La Heredera CAPÍTULO 30: "...Contigo nunca es suficiente..."

 



Diciembre, 2014

Miró la fachada del hotel en donde vivía y suspiró cansada, las últimas semanas habían sido pesadas, había asistido a esas estúpidas entrevistas, pero lo más frustrante era qué Aiden no había podido localizar la persona qué había accedido a los archivos en Taiwán, pasó una mano por su cabeza llevando un largo mechón detrás de su oreja y recorrió con sus ojos el lobby anunciaba que había llegado diciembre, todo estaba con estúpidos adornos y un gran árbol con una estrella en la punta. Suspiró y reanudó la marcha cuando se encontró de frente a la última persona que pensó ver en meses.

-Marie Keller-La voz ronca de Annie llegó a sus oídos y no pudo evitar hacer una mueca.

La detalló estaba horriblemente vestida, sus zapatos estaban llenos de barro y uno no tenía tacón, su ropa estaba sucia y su cabello no tenía brillo se veía seco, ella tenía temporadas qué no se bañaba, pero definitivamente no podría andar en esas condiciones y eso era mucho decir.

-¿Qué quieres?-Respondió osca Marie, no quería perder su tiempo con una mujer como esa.

-Qué me invites una copa y hablar contigo-Marie suspiró, pero le ganó la curiosidad de lo que esa loca quería decirle.

-Vamos a mi habitación, ahí tengo licor. -Además quería quitarse la ropa y ponerse cómoda.

Annie sonrió picara y la comenzó a seguir hacia el ascensor, estiró su mano y tocó el abrigo negro de Marie.

-Un Uterqüe nada mal-dijo despectiva mientras Marie hundía el botón de su piso.

-Básicamente debería haber llamado a la policía, tengo una restricción en tu contra, pero siento mucha curiosidad.

-¿De?-Annie acomodó su roído abrigo.

-Saber con qué saldrás-Expresó Marie mientras las puertas del ascensor se abrían. Salió hacia el pasillo mientras Annie la alcanzó.

-Quiero algo de comer también-Marie suspiró y asintió mientras abría su habitación.

Se quitó los zapatos antes de entrar y la alfombra hizo que sus pies descansaran, aunque a veces iba en zapatillas esta vez tenía esos zapatos altos.

-El mini bar está en la otra habitación-Le dijo Marie mientras se dirigía a su cuarto.

Ahí se puso algo más cómodo y fue en busca de Annie, después de lo que le había hecho era realmente osado dejarla sola en su habitación, pero no le temía no era alguien qué no pudiera manejar. La encontró con una copa de whisky recordó aquel beso de hacía un mes, se relamió los labios y buscó un sillón.

-Vengo de ver a Fran-Marie alzó sus cejas y la volvió a escanear. -Creí qué mostrando un poco de miseria Fran... Fran al menos me invitaría a un té y tener una oportunidad de hablar con él.

-Me parece qué conoces muy un poco a François. -Si claro obtener lastima con el hombre qué incluso lleno de sudor olía rico.

-No sé, creí qué se compadecería-Marie se rió con ganas.

-¿Fran? ¿Compasivo? -Marie espetó incrédula mientras se servía una copa de vino. -Pide lo qué quieres comer-No se había equivocado Annie la estaba divirtiendo demasiado.

Se fue hacia el toca discos qué tenía en su habitación y puso un viejo vinilo de jazz, se sonrió cuando el característico sonido comenzó a inundar la habitación.

-Ok, lo admito fue una mala idea-Dijo Annie después de unos pocos minutos de silencio-Me trató tan amable qué me hizo sentir como una mierda. -Marie tomó de su copa y la miró en silencio.

-¿Y viniste a eso? ¿A hablarme de él? -Annie la miró apretando sus labios.

-¿Sabes quién es Rebecca?-Preguntó de repente y Marie se atoró con el vino.

-No-Mintió sintiendo ese extraño movimiento en su nariz del que Thomas le había hecho ser consciente cuando no decía la verdad.

-No te creo-Dijo Annie y Marie se giró hacia el tocadiscos, no quería inmiscuirse en problemas ajenos.

-No es mi problema si no me crees-Marie se encogió de hombros y Annie la giró algo brusca.

-¿No entiendes?-La miró con impotencia-Esa maldita mujer, me quiere quitar a Fran, ¡no la conozco y la detesto!-Marie la miró y no pudo evitar reprimir una carcajada.- ¡No te rías!-Dijo histérica.

-OK, entiendo. -Dijo Marie desinteresada-¿Dónde escuchaste ese nombre?

-No importa, pero quiero saber quién es, quiero ir a verla y dejarle claro qué no se debe meter con François.

Marie terminó su copa y sintió de inmediato los efectos qué el licor generaba en ella, no entendía a Annie estaba mal de la cabeza y eso qué ella misma consideraba qué no estaba muy bien, tenía terrores nocturnos, insomnio un miedo irracional a la sangre en grandes cantidades, era un desastre y lo peor era qué no hacía nada para remediarlo.

Pero no podía entender el invertir tanto esfuerzo y tiempo a una persona que no te quería, nunca le pasó nada similar con Victoria de hecho se acostó con Tom a sabiendas de ella y le valió un bledo, era problema de él, no de ella.

-Oye, ¿estúpida no me escuchaste? -Annie la tomó de un hombro y Marie dejó de sonreír, estiró su mano y la inmovilizó con fuerza.

-No te pases-Dijo Marie cortante y luego se alejó-Pero no responderé preguntas estúpidas, no me interesa meterme en lo que no me importa-La soltó y la miró altiva-Cuando termines te puedes ir.

....

La mujer cepillaba su largo cabello negro, mientras ella se miraba al espejo, pensativa.

-Lo tienes realmente largo -Espetó la mujer -¿No deseas cortarlo?

-Por ahora no, quiero hacerlo -Respondió plana.

Terminaron de recoger en una coleta alta, dejándolo caer hasta su cintura, ella se levantó y se miró al espejo, la máscara de pestañas resaltaba sus ojos y la mujer había aducido que al tener sus labios de un color rojo natural, sólo usaría un labial que resaltara de esta forma. Tenía un vestido ajustado Vogue, era negro, al lado izquierdo tenía un detalle en beige con pequeños zafiros negros sólo tenía una delicada manga en al lado derecho del mismo color beige y parte del cuello. Al menos ella sabía que no le apetecía ponerse un vestido escotado con la temporada fría.

Aunque había tratado a Matthew por asuntos de negocios aun le sorprendía la invitación a su compromiso, el mismo François le había dicho que era raro que la invitaran y tenía razón, no podía negar que Matthew le agradaba aun así no eran cercanos y eso ella lo sabía, de hecho, le sorprendía aún más que su compromiso fuese con Pauline Tilman cuando le había dicho que era como una hermanita.

No entendía tampoco a qué había ido François a su oficina, sólo se le ocurría qué así era él, intentaba qué las cosas no quedaran raras entre ambos, pero, aunque le costara reconocerlo sentía que lo mejor era no forzar una amistad inexistente, ya no había nada y no sabía a qué se aferraban, porque era tonto no decir que a ella no le ocurriera igual.

Pero si era honesta, reconocía que no había vuelto hacer ningún esfuerzo por verlo después de lo sucedido en el apartamento de Saint Louis, incluso había pensado menos en él, ella dejaba ir porque no quería a nadie obligado a su lado, por algo no hacía las cosas dementes de Annie.

