La Heredera CAPÍTULO 42: Cambalache

 




París, marzo de 2015

Caminaba a prisa, esquivando personas tenía una de sus manos en su boca tratando de contener sus náuseas, todo lentamente comenzaba a dar vueltas y sabía que en pocos minutos devolvería la comida, el sabor amargo en su boca y su estómago revuelto se lo reafirmaba. No estaba funcionando, el malestar que había tenido en durante el día solo se acrecentaba, no podía seguir negando la realidad de sus sentimientos, de repente se tropezó con alguien, alzó su cabeza confundida.

-No esperaba verla en un lugar como este -Le dijo Bashar Hasbún, el empresario árabe que se empeñaba en joderle la vida y eso solo hizo que sus náuseas incrementaran, no le dijo nada e intentó seguir, pero él volvió a bloquearla.-Es realmente interesante, de alguna forma me resistía abandonar París -Ella lo miró sintiendo que no podía aguantar más -Hoy está algo callada.

Marie lo miró impotente e intentó seguir, no estaba para una charla maldición, pero él seguía ahí impidiendo su paso, así que finalmente fue inevitable, su cuerpo se arqueo y vomitó encima del hombre, volvió arquearse y esta vez cayó en los zapatos de Bashar, Marie estiró su mano y con el dorso del traje del hombre se limpió su boca ahora se sentía más relajada y menos mareada.

-Me encargaré de la tintorería -Marie le dijo al hombre y siguió hacia el lavado.

Se miró al espejo estaba pálida, no se veía muy bien, enjuagó su boca y lavó sus manos, no sabía que estaba pensando cuando bebió esa copa de whisky o bueno si, en William, ya era insostenible lo que sentía, después de salir del apartamento de Matthew había llegado al bar con Claire, la ex novia de Matthew, habían hablado unos instantes y aunque en ese momento había estado tranquila, esa opresión regresaba a su pecho y la hacía sentir extraña de vez en cuando.

Secó sus manos y volvió a la mesa pensativa, debía decirle, aunque eso implicara que tuviese que dejar de ver con él, sentía que era lo mejor.

-¿Qué pasó Fresa? ¿Estás bien?-Preguntó William cuando regresó a la mesa y ella apretó sus labios, era consciente que le preguntaba por su condición física, pero no pudo evitar bajar su mirada.

-Se ve pálida- Añadió Claire.

Ella alzó su cabeza y le echó la culpa al trago, lo cual era cierto, su baja tolerancia en ocasiones era ridícula, eso a la ex de Matthew le pareció tierno a ella tonto, teniendo en cuenta la cantidad de licor que había ingerido. Se acomodó en el asiento y tomo un poco de agua, en ese momento Bachar llegó hecho un desastre, alzó su mirada y detalló cómo el traje azul marino estaba cubierto con su vómito, no pudo evitar reír se veía realmente ridículo, él la miró con una expresión seria, pero con un brillo diferente en sus ojos.

Estiró su mano y le dio su tarjeta, pero ella no la recibió, tan solo lo miró fijamente, ¿qué estaba haciendo ahí? Ya le había dicho que le pagaría ese podrido traje, se giró a Claire y notó como ambos tuvieron un leve coqueteo. William como si hubiese regresado someramente de la tierra de Celduin, le habló por unos instantes y le dio un cheque, Marie lo vio confundida, estaba aún más raro que en el día, Claire por otro lado le decía lo guapo que le parecía Bashar, lo era físicamente, pero era una molestia para ella.

Se suponía que el proyecto de resort debía comenzar en ese mes, pero ese hombre había ocasionado caos, la firma que debía estar trabajando en ello se retiró y él se negaba a iniciar hasta no verla personalmente, así que cuando él le dijo que gustaba de ella solo la hizo sentir molesta, porque mezclaba los asuntos del trabajo con los personales.

Claire y William comenzaron hablar, mientras Marie se recostaba en la silla, bajó su mirada al plato y luego miro el lugar, siempre terminaba con esa fachada de empresaria ocupada que no era, eso solo le recordaba que estaba prisionera y aunque intentara zafarse de todo aquello sería una Keller en donde estuviera. Miró a William y a Claire, él tenía razón era un sol, pero ella era hielo, el hielo y el sol no eran compatibles, así como no lo eran aquella mujer tan carismática y ella que sólo podía ser desespero.

Miro el show en silencio, las mujeres bailaba con coquetería y eso la animó un poco, las miraba sonriente, en algún momento le gustaría intentar aquello, jugar a ser otra, una mujer común que baila para desconocidos, recordó la vez que fue dónde mujer del tubo, en uno de sus tantos entrenamientos nocturnos en el gimnasio de su entrenador -el baile de pole dance- había ido en secreto, por un momento quiso volver a intentarlo. 

Se lo dijo a William, pero él había vuelto a Celduin, él la miró un poco desconcertado y sólo acarició su mejilla con una expresión rara, aquello comprimió su pecho y tuvo deseos de llorar, lo había intentado, había intentaba quedarse a su lado sin que él supiera que le estaba queriendo, pero cuando la miró de esa forma... Sintió que no podía fingir que nada importaba, que él no le importaba

Ella le sonrió, se sentía miserable por irse por dejarlo, pero ponerse a llorar a su lado no era una opción, no deseaba ser una carga para él.

-Yo quiero ir a un lugar, no quiero pasar por grosera - se acercó a su oído - Pero necesito... Relajarme un poco - le dijo tomando su abrigo.

-¿Te vas? -Preguntó William.

Marie le sonrió nuevamente, aunque su garganta se sentía pesada, quizás la tristeza se dibujaba en su rostro, pero él no la veía o no le importaba, daba igual, era un precio que tenía que pagar por no seguir sus indicaciones y sentir cosas por él, en ese instante ella era la que no era buena compañía para él.

-Como quieras.- Respondió seco, distante y ella bajó su mirada.

Le dio una última mirada con sus ojos apagados tenía que alejarse un poco, él seguía lejano y sentía que había algo más que lo tenía así, pero en ese instante no podía controlar eso que la sobrepasaba y necesitaba ir a un lugar seguro.

Le dijo a Claire lo que pensaba, realmente era un sol, tenía una sonrisa y una fuerza única que ella no podía explicar, le dijo sincera que había sido agradable conocerla y finalmente se marchó debía repetirse así misma que solo era amabilidad, pero como tonta terminaba pensando demás. Simplemente quería un momento para pensar y ahí lo único que hacía era sentirse más miserable de alguna manera.

Llego al exterior y sintió el frío de la noche, paró un taxi y le dio la dirección del gimnasio, miro por la ventana absorta y esta vez no pudo reprimir sus lágrimas, su garganta ardía, por primera vez en el día el peso de lo que sentía la aplastaba, no sabía que era ella para William y la verdad no quería saberlo, en ese instante no quería pensar.

El auto se detuvo y ella entró al edificio hasta llegar al gimnasio, luego de cambiarse comenzó a realizar sus estiramientos, golpeo el saco con unas patadas dobles, pero eso solo la frustraba más, intentó dar puños con sus manos, de la misma forma seguía con esa impotencia mientras seguía llorando como una tonta.

Se sentó en la colcha y recogió sus pies, hundió su cabeza entre sus piernas y lloró sin restricciones, apretó sus puños y mientras sentía sus lágrimas mezclarse con su saliva, ahí estaba en ese lugar solitario llorando como una estúpida.

