La Heredera CAPÍTULO 25: Sucios secretos


 

Vancouver, agosto de 2014

El corbatín le incomodaba, sobre todo Victoria y la cantidad de requisitos que le estaba imponiendo, Thomas se levantó de la silla mientras la escuchaba replicar, no le prestó atención, no se cortaría su cabello ni se quitaría su barba, odiaba que ella quisiera moldearlo a su acomodo, no pensaba permitirle que lo utilizara como una marioneta. Salió de la habitación que les habían preparado en la mansión de su padre y se dirigió al estudio de él, parte de ser un Ucker le daba el beneficio de moverse a su antojo por el lugar sin levantar sospechas.

Tocó levemente, pero al parecer su padre no se encontraba en la habitación, entró siendo consciente que no había cámaras en esa habitación, sabia por sus últimos movimientos que su padre estaba en algo grande, si algo había aprendido de él, era que comenzaba a mover sus fichas con sigilo y cuando estaba más ocupado en nimiedades era porque en realidad su atención la captaba algo de relevancia, como cuando según él estaba ocupado en un proyecto en donde supuestamente buscaba ampliar ciertos servicios de salud a población vulnerable y finalmente era un encubrimiento para eximir a la empresa privada de su responsabilidad con los empleadores de este servicio.

Thomas no se consideraba una buena persona no era como si le importara las victimas que su padre se llevaba por delante para sacar adelante su carrera política, simplemente le parecía un hombre pedante que merecía un escarmiento, Thomas solía tomarse la justicia por su mano, pero en este caso no le interesaba saciar sus instintos, en este caso quería ver como se caía a pedazos el castillo de naipes en el que su padre vivía.

Revisó como era de costumbre los papeles que solía dejar bajo llave y después de hacer una selección, dejó todo tal como estaba, no debía abusar de su condición, por más que fuese un Ucker a su padre no le importaban lo lazos cuando tenía que ver con su ascenso en la política, eso lo sabía él de primera mano.

Así que se dirigió al pasillo principal cerca de la escaleras mirando hacía el living, los invitados llegarían y de Francia arribaría el hijo mayor de los LeBlanc, ese sería parte de sus objetivos esa noche, quizá podría acercarse un poco Jacques LeBlanc, realmente no estaba seguro, lo único que había escuchado de aquel hombre eran vaguedades, chismes que pululaban en la prensa rosa.

Victoria lo tomó del brazo desprevenido y le sonrió cándida.

-Tommy, vamos a saludar-Thomas la miró, pero no le dijo nada, simplemente se deshizo del brazo de ella y la dejó ahí parada.

Se escabulló entre los presentes su objetivo era claro: la petrolera LeBlanc, sabía que ahí había algo de importancia para su padre, por algo ahora sus intereses estaban puesta en leyes de conservación ambiental e hidrocarburos y conociendo Patrick, sabía que le valía mierda el ambiente. Pronto lo vio era un hombre de aproximadamente 1.84 cm de estatura, cabello castaño y con un porte elegante, -para Thomas más bien delicadito- cuidadosamente peinado y rasurado y una mirada altiva.

Odiaba a ese tipo de hombres, tan presuntuosos y suficientes, además según sus investigaciones ese sujeto era el que le había dado habitación a Marie en su casa, no entendía que hacia ella con un hombre como ese, cuando era evidente que eran tan diferentes, esbozó una media sonrisa, intentando obtener contacto con él y lo saludó.

Los ojos casi amarillos de ese hombre lo detallaron, sin asombro y por algún motivo Thomas imaginó que sabía de quien se trataba, quizás Marie Elizabeth le había hablado de él y eso era realmente un problema. Él respondió de forma escueta su saludo, si lo analizaba un poco se veía más bien apático, aunque ciertamente de cerca aquel hombre daba otro tipo de impresión, no se veía tan vacío como pensaba y eso lo inquietó, creyó que era un cretino por medio del cual podría extraer información.