Era lindo sentirse amada y necesitada, esos eran sentimientos cálidos, Phillipe se lo hacía sentir incluso Aiden y eso la había hecho sentir mal, últimamente solo lo llamaba para favores y tendría que cambiar eso, su amigo no lo merecía cuando era tan bueno con ella.

Recorrió las calles de Londres en el auto, había pasado una temporada en Reino Unido, pero no había soportado estar estudiando en un solo lugar y había abandonado la universidad había preferido prepararse por su cuenta para asumir funciones en el grupo, no le gustaba verse encerrada.

El compromiso se celebraba en otra exuberante mansión londinense a la qué Marie no le prestó atención, solo pensaba que el invierno se había intensificado y eso era realmente molesto su cuerpo no estaba para vivir en lugares así, incluso sus manos se tornaban azules, una vez llegó a la entrada alguien tomó su abrigo y solo accedió porque el interior era cálido.

El lugar estaba lleno a lo lejos divisó una figura conocida, tenía sus dos manos en sus bolsillos y hablaba animadamente, era François quien en cuanto la vio le regaló una leve sonrisa, no era el mismo de siempre, aun así Marie asintió y se acercó, estaba con Sébastien, quien también le sonrió de forma cálida, de verdad se parecían al sonreír y en ciertos ademanes, aunque fueran tan diferentes en lo personal y en su físico.

François, tomó su mano dándole un leve beso y aunque se veía animado lo notó algo decaído, lo recordó en aquel rincón con su cabeza gacha, trató de sacar esos pensamientos no valía la pena, además ahora se veía un poco mejor. Sébastien hizo lo mismo y tomó su mano a modo de saludo.

Desde qué Fran había ido a su oficina días antes, habían "retomado" su amistad, así que no era de extrañar que en ese momento hablara con él con normalidad, aunque no podía negar que el dolor qué había sentido meses antes había desaparecido, como había escuchado en uno de sus tantos viajes: el dolor es inevitable el sufrimiento opcional y estaba cansada de sentirse como una marica a la que todo le sucedía, acción y reacción se recordó tal como la última vez.

Había perdido la amistad de Fran, había perdido a Thomas, pero bien era cierto qué no había movido un dedo por recuperarlos más que lamentarse como idiota.

Preguntas tan frecuentes de ¿cómo estás? o comentarios como: no sabía qué vivías en Paris salieron a relucir, al parecer todo era normalidad una reunión de viejos amigos, incluso ella se atrevió a preguntarle por el episodio que él había vivido meses atrás, Soy algo patético, ¿cierto? Él atinó a decirle, ella le respondió que sólo estaba enamorado, pero omitió decirle que ciertamente el enamoramiento implicaba un alto grado de patetismo.

Marie le sonrió relajada y miro alrededor, era un lugar agradable, aunque finalmente no dejaba de ser una fría mansión que mostraba su esplendor más que un cálido hogar. Afortunadamente llegó un fotógrafo cuando él comenzó a indagar cómo pasaría las fiestas, ella le restó importancia, pero sabía qué haría, como cada año se auto compadecería al lado de una botella de vino, mientras escuchaba jazz, ese día no le apetecía hacer nada más.

Le hizo una ademan a uno de sus guardas cuando quiso comprobar la situación y pudo ver la cara de asombro en François.

-Cosas de Beltrán, ya sabes lo paranoico que es - Mintió y sintió ese leve movimiento en su nariz, hijueputa vida ¿es qué no la dejaría mentir en paz? El hombre volvió a insistir.

-Una foto para los sociales -con su cámara lista

Marie tensó su rostro con su acostumbrada mirada sin expresión, estaba conteniendo su boca antes de mandar a volar a ese hombre cuando François habló primero.

-Vamos Elizabeth, tendrás la oportunidad de estar a mi lado-

Marie intentó reír, de verdad era un tonto, así que Francois al mirar su rostro relajado asintió hacia el camarógrafo, él la tomó de su cintura, ella sintió una leve incomodidad su cercanía ahora era un tanto extraña, él notó su rostro serio y antes de que tomaran la foto susurró algo a su oído poniendo su mejor sonrisa, ella por su lado no pudo evitar reír ampliamente por el chiste de mal gusto que le había dicho. Una vez el camarógrafo se fue con su captura él le habló:

-Sonreír, te hace ver mejor, sería bueno que lo hicieras más a menudo.

Marie se sintió timada, por él y recomponiendo un poco le dijo que iría al lavado, su pobre intentó de huir no dio resultados pues él le señaló lo obvio: no sabía moverse en ese lugar así que se ofreció a ir con ella, no se había dado cuenta, pero aquel lugar era la Mansión Tilman, por supuesto que François la conocía, Pauline era su mejor amiga, desde pequeños, así que lo siguió en silencio

Una vez estuvieron ahí ella entró, François no sabía que solo era una excusa no quería estar cerca de él y ahora el mismo la esperaba afuera, se lavó sus manos y tocó sus orejas, ahora tenía un par de aretes de zafiros plegable, pero no eran lo de François, era una forma de decir adiós, a todo lo que traían consigo.

Una vez salió vio que la esperaba, le sonrió y ella caminó hacia él, en ese momento dos mujeres hablaban en un tono demasiado alto, como para variar de su familia no les prestó atención, no era como si se preocupara por cada pendejada que dijeran de ella.

Caminaron en silencio, Marie sabía que ahora no se encontraba en la mejor situación, sabía que la próxima junta sería un caos y debería crear una estrategia para no ser destituida, no por lo menos durante cuatro meses más, era lo único que necesitaba, y ahí estaba nuevamente pensando en ese tema, debía intentar relajarse quería sentirse como meses atrás después de llegar de esa isla, pero lentamente esa sensación desaparecía y nuevamente se sentía acorralada.

Caminaron a una de las mesas dispuestas para ellos, ahí ya se encontraba Sébastien, una vez se sentaron François pidió una copa de vino al mesero tomándola en silencio, así qué Marie decidió qué no era prudente hablarle.

-¿Has estado en muchos lugares? -Le preguntó Sébastien sacándola de sus pensamientos y Marie sonrió, sí, había estado en muchos lugares, demasiados el mundo era demasiado amplio para quedarse en uno solo.

-Si he podido viajar mucho - se sonrió - es increíble, el mundo y sus formas de ver la vida, quisiera aprender las lenguas del mundo, pero sé que me faltarían vidas para hacerlo.

-Sí, pero creo que es interesante al menos el fragmento de vida que se vive lo es.

Marie le sonrió en un inicio lo único que había hecho era pelear con él porque no era capaz de reconocer como él decía que tenía un gusto por François.

-Sí, lo es -dijo con una sonrisa nostálgica, pensar en el mundo vivir como una mujer ordinaria sin tener que pensar en dinero o posición disfrutando de viajar conocer ser libre - me pasaba que una vez mientras aprendía ruso insulte a un dependiente, ese tipo de cosas ahora que las pienso son realmente divertidas.

-Sí, un día fuimos con un interno a  comer a un restaurante alemán y por pedir schnitzel pidió schnitzler -Marie rió de buena gana imaginando la situación se fijó que Sébastien también lo hizo y se veía realmente diferente.

-¿Es en serio? ¿No tienen nada mejor de qué hablar? -François los interrumpió con el ceño fruncido y Marie lo miró con desgana, ¿por qué les hablaba de esa manera?

-No le prestes atención, anda de un genio insufrible -Espetó Sébastien.