Después de unos minutos así, se levantó y limpió sus lágrimas dar golpes no estaba funcionando, quizás meses atrás hubiese sido un ejercicio estimulante, pero en ese instante sólo la hundía más, camino por los pasillos vacíos hasta que escucho la música en la sala de pole dance

-Volviste - le dijo la mujer - ¿vas a seguir? -Marie asintió.

Cerró sus ojos y pensó en la caricia de William por momentos se sentía como su pequeña hermana y aquello la hacía sentir extraña, no deseaba ser su hermana pequeña, se acercó al tubo y lo tomó haciendo un giro que le había visto hacer aquella mujer, luego hizo otro giro y la sensación de pesadez comenzó a esfumarse aquello le gustaba mucho, después de un momento quedó en el piso agitada, era mejor que dar puños a un saco.

Esta vez no quería complacer a nadie, solo a ella misma y sentir que podía experimentar otras cosas, volvió a levantarse, esta vez intentó poner sus pies por sobre la barra, pero la maniobra fue pobre y cayó de espaldas en el piso, se levantó y volvió a intentarlo la mujer miró su reloj y salió del lugar dejándola sola. 

Marie sin darse cuenta volvió a repetir el movimiento una y otra vez cayendo nuevamente, el tiempo pasó tan a prisa que no se dio cuenta en qué momento el lugar se había iluminado, miró su reloj eran casi las seis de la mañana.

Su respiración era agitada, se sentía cansada, pero esa opresión y ese sentimiento de la noche anterior estaban amortiguados, era verdad las personas eran pasajeras y muy a su pesar William también lo era. Se fue a duchar y al no encontrar un cambio, se puso la misma ropa de la noche anterior exceptuando por su ropa íntima, tomó su abrigo y su bolso.

Era mejor deshacerse de cualquier pensamiento íntimo con William, él solo era amable era hora de tomar las riendas de su vida, le diría todo se desharía de eso, aunque él la sacará de su vida, no podía seguir pretendiendo que nada importaba, antes de lograr llamarlo su móvil sonó y ella lo atendió.

-Señorita Keller, tanto tiempo.-la voz de Jacques LeBlanc sonó del otro lado.

-Señor Jacques.

-Quisiera reunirme con usted tengo algo urgente e ineludible, sé que han dicho que ha estado un poco indispuesta y por eso ha estado alejada de sus oficinas, pero créame que le interesa. La espero hoy en las oficinas LeBlanc.

Ella colgó el móvil meditando lo que haría, pensó en llamar a William y preguntarle sobre Jacques, pero desechó la idea, la noche anterior había estado raro. Aquel día en Londres con Caterina había sentido que ella era su preferida, ahora ese sentimiento comenzaba a desvanecerse y la hacía sentir triste, movió su cabeza, no lo haría, no quería que sus sentimientos lo agobiaran a él y mucho menos crear de aquella situación algo más grande de lo que era.

¿Pero qué era lo que realmente sentía por él? Se acuclilló en la entrada y sintió sus ojos humedecidos, le comenzaba a querer y por eso sus desplantes le entristecía, él comenzaba a afectarla, respiró tratando de contener las lágrimas ¿por qué le sucedía aquello? No quería querer a nadie, pero ahí estaba ese leve sentimiento que la hacía sentir mal.

Marie se levantó tomó su móvil y le marco a William, tenía que deshacerse de su pesadez dejar todo claro y dejar de depender de él, ya le había dicho que no confiara en nadie incluido él, así qué le diría todo y se despediría para siempre, tenía que ser fiel a lo que era, y no guardarse aquello.

-Hola Fresa.

-Hola William, quería saber si aún estás en la ciudad -Hablo, esta vez tranquila, caminando por la acera viendo la nieve caer.

-No Fresa estoy en Londres, por cierto hoy entreviste a tu equipo de seguridad.

-Ya me había olvidado de ellos - se sonrió levemente mientras llegaba a un cruce de carros.

-Yo no.

-Pensaba prescindir de ellos - suspiró y movió su cabeza, era momento de enfrentar las cosas y marcharse. Realmente no deseaba seguir como Marie Keller, la chica que andaba con guardas.

-Bajo ninguna circunstancia, tu padre si tuvo un hermano.

-¿Si? - dijo confundida - No sabía -Hizo una pausa - Quizás en Zúrich haya algo, debería ir ahí.

-No, espera a tu equipo ya te lo envié, no quiero que te muevas sin ellos. -Ella sonrió bajando su mirada.

-Peleo mejor que ellos - bromeó evitando el tema principal, el motivo por el cual lo había llamado.

-Los acabo de elegir yo personalmente, así que deja de decir mamadas.

No sabía que ocurría con ella y por qué en ese instante era difícil ser sincera, quizás porque en el fondo no veía a William como una persona pasajera, un pito de un auto la sacó de sus pensamientos, frenando justo delante de ella, lo miró unos instantes y luego continuó su camino.

-William -Dijo con su voz apagada.

-Marie.

-Lo siento,-apretó sus labios evitando que su voz se quebrara en esta ocasión, era más difícil de lo que había creído- creo que debo retractarme de mi palabra nuevamente. Tú fuiste claro en un inicio, sin embargo comienzo albergar sentimientos por ti, sabes que soy una desvergonzada y digo lo que pienso y siento porque simplemente creo que la vida no da segundas oportunidades en ciertos momentos - hizo una larga pausa, no sabía cómo seguir sin que el llanto no emergiera- No pretendo agobiarte con ellos, pero quiero que lo sepas, eres alguien que hizo mis días más agradables. Fue realmente lindo conocerte.

Se despidió, pero él ni siquiera hizo un acopio para despedirse de ella, lo sabía lo había fastidiado todo y ahora él la desechaba, Marie sonrió ante su silencio.

-William - habló nuevamente - No pienses demasiado en esto que te acabo de decir, todo es verdad, pero ya te dije que no te quiero agobiar con todo esto. Lamento malinterpretar tu amabilidad. Pero nada de eso cambia que piense que fue lindo conocerte. Adiós, William.-Nuevamente escucho sólo silencio, no le podía decir nada, aquello era evidente, no la quería en su vida.

Bajó su móvil y lo apago desbaratándolo lo tiró a un bote de basura, era mejor cortar contacto con él, quizás era lo mejor, se repetía de forma amarga, en el fondo había querido aferrarse, pero nada bueno salía de eso, algunos lo llamaban la maldición Keller, ella creía que tenía que ver con la ley de Murphy, sin embargo para ese momento ya nada importaba, el sabor amargo que tenía en su garganta era difícil de erradicar.

Respiró de forma pesada y abordó un taxi, sentía que su pecho se resquebrajaba, se maldijo por sentir, por enamorarse de él, de su calidez, del hombre que había aprendido a conocer, si tan solo se hubiese mantenido al margen, no pudo evitar soltar un sollozo y sintió la mirada del conductor por el retrovisor, pero no le importó, estaba triste y no deseaba ocultarlo.

El auto se detuvo en frente de las oficinas LeBlanc, ahora debía afrontar a ese hombre, esconderse era algo que no quería seguir haciendo, la recibieron con una sonrisa y la comenzaron a guiar hacia la sala de juntas en donde la esperaban. Marie entró en la sala vio al señor Jacques, Patrick Ucker, Heinz Hammer y ejecutivos de empresas reconocidas.

-Al parecer me llamaron para algo importante, pero resultó siendo una emboscada.

-Siéntese señorita Keller, lamento llamarla de forma tan abrupta, supe que estaba un poco indispuesta

Una mujer se le acercó con unas carpetas de colores y las depositó en la mesa.

