La Heredera CAPÍTULO 20: Escalando hacía la nada

 



Marie, Zúrich año 1998...

Croac, Croac

-Es un sapo ¡ah!- Gritaban los niños por el jardín.

-Dani, mira un sapo -mostrándoselo en su cara -

-Liz quita eso de mi cara, ¿no ves que está sucio?

-Ya lo lavé -dijo confundida -

-Por más que lo laves siempre será sucio y tendrá bacterias de las que me hablan en el colegio -dijo con asco-

-No lo escuches -dijo Marie mirando triste al sapo - ¡Oh! Es mi madre se lo mostraré

Salió corriendo al encuentro de ella.

-Mami, mami, mira lo que encontré-ella le sonreía, pero no se movía.

De repente su padre apareció tras ella, él se acercó y le dio una bofetada a Marie, la niña lo miró con sus ojos muy abiertos sin emitir ningún sonido a pesar de que el dolor en su mejilla se acrecentaba.

-¿No debería estar en sus clases? Que hace jugando tan despreocupadamente -mirándola con severidad -

-Papi, mira - Dijo ella tratando de sonreír con su mejilla enrojecida, él tomó el animal enviándolo lejos y la niña emitió un leve quejido por eso.

-Dejaste al señor Xing, plantado, no quiero que esto se repita, tu madre estaba preocupada ya que no te podíamos encontrar desde hace mucho.

Marie comenzó a llorar, en silencio, brotando lágrimas de sus grandes ojos azules, su nariz estaba levemente rosa y sus labios rojos por completo

-Deja de llorar, en la vida las lágrimas no sirven de nada. Que se adecente, un Keller no puede estar caminando con barro por ahí -Habló Jean Claude el padre de Marie desapareciendo del lugar.

Su madre se acercó a limpiarla, conteniendo sus lágrimas, no entendía por qué Jean Claude, estaba actuando tan raro, no era particularmente un padre amoroso, pero no se atrevía a hablarle así a Marie, la vio su pequeña hija era solo llanto.

-¡Mami, mi papá no me quiere! -Su madre le limpiaba el barro de su cara con delicadeza

-Él te quiere muchísimo, sólo que no conoce otra forma de demostrarlo.  -Intentó menguar la situación, no era capaz hablar mal de ese sujeto, aunque la tuviese triste.

-Él me obliga a hacer cosas que me gustan.

-Si te gustan ¿cómo es que te obliga?

-Hace que las cosas divertidas sean feas, me gusta aprender hablar como en otros lugares, pero ahora ya no quiero hacerlo -con enfado - Su madre sonrió

-No dejes, que eso te impida hacer lo que quieres, algún día recorreremos el mundo juntas, ¿acaso no quieres poder comunicarte? -Marie le sonrió ampliamente.

-Madre ¿Es en serio? -Preguntó emocionada, cambiando su llanto en una gran sonrisa.

Su madre le asintió, tomándola de la mano, caminando al jardín de nuevo, mientras la veía con su amigo jugar, sabía que debía salir de ahí, o si no su hija saldría lastimada y eso no lo podía permitir, debía cuidar a lo que más quería, protegerla de lo que fuera en lo que Jean Claude estuviera metido...

...🐸...

Zúrich, Marzo de 2014

Los jadeos de su respiración eran audibles mientras ella metía su mano en el magnesio de la pequeña bolsa que tenía en su cintura, aseguró el carabiner al spits e hizo un crimp en la pared de escalada, miró hacia abajo ahora todo se veía pequeño, se concentró en la cumbre odiaba pensar que su padre tenía razón, pero escalar despejaba, poner a ejercitar su cuerpo la hacía dejar de pensar, el calor del movimiento bajaba por su cuerpo y esa sensación de poderío llegaba a ella al superar cada obstáculo.

Movió un poco el dégaine de su cintura acomodando la cuerda que se había enredado un poco, vio que llegaba una inclinación e hizo un dévers de forma ágil, sin embargo al adherirse nuevamente a la pared sintió un tirón en su hombro, se detuvo un instante y dejó que el corrientazo de dolor menguara, había estado en terapia por dos meses y estaba mejor, aun así sabía que no debía esforzarse, miró la cinta kinesiológica que tenía en su hombro, sabía que debía tener más entrenamiento si quería practicar cumbres con mayor dificultad, afortunadamente no lo había dejado del todo, Cathie se encargaba de sacarla a escalar cada vez que podía.