Él le sonrió y Marie relajo su expresión volviendo a concentrarse en la conversación con Sébastien, mientras François volvió su vista a su copa, entendió qué quizá ese asunto seguía molestándolo y quiso gritarle qué parecía un total idiota, pero nuevamente se repitió qué no debía meterse en asuntos qué no le interesaban.

De repente Marie vio que llegó Pauline con su característica alegría, saludó a François con un afectuoso beso, a ella le asintió y se sentó esta vez al lado de François notó que no venía sola, un hombre alto y rubio se encontraba a su lado, Marie miró la escena inexpresiva, en ocasiones ese tipo de eventos le parecían aburridos.

Sébastien le hablo y ella le respondió con una leve sonrisa, alzó su mirada y sus ojos azules se cruzaron con los ojos de aquel hombre y de repente sintió un corrientazo por su cuerpo, desvió su mirada, era el mismo aviador que había conocido la noche de beneficencia, era imposible, no podía estar en el mismo lugar, comenzó a recordar cada palabra que le había dicho ella, cada beso, sus manos recorriendo su cuerpo, su sexo se humedeció ante el recuerdo, volvió a mirarlo y él alzó una ceja haciéndola sentir incómoda, sentía como si leyese su mente.

Al parecer nadie se dio cuenta de su nerviosismo, movió sus anillos y sin poder evitarlo lo miró nuevamente de reojo, él seguía observandola, apretó sus manos quería irse de ese lugar, aunque no negaba que deseaba otras cosas con ese sujeto, pero según podía dar cuentas era nada más ni menos que el hermano de Pauline, desvió nuevamente su mirada sin saber qué hacer, sentía que él no la dejaba de detallar ¿habría ido a propósito? Nah, no creía que fuese especialmente por ella, y que la hubiese reconocido, finalmente el disfraz había ocultado muy bien sus facciones.

-¿Cómo los han atendido?- Espetó Pauline.

La mesa quedó en silencio, Marie estaba totalmente muda con su miraba baja, le aterrorizaba pensar que al hablar el pudiera reconocerla y exponerla ante todos, mierda ¿por qué le daba miedo eso? ¿Por qué ese hombre la ponía tan nerviosa? La hacía sentir idiota e indefensa,

Escuchó qué Sébastien dijo algo, mientras Marie no dejaba de sentir los ojos de aquel hombre sobre ella, era realmente inquietante ¿qué hacía ahí? ¿Y por qué no dejaba de mirarle?

Afortunadamente Pauline dejó de prestarles atención y se concentró en François, el que parecía era su hermano continuaba en la mesa, ¿por qué no se había ido? ¿Que esperaba ahí? Marie movió sus anillos levemente de forma nerviosa, aquel hombre no se iba y cada minuto que pasaba le hacía sentir expuesta.

Marie miró a Sébastien, quien estaba entretenido con François y Pauline, su mirada era indescifrable, ella por su parte se comenzaba a sentir aún más incómoda por aquel hombre que no dejaba de observarla, miró hacia el fondo y trató de concentrarse en otra cosa, comenzó a repasar mentalmente una fórmula matemática intentando parecer menos nerviosa, pero no lo conseguía, aquel hombre tenía la facultad de ponerle los nervios de punta tal y como aquella noche en donde había meditado si se acostaría con él.

Lo miró de soslayo y él no bajaba su mirada, tenía un dedo en su barbilla como si considerara muchas cosas, definitivamente sabía qué era ella: María Antonieta, recordó a Matthew le había dicho qué aunque su hermano era alguien importante para él, no sería bueno para ella, muchas preguntas inundaron su mente, quería conocerle y ese sentimiento no había cambiado, pero a la vez no lograba controlar lo que él le generaba y eso le daba algo de miedo, no era experta en esos temas y él parecía un hombre que tenía a su lado carteles de alerta chico malo, muy malo, apretó sus labios, maldición era totalmente su tipo.

Sin pensarlo se levantó de forma instintiva, François dejó de hablar con Pauline y la miró sorprendido al igual que Sébastien.

-Vuelvo enseguida - dijo en francés.

Él se levantó, tenía modales tan arraigados que parecía como si lo hiciera de manera automática, no lo podía evitar Fran era un caballero de pura cepa, pero ella le restó importancia a su gesto y sólo se alejó de la mesa.

Apretó su cartera y caminó sin rumbo debía intentar calmarse, esa noche no habló con nadie, el disfraz había ocultado la mayor parte de sus rasgos, pero ese no era el verdadero problema, el problema era qué quería estar con él y sí a eso se le sumaba sí él en efecto era William Tilman todo sería aún más complejo por el ansia qué ella había tenido de conocerlo.

Su móvil sonó era Phillipe

-¿Qué haces despierto a esta hora? -contestó-

-Re, mi amigo Fran ¿te dio lo que te mandé? -Marie pensó un instante

-No, no lo ha hecho, pero le preguntaré no te preocupes.

-Hermana, espero verte ven a visitarme -

-Lo haré, no te preocupes -colgando al instante, guardó su móvil y se quedó mirando a la nada sin saber qué hacer.

Podría irse, no creía que su presencia en ese lugar fuese relevante , pero una voz muy conocida y con un acento inglés la hizo timbrar, le preguntaba si andaba perdida y realmente no sabía que responder no se había dado cuenta cuando había caminado y en donde estaba, pero era la última persona que quería ver, era una cruel coincidencia.

Así que lo miró inexpresiva con duda, no parecía que supiera que era la misma ebria disfrazada de reina, no entendía por qué no quería que la descubriera, quizás porque era el mismo William que había anhelado conocer y eso complicaba todo. Tragó saliva nerviosa ¿qué quería de ese hombre? ¿Por qué la ponía de esa manera? Intentó pensar con claridad, pero no podía, simplemente miraba sus labios e imaginó por un momento el beso qué se habían dado.

-No, ya me disponía en regresar a la mesa.

Lo intentó decir escueta, que no le diera pie a que el hombre le respondiera, pero eso hizo que él la mirara más y no pasó mucho tiempo cuando se rió con ganas, eso hizo que los miedos de ella se evaporaran y la rabia invadiera todo su ser ¿por qué se estaba burlando de ella? ¿Qué era lo qué le parecía tan gracioso? Quizás ella…

-Strawberry-

Le habló con el mismo apodo de esa nocho y sintió que se convertía en piedra, estaba molesta, así que desvió su mirada y le sonrió indiferente, sin embargo no pudo decir nada, cuando creyó que estaría a salvo, había sido descubierta y aunque le molestó un instante qué se burlara de ella estaba decidida a que eso no le afectara, así que le miró de nuevo seria.

A decir verdad, no se arrepentía de esos besos, le gustaron y quiso más, pero no permitiría que esa elección la hiciera a un chiste, aunque había estado muy desinhibida no era una costumbre en ella por más que la promiscuidad no fuese algo malo para ella, pero… No le gustaba como la trataba.

-Infortunadamente –

Salió de su boca molesta, era en parte real y en parte mentira, una cosa era que le gustaran sus besos otra su actitud, en donde la hacía sentir tonta, así que esperaba que ese hombre viera su desdén y se fuera a fin de cuentas era lo mejor para ambos, pero al parecer a él no, por qué alzó sus cejas, se veía divertido y eso la enfureció más. Todo eso era

-Vaya no parecía así la otra noche.