-Ya le había dicho que mi posición es la misma, no vamos a retirar la demanda.

-No se trata de ese tema-la cortó tajante.

-Debería saber que puede confiar en mí, Marie-habló Jacques conciliador.

Ella lo miró sin expresión, sin embargo se sentía cansada y sabía que se le notaba a leguas, tenía la misma ropa del día anterior, su cabello estaba desordenado y realmente se sentía miserable.

-No tengo nada que decir -caminando de nuevo hacia la salida - si no es para nada me retiro

-Desde cuando ha tenido las amenazas, ¿un año? -dijo ese hombre y ella no pudo evitar detenerse-Creo que Jean Claude las tuvo mucho más tiempo, ¿ya irrumpieron en su lugar? ¿Dejaban notas amenazadoras? ¿Sintió miedo e impotencia? O ¿su cuerpo ya se acostumbró?

Marie quedó a espaldas ¿por qué sabía ese tipo de cosas? Y se odio por dejar que captara su atención, así que disimuló, aunque sabía que su esfuerzo era pobre.

-No sé de qué me habla -lo miró con sus ojos vacíos y evadió el tema, no debía confiar en nadie, menos en ese hombre que se mostraba amigable y que tampoco debía delegar la carga que era de ella.

-Sabe muy bien de que le hablo -señalándole la carpeta de color amarillo sobre el escritorio.

-Mire el contenido-dijo Jacques esta vez serio.

Marie lo miró con rabia, su curiosidad era más grande así que terminó ojeando la carpeta, vio fotos de ella de pequeña junto a su madre en sus múltiples viajes, tiró la carpeta con rabia y asco.

-¿De qué se trata esto? -dijo seria retirándose de la mesa -

-De lo que le pasó a su padre y ahora le pasa a usted. -Marie apretó sus labios al escuchar que su padre sabía que algo así podría continuar con ella y no le había advertido, tomó las carpetas tirándolas por todo el lugar.

-No tengo idea de lo que me habla.-Dijo, pero esta vez con rabia.

-Sabes que sí, pequeña, creo que necesitas ayuda, o si no todo se irá en tu contra, sólo tienes que decirme dónde está lo que tu padre te dejó, sé que lo hizo.-Marie lo miró sin expresión, debía salir de ahí era difícil seguir en ese lugar.

-Le repito que no sé qué me habla, que tenga un buen día Señor Jacques.-Jacques se levantó de la silla.

-¿Aun no recuerdas nada?-Dijo burlesco.- ¿Aun tienes el pensamiento infantil de que tu madre murió en un accidente de tránsito? Estuviste ahí, fuiste la única testigo del hecho, pero insistes en recordar lo que quieres.

Ella lo miró plana y nuevamente los gritos comenzaron a retumbar en su mente, ese desespero que por momentos la embargaban ¿qué insinuaba aquel hombre? Pero si quería verla temblar de miedo no lo lograría, William le había dejado claro que mostrar el miedo era como darles ventaja y no pensaba hacerlo.

-Eso mismo -continuó el hombre -Le podría pasar a tu persona más querida, incluso a ti, eres muy valiosa, Jean Claude se jactaba de que su hija podría estar a la delantera de cualquier ejecutivo, tus cifras no están nada mal, nosotros solo queríamos comprobarlo felicidades, estas aprobada.-ensanchó su sonrisa- bienvenida al equipo.

Ella le sonrió asintiendo, salió de aquel lugar, cerró la puerta de golpe y caminó por los mismos pasillos, alzó su mirada, no tenía por qué mantener gacha su cabeza, cuando lo vio con su particular andar y su sonrisa de pronto se desvaneció al verla, esa maldita espina de apellido LeBlanc. Ella le asintió.

-Elizabeth -Le dijo él.

-Señor LeBlanc- respondió ella.

-¿Estás bien? -Preguntó atónito, aún seguía en esa pose de somos amigos, cuando ella le había dicho que no lo sería, sabía de qué se trataba esa pregunta, su cabello estaba revolcado, su ropa arrugada y tenía ojeras, no podía estar peor.

-Sí, gracias -obviando el comentario, comenzó a caminar hacia la salida.

-¿Podemos hablar?-

-Lo siento ahora mismo no puedo. Tengo asuntos pendientes por resolver.

-De verdad quiero hablar contigo -Le dijo serio.-de negocios-aclaró.

-Y yo no tengo ánimo para escucharlo, lo siento señor LeBlanc, que tenga un buen día.

Marie salió de ese lugar después de asentirle, mientras una sensación extraña volvía a ella, ese hombre había dicho lo necesario para ponerla peor de lo que estaba: la muerte de su madre no había sido accidental, tenía que ver con ellos, empuñó su mano frustrada de su puta vida ¿que había hecho? ¿Qué demonios había hecho para que tuviese una vida de mierda?

Caminó por fuera del edificio sintiendo la nieve caer en su cara, sintió sus lágrimas rodar por su mejillas, era una idiota, se había enamorado de un hombre que ni siquiera la miraba como mujer, después nuevos sentimientos habían florecido por otro hombre  al que no le importaba de la misma forma. Vida de mierda y ahora resultaba que todo por lo cual su vida era un agujero negro -la muerte de su madre- al parecer tenía que ver con un algún hijueputa que sólo quería jugar con ella y había la había matado por diversión.

Se sentía miserable por pensar que Lisa, su madre había sido arrebatada por simple codicia, eso la hacía enojar mucho, cerró sus ojos y sintió más lágrimas rodar por sus mejillas, su cuerpo se sentía débil, pensar que había perdido a la persona que más amaba por simples negocios la hacía sentir totalmente impotente.

Siguió caminando de forma distraída por París, mientras el peso de la realidad comenzaba a aplastarla, sus manos temblaban levemente, apretó sus labios y sonrió nostálgica al pensarse como un cachorro pidiendo atención. Finalmente vio una cabina telefónica, entró y le marco a Aiden, sorbió su nariz e intentó calmarse.

-Aiden.

-¿Elizabeth? ¿De dónde me llamas?

-De un teléfono público, necesito salir del país quiero que me cubras.

-¿Hacia dónde te escapas?

-Argentina.

-Vas lejos, ¿sucedió algo?

-Sí, pero no quiero hablar de eso por ahora simplemente quiero que me cubras - repitió.

-Ok, sin preguntas. ¿Sales como Elizabeth Davis?

-Sí, tengo mi segundo pasaporte conmigo -hizo una pausa- Gracias Aiden -Le colgó de inmediato.

Ahora debía solucionar otra cosa que le tenía a punto de hacerle explotar su cabeza: Descubrir que había querido decir Jacques LeBlanc.

...

Se encontraba en una polvorienta calle de Fangano, en San Carlos Bariloche, caminaba con converse blancos y unos shorts negros, su cabello suelto y sus gafas oscuras, tenía un papel arrugado y sucio en sus manos en donde tenía una dirección.

Aiden había logrado conseguir la dirección del detective que había llevado el caso del accidente de su madre, estaba retirado y vivía en Bariloche, él podría tener información, aunque había pasado tiempo quizás podría recordar algo sobre aquel episodio.

Se detuvo frente a una casa con muros gris en su exterior, miró el papel y luego el número de la casa, se escuchaba tangos desde el exterior, tocó levemente y esperó, pero nadie abría, volvió a tocar y una mujer se asomó mirándola de arriba abajo.