Siguió escalando de forma alternada, ajustaba el mosquetón al spints que estaba anclado a la pared para evitar una caída, sus malditas costumbres siempre terminaban imperando, replicando lo que su padre le había enseñado.

Marie una vez escuchó una pelea entre ellos, su estricta gran maré, su padre y su madre, cada uno quería que ella hiciera lo que creían era lo mejor para su educación, su gran maré insistía que debía ser una fina señorita de clase por eso creía que el ballet y la etiqueta harían de ella una mujer de sociedad, su padre por el contrario le decía que no era ningún tipo de princesa que debía emplear su cerebro al igual de que debía aprender a defenderse sola por eso insistía en clases de economía lenguas todo tipo de dirección de empresas, además de clases mixtas defensa personal.

Ahora que lo pensaba había sido una niña muy tonta, por que conservaba en su cabeza la idea de complacerlos a todos, de ser la mejor para que ellos no se enojaran y no pelearan, aunque era un esfuerzo inútil porque, finalmente ella terminaba haciendo lo que le placía en cada una de esas cosas y recibía regaños por montón, en ese aspecto se parecía a su madre, ella hacia lo que le quería, seguía sus propias reglas, aunque tenían cosas diferentes, Lisa su madre era una mujer bohemia enamorada del arte.

Marie gastaba horas estrictas en hacer ese tipo de actividades el tiempo, no era algo que se pudiera dar el lujo de desperdiciar y eso a los seis años sonaba realmente exagerado. Marie cayó en la cuenta que su único amigo había sido Daniel y era porque vivía a unos kilómetros de la mansión, no había jugado como la mayoría de las niñas y lo que recordaba era dedos rotos por el ballet o la defensa, grandes libros y su padre enseñándole a comenzar a moverse en la bolsa de forma hábil sin aun cumplir los diez años.

Su madre por el contrario les argumentaba que todo eso era pesado para una niña, que debían dejarla vivir su infancia, pero a cambio solo había recibido una cachetada por parte de su Gran Maré, suspiró ahí estaba escalando intentando dejar de pensar, pero era lo único que hacia tratando de poner en orden lo que suponía estaba de cabeza.

Su espalda le quemaba y sus dedos ahora temblaban, jadeaba había llegado a lo más alto, soltó un poco la cuerda del dégaine que se encontraba pegada al arnés, bajando rápidamente, con otro dispositivo, frenó unos pocos metros antes de llegar a tierra. Zafó el dégaine de su cintura y uno de los ayudantes de la sala recibió el equipo ayudándola a quitárselo.

Adam le pasó una toalla y ella la pasó por su frente levemente humedecida, por recomendación de terapeuta había reanudado labores físicas, recordaba como François se burlaba de ella por no salir a trotar, pero el caso es que odiaba madrugar, quizás por las horas de insomnio que padecía, pero no era alguien sedentario, así fuera por sus malas costumbres hacia una que otra actividad al aire libre, como lo que acababa de hacer.

Pero era cierto que François no conocía sus costumbres, sólo sabía lo que ella le mostraba y Marie a veces se preguntaba si ella lo conocía él, finalmente se movían en un ambiente en donde las apariencias eran lo más importante, todo era mentira, incluso lo más brillante podría ser una ilusión. Quería creer que él era cercano a ella, tenía tantas cosas a su alrededor que le la sacaban de quicio y hablar con él era realmente refrescante.

Sintió una palmada en su trasero mientras caminaba a las duchas, frunció el ceño y se giró, Gerard la miraba divertido.

-Me gusta mirarte-Le soltó y ella torció los ojos.

-Me aburre-Respondió osca y continúo caminando hacia las duchas.

-Hey-La llamó, pero ella no se giró -Sabes que tienes que casarte conmigo, no tienes opción-Marie se detuvo, no obstante no se giró.

-Tengo que morirme, es lo único ineludible -Se giró levemente-No me haga perder mi tiempo, es molesto-Agregó y continuó su camino.

Suspiro había encontrado papeles de una tal Water Corporation, pero no entendía que tenía que ver con el grupo Keller o La Petrolera LeBlanc, ahora ese hombre se sumaba a sus problemas.