Por qué no había sido así, era obvio que andaba muy caliente y borracha, deseaba tener sexo con él, no le mentía en ese instante, pero en ese instante su burla la había sacado de lugar como si lo que hubiese hecho esa noche fuese malo para ella, así que la había enojado como no lo lograba nadie más, era simple: los disfraces de esa noche ya no estaban, solo ellos y una vez salió de esa fiesta de disfraces todo quedó claro: la calentura había terminado.

A pesar de estar llevada de los demonios ese hombre se mantenía calmo, incluso ante su pregunta de como quería ser llamado le restó importancia y le dio vía libre para decirle como quisiera dándole una brillante sonrisa, no podía negar que era un hombre apuesto y de su gusto: rubio, sin embargo no se inmutó también estaba enojada.

Sonrió volteando su cara luego le miró seria, ¿qué quería con ella? ¿Por qué la buscaba? Era evidente: no por ser la mujer del disfraz, -dado que minutos antes no sabía que era la misma de hallowen- era por ser Marie Keller y sí él sabía algo de ella debía estar consciente qué no era una mujer del tipo que él buscaba, por algo la habían llamado como la menos carismática del medio, aunque meditándolo seguía ahí pues quizás buscara a la otra la Marie ebria y sin preocupaciones por un mugroso apellido.

-Ya que hemos aclarado el asunto, si me disculpa -dijo a modo de despedida.

Era verdad él le provocaba mucho, pero estaba enojada deseaba irse, no obstante sintió que la tomó de uno de sus brazos, le habló sobre sus disfraces, el de Marie Kelley y María Antonieta y cómo creía que el primero era el verdadero disfraz, irónicamente Marie era otra máscara y quizás él había visto los vestigios de Elizabeth Davis.

Él le susurró y ella apretó sus labios, hijueputa, por qué ese hombre tenía qué exponerla de esa forma, era incomodo qué alguien desconocido pudiera ver más sobre ella, o al menos se le acercara bastante a la realidad, porque finalmente Marie Keller era una máscara más.

Sentir que veía más allá la ablandó un poco y está ves queriendo saber su respuesta final le preguntó con coquetería qué creía él, tenía curiosidad con él salía una parte de ella qué tenía bajo llave, no obstante él no le dijo nada, sólo la miró en silencio y Marie aprovechó para repasar sus facciones: ojos azules algo verdosos, cabello rubio, un leve rastro de barba prolijamente cuidado, labios delgados, sus favoritos, físicamente era bello, varonil y con clase.

Pero sabía que era nuevamente esa atracción, qué la empujaba a un hombre malo y seductor, imaginó qué quizá tenía gran experiencia tocando y besando mujeres al menos eso creía por esa noche de halloween y eso la incentivó, aunque se limitaba a mirarlo plana, las resistencias se colaban por sus sentidos ante alguien para quien ella era un chiste.

Uno de los dedos del hombre acarició su labio inferior y eso hizo que su cuerpo se paralizara, pudo quitarse y gritarle, pero su cuerpo reaccionó recordando todas las sensaciones de aquella noche, miró a su alrededor, todos parecían absortos en sus conversaciones, mientras ellos estaba ahí él sintiéndose tan vulnerable.

-¿Qué quiere de mí? ¿Una noche de sexo? –

Estudió el rostro de ese hombre, no se veía burlesco y eso le hizo dudar si su risa fue de burla para con ella, quería saber que quería de ella a pesar de que era evidente de que se trataba, no entendía por qué se le acercó y si de la nada quería sexo o finalmente quería ayudarla como dijo inicialmente.

Sí algo buscaba en su vida eran claridades y no le daba miedo preguntar algo que quizá para alguna damita seria tabú, porque para ella el sexo no lo era, no significaba que ya por ende tuvieran una relación, se casaran o tuviesen hijos, no pensaba en ese tipo de cosas, pero al menos saber que era lo que quería ese sujeto, lo vio alzar sus cejas.

-Una, dos, tres, en realidad no lo sé, pero si tú me ayudas a averiguarlo estaría genial

Eso la dejó fuera de base, era una buena proposición para tener sexo, se sentía honesto, aunque no le estaba diciendo que era la mujer de su vida, simplemente una temporada de sexo sin compromiso, pero ella en ese instante ni estaba segura de eso, era una Keller por encima de todo y no podía dejarse llevar y más arrastrar a otra persona.

Su lado malo salió a relucir, porque en cierta medida estaba resentida así qué le dijo que en el futuro quizás y comenzó a retirarse, una pequeña venganza quería disfrutar eso, era el pago por burlarse de ella, pero el hombre que aun la sujetaba la halo con delicadeza y le plantó un beso inesperado, aunque estimulante que disfrutó y no duró mucho porque ella se alejó

Pero por un momento se perdió en la boca de un hombre qué muy seguramente tenía mucha más experiencia qué ella y al que quiso seguirle el ritmo, pero no podía hacer eso, debía alejarse.

-Ya lo averigüé, efectivamente Miss Keller, su disfraz es ese, el día que tuve el gusto de conocer su olor, su calor y su respuesta, fue usted más honesta con lo que quería.

William le dijo y acarició su labio soltándola definitivamente, nuevamente esas palabras tuvieron efecto, Marie lo miró fijamente, él podía leer su mente y eso le molestó, ¿podría ver a través de ella? Con ese hombre había pasado del enojo a mucho sentimientos y el de ese momento era inexplicable, pero dejando de lado sus sentimientos su cuerpo sabía exactamente  que quería: le pedía más de lo que ese hombre le ofrecía, era extraño, nunca había sentido algo parecido, incluso con Thomas o con François esa tensión no la sentía.

No puso evitar acariciar su suave barba sin dejar de verle y retiró su mano, era Marie Keller y definitivamente no estaba bien nada de eso, con él fue escueta, como que no daba exhibiciones y sería para la próxima vez, la vigilaba, por más que quisiera tener una relación libertina con ese hombre le harían daño… No quería cargar con esa culpa.

-Oh Fresa- la miró de los pies a la cabeza- a veces en los negocios debes tener un buen ojo y saber que hay oportunidades que no se dan dos veces en la vida. -La miró suficiente- Es un: las tomas o las dejas

Ella sonrió, su pensamiento era el mismo de lo que tenga que pasará simplemente ocurrirá, igual aunque no fuese una experta en esos asuntos sabía cómo la miraba ese hombre y era consciente porque para ella era imposible no quedarse mirándolo, sentir esa atracción y querer ser tocada por él, así que era mutuo y así se lo dijo:

-Es decir ¿pierdo mi oportunidad de una noche de sexo increíble? -Expresó algo incrédula, el ego de ese hombre era grande - Si mal no recuerdo esa noche no era la única en esa habitación que disfrutaba, William - acentuando su nombre, era verdad, sí bien él podía tener dotes increíbles para el sexo ella no podía desmeritarse él también quería devorarla.

Su cuerpo era delgado, no tenía piernas o caderas exuberantes, su abdomen ahora estaba marcado por la actividad física, pero sí de algo era consciente era del par de tetas que tenía, lo único que le había heredado de su madre físicamente y cuando quedaban levemente expuestas se llevaban más de una de mirada.

William la miró con una expresión indescifrable lo vio acercarse con su imponente porte, era muy alto y acuerpado, pero no estaba amenazante al contrario se le veía pensativo y cuando tocó su labio sintió un corrientazo por su cuerpo, lo que hizo que bajara sus armas, le pedía un beso, pero no uno cualquiera sino como los que se habían dado esa noche de disfraces, ya no era el hombre arrogante que se burlaba de ella, era uno que le pedía algo que ella misma quería.