-¿Qué querés? -Dijo osca.

-Busco al señor Juan Carlos Villanueva -Respondió sonriente en español.

-Aquí no vive -Dijo tratando de cerrar la puerta.

Ella la detuvo y le sonrió.

-Por favor necesito hablar con él -Suplicó

La mujer suspiró ante su insistencia, una canción conocida comenzó a sonar.

-El mundo fue y será una porquería -Comenzó ella a cantar - ya lo sé, en el 510 y en el 2000 también -Hizo una pausa -me gusta esta tonada.

-¿Vos me crees boluda? -Dijo la mujer con rabia.

-Florencia, dejá a la chica pasar, si sabe de buen tango es bienvenida en mi humilde hogar.

Marie sonrió y miró a la mujer pidiendo su permiso

-Pasá ya convenciste al pelotudo de mi marido. Pasá.-Marie le asintió y entró al lugar.

-Que queres, parece que venís de muy lejos, para hablar con este humilde hombre.

-Yo, quiero preguntarle por uno de los casos que usted llevó cuando era detective.

El hombre rió de buena gana.

-Yo, solo fui un humilde policía, que ahora pasa sus días escuchando tango.

-¿Recuerda a la mujer que vivía en la casa Forever?

El hombre se aclaró la garganta y se movió incómodo.

-¿Por qué preguntás sobre ese lugar?

-Porque soy la hija de aquella extranjera.

-Eres la piba de aquel lugar -Dijo él de repente con su rostro ensombrecido.

-¿Recuerda lo que le sucedió a mi madre? ¿En donde ocurrió el accidente?

-¿Accidente? No me siento en la capacidad de decirte nada -Dijo el hombre levantándose del sillón serio.

-Yo de verdad necesito saber -Le suplico y lo vió buscar entre algunos papeles y sacó una carpeta.

-Lo que necesités saber lo podés encontrar aquí - la miró a los ojos -Eso sí, lo que hay dentro no será agradable.

-¿Por qué tendría usted esto? -Dijo con desconfianza

-Yo fui el encargado de llevar este caso, estábamos haciendo las averiguaciones correspondientes, teníamos varias pistas, cuando de repente nos enteramos que nuestra testigo clave había sido llevada a Buenos Aires y llegó la orden de cerrar el caso bajo otro cargo, nunca olvidaré a la piba que encontramos en el bosque con sus piernas recogidas, temblando y llamando a su mamá, aunque me dieron la orden de deshacerme de esto no fui capaz, quizás porque sentía que tenía una deuda con ella -La miró a los ojos -Creo que puedo pensar que saldé parte de mi deuda

-Yo le agradezco su amabilidad, no olvidaré su gesto -Abrazó al hombre y éste asintió.

Marie se despidió de la mujer que la miraba con incredulidad, tomó la carpeta y salió de inmediato, caminó bajo el sol inclemente, disfrutaba de este de clima, la nieve de París sólo le traía recuerdos de aquella noche, llegó a la carretera principal y sacó su mano esperando que alguien la pudiera acercar a su casa en el lago, un auto paró.

Le preguntó si se dirigía hacia la ruta 77, el hombre asintió y ella abrió la puerta, le agradeció y se giró hacia la ventana, miró el exterior, perdiéndose en los paisajes verdes que tenía San Carlos, pudo divisar después de un rato la entrada hacia la casa.

Marie caminó por el camino pedregoso, se acercó a la reja y los perros se acercaron a está moviendo su cola, ella los acarició por en medio de la reja, mientras veía como Facundo venía a lo lejos.

-No la esperábamos -Le dijo contento - Bienvenida -Abrió la reja y los perros se lanzaron a ella -Ya suficiente -Los regaño Facundo.

-Sólo fue un impulso.

-Mi madre se alegrará de verla.

Ella asintió y entró a la casa principal, se quitó los zapatos en la entrada y dejó el bolso a un lado caminó con la carpeta directamente hacia la habitación que era de su madre, el olor característico de ella inundó sus sentidos, se tiró en la cama y abrazó la almohada, sintió sus lágrimas emerger, sin control, había sido un largo viaje.

Enterró su cabeza en la cama dejando que todo su cabello cubriera su rostro, lloró hasta que se quedó dormida. Una pesadilla hizo que se despertara de forma abrupta, dio una vuelta y cayó al piso, se levantó sobando su cabeza, había olvidado que estaba en aquel lugar, miró la carpeta a un costado, no estaba preparada para abrirla, tan solo la observó en silencio.

Se bajó de la cama y como si quisiera dilatar el asunto, se sirvió un poco de la comida de la señora de la casa, luego organizó el lugar y finalmente se dio una ducha, peinó su cabello lentamente mientras su mirada estaba clavada en la carpeta verde.

Su corazón se aceleró sabía que era cobarde por no abrirla, pero el miedo de lo que podría encontrar la paralizaba. Dejó el cepillo de lado y respiró profundo debía saber que era lo que había ocurrido, las palabras de Jacques resonaban en su cabeza, le había dicho que ella había estado ahí y aquel policía también le había dicho lo mismo.

Marie cerró sus ojos, si ella estuvo ahí entonces era porque las dos iban en el auto y... Miró a un costado la fotografía que se habían tomado días antes, el lago se veía a sus espaldas, Lisa y ella sonreían como solía hacerlo, últimamente no había logrado volver a reír de forma despreocupada, era como si simplemente su vida fuese sólo hielo.

Tomó la carpeta y la destapó, leyó el encabezado y sus ojos se abrieron mucho al ver la frase "asesinato en la casa Forever" sus manos comenzaron a temblar, el informe tenía una porción resumida en inglés y otra más detallada en español, no había ocurrido ningún accidente.

Un hombre había irrumpido en su casa al parecer en la mañana las había tenido cautivas por varias horas y finalmente había degollado a su madre, al final en un pie de nota decía: posible abuso sexual, sintió un escalofrío por su cuerpo al leer el informe y las letras comenzaron a rebotar por su mente, llegó a una foto de la escena su madre en un charco de sangre, su rubio cabello cubría su rostro.

Sintió un fuerte dolor en su cabeza, todo indicaba que su madre había sido asesinada y que ella había visto todo, tiró la carpeta a un lado y corrió al baño devolviendo toda la comida que había ingerido, se quedó largo rato en el retrete sin parar de vomitar hasta que notó que sus manos sudaban y no dejaba de llorar angustiada.

Imágenes comenzaron a invadir su mente, ahora los gritos que escuchaba en su cabeza los reconocía como propios, el dolor y el desespero, se recordó totalmente impotente, recordó el sonido de sus pasos en medio del bosque tratando de esconderse, el frío, el maldito frío que odiaba, comenzó a ver nublado intentó incorporarse, pero cayó de bruces golpeando su cabeza contra el baño, quedando inconsciente.

Comenzó a moverse en la cama, sintiendo que su cuerpo temblaba de frío, sintió pesada su mano y la vio canalizada, en otro momento hubiese gritado por la intrusión, esta vez simplemente se la sacó, tratando de incorporarse.

-Señorita no se mueva -Le dijo una mujer a su lado.

-¿Qué me pasó? No recuerdo qué pasó anoche.

-La encontramos en el piso ardía en fiebre, -la mujer hizo una pausa -Además no fue anoche.

-¿Cuántos días llevo inconsciente?