Tomó la toalla y se dió una ducha ese momento de ocio había terminado debía volver a sus lecciones y trabajar, miro su reloj tenía el tiempo justo para llegar a su apartamento, caminó en silencio hasta el auto, sacó un caramelo de su bolsillo y se lo metió a la boca de forma inconsciente, cuando estaba estresada su tendencia a comer caramelos aumentaba, recibió las llaves y entró al auto, nuevamente estaba conduciendo aunque le habían dicho que no lo hiciera, sólo no le gustaba tener que depender de otras personas en cosas que podía hacer.

François le había dicho que se verían en 10 días, según sus cálculos ese era el día número diez, sonrió levemente y se sintió emocionada quería verlo, después de extenuantes reuniones con la junta, ser nombrada presidenta, tener tantas cosas bajo su dirección y esos malditos mensajes llegando a su móvil era realmente refrescante pensar que lo vería, que podría hablar con el reír de manera despreocupada, se sonrió levemente nuevamente sin ocultar su emoción.

Parqueó el auto y tomó el ascensor, cuando las puertas se abrieron un hombre alto y fornido, salía de este, Marie lo obvio, el hombre golpeó levemente su hombro, ella solo podía pensar en que había preparado François y por qué insistía en verla justo diez días después.

Digitó la clave y entró se quitó sus zapatos aguja y caminó descalza en el interior, prendió una de las luces del pasillo, vio que una de las materas estaba tirada y la tierra estaba esparcida por el lugar, sintió un leve corrientazo en su estómago, sin embargo continuó las luces de la sala se encendieron y en una de las paredes con grandes letras decía "Es mejor que te vayas", parecía sangre, pero el olor a dulce era evidente, se acercó horrorizada, tragando en seco, estiró su mano y sintió la melaza entre sus dedos, debía confirmarlo debía estar segura que no era sangre así que la olió, bajó su mano sintiendo su cuerpo paralizado bajó su mirada y había un sobre de manila, lo abrió con sus manos temblorosas, dentro había una foto de ella y François, los ojos de él estaban pintados con marcador rojos.

Tiró el sobre y el contenido al piso eran mechones castaños claros tembló aún más al pensar qué era cabello de él, ¿era una amenaza en contra de François? ¿La maldición Keller lo alcanzaría si ella seguía a su lado? Apretó sus labios temblando levemente, se sentía vulnerable y desvalida, no le gustaba esa sensación. Metió sus dedos en su cabello y se sentó en el piso totalmente devastada.

Su móvil sonó sacándola de sus pensamientos, era François, si no le atendía muy seguramente el iría hasta allá. Respiró profundo, debía reaccionar, controlar sus emociones eso era lo que le decían estar regulada, con sus dedos temblorosos lo atendió.

-Hola -Contestó de forma plana.

-Bueno, se han cumplido los diez días así que lo prometido es deuda -Dijo el jovial del otro lado.

-François... Creo que tendrá que ser otro día. -Se aclaró su garganta estaba a punto de llorar.

-Por favor Elizabeth no me salgas con que tienes algo más que hacer, sé que si algo de verdad se te hubiese presentado me hubieses mandado un texto el día de ayer.

-François, por favor, también se me pudo haber presentado algo hoy ¿no? No me molestes o preguntes más. -Dijo fría.

-No, eres extraña, no tienes amigos y más aburrida que una ostra -Dijo algo impaciente. -Nada se te pudo presentar, sólo que como siempre quieres sacar evasivas-Lo sintió molesto.

Marie se quedó en silencio oírle decir aquello de alguna forma dolía y más porque era verdad, su vida se reducía a ella misma con ella misma, las personas que quería y eran cercanas estaban muy lejos de ella, la sonrisa de Tomasa, o la calidez de la señora Herrera en Argentina, incluso hasta los comentarios sarcásticos de Crystal, las fotos fuera de lugar de su pequeño hermano o cualquier desconocido mochilero que se cruzara en cualquier rincón del mundo. El lugar en donde se encontraba, sólo era frio y oscuro, era la heredera de un gran imperio, la señorita Keller e incluso un fastidio para los círculos más reducidos, aun así nada de eso le importaba, pero escucharle decir aquello a François le dolía.

Él la llamaba por el auricular, sin embargo estaba absorta.