Lo observó y sus ojos pedían, pero no era una exigencia y ella pensó en las veces que había añorado encontrarlo de nuevo y sentir sus besos, así que dejó ir su mente, sólo quería que todo lo que su cuerpo había sentido por semanas desapareciera y si besarlo le traería esa tranquilidad lo haría.

No obstante no lo expondría así que lo tomó de la mano hacia lo que parecía un pasillo solitario, esperaba no equivocarse él la siguió y una vez estuvieron solos lo miró detenidamente y empinándose un poco más -aunque él tuvo que inclinarse un poco- en sus tacones le tomó su rostro entre sus manos y le besó sin ningún tipo de pudor, ahora como sólo Elizabeth.

Lo sintió invadir con su lengua su boca, la movía con destreza con muchas ganas, su estómago se hizo un nudo y sintió una sensación intensa, algo qué estaba rebasándola, él comenzó acariciar su espalda y mordió su labio con coquetería y ella estaba ávida de más, todo era muy excitante.

Sintió los labios de William en su cuello y algo húmedo salió de su sexo, cuando él le dijo que la quería en su cama un frio recorrió su espalda, Marie sintió sus labios en su cuello y aunque quiso decir algo no pudo articular palabra, de alguna manera tenía ese efecto en ella y ahora solo quería sentir, pero él dejó de besarla y la miró a los ojos.

-¿Quieres que vayamos a mi cama? Sólo una palabra Fresa.

Ella lo miró en silencio y tragó lentamente nunca se había aventurado a estar con un hombre desconocido y sí, no negaba que había anhelado hacerlo por semanas. Pero prácticamente Thomas había sido el único hasta ahora y eso que habían pasado un año antes de hacerlo y ¿si lo intentaba? ¿Sólo por una noche?

Finalmente ella se iría de ahí y evidentemente ese hombre sólo quería sexo por un día y ella en ese momento no estaba para sentimientos, volvió a encontrar sus labios y lo besó sin responderle, para ella obvio qué le estaba diciendo que sí, aunque apenas lo pensaba desde que la besó estaba tan ida que su sexo le pedía más.

William insistía en preguntarle al parecer saber de su boca su consentimiento  era importante, pero ella no podía decir nada, le hacía y decía cosas tan candentes que sentía que su respuesta era obvia, -pues lo estaba besando- aun así entendía que él la necesitara, se le salió un si y William le brindó una sonrisa que le encantó, le decía que su cuerpo hablaba mejor que ella, pero simplemente había cosas que prefería hacer y no hablar de por sí no se le daba bien y cuando lo hacía en ocasiones terminaba cagandola, así que por eso prefería la soledad de su habitación o quedarse callada.

Él no le dijo nada más, sólo la tomó de la mano y comenzó a guiarla por una serie de pasillos, hasta llegar a una zona de servicio encontró unas escaleras y comenzaron a subirlas, el estómago de Marie se estremeció, ahora apretaba la mano de aquel desconocido dispuesta a tener sexo con él, tragó saliva se sentía expectante lo quería hacer, quería estar con él, él le gustaba muchísimo, su corazón latiendo a prisa se lo decía, apretó sus labios mientras él abrió la puerta de una habitación para ella.

Marie observó al hombre y luego entró cauta, observó el lugar tenía tonos grises combinados con negro, había unas cama muy grande, un cuadro, libros según parecía era un lector eso la sorprendió, era un lugar agradable y en donde cogerían y ese pensamiento la cimbró ante la expectativa.

Estaba ahí a solas con ese desconocido dispuesta a dejarse hacer cualquier cosa, pero realmente no sabía cómo comenzar y muy nerviosa, se notaba que él había estado con muchas chicas, aun así siguió sus instintos y masajeó su torso y se aventuró a besarlo, sí era sincera le gustaba tomar la iniciativa, eso le daba cierta tranquilidad.

Maldición, William era realmente tonificado eso la hizo sonreír, sabía qué filogenéticamente hablando las hembras buscaban machos más grandes y fuertes que garantizaran su sobrevivencia, así como lo machos buscaban mujeres caderonas pues eran signo de fertilidad, ella no tenía grandes caderas, pero si unos grandes pechos y bueno qué podía decir de aquello, también entraba en los haberes de la atracción, dado que también la filogenia les decía que podrían amantar a sus crías.

Se dieron un largo beso mientras el también tocaba su cuerpo, acariciaba su espalda y en ocasiones sentía el toque de sus manos en su piel y eso la hizo estremecerse, él posó sus ojos en los de ella la miraba con el deseo qué a ella le gustaba, le mordió su nariz y no pudo reprimir un gemido le gustaba la violencia qué ejercía y ese dolor qué le provocaba.

Ella sonrió, lo que provocaba en su cuerpo le hacía perder la cordura, retrocedió quitándose el gran anillo de zafiros, junto con el otro en su otra mano, una vez terminó regresó a su lado, recorrió con sus dedos su cuello, bajando hasta su saco sacándoselo lentamente, lo que le hizo caer en cuenta de algo ¿cómo no lo había pensado antes? El vestido incomodaba y el sexo era mucho mejor estando desnuda, comenzó a bajar el cierre de su vestido sí iba a atreverse a ser una descarada con un desconocido debía hacerlo bien y sin aspavientos odiaba hacer las cosas a medias.



No quería que le dañara el vestido aun tenía que salir con algo encima al gélido clima de Londres, pero al parecer eso molestó a William porque la vistió y le dijo que quitaba la diversión, no llegaba a entenderlo desnuda debería ser mejor el asuntó, pero entendió su territorialidad como buen hombre dominante: quería desvestirla y eso le pareció bien.

Lo que si no entendió fue cuando le dijo que aún podían hacer muchas cosas vestidos, ella lo miró curiosa, muchas cosas le había dicho ¿ahora saldría con algún juego de mesa? Su corazón comenzó a latir con fuerza, ¿a qué se estaba refiriendo? No lo podía entender, hasta donde sabía par lo que estaban ahí mejor sin ropa, aunque no podía negar que en ocasiones Thomas la había toqueteado por encima de la ropa y había sido divertido.

Quiso indagar, pero él no le dijo nada mas le repitió lo que ella le dijo minutos antes sobre hacer más y hablar menos, no obstante Marie se sonrió al darse cuenta que eran cochinadas las que quería hacer con ella y eso la incentivó más, de verdad quería entregarse y sentir un orgasmo.

Ese hombre la cautivaba mucho y cuando puso Jazz en el estéreo fue como terminar de caer rendida ella sonrió le fascinaba ese género, así que no podía evitar ver cada uno de sus movimientos: cuando se quitó el corbatín, o se sirvió una copa con whiskey, incluso cuando la miró y ella se cimbró, por un momento recordó el cuento de la niña de la capucha roja y el lobo qué su madre le llegó a contar en el pasado, se sentía así frente a él, quería manejar la situación pero... Él simplemente la desarmaba.

No le decía nada solo la miraba y la expectativa crecía dentro de ella, lo vio dejar su copa con whisky y sacó una botella de vino y sirvió una copa luego volvió a mirarla mientras su corazón latía a prisa no entendía qué quería hacer, pero se dejaría llevar así que obedeció cuando quiso que lamiera uno de sus dedos empapados de licor, quizás un poco de licor la soltaría aunque no fue suficiente para quitarle los nervios, ella sabía perfectamente lo que hacía, no era la borracha en un disfraz de octubre, era la mujer que temblaba cuando sus manos recorrieron su cuerpo con delicadeza hasta sus pies, su sexo se sentía tan húmedo y caliente qué no le extraño sentir sus bragas más mojadas.