Se giró hacia el salón cuando de repente no pudo evitar retirar su mirada, Marie Elizabeth, sus grandes ojos azules, ella caminaba hacia ellos, tenía un vestido rojo ceñido a su cuerpo, su mirada era imponente y las joyas que la adornaba la hacían ver diferente a lo que recordaba, -a pesar que siempre las usó, éstas eran opulencia pura- caminó con imponencia, ella solía tener un andar delicado que contrastaba con forma informal de comportarse y actuar.

-Thomas –Le dijo seca sin mirarlo, cuando quería ser borde y déspota lo lograba con naturalidad, era como si su sonrisa cándida no existiera.

- ¿Cómo has estado? –Preguntó Thomas, sin dejar de mirarla.

Debía reconocerlo se veía hermosa, en sus más oscuras fantasías quería ver la mujer malévola latente en ella, con esa mirada fría, explorar los límites de su maldad, ella le dijo un escueto “bien” y saludó al hombre francés de la petrolera LeBlanc con una actitud diferente.

Thomas tenía claro que Marie aun sentía rabia con él, ella por más que intentara ocultar sus sentimientos no lo lograba, solo un idiota podría no darse cuenta que era lo que estaba sucediéndole.

No por nada ella era directa, no era una mujer pretenciosa que era justamente lo que estaba mostrando en ese momento. Thomas los miraba a lo lejos, sintiendo un gran malestar, tenía celos, iba caminar hacia ella cuando un senador lo detuvo suspiró, pero lo atendió si tenía algo claro era su objetivo, estuvo varios minutos hablando con el hombre cuando escuchó la voz de victoria, se escuchaba algo enredada, estaba tomada y le gritaba a Marie.

Se disculpó con el hombre y se dirigió hacia la mesa, cuando vio que ella se retiraba su padre se acercó,

-Padre, no importunes a nuestros invitados –Habló seco.

Miró a Marie y la tomó de su brazo y se lo apretó mucho, salió con ella intentando no llamar la atención, la arrastró hasta el jardín, una gota de agua cayó en su blazer, pero no le importó que estuviese a punto de llover.

-¿Qué haces?-Marie lo miró molesta.

Thomas no le respondió y le tomó su rostro con fuerza intentando besarla, Marie se resistió y cerró sus labios, Thomas haló su cabello volviendo a insistir, pero ella no le daba más que rsistencia, finalmente aflojó su boca y le respondió el beso con desgana, se separó de forma abrupta de él.

Marie lo miró su rabia se había esfumado y la curiosidad la invadió, no había sentido nada y hacia poco había tenido un sueño con él que la había calentado, así que lo tomó del rostro y le dio un beso, esta vez fue diferente, movía sus labios e introdujo su lengua, sin embargo se detuvo y lo miró confundida.

-No Tom ya no mojas mis bragas-Dijo pensativa y Thomas la miró serio.

Y Marie posó su mirada en alguien, hizo un gesto de sorpresa y sin decirle más se alejó de él, la vio correr por el césped y vio cómo se quitó sus zapatos, comenzó a caminar detrás de ella, sentía rabia nuevamente, alguien lo detuvo de su brazo.

-No vayas-Victoria lo miró su rímel estaba regado y su cabello fuera de lugar.

Thomas la tomó de su brazo y comenzó a llevarla al auto a rastras, mientras ella parloteaba estupideces. La lluvia había aumentado y ahora ambos estaban empapados.

-¿Por qué me engañaste y con esa?-Comenzó a llorar y Thomas la metió en el auto con fuerza, se acomodó en el piloto- ¿A dónde vamos? Thomas-Lo gritó y le dio un golpe en su hombro – ¡Contéstame maldición!

Thomas condujo a gran velocidad, por un momento se había dejado llevar y ahora Victoria se estaba convirtiendo en una molestia, se detuvo frente a un hotel y sin mirarla le habló.

