, no los he perdido, pude conocer una persona sumamente interesante - La miró con una sonrisa nostálgica- No tengo la oportunidad de que me digan Snob con esa expresión, creo que mi amigo tiene razón en admirarla -dijo mirando su comida aún intacta.

No podía negar que en el pasado Marie le había dicho lo mismo, pero escucharlo de una boca tan desafiante como la de Rebeca Bracho se sentía diferente, puso sus labios en una línea y la miró fijamente.

- ¡Qué irritante! Ahora le divierte, pues no era un cumplido, de hecho se trataba de todo lo contrario.

-Déjeme decirle, que usted no me divierte, -le dijo aduciendo que no se burlaba de ella.- creí que era la única en el podio con la que podría tener una conversación interesante, veo que tiene demasiados prejuicios para mi persona, aunque le reitero que no ha sido una pérdida de tiempo quisiera que dejara de estar a la defensiva, sin embargo, veo que no es posible, así que mejor me retiro -dijo arreglándose su traje - Fue un placer Mademoiselle Bracho.


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