El hombre le quitó uno de sus zapatos y comenzó a recorrer con sus dedos su empeine y luego sus dedos, pero no se detuvo ahí sino que acarició su tobillo, las sensaciones eran únicas y quiso retorcerse, incluso sentir alguna presión en su sexo, no obstante cerró sus ojos y no pidió nada, simplemente aceptaba cada una de las caricias sintiendo nuevamente un frío en su espina dorsal, sabía lo que hacía y lo que podía producir en una mujer, reprimió un gemido, observándolo en silencio.

Él seguía dándole indicaciones y ella obedeciendo, no era muy difícil hacerlo los retorcijones llegaban a ella cada vez que besaba, lamia o acariciaba una parte de sus pies, su sexo palpitaba ante las ligeras cosquillas que le producía ella sonrió ante la sensación tragando pesadamente, se intensificaba con cada movimiento y no pudo evitar echar su cabeza hacia atrás e intentó mover sus piernas quería sentir la fricción en su sexo.

Emito un gemido, estaba excitada y no le daba vergüenza demostrárselo, se había negado estar con alguien más y en ese instante simplemente deseaba saciar las ansias que ese hombre le provocaba, pero él seguía calmo, besando cada parte de su cuerpo y regalándole sensaciones nuevas.

Cuando él alzó su vestido y lo sintió cerca de su sexo sintió un leve espasmo, algo muy similar a un micro orgasmo, ¿cómo lo había hecho? Ni Siquiera la había toda ahí, un gemido audible salió como si sus sexos chocaran, pero aún más fuerte.

Su cuerpo se estremeció y metió sus dedos en su cuero cabelludo, quería más, que la utilizará a su antojo y así lo hizo por qué comenzó a mordisquearla y ese leve dolor incremento las sensaciones qué se acumulaban en su vagina, su lengua comenzó a moverse en forma circular y nuevamente comenzó a sentir ese intenso cosquilleo en su zona baja, su cuerpo tembló al anticiparse a un anhelado orgasmo después de un año.

Él se mantenía calmo, mientras ella deseaba ir más rápido, así que con paciencia besaba ahora su cuerpo con el otro pie, terminó de descalzarla y quedó mucho más baja frente a él, cambiaron de sitió al sofá para obtener algo de altura y pensó que al quedar de la misma altura la besaría, pero él siguió su tarea cosa que la hizo callar por las sensaciones que le producía en sus orejas quitándole los aretes plegables.

Las sensaciones en su cuello eran indescriptibles y no pudo evitar terminar buscando la boca de William llevada por la lujuria el sabor era de licor y comenzaba acostumbrarse así que devoró sus labios estaba en éxtasis y ya no lograba controlarse.

Comenzó a respirar pesado, no la había penetrado y podía sentir que el orgasmo que minutos antes la había amenazado con explotar volvía a ella, cuando el volvió a mover sus manos y su aliento en su piel, todo se volvió blanco cuando sintió las manos de William por debajo de su vestido, tocó sus muslos y encontró su sexo, estaba mojado y era por su causa, le mordió uno de sus labios sin dejar de tocar sexo por encima de sus bragas.

Le pedía que no que contuviera y definitivamente no lo haría, simplemente todo era tan delicioso que no podía dejar de observarlo, le gustaba mirarlo a los ojos había algo en ellos qué la llamaban, jugueteaba en su boca, con mordiscos, también en sus orejas, pero sentir los dedos de ese hombre en su vagina era un gran estimulante, ya no podía contenerse, su respiración ahora era irregular, emitiendo leves ruidos.

Los dedos de él dejaron de tocar sus bragas y eso le hizo sentir una extraña tristeza, quería qué la siguiera tocando, pronto entendió lo qué quería hacer cuando metió los dedos en su boca y le decía que se degustará, era tan decadente, pero eso en vez de molestarle le encantó, así que sin más movió su lengua y sus labios, sabía algo extraño un poco salado, pero no le importó la lujuria se había apoderado de ella.

Estaba ida y sentir las caricias en circulo en su espalda aumentaba la excitación con su sexo palpitante, le costaba respirar, en lo único que podía pensar era en la manera como sus manos la tocaban, no quería que esa dulce tortura acabara, se sentía demasiado bien. William volvió a su cuello y luego sopló su oreja y todo fue negro, llegó un orgasmo caliente y cosquilloso que le hizo quedar a merced de él.

William le había enseñado que no necesitaba quitare la ropa para sentir placer y si que había quedado satisfecha con el resultado,  quizás debía tener una expresión de estúpida, por qué él se veía complacido, mientras ella respiraba pesadamente, pero muy contrario a lo que creía no le parecía suficiente, quería más de ese hombre, le sonrió satisfecha mordiendo el labio de él.

Y así como había pasado antes leyó su mente y esta vez la llevó hasta la cama acomodándola boca abajo, los labios de él recorrieron su espalda y nuevamente las sensaciones deliciosas resurgieron, ella se arqueó era como si el resto del mundo se difuminara con solo un beso de él, recordó la advertencia de Matthew sobre su amigo, sin embargo se deshizo de la idea al pensar que tendría su cuerpo y al salir de aquella habitación todo acabaría.

Tal como él dijo comenzó a desvestirla y ahora sus besos eran directos a su piel, sintió qué ésta se le erizaba, sus manos acariciaron sus glúteos y ella movió su cuerpo, le encantaba qué la manoseara, así que sólo podía disfrutar ese momento, sus manos, su aliento cerca de ella.

William no sólo sabía tocarla, sino que decía cosas que ayudaban en la tarea como que era “preciosa” y no era que ella se considerara fea, realmente no tenía problemas de imagen, pero lo que le gustó de ese susurro era la forma en que le hablaba con tanta pasión que le diría que la amaba y ella le creería.

Incorporarse, quería verle de frente y tocar sus apretadas abdominales, ella también quería disfrutar de él, era muy guapo y sería muy idiota si no lo toqueteaba un poco, así que Marie comenzó a quitarle el traje poco a poco, mordisqueó su cuello y luego uno de sus labios, cada botón lo zafó lentamente y una vez quedó al descubierto su abdomen sonrió  tal como lo imaginaba lo recorrió con sus dedos con una expresión muy sensual, uno, dos tres, ¡cuatro! ¡cinco! ¡seis! Músculos perfectamente torneados.

No podía evitar lo que pensaba y le soltó sin pudor que le encantaba su cuerpo trabajado, debía corresponder a las palabras de él y mostrarle que lo deseaba, así que intentó emular un poco lo que él hizo con ella, repartiendo besos por su cuello y pecho, no pudo reprimir un leve sonido, él no se estuvo mucho tiempo de brazos cruzados pues capturó sus labios con un ardiente y muy sucio beso al tiempo que le comenzaba a bajar su vestido.

Dejó que hiciera lo que quisiera, él beso su clavícula y de un tirón daño el sostén y le aseguró que había sido porque no dejó que lo hiciera con su vestido, no le importó realmente a ese punto no le importaba tener que bajar desnuda, por el contrario, estaba ida en la mirada de él en sus pechos y no pudo evitar sentir levemente apenada cosa qué le parecía ridículo, pues él ya los conocía.

