La Heredera CAPÍTULO 21: Phillipe y Lousiane, explosión




 Zúrich, abril de 2014

Llegó al edificio miró hacia arriba y suspiró hondamente, ahí estaba después de unos días de mierda, volver al Grupo Keller le había significado una serie de inconvenientes que en ese instante ni comprendía de que se trataban.

Caminó por los pasillos del lugar, en los salones se escuchaban voces de entrenando, se detuvo frente a puerta de madera que tenía inscrito los 258B era el lugar indicado, abrió lentamente la puerta y había un hombre alto de cabello oscuro, pateando un saco de arena, tenía un Dobok blanco con el cuello negro, a un costado de su manga tenía las letras de Addidas, con un cinturón negro atado a su cintura, el hombre se percató de su presencia y la miró de arriba abajo, Marie tenía un suéter crema con una camisa en denim por dentro, con unos vaqueros azules con una bolsa de ejercicio colgada en su hombro.

-Así que eres la heredera Keller -dijo el hombre - me dijeron que vendrías a las tres -mirando el reloj en la pared - que puntual.

-Mucho... gusto -dijo titubeante - Marie Elizabeth Keller -estirando su mano, él se la recibió y se retiró haciendo una reverencia con ambas manos al costado.

-Mi nombre es Oliver Ivanov -sonriendo ante la mujer que parecía más bien una niña perdida. Marie asintió

-Bueno, Elizabeth, me dijeron que tenías algo de experiencia en la disciplina, es mejor que te cambies y me muestres en qué nivel estas, si no tienes Dobok puedes hacerlo de la forma en que te sientas cómoda.

Marie asintió y observó el lugar, había una zona acolchada, sacos de arena y otros elementos propios de la práctica marcial, al regresar su vista nuevamente a él, notó que la miraba con curiosidad sin embargo no le dijo nada, caminó hacia los vestidores le daría las clases a ella sola, Beltrán le había dicho que era una persona hábil que incluso era poseedor de múltiples trofeos en artes marciales.

Se comenzó a desvestir quedando en bragas, el sostén se lo quitó y sacó del bolso uno deportivo, se miró unos instantes en el gran espejo que había en el lugar, aunque su cara estaba en perfecto estado, en su cuello se notaban los moretones al igual que en sus brazos y muslos, aun recordaba aquella noche y su piel se erizaba de miedo, la impotencia ante aquel hombre, su respiración a licor barato y como había quedado paralizada de miedo.

Había practicado defensa personal en su infancia, al salir de la mansión Keller lo había dejado de hacer, sentía que tenía una vida pacífica y el suficiente conocimiento para enfrentarse a cualquier ladrón de pacotilla, pero ese hombre... No era cualquier intruso, parecía un asesino a sueldo despiadado, lo vio en sus ojos quería matarla pero algo simplemente lo había refrenado, era una advertencia, la querían asustar.

Se puso un suéter blanco corto con una sudadera gris everlat, se recogió su cabello y caminó descalza hacia el gimnasio. Oliver estaba practicando por su cuenta cuando la vio llegar, ella estaba con una sudadera y un suéter que dejaba ver un gran morado en su cuello, el cual no había visto cuando llegó.

-Tú -le dijo al ver los profundos morados en su cuerpo - para que quieres entrenar.

Era una pregunta directa y ella sabía la respuesta, por más que no le importara lo que a ella le sucediera, no pasaba lo mismo con Phillipe su hermano, además quería quitar de su cabeza el miedo que ese hombre le había provocado al sentirse indefensa, rogando porque alguien la ayudara, no, ya no quería eso, no quería ser una débil que buscara refugio, la vida era cruel y le decía que tenía que tenía que ir por su cuenta.

-Si no lo sabes creo que es una perdida te tiempo que estés hoy aquí. -Habló él impaciente al ver que ella no hablaba.

-Quiero manejar mis miedos -habló finalmente - el miedo que aterra y paraliza, que no te deja mover -mirándolo fijamente.

Él vio en sus ojos determinación, aunque se también se veían aterrados, Oliver sonrió.

Comenzó a decirle que en la defensa personal se utilizaba el mismo cuerpo, era una manera de pensar y vivir, con dos principios base, la autodisciplina y a la misma vez nobleza de espíritu, Marie lo escuchaba en silencio, de alguna forma eran cosas que escuchaba de su padre de manera constante, la autodisciplina era algo que regía su vida de alguna u otra forma.