-Bájate –Thomas le ordeno y Victoria gritó y comenzó a darle golpes como loca.

-¡Te odio, te odio -Repitió ahora con su voz entre cortada- y la odio a ella, los dos se pueden podrir en el infierno!

Thomas desesperado se bajó del auto abrió la puerta de ella y la sacó a la fuerza, sin decirle nada más entró nuevamente en el auto y arrancó mientras ella quedó en la acera bajo la lluvia. Uno de los botones llegó diligente con una sombrilla y la cubrió, Victoria se enderezó y sonrió cándida le asintió.

De manera elegante entró al hotel y pidió una suite, afortunadamente la lluvia había arruinado su aspecto y no parecía una loca exagerada.

El botones le acompaño y por después tenía una bata cálida mientras su ropa estaba en la tintorería, se acercó al teléfono y lo apretó con rabia, maldita bruja siempre se empeñaba en interponerse entre ella y Thomas, la odiaba y más por la actitud simplista que ella tenía como si no le afecta nada, como si sus ofensas le resbalaran.

Una vez le había dicho que muy pocas personas la afectaban y que definitivamente ella no hacía parte de ese grupo, era una mujer insolente y eso la fastidiaba por más que se dedicaba a molestarla era como si no tuviese sentimientos.

Marcó un número por inercia y la voz de Jun se escuchó detrás del auricular.

-Estoy en Pan Pacific -Dijo ella e inmediatamente colgó

Se sentó en la cama y no pudo evitar sollozar, se sentía estúpida, pero ella no sería la Cenicienta de esa historia no permitiría que esa bruja arruinara su vida, a costa de lo que fuera la acabaría. Camino al bar y saco una copa de vino, sin embargo no se la tomó y la tiró en el piso, Thomas era un maldito imbécil.

La puerta sonó y Victoria fue abrirla ahí estaba Jun, era un hombre alto, aunque no tanto como Thomas. Su cabello era castaño y sus ojos cafés, era amigo de su esposo y su manager, Victoria sabía cuántas ganas le cargaba él así que se tiró encima y lo besó con pasión, sus labios chocaron con desespero, pero Jun la alejó tomándola por los hombros.

-Wow, Wow-Dijo deteniéndola, pero ella se le volvió a tirar encima y Jun la separó.

-No te hagas el idiota que sé que también lo quieres.

-Espera un momento, la última vez que te pusiste así, fue cuando Thomas se vio con su ex novia.

-¡No la menciones!-Victoria gritó.

-Vicky, ¿podrías dejar de actuar como una loca? Por mi está bien si quieres volver a fornicar conmigo porque estás enojada con Thomas, pero ¿esta vez que me va a pedir la señora Ucker?

Victoria lo miró con rabia, se había dejado llevar por la ira en esa ocasión, estaba a unos días de su boda, pero esa mujer llegó y Thomas comenzó a pasar mucho tiempo con ella, no había podido controlarse y un día antes de uno de los ensayos había terminado enredada con Jun, ese día había llamado a Thomas con un gran remordimiento, remordimiento que emergía en ese momento. Jun le estiró una copa con vino y ella la recibió, se había casado con Thomas con la esperanza de que con el tiempo la podría amar, incluso llevaba meses intentando embarazarse, ¿pero realmente todo eso valía la pena? Él no podría amarla eso era algo que, aunque tenía claro se negaba a ver, bebió de la copa y nuevamente Jun se la llenó.

-¿Y qué pasó esta vez? ¿Thomas volvió con su ex? -Jun habló finalmente.

-Se besaron -Expresó con su voz apagada.

-¿Sólo eso? O ¿Thomas está ahora con ella? -Preguntó Jun tomando un poco de whisky.