Pero sabía que también se trataba de había pasado mucho tiempo en estado en una situación íntima, quitó esos pensamientos sosos, eso era lo que llamaban sexo sin relación una en la que estaba con un hombre que estaba en medio de la fiesta de compromiso de su hermana y prefería estar con ella teniendo sexo.

No era como si eso la hiciera especial, era consciente que podría ser ella o cualquier otra mujer, pero toda esa situación la tenía muy excitada, sobre todo cuando le prometió que no volvería a la fiesta, imaginó que estarían toda la noche fornicando y era una escena realmente buena, así que sonrió divertida, estar al lado de ese hombre a si fuese un desconocido la relajaba, quizás porque no se conocían le funcionaba tan bien.

El éxtasis llegó cuando él la recostó boca arriba y comenzó a deleitarse con sus pechos ella se arqueo y comenzó a gemir, era rico sentir la lengua de él estimularla y los sonidos nos los podía acallar, simplemente salían y salían mientras su sexo se mojaba más.

Bailar era algo que le había llamado la atención desde muy pequeña, pero no esos movimientos estereotipados y precisos que demandaban el ballet, ella se refería a otros ritmos más espontáneos que había conocido en diferentes partes del mundo al lado de su madre, en este instante sentía que bailaba con él, por algo creía firmemente qué un hombre que supiera bailar tendría movimientos extraordinarios en la cama.

Una de las manos de él comenzó a masajear de forma rítmica su pecho y su cuerpo se estremeció, definitivamente sentía que bailaban, él de la nada habló sobre la copa de su pecho y pensó en la cantidad de senos que había tocado, era un experto que sabía su talla de un tirón y así se lo dijo:

-Todo un experto - dijo tomando aire mientras sus manos vagaban por la espalda de William.

-Shiff- él se acercó y le dio un beso - es de mala educación hablar de la experiencia, ninguno de los dos queremos saber nada.

Ella no pudo reprimir una carcajada, llevaba más de dos años sin sexo, pero evidentemente él prácticamente lo respiraba, además su número de cogidas no sobrepasaba los dedos de sus manos, recordaba perfectamente cada una de ellas.

-Así es, de manera que no se preocupe.

-Vamos Fresa te tengo semidesnuda en mi cama y aún no me tuteas.

Le pidió y ella se sintió extraña, a pesar de ya haber tocado el pene de ese hombre por encima del pantalón, no había sido capaz por un lado era algo mayor que ella y por el otro… Pues no era confianzuda con las personas, aun así, intentó decir su nombre, aunque le costó un poco y añadió:

-No te preocupes, no preguntare ni quiero saber nada. -Le dijo honesta, porque entre menos se involucraran ella… Menos sufriría. La sonrisa de Marie desapareció cuando él negó con su cabeza.

-Tú puedes preguntar todo lo que quieras Fresa, mi vida no es un secreto para nadie, simplemente no lo hagas cuando te tenga en la cama a medio vestir.

No entendía ella no había preguntado nada, pero pronto dejo de pensar cuando la boca de William se encontró con uno de sus pezones y le dio un mordisco y comenzó hablar de fantasías una salvaje y se dio cuenta que en sus 24 años no había tenido ninguna -solo tener sexo por primera vez cuando estaba con Thom- no había explorado en el mundo de la sexualidad incluso por años fue un tema tabú.

Ese hombre no se daba cuenta que ella le daba más de lo que en el pasado, pero ya que le preguntaba pensó en que mezclar algo de adrenalina con todo esto sería estupendo, como por ejemplo un globo aerostatico, tener un orgasmo al borde de una canasta a muchos metros de la tierra sería fantástico.

Se rió al pensar que estaban en una cama sin posibilidad de hacerlo nunca, el rostro de él se contrajo, quizá era algo que le parecía estúpido, finalmente esto era una aventura de una noche y cuando le escuchó decir que lo harían algún día muy al contrario de lo que ella había pensado su respuesta fue inesperada.

El ambiente se enrarecido porque el rostro de él cambió inmediatamente después de eso, ella lo miró extrañada como si sus palabras le hubiesen pesado, sin embargo Marie no quiso entrar en detalles, lo mejor de esa noche era que no había nada seguro, esa escapada con él eran un pedazo de paz en donde era nada, era un placentero escondite, en donde no existía nada más.

Ella le beso en su nariz para quitarle el peso sus palabras, pero él solo apretó más sus labios y se fue al otro lado de la habitación y vio que se sirvió otro trago. Marie se sentó y de forma automática llevó sus manos a sus pechos, sin dejarlo de ver, no entendía porque se había puesto así, solo le había preguntado su fantasía y ella había intentado ser honesta porque si era sincera nunca había pensado en el tema.

Lo vio tomar el vaso de una sola vez y cuando volvió su vista a ella le pidió que se bajara las manos de sus pechos, había sido un acto automático, quizás porque en ese micro segundo la actitud de él la hizo sentir incomoda, así que esa demanda la molestó un poco, Marie alzo una ceja y comenzó a bajarse de la cama, sin darse cuenta el vestido se deslizó por su cuerpo.

-Eres bueno impartiendo órdenes y yo no soy muy buena acatándolas, sin embargo haré solo una excepción, por ti - mordiéndose uno de sus labios y bajo sus manos de sus pechos lentamente

-A ver Fresa, en definitiva no eres nada buena acatándolas, te dije hace un rato- Se quitó su camisa y ella quedó hipnotizada al ver sus hombros tonificados - que el vestido te lo quitaría yo. Pero sigues muy afanada, sólo pasaré eso en alto, porque te ves de infarto sólo en bragas. Ven aquí-le estiró su mano.

Ella tomó su mano mirándolo detenidamente, tragó un poco saliva, ahora mismo se sentía vulnerable además de Thomas nadie la había visto desnuda y con tanta lujuria, aunque aquí la ventaja era que él solo era un desconocido, al que probablemente no volvería a ver, ese pensamiento retumbaba en su mente una y otra vez.

No pudo evitar temblar un poco no sabía si era bueno eso que hacía, tenía muchos problemas además que estar así la hizo sentir vulnerable el hombre lo notó y le pidió que no tuviese miedo o pena, no sabía exactamente cual de esos sentimientos era, pero cuando él la abrazó se sintió extraña, sobre todo porque William notó su delgadez cuando la llevó a la cama y le preguntó por su alimentación, no, no quería eso, no deseaba que otro hombre la viera con ojos compasivos

Ella bajo su cabeza y nerviosa simplemente le dijo un si  bajo, esta vez alzó su cara  y lo miró fijamente tuvo deseos de acariciar su rostro y así lo hizo, esperaba que el hombre no indagara más, y se concentró en recorrer sus cejas y delinearla con delicadeza a veces  sentía que lo conocía de antes o quizás era que…

El hombre la sacó de sus pensamientos cuando le habló con lujuria y nuevamente él la sumergía en un cumulo de sensaciones así qué buscó la boca de él y le dio un beso, nuevamente sabor a licor, suspiró tal como él decía no tenían prisa era verdad esa noche tendrían mucho tiempo.

Las manos de él vagaron por debajo de sus bragas, rozaron parte de sus nalgas y su vagina su cuerpo se tensó ante esa caricia, maldición intentaba hacer las cosas bien y su cuerpo la hacía quedar mal, pero esa invasión era nueva y deliciosa.