Oliver después de unas reglas básicas, le puso trabajo físico, pronto sus muslos quemaban y su respiración estaba agitada, flojera de años le estaban pasando factura pues se sentía cansada en exceso, aquel hombre parecía disfrutarlo, pues terminaba una serie y le daba otra, no podía negar que el leve dolor le gustaba por momentos, pero sentía que era demasiado.

Después de una hora y media de actividad intensa, volvió a los locker, se daría una ducha y regresaría a la oficina, su mente no dejaba dar vueltas con la advertencia que le había llegado, ¿o acaso era amenaza? Ella no había hecho nada particularmente malo, quizá el sólo hecho de ser una Keller era suficiente.

Por el momento se mantendría al margen, observaría a Gerhard, qué quería de ella y hasta dónde llegaría la patraña del compromiso, su móvil sonó sacándola de sus pensamientos, era un número desconocido.

-Si, diga-Respondió escueta-Habla Marie Keller.

-Querida-Escuchó la voz ceremonial de Anna Hammer-Por fin te localizo, he estado realmente alterada por tu ausencia-Dijo de forma dramática y Marie sonrió levemente ante eso.

No la conocía, apenas sabia su nombre y estaba haciendo drama porque había faltado una reunión en la que ella definitivamente no hacía falta. No había crecido en medio de la pompa y el glamour, su madre le decía que ellas no estaban hechas para eso, quizá era una mentira piadosa para alejarla de todo, cosa que agradecía, prefería la compañía de Pitágoras de Samos, Gottfried, Alfred Nobel, Hawking, Kelvin, físicos y matemáticos, además sus largas lecciones de idiomas.

Escuchaba hablar a la señora Hammer, una disculpa tras otra, cuando de repente le hizo otra invitación, nuevamente en su casa, le dijo que no era una reunión como la anterior, pero que estaba segura que sería una tarde amena, finalmente accedió, Anna Hammer no se quedaría tranquila hasta que ella fuese a su casa.

-Ok, estaré ahí Señora Hammer-Dijo finalmente y luego colgó.

Aprovecharía su ida a Ginebra para visitar a Phillipe en Lausana, así que no sería tan molesto, tenía muchas ganas de ver a su pequeño hermano.

....🍰....

Marie caminó por la lujosa mansión, no era particularmente amante a las casas, pero debía reconocer que era un lugar bellísimo, todo parecía salido de catalogo, era sobrio y muy elegante, el jardín denotaba una gran inversión de francos, se detuvo en la entrada y tocó levemente, una mujer muy arreglada le abrió y la condujo hacia el hall, como era de esperarse no sólo el exterior era bello, el interior lo era aún más, además parecía que cada detalle había sido pensado cuidadosamente, definitivamente era un lugar lujoso, se notaba el esfuerzo de la señora Hammer en tener todo en regla.

Marie escuchó un ruido, se giró y vio como una rubia cabellera se escondía detrás de las escaleras, ella la miró a lo lejos y se sonrió, lentamente una niña de ojos azules y cabello rubio hasta los hombros emergió, le sonrió picara y se acercó a ella con confianza.

-Eres la amiga de mi mamá -La dijo jovial.

-Sí, yo te vi en el restaurante en Zúrich -Le acaricio su cabello rubio y la niña se alejó un poco y la miró en silencio.

-Eres muy blanca -Le dijo tomando su mano -¿Quieres ir a mi habitación a ver una peli? Mi madre no está la puedes esperar allí.

-No tengo problema, pero debo contarte un secreto. -La niña la miró emocionada.

-Oh, ¿un secreto? ¿De qué se trata?

-Me duermo viendo películas.

-Yo no te dejaré dormir -Dijo la niña halándola hacia su habitación.

Marie la siguió sonriendo levemente, tenía ese efecto en los niños y de alguna forma le gustaba, esa sensación de cariño qué sólo ellos transmitían, eran tan transparentes, genuinos. La niña se detuvo frente a una puerta color rosa y la abrió, el lugar estaba pintado de blancos y morado pastel, la cama parecía un castillo mágico, tenía osos de peluche sentados a un costado en lo que parecía ser una mesa de té, tenía un tocado delicado con muchas cajas de música a un costado un gran televisor y una cómoda color rosa.