-Elizabeth no quise decirte eso literal, solo que no entiendo porque no me quieres ver -Le decía del otro lado, pero ella no escuchaba.

-Solo decías la verdad, así suene feo, lo es -Dijo con su voz plana y distante.

-Elizabeth escúchame, iré a tu apartamento.

-¡No! -Gritó, pero era más por el pánico -No te atrevas a venir, no te quiero ver ya te lo dije eres molesto para mí -Hizo una pausa conteniendo sus lágrimas, era verdad él lo era, pero no por los motivos que quería hacerle creer, sólo se trataba de que a veces se desconcentraba porque pensaba en él y la hacía sentir extraña- Eres un hombre realmente molesto, vacío sin sentido.

-¿Eso es lo que crees de mí? -Dijo herido, ella cerró sus ojos y una lágrima rodó por su mejilla, sabía que eso bastaría para hacerle desistir de ir ahí.

-Si, por favor deja de fingir que te parezco una persona agradable. Es molesto -Sonando normal, aunque en ese momento sus manos temblaban y sentía un gran nudo en su garganta.

-Hablamos después -Colgando al instante.

Marie se desvaneció en el piso, su mirada estaba perdida y las lágrimas comenzaron a emerger sin embargo ella no era consciente de nada, solo podía sentir esa gran opresión en su pecho, él era su amigo, ¿lo era aún? Tenía su cabeza gacha, de repente comenzó a ver en el piso gotas de sangre, puso una de sus manos en su nariz, conteniendo el goteo, hacía mucho no le pasaba y fue precisamente el tiempo que estuvo a cargo del grupo, una vez había estado libre de todo, sus sangrados se habían reducido al igual que parte de sus alergias.

Se quedó largo rato en esa posición, luego caminó al baño y tomó un Kleenex, se paró en frente del gran ventanal con todas las luces apagadas, miró a un lado su telescopio, debía decir lo que había pasado en su lugar, pero no lo haría aun, quería solo escuchar el silencio del lugar, sintió que la puerta se abrió, François se cruzó por su mente, aunque lo había alejado había ido, ¿era lo mejor? ¿Y si le decía todo? ¿Toda la mierda en la que estaba envuelta? Caminó a tientas por el lugar.

-¿François? -Dijo pausada.

Marie intentaba mirar en medio de la oscuridad, pero nadie contestaba.

-Lo siento... No quise... -Marie hablaba cuando sintió que alguien jalaba su cabello, cayó de forma pesada al piso.

Un hombre fornido la tiraba por el lugar mientras ella llevaba sus manos a su cabeza intentando deshacerse de su agarre, comenzó a mover sus piernas, sabía cosas de defensa, sin embargo llevaba tiempo si entrenar, sentía sus brazos débiles y cada puño que daba era como si fuera el  toque de una pluma odiaba esa sensación de sentirse indefensa.

El hombre la levantó de un tirón y la tomó por el cuello apretándola fuerte, impidiéndole respirar, sintió el golpe en su espalda, comenzó a respirar muy cerca de ella, su rostro era horrible, tenía una sonrisa perversa que denotaba que disfrutaba aquello, que sólo quería jugar con ella, su mano comenzó a temblar y quedó petrificada, no podía moverse era como si el tiempo se hubiese detenido.

El aliento a licor barato era insoportable, el hombre hablaba casi en susurró sin embargo ella no lograba entender que era lo que le decía, alzó una de sus manos y arañó su cara con fuerza, el hombre como si fuese una muñeca de trapo la lanzó fuerte a un costado.

Marie quedó tendida en el piso, quiso incorporarse, sin embargo no pudo sus piernas estaban débiles, así que comenzó a arrastrarse por el lugar hacia la salida, el hombre la tomó por uno de sus pies y la arrastró hacia él, con sus manos intentó sostenerse, pero su cuerpo temblaba y no lograba asirse de nada.

Algo cayó a su lado y ella se lo tiró, el hombre la soltó brevemente y ella aprovechó para esconderse, afortunadamente todo estaba a oscuras, fue a la habitación y se metió en uno de los closets, rodeó sus piernas con sus brazos sin dejar de temblar mientras escuchaba los pasos del hombre que se acercaba.

Él comenzó a silbar una melodía, mientras ella de forma inconsciente emitió un quejido de miedo, llevó una de sus manos a su boca, sus dientes no dejaban de castañear, estaba aterrorizada, tanto que ni gritar podía.