-No sé, él solo me dejó aquí y se fue. -Dijo con voz amarga, apretó su mano cuando recordó las palabras de Patrick, era parte de la familia Keller, dueños del Grupo que tenía la cadena de hoteles más exclusivos-Al parecer la maldita es la heredera de un Grupo Europeo-Se tomó el vino de golpe y se acercó a Jun.

-Victoria no quiero que después me andes culpando de tus actos-Victoria negó.

-Tan solo bésame-Victoria se acercó y tocó los labios de él.

Se quitó el albornoz dejando al descubierto su cuerpo desnudo, Jun estiró su mano y recorrió su cintura.

-Vicky, creo que a partir de este momento no responderé por mis actos-Se acercó y la besó con pasión.

Victoria se dejó llevar por las manos de Jun, tocaba sus pechos y bajaba hasta sus caderas, suspiró y poco después se separó, a su mente llegó la imagen de esa mujer, creyó estar a kilómetros de ella.

-Es mejor que te vayas, no estoy de humor para eso-Jun acarició su rostro.

-Dime que es lo que quieres Vicky, dímelo y yo haré la magia-Le susurró Jun.

-Quiero que pase un mal rato y que se arrepienta por meterse con mi esposo-Jun acarició su pezón y Victoria saltó.

-Lo tendrá, esa mujer se arrepentirá por hacerte sufrir-Le dijo mientras el rostro de Victoria se contraía por las caricias de Jun.

Los besos comenzaron a tomar fuerza y lentamente comenzaron a caminar a la cama sin despegar sus bocas, Victoria comenzó a quitarle la ropa a Jun y pronto estaban en la cama moviéndose con pasión, los gemidos emergieron, sumergiéndose en la lujuria de un pacto simbólico.

Victoria se movió perezosa cuando la luz se coló por la rendija, estaba desnuda y sola en la cama, la noche anterior había tomado demasiado, incluso por un momento creyó que había estado con Jun, no podía ser tan estúpida de acostarse con él nuevamente. La puerta se abrió y ella se sobresaltó, Jun entró con una bandeja con el desayuno.

-¿Qué haces aquí?-Pregunto sorprendida, aunque ella cayó en la cuenta de lo que había pasado la noche anterior.

-¿En serio tienes que ser tan desconsiderada y fría?-Victoria tragó saliva.

-Cariño ahora somos socios, que no se te olvide-Tomó con su dedo índice su barbilla.

-Jun... -El ceño de Victoria se arrugó, por años él le había atraído y en ese momento no se lo podía negar, su móvil sonó y ella se apresuró a contestarlo era Thomas.

-¿Sigues en el hotel? -Preguntó sin ceremonias.

-Si aún estoy...-Respondió, pero él no le dio tiempo a terminar.

-Estaré ahí en quince minutos, alístate-Acto seguido colgó.

Victoria abrió sus ojos muy grandes y se levantó rápidamente.

-Jun vete ya-Tomó la sabana y se envolvió en ella y comenzó a empujarlo.

-¿Qué sucede?-Interrogó el confundido.

-Que, si Thomas llega y te encuentra aquí, ya no hay trato-Jun sonrió y la besó.

-Es mejor que te bañes antes que llegue-Se acercó a su oído-Hueles a sexo.

Jun rió con ganas y salió de la habitación, mientras Victoria se movía de un lado a otro, en un tiempo récord logró bañarse y ponerse la ropa que afortunadamente estaba lista, se estaba peinando cuando la puerta se abrió. Tragó saliva y le sonrió, caminó hacia él y le dio un beso.

-Tommy, anoche estuve algo...-hizo una pausa-sobresaltada, lo siento yo, fui algo impropia.

-Vamos-Respondió Thomas, le acarició su rostro y Victoria sonrió, esos leves gestos le gustaban, eran tan íntimos, así que le tomó la mano y salió con su esposo de ese lugar, era verdad esa pequeña bruja finalmente no tenía eso, Thomas la terminaba eligiendo a ella, SU esposa.


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