-Siéntate-Le dijo ella con sus ojos brillosos-Yo me llamo Lousiane, pero me puedes decir Lou, sólo mis amigos me dicen así-Marie sonrió.

-Lou, un lindo nombre, yo soy Marie.

-Que nombre más raro-Marie negó.

-De hecho, es muy común-Le sonrió.

-¿En serio? ¿Quieres que te diga algo?

-Dilo-Respondió Marie mientras se acomodaba en el sillón esponjoso, era muy confortable.

-No me gusta, deberías llamarte no sé Aurora o Blanca nieves, me gustan los nombres de princesas y que un príncipe las rescate, aunque escuché de mi madre que no quieres hacerlo, no quieres tener bebés-Marie rio con ganas.

-No me escuches Lou, simplemente vive y saca tus propias conclusiones. -La niña le sonrió y asintió.

-Me pareces muy bonita -Le toco su largo y espeso cabello-Quiero que seamos amigas -Marie le sonrió, pero no le dijo nada.

Pronto alguien tocó a la puerta y después intento abrirla, Lousiane tomó a Marie de su mano y la arrastro al closet, le pidió que se escondiera y ella sin preguntarle lo hizo, no le quería causar problemas, pero al parecer el sólo hecho de aceptar su invitación lo había sido, además le causaba curiosidad su actitud, no cerró del todo la puerta y la miro.

-Lousiane-Escucho la voz dura de un hombre al parecer era su padre-Cuantas veces te he dicho que no juegues en mi oficina.

-Papi quería sorprenderte y te dejé una pintura que hice.

-Y lo hiciste me sorprendiste ¡arruinaste documentos importantes! Eres tan inútil igual a tu madre.

-Pero papi-El hombre le dio una cachetada y la niña quedo en silencio

-Ni pienses replicarme-Habló colérico-Ya lo sabes Lousiane Hammer, prohibido entrar en mi despacho, prohibido-Recalcó y salió de lugar azotando la puerta.

La niña se tiró a la cama y comenzó a llorar con un brazo en su cabeza de forma dramática, Marie salió del closet realmente compungida, se sentó en su cama y acaricio su cabello sin decirle nada.

La entendía sabía ese sentimiento de ser desdeñada por alguien que se quería, las palabras que más dolían eran de esas personas cercanas, quizá por eso intentaba no involucrarse demás, porque, aunque de forma lógica entendiera las cosas, el amor era irracional, simplemente se quería y eso dolía. La puerta nuevamente se abrió, Marie y Lousiane se sobresaltaron Anna Hammer entró con ese tono de elegancia y suficiencia que ostentaba.

-Lousiane, ya basta te he esperado por horas que bajes al salón del té, incluso hiciste enojar a tu padre-Hablo enojada y cuando vio a Marie guardó silencio. -Querida-Su postura cambió-No sabía que ya habías llegado. -Marie la miro si saber que decir y Lousiane interrumpió

-Yo no hice nada malo-Dijo llorando mientras hacia un puchero-Mami no hice nada malo-La niña lloraba con sentimiento-Tienes que creerme.

-Por favor Lousiane no hagas esto tenemos una invitada-Dijo Anna incómoda-Cuando tu padre te diga algo simplemente has caso.

-Le voy a llamar a mi prometido-Dijo ella berrinchuda mientras Marie se levantaba de la cama de forma sigilosa, era una pelea familiar y era mejor irse.

-¡No!-Por primera vez vio que la señora Hammer alzó su voz y ambas quedaron estáticas- Tendré que confiscar tu móvil y cuando estés más sensata hablamos, las señoritas no se comportan de esa forma.

-Madre, no me hagas esto déjame hablar con él-Sollozó, Anna sonrió incomoda.

-Marie vamos, querida, que las chicas ya están en el salón-Marie la miró plana.

-¿Puede prestarme su baño?-Necesitaba un momento a solas, sentía rabia e impotencia, había presenciado el asunto y le dolía esa niña, quizá porque se identificaba un poco con ella.

-Usa el mío -Dijo Lousiane con sus ojos aun con lágrimas, sentía un tono desperrado-¿Si? Por favor usa el mío.

-Adelante querida-Anna intervino y la miró cálida-Y tu Lousiane, después la acompañas al salón principal-Después salió de la habitación y Lousiane miró a Marie esperanzada.

-Marie -Sus ojos se aguaron y no pudo reprimir un sollozo-Préstame tu móvil, por favor.