-Tranquila -Le dijo él y ella respiró hondo- De ahora en adelante espero sepas escuchar, cada cosa que te diga será pensando sólo en tu placer, así que espero sepas cómo comportarte.

Marie lo miro y relajó su cuerpo ahora mismo nada importaba y por ridículo qué pareciera confiaba en el así qué lo dejó tomar el control, algo que había hecho desde que decidido desde que le dijo que si deseaba estar en la cama con él.

William volvió acomodarla en la cama y abrió sus piernas levemente, no tardó en sentir los dedos colarse por un lado de sus bragas nuevamente nervios estúpidos llegaron a ella, no entendía por qué no era su primera vez, pero se sentía así, no era experta en aquellos menesteres y él era tan hábil y coqueto que irradiaba una gran energía sexual.

Él apretó sus nalgas y ella no pudo reprimir un grito ahogado, sus manos eran grandes y masculinas y ella sentía su sexo arder, podía sentir incluso como sus líquidos se escurrían por su entrepierna, hacía mucho no se sentía tan excitada, él leve roce de sus manos por su clítoris la hacía estremecer.

William le dijo que pensaba castigarla, pero qué sí ella se comportaba obtendría más placer, habló con ese acento inglés tan informal qué tenía y qué francamente le encantaba, sin embargo lo miró confundida no entendía lo qué le decía y no obtuvo una respuesta inmediata simplemente la giró con facilidad y su cara quedó de frente con el edredón azul con olor a lavanda

-¿Confías en mí? -Marie lo miró como pudo desde su posición y asintió, realmente lo hacía él sonrió. -Buena chica.- Le dijo como sí le impartiera órdenes a un perro.

Lo qué hizo a continuación solo hizo crecer su curiosidad, metió una almohada debajo de sus caderas y le pidió que se relajara, ella le dijo qué lo estaba, pero nuevamente su cuerpo la delató cuando los dedos de él recorrieron su vagina y luego sintió una invasión en su trasero, se tensó un poco, si él sexo vaginal había sido escaso, éste sí qué nunca lo había considerado.

-Fresa, te dije que es necesario que te relajes. -Esta vez el tono de su voz era severo, Marie asintió cerrando los ojos, quería relajarse quería saber qué pretendía, quería sentir más a su lado.

Su dedo siguió explorando su ano y lentamente éste cedía, nunca había sentido una invasión de este tipo, era incómodo y sintió por un instante deseos de defecar, pero pronto esto fue reemplazado por placer uno diferente y más intenso, ella enterró su rostro en el edredón otro de sus dedos comenzó a caricia alrededor de su sexo y aquello combinado con lo otro comenzaba a gustarle, soltó algunos quejidos, pero no le pidió que parara no quería qué lo hiciera.

Él le aseguró que le gustaría era malditamente seguro con lo que hacía, contrajo sus muslos y enterró sus uñas en la cama, cuando sintió que su dedo entró más y comenzó a sentir un leve ardor que le gustaba, esos dos actos combinados la estaban haciendo perder el control movió su cuerpo de forma instintiva y a emitir leves sonidos qué se intensificaron con el movimiento acompasado de sus dedos era una mezcla de placer y ardor.

Todo fue éxtasis cuando comenzó a juguetear con uno de sus pezones, dejó ir su cuerpo y ahora bailaba una melodía inexistente. Las cosas se tornaron difusas cuando comenzó a sentir mordiscos en su espalda y los dedos de él aumentaron el ritmo, sus gemidos fueron cada vez más audibles e incluso el pedido de que le regalara su orgasmo fue tan caliente qué sintió que estaba en el clímax.

Ya no podía contenerse este orgasmo era más intenso que el anterior, así que comenzó a gemir muy fuerte y decir groserías en aleman, moviendo su cuerpo al compás de los dedos de William, cerró su ojos sintiendo que se desvanecía, ahora mismo era polvo, ella temblaba desde los dedos de sus pies, hasta los dedos de sus manos, se sentía como si fuera una hoja flotando en una caída libre, nunca había sentido algo semejante, ni siquiera era capaz de moverse en la cama.

Todo comenzó a ser calma nuevamente, él besó su espalda mientras ellas intentaba modular su respiración, quería más, mucho más y se sintió extraña por su apetito sexual, de repente como sí él leyera sus pensamientos la penetro de un tirón, eso había dolido levemente debido a su falta de actividad sexual, pero como de costumbre le encantaba el dolor así qué gritó de placer y a continuación los movimientos de él comenzaron a ser fuertes, pero a la vez rítmicos, besaba su espalda y acariciaba sus senos y la movía como se le antojaba

-Me encantas Fresa. -Dijo entre jadeos y ella quiso responderle qué él también le encantaba hasta dejarla como una idiota, pero no pudo hablar, no le salían las palabras.

Marie sintió los rastros de su orgasmo con uno más intenso, debido a la fricción con su miembro, se sentía tan bien que, aunque llevaban horas quería más de él y su forma experta de tocar y besar ahora estaba en la cima y no quería bajar de ahí, él siguió empujándose dentro de ella con premura y aquello le gustaba, qué manejara su cuerpo al antojo de él.

Ambos llegaron al clímax y él la giró y limpió un poco su frente tenía rastros de sudor aunque por lo general no le pasaba, le preguntaba si había sido muy rudo y ella simplemente le dijo con una sonrisa cansada:

- No, me encantó. -Decir qué le había encantado era poco, no sabía sí eso era propiamente masoquismo, pero le gustó la rudeza y entendió qué Thomas la había tratado con mucha delicadeza en ese aspecto.

-Fresa eres increíble, ¿dónde estabas metida? -Expresó él jovial, le gustaba cuando William sonreía, ella simplemente se perdía ahí.

-En muchos lugares, soy nómada - bromeó, aunque tenía muchos tintes de verdad para algún tiempo atrás.

-Ok, le pediría a Matt el GPS que utilizó con Rebecca.

Respondió en el mismo tono juguetón, pero después su rostro cambió a uno más serio y distante, lo vio cerrar sus ojos pesaroso y la soltó de forma brusca, no entendía qué le sucedía, quizás era su forma de decirle qué era momento de irse, qué la sesión de sexo había terminado, ella se incorporó lentamente mientras él la miraba en silencio con su rostro duro ¿a esto le decían una aventura de una sola noche? ¿Por qué después ya todo el deseo y la lujuria desaparecían? Se sintió levemente decepcionada por qué ella quiso más sexo, lo seguía deseando.

Su móvil sonó en alguna parte de la habitación, pero lo que hizo fue comenzar a vestirse, tomó su ropa interior ahora sin utilidad y la botó en un cesto de basura, luego se puso su vestido subiendo el cierre con dificultad, busco su móvil no recordaba donde lo había dejado, una vez más sonó ayudándola a encontrarlo, lo sacó de su bolsa.

- Estoy bien - respondió a Beltram - si enseguida.

Caminó hacia la cómoda y tomó sus anillos ajustándolos. No sabía que decir no era buena para las despedidas y tampoco quería mirarlo, así que solo salió cerrando la puerta tras de sí quedándose unos minutos ahí de pie, sintiendo algo extraño.

Caminó por el mismo lugar por donde había subido con él horas antes tomada de su mano, era todo tan raro, porque de repente sintió un vacío,  bajó por las escaleras de servicio de repente sitio algo mojado en sus pies, dándose cuenta que sus zapatos también los había dejado, suspiró, sin embargo continuó, ya tenían medio equipo de guarda espaldas buscándola.


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