-¿Dónde estás?-Preguntaba con una leve entonación, que lo hacía ver divertido-¿pequeñita te gustan las escondidas?-Rió de forma estruendosa y ella abrió los ojos muy grande cuando el abrió la puerta- ¡Buu! ¡Te encontré! -Le dijo esa bestia de casi dos metros y más de 150 kilos.

La tomó de forma brusca y su gran mano rodeó su cuello, la miró a los ojos y ella llevó sus delgadas manos a los fuertes brazos de él tratando de zafarse, no quería morir amaba vivir, además su hermano la necesitaba. Ese no podía ser su final, aun tenía tantas cosas por hacer, una lagrima comenzó a escurrirse por su mejilla.

-Pequeña es mejor que te vayas -Le dijo el hombre con una voz gruesa y tenebrosa con acento ruso.

Marie lo vio fijamente, sintiéndose aterrorizada, cerró sus ojos, en ese instante se dio cuenta cuan sola estaba y que si ella no era capaz de defenderse por si misma todo terminaría ahí, la voz dura de su padre retumbaba en su mente sobre lo débil que era quizás a eso se refería.

También podía oír a su madre diciéndole que solo tenía una vida y que debía vivirla al máximo, imágenes de su niñez y al lado de su hermano, ella no podía terminar así, dejando que ese hombre controlara su vida como se le antojara, cerró sus ojos y le lanzó una patada reuniendo fuerzas en su ingle, el hombre la miró con rabia,  la tiró y le dio un rodillazo en su estómago sacándole el aire de sus pulmones, Marie quedó tendida en el piso mientras él se incorporaba, por el dolor de la patada.

-Creí que darías una mejor pelea según cuentan tu padre te entrenaba - dijo en ruso, Mientras Marie se revolcaba en el piso sin escucharlo

El hombre salió del lugar dejando la puerta abierta ella comenzó a arrastrarse respirando de forma pausada recuperando el aliento, se detuvo y estuvo muy quieta durante largo rato, se sentía terrible.

Se levantó lentamente y caminó hacia el exterior solo podía pensar en ir a un lado, tomó el ascensor con dificultad y se dirigió a la parte alta, llegó al apartamento de François y timbró varias veces, pero nadie atendió, se sentó al lado de la puerta con sus piernas recogidas, metió su cabeza en medio de ellas y sintió como comenzaron por fin a emerger lágrimas, se sentía tan menoscabada.

Él dolor en su cuerpo comenzó acrecentarse y temblaba, tenía miedo deseaba ver a François, sintió una mano en su hombro alzó su mirada esperanzada creyendo que era él, enjugó sus lágrimas y su leve sonrisa se desvaneció cuando pudo ver a Sébastien el amigo de él.

De repente dejo de temblar y su rostro se aplanó, no era él, quizá él no hacia parte de su vida y no tenía que soportar su vida de mierda. Sébastien la miró, su cuello tenía un morado intenso, estaba descalza y su cabello hecho una maraña.

-¿Te sientes bien?

-Si - dijo levantándose de inmediato como si minutos antes no pudiera caminar. - Buscaba a François y me quede dormida - Mintió sin mostrarlo.

Sébastien la miró nuevamente, su cabello revuelto, su vestido maltratado, pero lo que decía parecía cierto aunque todo lo demás la contradijera.

-Debo irme - ella camino descalza hasta el ascensor Sébastien la detuvo.

-¿De verdad estas bien? -Ella se soltó de su agarre levemente

-Si -escuchando las puertas del ascensor abrirse, se giró antes-por favor no le digas a François que vine a buscarle-Sébastien metió sus manos en sus bolsillos y asintió.

Ella entro sin decirle nada más las puertas se cerraron y Marie respiro pesadamente sentándose nuevamente en el piso, tenía su mirada perdida, en un momento de debilidad había querido contarle todo.

Las puertas se abrieron en otro piso y una pareja entró sonriente, al verla ahí dejaron de hacerlo y comenzaron a hablar en voz baja entre ellos, el ascensor siguió, ellos se bajaron en el siguiente piso, Marie no alzo su vista hasta que se dio cuenta que el ascensor se había detenido, oprimió el botón de su apartamento.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron caminó con dificultad y digitó su clave, entró lentamente, comenzó a prender todas las luces tomó el bate de beisbol que tenía en su cuarto y revisó cada rincón, cuando se aseguró que no hubiese nadie, caminó a la entrada y cambió la clave de acceso.