-Lou... Tu madre ya te dio una orden y no quiero interponerme entre ustedes-La niña la miró con ojos de cachorro y brotaron lágrimas de sus ojos.

Marie suspiró, esa niña la estaba afectando demasiado, con disimulo abrió su pequeño bolso y lo tiró de forma descuidada en la cama vio que lo primero que salió fue su móvil, le dijo a la niña que iría al lavado.

Lousiane miró el teléfono con alegría, miró hacia la puerta de su baño y corrió a la cama, así fuese una coincidencia o no, lo tomaría, quería hablar con su prometido, marcó su número de memoria, él se lo había dado y ella pronto lo había aprendido.

-Hola-Dijo antes de que el hablara

-Mi querida prometida ¿cómo se encuentra hoy?- habló él con jovialidad.

Lousiane no pudo reprimir un sollozo cuando intentó hablar.

-Umm ¿qué te pasó esta vez Lou?

-Me regañaron y yo no hice nada-Dijo entre lágrimas- Y mi mamá no me cree-Sorbió sus mocos. -Él se quedó callado un buen rato

-Cálmate, todo esto pasará

-¿Tú crees? ¿Ella va a creerme? Siempre le cree a mi papá y no a mí-Volvió a llorar con sentimiento.

-No importa si no te cree, tú sabes que no estás mintiendo, no necesitas que los demás te crean.

-Quiero verte.

-Lo haremos, iré al colegio ¿está bien?

-Si -Dijo esta vez alegre-Te estoy llamando del celular de mi amiga, me confiscaron el mío, así que puedes enviarle un mensaje a ella el día que vengas que sé que ella me avisara. ¿Te parece?

-Tengo una mejor idea, te enviaré un móvil nuevo, será nuestro secreto.

-¿Un secreto? Me gusta entonces el día que vayas me lo llevas, me gustan de color rosa.

-Está bien.

-Debo irme, ella ya viene y tomé su móvil a escondidas

-Bueno, no les hagas caso, un beso.

-Cuídate y ponte guapo cuando vengas-Dijo mandona. Le tiro un beso y colgó.

Marie salió del váter y le sonrió al parecer ya estaba más calma, Lousiane la tomó de una de sus manos y la halo a la cama.

-Gracias-Dijo la niña con una sonrisa.

-¿De qué?-Marie se hizo la tonta, básicamente su madre le había ayudado a su interacción con los demás realmente era mala en eso. Lousiane río cómplice.

-Marie promete que no le dirás a nadie de... -Marie la miro sabía que se refería a la cachetada y asintió-Me da vergüenza.

-¿De qué estás hablando? -Dijo Marie divertida y Lousiane río.

-Mi prometido es un hombre fantástico, es alto rubio y muy guapo. -Cambió de tema.

-Me gustan los rubios -Dijo Marie pensativa en la descripción y Lousiane la miro consternada.

-Ni te lo presento entonces -Suspiro-Tendré una cita romántica con él.

Marie le toco su rubia cabellera y se levantó, una niña de aproximadamente once años hablando de citas románticas, cuando ella con 24 no había tenido ni una, era irónico teniendo en cuenta que había tenido un novio. Las formas de cortejo era algo que no entendía, un día solamente había llegado con condones pidiendo su primera vez, hizo una mueca lo mejor era dejar de pensar en esas cosas, realmente no se le daban bien.

Finalmente Lousiane la dirigió hacia el salón de eventos, el lugar era la amplio y tenía toda clase de señoritas sentadas de manera prolija en mesas con delicadas tazas de cerámica, Anna la recibió con una sonrisa y se acercó a ella tomándole de una de sus manos la condujo hacia una de las mesas, le sonrió a las chicas.

-Ella es Marie Keller- hizo una pausa -sería bueno que ustedes puedan tratarla bien.

Marie las miro confundida simplemente se limitó asentir a la señora Anna y tomó uno de los asientos. No entendía porque en una ciudad como Ginebra ellas tenían la costumbre de tomar el té cuando era evidentemente un hábito británico, intentó permanecer lo más que pudo en silencio, realmente no le interesan las conversaciones de aquellas mujeres y sólo estaba ahí con el fin de que la señora Hammer pagará su inexistente deuda para con ella.