-Dos -Ella movió su cabeza, había tenido una pesadilla en donde se daba cuenta que su madre había sido brutalmente asesinada, se giró vio a un costado la carpeta amarilla, sus ojos se llenaron de lágrimas, tomó la sábana y tapó su cabeza, sintiendo su cuerpo temblar, no había sido una pesadilla, era su realidad.

La mujer acarició su cabeza por encima de la sabana, mientras ella no se movía tan lloraba sin poder detenerse, su cerebro le había hecho creer que habían tenido un accidente, se había resistido a aceptar la realidad y había inventado una mejor opción para ella soportar aquello, ese era el vacío que le había dicho a William era eso que lo que sentía que le faltaba, lo que no quería recordar de aquel día, las palabras de su madre suplicándole que corriera, comenzaron a retumbar en su memoria, ella se había sacrificado por ella y ahora Marie sentía que había desperdiciado todo aquello y se había dedicado simplemente a existir.

Poco después se quedó nuevamente dormida totalmente exhausta, se sentía cansada y sin fuerza, no quería moverse tan solo permanecer ahí por siempre.

Abrió nuevamente sus ojos y esta vez estaba sola, todo estaba oscuro, se levantó de la cama y caminó tambaleante a la sala, cerró levemente sus ojos y volvió a sentirlos mojados, se sentía vacía, tan sola muy sola, pensó que con el tiempo había aprendido a aceptar la ausencia de su madre, pero en ese instante se daba cuenta que solo había estado bajo un cúmulo de omisiones, aun no lograba detener sus lágrimas, aquello le parecía irreal, encontró el tango que había escuchado en la casa del policía y las palabras cínicas de Enrique Santos Discépolo en voz de Julio Sosa retumbaron en el lugar.

El mundo era una porquería, no importaba cuanto tiempo pasara, todos vivían en el lodo, manoseados, pasaban por encima sin importar quién sufría, aunque el mundo avanzara siempre sería la misma porquería, la cadena evolutiva dictaba que sólo los mejores podían avanzar mientras que los débiles debían aceptar su destino hacia la extinción.

Caminó hacia el mini bar y sacó una botella de vino, la abrió y bebió directamente de ella, sintió su cuerpo caliente, aquello no la estaba ayudando necesitaba más, volvió a beber directamente de la botella ese dolor que se había negado a emerger ahora dolía, dolía tanto que tal como le había dicho William la muerte era más atractiva por la libertad que traía consigo, caminó por la casa tropezando con todo, la canción terminó y ella volvió a ponerla cantando a todo pulmón, el móvil desechable que había comprado estada a un costado lo tomó y le marcó a Aiden.

-Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue -Le cantaba totalmente borracha -Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseados...

-¿Elizabeth? ¿Estás bebiendo? -Le preguntó Aiden preocupado.

-Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante sabio o chorro, generoso o estafador.

-No te entiendo nada, -Le dijo enfadado -Deja de comportarte de esa manera, sólo haces que las demás personas se preocupen.

-Aiden, el mundo es sólo una porquería -Le dijo en inglés,

-¿Se trata de aquel hombre? ¿William Tilman?

Marie comenzó a reír al escuchar su nombre.

-Aunque él intente hacerme daño, como tonta siempre termino creyendo que es la única persona que logra hacerme sentir mejor -Tomando más de la botella.-Lo sé soy imbécil, una hijueputa crédula.

-Ya estás diciendo estupideces, Marie Elizabeth, escúchame.

-¡No! Tú escúchame a mí, Aiden no voy a tener más una vida miserable mientras aquellos hombres viven en grandes casas con sus típicas familias felices, gozando de prestigio, mientras yo me hundo en la miseria, ya estuve por más de 10 años en ella, François siempre repetía que si alguien le hacía perder los estribos él era el que salía perdiendo, hasta su estúpido ego era más fuerte que el mío, él no dejaba que nadie perturbara su vida, mientras que la mía solo ha sido una vida de prevención, llena de oscuridad de autocompasión -Comenzó a llorar mientras tomaba la botella, no llevaba ni la mitad pero ya estaba totalmente borracha -A ellos les valió, mi vida, hicieron de ella lo que quisieron y lo peor es que yo les ayudé. Allá todos ríen en sus falsas vidas, llenas de lujos creyendo que pueden tomar a su antojo lo que quieren, nunca he querido morir, pero la vida me da una y mil razones para abandonarla. -gritó herida, enfadada, totalmente destrozada-esta vez no voy a perder, no seré un maldito gato o el maldito ratón que se esconde tembloroso. -Dejó el celular a un lado y fue a subirle a la música.

Se sentó en una de los sillones y tiró la botella a un costado después de vaciarla, esta vez sin contenerse comenzó a llorar muy fuerte, al final todo se trató de dinero y poder, malditos bastardos, habían modelado un monstruo, esperaba que la obra que ellos con tanto esmero habían erigido no se les convirtiera en una pesadilla porque eso quería ser para ellos.

Temprano en la mañana las náuseas la hicieron levantar, el dolor de cabeza le martillaba su cabeza, corrió al lavado vomitando, pero al no tener nada en su estómago era más el esfuerzo que hacía con su tórax que lo que expulsaba, fue al botiquín y sacó un par de aspirinas y se las tomó, bebiendo un poco de agua del lavamanos. Comenzó a preparar la ducha con agua caliente, después de recibir un poco de agua pudo recomponerse, salió y se puso unos pantalones cortos y un suéter con botones, hacía algo de frío.

Tomó la taza y se dirigió al exterior llegando al borde del lago, miró todo en silencio, la calma del agua y el paisaje hacían que todo se hiciera más liviano, miró la casa a lo lejos, para cualquier persona era totalmente retorcido que ella terminará refugiándose ahí en donde había visto morir a su madre, pero para ella había sido el lugar que guardaba memorias de ella y por irónico que pareciera se había sentido protegida en muchas ocasiones.

-Señorita María - le dijo Facundo con su voz entrecortada por el esfuerzo físico que le había conllevado ir hasta ella- la buscan

-¿A mí? - dijo confundida.

Él asintió y ella caminó hacía las rejas de la salida y divisó a tres hombres con traje y gafas oscuras, uno tenía su cabeza rapada y barba de días, el otro era rubio y el tercero de tez oscura, todos se veían muy mal arreglados con sus trajes arrugados, ella los miró de arriba abajo en silencio. Esperando a que hablaran.

-Señorita Keller - Se aclaró la garganta uno de ellos- Somos su equipo de seguridad.

-¿Keller? - dijo ella confundida - Creo que usted se confunde.-dijo odiosa y él hombre la miró confundido.

-Estamos seguros que estamos con la persona indicada.

-Ahora mismo están siendo algo impertinentes - Ella les asintió caminando hacia la casa.

-Tenemos órdenes del señor Tilman de llevarla de regreso - gritó uno de ellos.

-Que mal por ustedes, yo no me veo en la obligación de seguirlas - Les hizo un ademán con su mano y se despidió.

Entró a la casa y escuchó los perros que seguían ladrando ante los intrusos, pensó en irse de ahí, pero aquello la molestó ¿porque tenía que salir huyendo? Era evidente que los intrusos eran ellos y no ella. Dejó lo que hacía y volvió a la puerta.

-Lo siento, pero en este momento creo que deben retirarse. Incomodan a mis perros.-Los hombres se miraron entre ellos, y volvieron a mirarla.

-No podemos hacer eso, señorita Keller.

Ella suspiró y volvió a la casa, puso otro vinilo esta vez uno que era de su abuelo, Frank Sinatra inundó la casa y ahí estaban nuevamente todos sus recuerdos ante ella, sus personas favoritas ahora estaban hechas canciones.