Miró el lugar estaba hecho un desastre, no tocó nada y fue directamente hacia la habitación, al entrar tropezó con una caja, la miró y por un momento se preocupó de que fuese algo extraño, hasta que pudo ver la letra semi cursiva de él de François se sonrió levemente, sintiendo nuevamente una lagrima rodar por su mejilla.

Abrió la caja, encima tenía una pequeña nota decía "Presiona aquí y apaga las luces" Marie sonrió levemente mientras sus lágrimas salían sin ella darse cuenta, hizo lo que le pedía, presionó el dispositivo y apagó las luces, en un instante el universo estaba en su habitación, ella contrajo su rostro y más lagrimas emergieron, sintió la humedad en su cuello y de forma instintivas las limpió.

Alejarlo era una decisión difícil, él le había tendido su mano con una sonrisa, la había acogido en su casa cada temporada que había llegado a Zúrich, le había brindado su hospitalidad aunque de manera superficial parecía un hombre prepotente y egoísta.

Apretó sus labios reprimiendo un sollozo y recordó las noches con su madre cuando contemplaban las estrellas juntas, podía distinguir diversas constelaciones, pudo ver a Casiopea y recordó como su madre le contaba la historia de ésta, también como bromeaba porque esta constelación en la línea del ecuador parecía una gran M, de "mi Marie", le decía su madre, se acomodó de lado contrario y la pudo ver, su cuerpo tembló y lloró un poco más.

Se limpió las lágrimas, sabía que no podía involucrar a François en nada de eso, era su padre el que la había dejado envuelta en todo eso, no podía arruinar la vida de alguien más.

Se recostó en el piso, una estrella fugaz pasó y ella sonrió de forma nostálgica, eran hermosas, aunque solo fueran pequeñas partículas de cometas que se quemaban con el contacto con el aire, de niña le gustaba pensar que eran hermosas estrellas que caían, nunca les había pedido un deseo, pero siempre había querido volar en el aire como ellas, sólo una vez con Thomas habían hecho Bungee Jumping, pero sabía que eso no se comparaba con tirarse desde un paracaídas.

De repente pensó en Thomas con él había hecho aprendido cosas nuevas, le había enseñado, hacer snorkel, apreciar la tranquilidad que genera el océano, aunque el vivir con su madre en una zona costera le había permitido quererlo, ahora todo eso ahora era lejano.

Cerró sus ojos y recordó el sonido de las olas golpeando la arena, su madre contándole historias de todo tipo, las risas y la felicidad que en ese tiempo existía, tenía sueños, expectativas, sin embargo, ahora solo existía el dolor físico que sentía al moverse y la impotencia de haberse dejado golpear por aquel hombre, saber que ellos, quienes fuesen, la tenían acorralada.

"En la vida las lágrimas no sirven para nada"

Recordó las palabras de su padre, se levantó y su mirada afligida cambió, no podía seguir en la misma posición pasiva y autocompasiva, movió levemente su cabeza y sintió el dolor que de su cuello emanaba, hizo una mueca de placer, sabia lo retorcido que eso podía verse ante los demás, pero en ese momento no estaba para recriminarse, esa era ella y no dejaría de serlo por los demás, se volvería aún más dura, aun si tenía que volverse una hijueputa, no se dejaría de ellos.

Tomó su móvil y le marcó a Beltrán.

-Necesito que venga, irrumpieron en mi lugar-Su voz sonaba más fría y distante.

-Estaré ahí en 20 minutos -Marie colgó y caminó hacia el proyector apagándolo.

Su vida no era como la de una joven cualquiera, sus preocupaciones no se reducían a qué tipo de ropa se pondría o si el chico que le gusta la miraría. Ese tipo de cosas no estaban destinadas para ella, todo se trataba de secretos, mentiras, dolor y ese desconocimiento que la hacía sentir impotente.

Prendió las luces y fue al baño, se miró en el gran espejo que había ahí, sus labios estaban rojos como de costumbre e incluso sus mejillas lo estaban, vio su vestido vuelto nada y su cabello revuelto, su cuello estaba enrojecido, miró su mano que aun tenia las marcas del día que se había quemado con la Señora Anna.