Pronto comenzaron a indagarle sobre cosas que realmente no le apetecía responder como su marca favorita de zapatos, cuál era el agua que mineral de su preferencia, cuántos vestidos de diseñador tenía en su guarda ropas y elogiar las joyas de la familia Keller que según ellas eran una de las más exquisitas del círculo social, quizá tenían razón, su abuela Elizabeth poseía una vasta colección de diamantes sobre todo Zafiros, no solamente habían sido de ella sino que habían sido de generaciones pasadas incluso su madre había tenido joyas que exclusivamente su padre habían mandado hacer para ella.

Anna le sirvió un postre de tonalidad rosada, alardeó que ella misma los había hecho, Marie lo miró con curiosidad, metió la cuchara y sintió una cremosidad exquisita, eso la alegró y la abstrajo de la reunión, comenzó a comer dulce mientras escuchaba a esas mujeres reír.

-Y tu ¿qué opinas? - una de las mujeres le preguntó mientras ella tenía su boca llena de dulces.

Terminó de masticar y relamió sus labios.

-No las estaba escuchando -Les respondió y todas rieron de forma hipócrita.

-Hablamos de Karl Lagerfeld, es un hombre increíble-Marie frunció el ceño realmente no sabía de quien hablaban.

-No he leído ninguno de sus libros-Dijo ella y todas las mujeres se soltaron a reír.

-Es un famoso diseñador, querida-Señaló una mujer de cabello rojo con un tono de presunción - ¿Acaso no lees revistas de variedades o ves televisión?

-No, no hago ningunas de esas actividades-Respondió sincera y se giró a una de las mucamas-¿Podría traerme más postre?-La mujer asintió y una de las mujeres la miró con burla.

-Cuidado querida, estas arruinando tu dieta.

Marie la miró confundida, no llevaba ningún tipo de dieta comía lo que se le apetecía, afortunadamente la señora Hammer llegó y cambiaron de tema, Marie bostezó, definitiva no era un estilo de vida para ella, se levantó y al parecer las mujeres no se dieron cuenta, su aporte a la mesa era realmente cero, salió del salón y caminó por uno de los pasillos.

Aquella casa era muy grande y eso en ese momento era una ventaja pues después de tomar uno de los pasillos se perdió de vista, nuevamente estaba lejos de ese salón.

-Linda, estas muy rica-Escuchó la voz de un hombre, ella se detuvo y quedó detrás de uno de los muros.

-Señor-Dijo la mujer juguetona. -¿Qué cosas está diciendo?-Dijo con picardía.

Marie se asomó levemente, parecía que cada rincón de esa casa escondía un secreto, ahí estaba el padre de la casa coqueteando con una empleada, aunque su esposa era una mujer hermosa, nunca podría entender a las personas de ese lugar, para qué casarse si no serían honestas,

Quizás podía ser una prevenida, no creía en el matrimonio, la experiencia de su madre había sido suficiente para ella, la escuchaba llorar en las noches y sabía que se trataba de su padre, no quería que su vida se viera reducida a eso, así que un compromiso de esa índole no garantizaba nada, el dolor por interesarse en alguien iba más allá de formalismos.

Se dio media vuelta, pero para su infortunio un ruido lo alertó, el hombre alejó a la mucama y se acercó a ella, puso una mano contra la pared y la acorraló ahí.

-Que muñeca tan preciosa ¿qué hace una niñita tan encantadora en mi humilde casa? -Dijo ese hombre con un leve coqueteo que hizo que a Marie se le revolviera el estómago.

Lo había visto golpear a su hija de forma indiscriminada y eso hacia que su malestar incrementara.

-Soy Heinz Hammer, el señor de la casa y el hombre que puede ayudarte a cumplir tus sueños-Le dijo al mirar su suéter, le pasaba a menudo que la confundieran con una adolescente con ellos.

-Yo me retiro no interrumpo sus... actividades-Dijo Marie seca, pero Heinz la devolvió.

-Cariño, podemos pasarla bien-Le dijo en un susurro y Marie sintió rabia y repugnancia.

Las lágrimas de Lou, la risa de la señora Hammer se veía tan tonta y contenta con su vida de ensueño, no se creía una justiciera, esas cosas las dejaba para otros, sin embargo sentía tanta rabia que no lo dejaría pasar, sin pensarlo estiró su rodilla y le dio justo en su entrepierna, el hombre se revolcó de dolor y Marie aprovechó y se escurrió del lugar.