Debía regresar William sabía en dónde estaba y había mandado el equipo de seguridad y estos no se irían hasta llevarla de nuevo a Europa. Aún no se sentía lista para volver, su cicatriz estaba abierta, solo había sanado en falso y ahora dolía más que nunca, de repente se soltó la lluvia, Marie se acercó al ventanal mientras veía hipnotizada las gotas de agua.

-Señorita está lloviendo y aquellos hombres siguen afuera.- La interrumpió Facundo. - Mi vieja dice que si pueden pasar a la casa de invitados.

Marie se giró y lo miró vencida no podía negarse ante la amabilidad de la madre de Facundo y más porque eran personas que realmente apreciaba.

-Dile que puede hacerlo, pero que no intenten acercarse a mí.

Facundo salió asintiendo, mientras ella volvía su vista al ventanal, le gustaba la vista de las montañas contrastando con el lago, recordó la casa de Matthew y su majestuosa piscina, por un momento sus pensamientos fueron a William y sintió una leve opresión, ya no lo volvería a ver y eso la entristecía un poco, pero no se concentraría en eso, simplemente debía dejarlo ir, aunque de forma egoísta no quisiera.

Bebió otra copa de vino y mientras la música inundaba el lugar se quedó dormida, abrió sus ojos unas horas después, estaba oscuro y había dejado de llover, se puso sus zapatillas, un suéter viejo y caminó al exterior, bajó las escaleras hasta el pequeño muelle en tablas que había a la rivera del lago, dos de los perros grandes se acostaron a su lado mientras ella se quitaba sus zapatos y metía los pies en el agua.

Ella acarició uno de los perros,

-Tener vida de perros no es tan fácil -Dijo sonriendo con un doble sentido ella lo miró y el perro  emitió un quejido - ¿Estas muy viejo y cansado para mis mamadas? - Rio al decir la palabra que utilizaba William cuando algo lo exasperaba de una persona. -Ok no vuelvo a salir con ellas.

Marie se recostó en el muelle poniendo su cabeza en el torso de perro, sacó sus pies ahora mojados y los cruzó jugueteando con uno en el aire, nuevamente se sintió cansada sus ojos se comenzaron a cerrar, no quería dormir, sabía que llegarían horribles pesadillas, sin embargo no fue consciente de sí misma.

Como era de esperar, pronto se comenzó a sentir ahogada, ráfagas de recuerdos llegaron a ella y sintió como si su pecho lo aprisionaran, dio una vuelta y luego otra, hasta que se cayó de la cama, miró todo desubicada, no recordaba haberse acostado en una, sintió que una mano la ayudó a incorporarse y su cuerpo se estrujó levemente, alzó su mirada y se encontró con unos ojos furiosos

-¡¿Qué demonios tienes en la cabeza?! -Gritó colérico-¡¿Cómo es eso de que no sigues mis órdenes?! ¡Y sobre todo ¿cómo es que te vas y ni siquiera me informas?!

Ella lo miró con sus ojos entrecerrados se acercó y lo tocó curiosa, ¿estaba en alguna clase de trance? Era evidente que seguía en Argentina, pero era imposible que William estuviera ahí. Movió su cabeza últimamente había pensado mucho en él ¿tanto así quería verle? Se acercó parándose en la cama y olió su cuello, si era un sueño definitivamente debía abrazarlo de alguna forma le alegraba escucharle rodeo su cuello y se aferró a él.

Seguía pensando que era una aparición y le contó por fin los demonios que tenía en su cabeza, comenzaban a emerger y para ese punto simplemente los dejaría ser.

-No me manipules ¡responde lo que se te pregunta!-Respondió molesto.

Marie se alejó y lo miro a los ojos era de verdad o por lo menos lo eran sus gritos, se sonrió y volvió a abrazarlo, le daba gusto verlo, se sentía muy feliz, sin bien él no la quería un poco, no le importaba que ella albergara sentimientos hacía él.

William estaba molesto por qué ella había dicho que no seguía sus órdenes, ese trío era muy chismoso, aunque era real no era de andar siguiendo órdenes y más cuando él le dijo que hiciera lo que quisiera.

-Era sarcasmo Marie, deberías entender cuando se te habla con sarcásmo.-ella lo miró escéptica, no había sonado así, estaba segura que en ese momento a él le valía lo que pasara con ella- No estás en posición de desaparecer -escupió y Marie evitó reír, esas explosiones de posesividad eran raras, pero en ese instante no andaba susceptible anhelando ser suya-me has tenido seis puñeteros días buscándote!-ah, ahora entendía su enojo, era como un pequeño capricho cuando no tenía las cosas a su disposición- Y cuando te encuentro te niegas a irte con tu equipo de seguridad ¡no me jodas con tus mamadas!

Ella se rió con soltura y le dio un beso en su mejilla, le sorprendió saber que había pasado tanto tiempo, pero si lo pensaba detenidamente había estado dos días dormida más los días que había estado borracha.

El no ser consciente del tiempo solo hizo que él se enfureciera más, la alejó y le preguntó si andaba drogada, realmente nunca había considerado usarlas, en el pasado le habían ofrecido marihuana, pero no aceptó prefería la realidad cruda, dolorosa, pero su realidad, comenzó a tocar el suéter de él, William andaba con la testosterona al cien, quizás podría servir para una buena sesión de sexo y así calmarlo un poco.

Tocó su suéter verde y sólo le dijo que había estado indispuesta, nada del otro mundo.

-A ver deja de toquetearme que no planeo premiarte.

-Qué engreído - su libido se le fue al trasto, según él era premiarla como si él después de uno minutos no se pondría a gemir con ella, le dio un beso en su mejilla y se sentó en la cama, vio que la había llevado a la que era su antigua habitación cuando vivía ahí.

Se quitó el suéter y se bajó de la cama, deseaba cambiarse, olía a perro y bueno si bien no le importaba combinar a la perfección su ropa definitivamente no le gustaba oler feo.

-Engreído no, más bien perceptivo. Mira nada más ahora mismo te estás desvistiendo.

Ella se giró y se rió relajada, no podía evitar sentirse feliz de verlo, si era una idiota, si ya estaba perdida, había caído ante él, pero ya no le importaba, él lo sabía y no tenía que fingir que la hacía sentir de más.

William preguntó osco quien era capitán, cuando le dijo que olía a él y por eso quería cambiarse, no supo que imagino, pero en ese instante volvió a pensar que su testosterona podría emplearse de mejor forma, incluso se había enojado porque se había quedado dormida en el muelle de su casa.

-Concilio el sueño casi en cualquier lugar-cuando no andaba con su estúpido insomnio.

-Me enerva tu frescura. -dijo enojado.

Para ella era simplemente capacidad de supervivencia, no le importaba vagar por ahí, dormir en cualquier lugar y él le hizo caer en cuenta que él pudo dar con ella y cualquiera podía hacerlo.

-Déjate de tus mamadas y reconoce que la cagaste.-Marie apretó sus labios, sin saber que decirle.

-Era realmente necesario viajar, necesitaba saber cosas - lo miro fijamente y está vez el tema tomó un rumbo que definitivamente no le gustaba.

-¿Qué cosas?