Por un momento ella vino a su mente la había invitado a una cena con en Ginebra, no podía ir, no después de verse en ese estado, caminó hacia el estudio y abrió uno de los cajones, sacó una hoja gruesa con un estampado en seco con la letra K en cursiva, tomó una pluma y comenzó a escribir una nota de disculpa, por no poder asistir, cuando terminó la dobló de forma delicada y le puso un sello. La puerta sonó y Marie fue abrirla, ahí estaba Beltrán, a su lado estaba un hombre grande de cabellos castaños y una mujer con un maletín en su mano.

-Señorita, este es el detective Woods y su asistente, ellos revisaran la escena. -Marie asintió y los dejó seguir.

-Entre menos se exponga todo esto mejor -Dijo ella pausada.

-No se preocupe señorita, llevo en el caso Keller, desde hace mucho -Dijo el hombre inspeccionando el lugar.

La mujer sacó una cámara profesional y comenzó a tomar fotos del lugar de forma minuciosa, esparció unos números con algunas regletas por el lugar, tomó muestras en bolsa plásticas.

-Usted no llamó de forma inmediata al hecho -Le dijo ella a Marie.

-No, no lo hice -Dijo ella de forma plana. -La mujer no  dijo nada más y comenzó a fotografiarla a ella.

-Por favor deshágase de su ropa, la necesitaremos de evidencia, Marie hizo lo que le había pedido, quedando en bragas y brasier, le pasó la ropa y ella la puso en una bolsa plástica, le tomó fotos de su cuerpo e incluso a las quemaduras viejas que tenía. Le pidió sus manos y ellas las estiró, buscó debajo de sus uñas y lo depositó en un pequeño sobre de papel, peinó su cabello e hizo lo mismo con lo que obtuvo.

-¿Ese hombre intentó abusar de usted? -Dijo la mujer plana.

-No, en ningún momento intento, agredirme de forma sexual -Le respondió.

-Bien, puede cambiarse.

Marie asintió y se fue a la ducha, se miró nuevamente su cuerpo estaba amoratado, se quitó el parche que tenía en su abdomen y pierna, las quemaduras estaban mucho mejor, ahora solo se veía el contraste de su piel blanca con los morados que comenzaban a emerger, se quitó el sostén dejando sus senos al aire uno de ellos tenía un morado a un costado.

Se giró y su espalda y parte de su trasero también tenían abolladuras, en su cuerpo era tan evidente que se le notaran los golpes, tocó sus muslos comenzaban a verse delgados después de que el año pasado había logrado obtener peso y algo de masa muscular, ese horrible lugar le hacía volver a su delgado cuerpo.

Dejó de mirarse y se dio la ducha, se puso un vestido negro holgado con cuello Peter pan, un par de medias bucaneras unos zapatos blusher y tomó una chaqueta de cuero negra.

Volvió a la sala y Beltrán la interceptó.

-Señorita, debe irse de este lugar.-Ella asintió pensativa, aun no pensaba en eso.-Haré que recojan sus cosas y las dejen en el hotel.-Le siguió hablando él.

Era más fácil vivir en un lugar de esos así que no lo contradijo, Marie seguía en silencio, caminó a su estudio y tomó la carta y caminó nuevamente hacia Beltrán.

-Por favor hacerla llegar a la señora Hammer, un día antes del viernes, en su casa en Ginebra.

-Sí, señorita -Beltrán asintió.

Marie salió del lugar, dio un último vistazo al apartamento hecho trizas se acomodó la chaqueta y salió del lugar. Su mirada estaba perdida y ahora las lágrimas se habían esfumado, solo quedaba esa opresión y el leve dolor en su cuerpo. Sacó su móvil y le marcó a Crystal.

-¿Tienes lo que te pedí?

-Sí, Empresas Schütz pronto estará en tus manos. ¿Qué te hizo el tipo que andas tan enojada?

-No tienes por qué saberlo -Dijo seca.

-Lo siento, pero no tengo porque aguantar tus cambios de humor, ¿cómo puedes ser tan amable y a la vuelta una total bruja? -Hizo una pausa - ¿Te hicieron algo? Roux, dime que te hicieron -Dijo de repente preocupada.

-Nada Crystal -Suavizó su voz, mientras caminando por el pasillo.