Sin despedirse buscó el auto que la había llevado, era suficiente todo eso le parecía tan irritante, no entendía como la señora Hammer podía vivir en un lugar como ese quizá la ignorancia generaba esa felicidad. Pidió ir a la mansión que la familia tenía en Ginebra, al llegar se dio un baño y después de ponerse un gran suéter sin nada por dentro se puso a repasar su koreano.

....😒....

Movió su cabeza de forma pesada, dormir en el sofá no era un descanso reparador, ese día iría a Lausana, visitaría a Phillipe y regresaría a Zúrich, bostezó y miró la pizarra que había mandado llevar a su habitación de hotel en Ginebra, su insomnio había llegado a tal punto que se había puesto a resolver problemas de matemáticas, incluso al ver su miserable situación había hecho algunas fórmulas de Laplace con las probabilidades de salir de ese mundo en un año.

Por más que lo había intentado todo estaba en su contra, la probabilidad era de menos del 10%, tragó saliva y escuchó su móvil, era su asistente, le dijo que tenía una reunión importante, se maldijo, tendría que irse con su disfraz de oficina y volar directamente a la sede. Ciertamente el viaje sería agotador, pero quería ver a su hermanito, saber que estaba bien eso le ayudaría en continuar con esa situación tan tensa.

Caminó por los verdes del internado, era un lugar bello, pero finalmente no era algo que le gustara que estuviera sometido su hermano, si ella misma tuviese estabilidad estaría con él brindándole lo necesario y no lo que había hecho Alice de tirarle ahí.

Miró su móvil y el lugar donde se suponía lo encontraría, estaría en el salón de música, tocó levemente y entró, pero vio un niño de cabello negro mientras intentaba tocar a Beethoven, aunque dentro de sus gustos no estaba la música clásica conocía mucho al respecto, su madre tocó el violín y le hablaba del tema, además de sus clases de Ballet con su abuela y su madre era una mujer muy culta que sabía temas variados en cultura y arte, para ella la mejor pintora, se sonrió y se acercó al niño.

-Hola, ¿conoces a Phillipe? -El niño le sonrió.

-¿Eres la hermana mayor de Phillipe? -El niño suspiró hondo-Él nos ha hablado de ti, mi nombre es John-Marie le sonrió y sobó su cabeza.

-Hola John, ¿sabes dónde está Phillipe? -El niño sonrió -Debe estar en el laboratorio de química, dijo que tenía un pequeño experimento-Marie frunció el ceño.

Le agradeció John y se dispuso a salir, el pequeño le dijo que la acompañaría a lo que ella no le vio problema, comenzaron a caminar por el lugar, llegaron al laboratorio, pero no estaba ahí, suspiró frustrada, él le dijo que podía estar en otro lado y ella accedió, tenía el tiempo justo para llegar a la reunión, pero Phillipe no aparecía y eso la estaba desesperando. Su móvil vibró era un mensaje de un remitente desconocido, lo abrió y la sangre se le heló cuando vio una foto de su hermano acompañada de una nota que era muy amenazadora.

Sus manos comenzaron a temblar, John la miró y le preguntó que estaba sucediendo, pero Marie no le podía responder, solo aceleró el paso y le dijo a él que era urgente que encontraran a su hermano, no, ellos no se podían atrever hacerle algo. Comenzó a entrar en cada salón, pero ¡Scheiße! ese estúpido colegio era inmenso y no podía abarcar cada rincón de éste.

Sintió una lagrima rodar por su mejilla y la limpio, no podía desesperarse, Phillipe estaba bien, sólo era una de sus estúpidas bromas. John comenzó a preguntarle a varios de sus compañeros y ninguno lo había visto desde temprano, apretó sus manos y continuó buscando, su desespero comenzó a ser más evidente, pronto se encontró con Lousiane, le dijo que le ayudaría Marie simplemente le asintió no era capaz de hablar.

Todo tipo de ideas se cruzaron por su mente, movió sus anillos nerviosa y de repente sintió que su delgado tacón se enredó en uno de los adoquines, su píe traqueó y cayó de forma estruendosa.

-Hijueputa-Vociferó frustrada y los niños la miraron estupefactos. Marie apretó sus labios y que quedó estática.

-¿Qué fue lo que dijiste?-Lousiane le preguntó curiosa.