Ella bajó su mirada aun no podía decir aquello en voz alta era difícil, no podía repetir las palabras que había leído, así que simplemente lo tomo de la mano y lo llevó a la sala, ahí le mostró la carpeta y el ambiente cambió, sintió nuevamente ganas de llorar, pero no deseaba hacerlo frente a él, no quería que la viera como había estado los últimos días, no se comparaba en nada a como había estado ese día en Paris con él, no se comparaba el dolor y la impotencia que le generaba el asunto de su madre.

William comenzó hacerle preguntas le parecía inverosímil que ella no recordara nada, pero maldición, no lo había hecho, hasta que... Hasta que vio esas fotos lentamente imágenes de ese día habían regresado en lo poco que había dormido, sin embargo la sola idea de psiquiatras la hacía enfadar, pero no solo eran ellos lo que lograban ese efecto, pensar en Jacques LeBlanc y su perfecta vida también lo hacía. Caminó hacia el ventanal esta vez con un sentimiento de rabia y sed de venganza.

-Desperdicié mucho tiempo, por personas que no valen la pena.

-¿A qué viene ese comentario?-Preguntó William.

Marie se giró y esta vez su tono era de rabia por todo el sufrimiento que había tenido, el primer año había sido el peor, no comía, no se movía le fastidiaba la luz y odiaba a cualquiera que se le acercara, había llorado los malditos 365 días del año, ella se tragaba la maldita agua sucia y quería que ese hombre probara algo de eso.

-¿De quién estás hablando Marie? Jean Claude no está vivo, en serio no lo está- William le dijo confundido.

-De Jacques, hablo de Jacques LeBlanc, Heinz Hammer y el señor Ucker. -William quedó en silencio, no le dijo nada y no esperaba que iniciara una misión de venganza a su lado, era algo de ella, solo de ella, así que se giró y le miró.-Pasé la prueba, eso dijo él - habló sarcástica - Podría estar orgullosa de mi logro, hice exactamente lo que ellos querían.

Lo miró fijamente, había odiado, vivido en la miseria, además había llegado hacerse cargo de algo que odiaba, una hijueputa servil, pero no lo sería mas no se quedaría quieta dejando que siguieran manejando sus emociones y su vida, William hizo una mueca extraña, se veía alterado, pero a la vez no, era realmente extraño.

-William -no pudo evitar acercarse y tocarle su mano - Me cansé de auto compadecerme, no estoy dispuesta a ceder -quedaba tan abajo y él no hacía el mínimo esfuerzo por mirarla ni agacharse un poco, así que tomo una de las sillas y se montó en ella y puso sus manos en su cuello, lo miró a los ojos se veía torturado, no entendía qué pasaba, pero si él tenía que ver con eso no le haría nada, finalmente entendía entre líneas que de alguna forma había tenido que pasar por cosas horribles- Hace mucho te dije que no te consideraba como ellos, hicieras lo que hicieras, aun lo creo, aún estoy segura de eso.

William se enojó ante sus palabras, decía que no lo era, no era bueno y que tan solo la quería lejos de todo eso, pero no lo haría simplemente porque él la estaba mandando, él no lograba entender la impotencia que le generaba 10 malditos años de su vida en la miseria, quizás él había logrado disfrutar una vida normal, quizá novias de secundaria, amigos, pero ella no, la soledad era lo único que terminaba acompañándola, el recuerdo de la única persona que la amaba y millones de euros que servían para un culo.

No podía mentirle ella lo creía diferente a ellos, a todo eso, aunque pudiera ser igual de sanguinario, de alguna manera sabía que él no la pasaba bien, ese día en el hipódromo y luego en casa de Matthew lo notó, no sabía qué mierda era, pero él sentía cosas solo intentaba refundirlas. Así que de manera ciega confiaba en él, no sabía si la llevaba al matadero, pero confiaba en él y no porque sintiera cosas por William, era por lealtad, así que mientras él le decía que no lo hiciera ella insistía en hacerlo, lo vio desesperarse pasar una mano por su cabello, alejarse de ella.

-Yo maté a mi novia, así que de verdad deja de decir que confías en mí.-Dijo después de un rato.

-No lo creo, si no fuese así no tendrías una fotografía de ella en tu habitación. -Eso solo hizo que su mirada se tornara colérica.

-No hables de Laurent, Marie, tú no sabes nada.

-Efectivamente no sé nada de ella, -Le dio la razón, pero eso no lo hacía un asesino-lo único que sé es que no estoy dispuesta a serviles y sé que tú tampoco, ellos le arrebatan la humanidad sin contar que esto se les puede revertir.

Una sonrisa descarada se posó en los labios de él, como si le quisiera decir que él si deseaba hacerlo, como si lo que ella decía fueran idioteces, pero eso no la haría desistir de hacerle algo a Jacques LeBlanc.

-Ok, te entiendo.-No contaba con él y no le pediría ayuda en nada para eso.

-No, no entiendes jodidamente nada, eres sólo una ratoncita aterrorizada que vino aquí buscando a mamá.

Esta vez fue ella la que rió relajada, le importaba un bledo las acusaciones de él y que se burlara de su dolor, cuando él no tenía ni idea de lo que ella había atravesado, no volvería a auto compadecerse, lo había hecho por muchos días, por años, ya no más, no más....

-Bien, bien- le dio un golpe a la pared- haz lo que se te pegue la gana.-Le dijo con rabia y ella tragó saliva asiéndolo.

Sólo le pedía que confiara en ella, estaba en un círculo del que no podría salir y él le decía que en ese mundo la muerte no valía nada, ella lo sabía de primera mano, mataron a su mamá, maldición, a su padre y no tardaban en hacerlo con ella y eso la hizo enojar.

Sintió las manos de William en sus hombros y la miró fijamente.

-... sé que te dije que aprendieras a jugar, pero ya no quiero que lo hagas.

-¿Entonces dejo que ellos hagan conmigo lo que les plazca? -Dijo sintiendo como esta vez salían lágrimas de sus ojos, era realmente vergonzoso que la viera llorar, pero no soportaba más esa situación, no quería que todo se quedara como estaba, no deseaba seguir siendo una burla.

No quería quedarse en ese juego, William le limpio sus lágrimas, según él la había incitado a jugar y celebrado su descenso a la decadencia, pero según su tono se arrepentía de todo eso, él no tenía que darle argumentos todo había pasado antes de que el llegará a su vida, su madre ya no estaba, las amenazas llegaban, era cuestión de tiempo para que ella lo tomara personal.

Para ese momento no tenía más que perder, su hermano lo enviaría lejos, y ella lucharía, se tenía algo de confianza y no dejaría que la matarán, no tan fácilmente, no deseaba que manejaran su vida, no quería seguir como una ficha en un tablero tal como William lo había insinuado. Pero definitivamente no podía prometerle no inmiscuirse, él la abrazó y ella también lo rodeó, por sus silencios sabía que no podía contestar a sus muchas inquietudes, aun así agradecía que estuviera ahí, brindándole su compañía para ella eso era suficiente.

Ella se separó unos centímetros y lo miró a los ojos, cambió de tema, quizás porque sabía que ambos no deseaban seguir en lo mismo, le ofreció comida sabía lo comelón que era y a ella le gustaba complacerlo, verlo reír, no como minutos antes.

El deseaba otra cosa: comerse a Elizabeth Davis, esa parte de ella que no era empresaria, tenía una vida relajada sin venganzas o rencores

Pensó que el apetito de ese hombre era insaciable, entendía que ella deseara sexo después de tantos días sin él, pero él tenía muchas mujeres a su disposición toda su los días. Después que le dijera que se la mamara no dudó en complacerlo, sabía que no era la mejor en el asunto y así se lo dijo, según él ella actuaba virginal a propósito, se sonrojo de repente no había pensado en eso, no lo hacía adrede no era virgen, si pudiera contar sus experiencias no habían sido muchas y solamente con dos hombres.

Pero ciertamente no lo hacía, no actuaba inocente ante él, era solo su maldita inexperiencia la que la delataba, de hecho actuar como mojigata no estaba en sus planes muy a pesar de él ella era directa y no se contenía en pedir el sexo que deseaba.

Ella alzó su mano y tocó su barba, le gustaba esa sensación en sus manos y William le sonrió, le gustaba verlo así.

-Señorita Davis es usted muy mala.-dijo él entre jadeos y era quien no pensaba complacerla, se sonrió satisfecha por tenerlo ahí a la expectativa, demostrándole que ella no era un cachorro sediento por sexo, por el contrario le gustaba brindarle placer, le gustaba estar con él en general.

-Señor Tilman hago mi mayor esfuerzo en complacerlo - Bajando el cierre de su pantalón.

-Uff-emitió un sonido que le pareció un gemido.

Ella sonrió y vio su miembro erecto, con su mano lo acarició por encima del bóxer, con él sentía que podía ser totalmente desinhibida y desvergonzada. Bajó el bóxer, se quedó mirando unos instantes, le gustaba todo su olor, su sabor, lo grande que se veía a sus ojos.

Terminó con sus labios alrededor de su miembro, tenía un olor fuerte que solo hizo que su sexo se mojara más, le gustaba degustarlo, como sus labios se aferraban a su grosor e intentaba llevarlo lo más dentro posible.

Recordó lo del helado aquello le hacía las cosas más sencillas cada vez que hacía esto con él, saco su lengua y lo recorrió, lo metió en su boca comenzó a mover su cabeza apretando su miembro levemente con sus labios, lo sintió moverse ante sus succión, llevó una de sus manos a su duro y bello trasero

Ella sintió la presión en su boca y lentamente con su lengua comenzó a acariciar su pene, a veces sentía que su desconocimiento en esto la hacía sentir impotente, pero lo único que le interesaba era poder complacerlo, cerró sus ojos y siguió moviendo su boca una y otra vez, mientras lo escuchaba a él gemir y hundía sus dedos más en su pelo halándolo levemente empujando su boca y penetrándola ávidamente.

Aquello le hizo abrir sus ojos y volver a apretarlos, succiono un poco más sin dejar de mover su lengua, alzó una de sus manos y acarició su entrepierna de forma delicada lentamente la llevó a sus testículos no sabía si hacer presión con mano también, pero decidió seguir con su boca.

-Ay Fresa, Fresa ¡me vuelves loco mujer!-Gruñó.

Ella continuó succionando, mientras contenía sus quejidos, aquello la tenía demasiado excitada, salió por un momento y comenzó a lamer por los costados como lo haría con su helado favorito, volvió a meterlo intentando llevarlo hasta el fondo, sentía la presión que hacía en su garganta, así que intercalaba la succión para no terminar vomitando era lo último que quería.

-Uff para o me voy a venir en tu boca.

Ella se detuvo y lo miró pasando su lengua por sus labios quería provocarlo quería complacerlo en todo, ella quería se eso locura para él, lo miraba desde abajo y notaba como su rostro se contraía, hasta que sintió ese líquido invadir su boca, de forma descarada lo saboreó y se lo tragó.

Se incorporó y lo miró fijamente, sabía que ambos aún querían más, ella lo tomó de la mano y subió las escaleras con él pasando por el pasillo, abrió una de las puertas y entraron a la habitación, lo empujó por su abdomen en la cama y se montó de frente a él.

-No sabía que lo mantengo caliente -se sonrió, bajó su cara y puso una mano en su cara estornudando, lo último que podía esperar era haberse resfriado

-Es algo evidente que no puedo ocultar ni aunque quiera- respondió William y bajo su vista hacía la erección en sus pantalones.

Acto seguido lo comenzó a desnudar, estaban poseídos por la lujuria, esa noche se quitó de encima la frustración de sentirse en esa mesa tirada, se lo comería sin pudor.

Cuando despertó al día siguiente William no estaba, así que después de un baño fue a donde la mujer que cuidaba el lugar, se dio cuenta que ella todo ese tiempo había sabido la verdad, se sintió idiota, muy tonta, pero era un capítulo que deseaba cerrar, no volvería a ese lugar no valía la pena.

La señora cambió de tema por uno más neutral, el desayuno.

-Ahora dígame qué quiere de comer y también su novio.

Marie movió su cabeza, le iba a decir qué él no era su novio, pero sabía que era difícil para ella entender la relación que tenía con William.

-Le gusta el jugo fresco de zanahoria o naranja -dijo mientras intentaba calmarse - huevos revueltos, beicon, tostadas café, umm -Pensó unos instantes él comía realmente bastante al desayuno - Él come en abundancia -La mujer río ante el comentario de ella.

-Está bien, ya les llevo el desayuno, imaginó que queres wafles con mermelada de fresa y café - Marie asintió y le sonrió.

Volvió a la habitación y escuchó ruidos en el baño, al parecer William ya había llegado, ella aprovechó para coger el móvil que había conseguido al llegar y no pasó mucho cuando comenzó a vibrar en su mano.

-Diga

-Al fin contestas, ¿sabes cuán preocupado he estado? No, la señorita no le interesa preocupar a los demás, ella tan solo hace lo que se le da su maldita gana.

-¿Aiden? -Dijo confusa porque él tenía aquel número -Por qué me estás llamando a este número.

-Lo dicho, eres realmente irresponsable cuan ebria estabas qué no te diste cuenta qué me llamaste a gritar no sé qué tantas sandeces -Marie guardó silencio y palideció no recordaba nada de eso -Maldecís a la mitad de la humanidad, cantabas algo qué no comprendía y clamabas venganza.

-Oye, yo... Debo colgar - dijo sintiendo su corazón acelerado.

Comenzó a moverse de un lado a otro, escucho que la puerta se abría y vio William recién bañado, ella lo miró detenidamente era un hombre tan guapo y más al verlo con su cuerpo húmedo, apretó sus labios, si a Aiden, también llamó a William ¿por eso había ido? ¿Porque sonaba lamentable? Tragó saliva levemente, estar ebria no era algo bueno no recordaba nada y en cierta medida sentía rabia de pensar que él estaba ahí solo por su llamada.

-¿Qué te pasa? Te ves preocupada. -Ella movió su cabeza con su boca entreabierta no sabía qué decirle.

Suspiro lo peor qué podría decirle era que si lo había hecho a sí qué más daba.

-De... De casualidad -lo miro y bajo su mirada y volvió a mirarlo - yo... - de repente se detuvo él parecía no saber nada cuando la vio la noche anterior - ¿te he llamado en los últimos tres días?

-¿De verdad estás preocupada por eso?

-Estaba algo... Ebria y digo muchas tonterías y después no... Recuerdo.

-No, no me llamaste, pero tampoco es algo que deba preocuparte, he lidiado antes con mujeres ebrias que llaman. -Ella sonrió, suspiró aliviada no lo había llamado ya no se sentía tan avergonzada.

-Es bueno saberlo.

De forma tonta se sentía aliviada, no deseaba generar en él lástima, le gustaba saber que la había extrañado tanto como para buscarla, así que se quedó ahí de pie cual patética, mirándolo con cariño sintiendo que no todo era mierda en su vida.


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