-Nada bueno Lou, no repitas nada de lo que me escuches-Le dijo ella limpiando las palmas de sus manos.

-¡No puede ser! -La escuchó gritar alterada, poniendo sus manos en la cara-Oh quedaste deforme por siempre, auxilio alguien que la ayude-Marie la miró calma y le tomó una de sus manos.

-Lou, cálmate, sé que fue una mala palabra, pero podemos tomarlo con tranquilidad, no la volveré a decir-Lousiane negó y señaló su pie.

-Tu pie, míralo-Marie bajó su mirada y tragó saliva cuando lo vio abultado.

Suspiró lo último que le faltaba era una lesión, además no lograba encontrar a su tonto hermano, ¿y si ellos lo tenían? No quería que le sucediera nada, alzó su mirada cuando escuchó la voz de su hermano que la llamaba llegó hasta ellos, pero Lousiane lo recibió riñéndolo, la explicación que había dado Phillipe era que le parecía muy gracioso perseguirlos por todo el internado. Pronto los ojos de Marie se encendieron, sentía rabia.

-Phillipe eres un desconsiderado-Le dijo furiosa, intentó levantarse y alcanzarlo, pero fue inútil, su ajustado vestido no la dejó.

Suspiró frustrada y dejó de mirarlo había pasado el peor de sus días al pensar que su hermano estaba siendo secuestrado. Pronto llegaron llegó la asistencia médica y la llevaron a la enfermería, los chicos se despidieron y Lousiane y Phillipe quedaron con ella, mientras la curaban.

-¿Para qué sirve esto?-Lousiane al ver un estetoscopio.

-Eres tan tonta-Respondió Phillipe y Lousiane torció los ojos...

-Ni siquiera tú lo sabes-Se lo puso en las orejas y comenzó a jugar.

-Si lo sé es un estetoscopio-Respondió Phillipe apático.

Lousiane sacó su lengua y puso sus manos en las orejas, comenzó a hurgar cuando se escuchó un estruendo.

-¿Ahora qué hiciste?-Preguntó Phillipe al ver el reguero

-Si algo, lo hiciste tu-Dijo ella de forma descarada.

-¿Que te hace pensar que asumiré la culpa por ti?

-Porque soy bella y eso hacen los niños con las chicas lindas.

Phillipe comenzó a reír y le dijo que lo olvidara que él no haría eso, que no era ningún tonto. La puerta se abrió y una niña entró diciéndole a Lousiane que alguien la buscaba, Lousiane gritó de alegría y salió de la enfermería contenta. Phillipe se giró a su hermana que ya tenía su pie vendado, tenía sus manos en la cara y pronto escuchó un sollozo, estaba llorando, nunca la había visto llorar y eso lo hizo sentir muy mal.

-¿Sabes cuan preocupada estaba? -Le dijo con voz queda y el niño apretó sus labios.- Sentí que mi mundo se caía al pensar que alguien te había podido hacer algo.

-Hermana... Lo siento-Dijo el realmente arrepentido, se acercó y la abrazó-No lo volveré hacer-Marie le golpeó levemente su hombro.

-Eso espero, Phillipe-Dijo cambiando su tono nuevamente severo. -Fueron interrumpidos por el enfermero que trajo un par de muletas, ella agradeció y comenzó a moverse.

-¿Ya te vas?-Preguntó Phillipe triste.

-Sí, debo volver al trabajo-Respondió mientras forcejeaba con las muletas.

Había tenido un momento de debilidad delante de él, con su hermano pasaba de la ira al llanto, generaba en ella todo tipo de sentimientos, por eso era mejor mantenerse al margen de las personas, se sentía agotada.

Agotada de que a esos hombres no les bastara con golpearla, sino que además la amenizaran con su hermano, la ira comenzó a incrementarse cuando divisó su auto, no se quedaría de brazos cruzados, ya no más. Alzó su muleta y señaló a Phillipe.

-Pórtate bien Phillipe, la próxima vez me enojaré como energúmena y estarás castigado una buena temporada-Sentenció finalmente y alzó su mirada a lo lejos Lousiane caminaba con un hombre muy alto, se veía feliz.

Esa visión apaciguó un poco su rabia, al menos esa niña tenía alguien que la hacía feliz, después de verla llorar en su casa. Entró al auto y Phillipe se acercó le dio un beso que sabía que era de remordimiento, se despidieron y nuevamente estaba camino a Zúrich.


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