-Cuando dices nada, pasó de todo ya lo averiguaré -Colgando al instante.

Marie miró su móvil y lo guardó en su chaqueta, el auto la esperaba fuera, lo abordó, la llevaron hasta un hotel. Después de instalarse en la suite, dejó su chaqueta de lado y recorrió el lugar en silencio, se sentó en una de las cómodas, estaba exhausta, tocó su estómago sintiendo el dolor que le había dejado la patada de aquel hombre, ¿a eso se refería su padre? ¿Sabía que algo así le podía pasar? Sintió miedo de repente por Phillipe.

La puerta sonó levemente, ella la abrió, era un camarero que le llevaba su cena, una ensalada verde guisantes, una copa con agua y muchas fresas en un bolw, el hombre entró con el carro y sirvió las cosas en la mesa.

-Por favor, quiero café fresco y un bolw con caramelos -Dijo plana

El hombre la miró con asombró luego se recompuso.

-Sí, señorita.

-Que no sea café instantáneo y si es posible me puedan instalar lo necesario en la habitación para hacerme mi propio café -Marie sabía que le había tocado aprender un poco sobre ser barista por la insistencia de tomar café cada mañana y cada noche.

El hombre asintió y salió de la habitación, Marie se sentó a la mesa y comenzó comer en silencio, revolvía el plato pensativa de vez en cuando, terminó y ahora comía sus fresas en uno de los sofás. Al terminar solo se quitó sus anillos y las medias, dormiría con el vestido, realmente se había olvidado llevar algo más, se recostó en el gran sillón, pero como ya comenzaba de nuevo a ser costumbre no pudo dormir toda la noche sólo media hora, hasta que su puerta sonó nuevamente, debía ser su café.

Se levantó de inmediato y abrió la puerta y ahí estaba el hombre con una nueva orden, tomó los platos vacíos y dejó el nuevo pedido, Marie le asintió y tomó la taza con una sonrisa, bebió lentamente mientras el amargo del café invadía sus sentidos deleitándola, dejó la taza a un lado y tomó un par de caramelos, se los metió en su boca y dejó que se derritieran en esta.

Aun se sentía intimidada e indefensa, pero esa era su realidad y estaba en sus manos cambiarla, por lo menos se prometería que no volvería a dejarse sentir de esa forma y que trataría de luchar con todas sus fuerzas en vez de quedarse paralizada de miedo.

Como de costumbre la mujer que la vestía fue esa mañana y le llevó un cambio de ropa, debía trabajar, aunque su ánimo estaba por el suelo. Media hora después estaba por los pasillos del Grupo Keller, bostezó y acomodó un mechón de su frente no se acostumbraba al flequillo.

Saludó a su secretaria y entro a la oficina, se quedó de una pieza cuando vio todo el lugar cubierto de sangre y con un fuerte olor a metal, sintió náuseas y cómo todo comenzó a darle vueltas, de pronto se sintió encerrada y sin aire, hasta que dejó de oír las voces a su alrededor y todo fue una nada. Abrió sus ojos lentamente y vio una habitación blanca, tragó saliva e intentó incorporarse.

-Señorita-La voz de Beltrán la detuvo-No se mueva.

-¿Que sucedió?-Preguntó confundida.

-Se desmayó al ver su oficina llena de sangre-La solo mención de eso le hizo sentir ganas de vomitar.

Beltrán le acercó un cuenco y vomitó ahí, no había desayunado, lo que hizo que le doliera el estómago al intentar devolver comida inexistente, se sentía del carajo, desde el accidente con su madre había tenido pesadillas de una habitación cubierta con sangre, eran recurrentes y la ponían muy nerviosa, podía soportarla en pequeñas cantidades, pero... Esa visión en su oficina había generado sensaciones que creía haber olvidado.

-¿Fue el mismo hombre?-Su voz inevitablemente sonó aterrada.

-No, captamos en cámara que se trató de una mujer-Marie hizo una mueca.

-¿Una mujer?

-Si, la señorita Annie Sophie Moreau-Marie se tocó su cabeza y comenzó a bajarse de la camilla.

-No entiendo por qué haría algo así.

-Ya la tenemos en custodia podría preguntarle usted misma-Marie cerró sus ojos levemente meditando si lo hacía o no, finalmente accedió.

Beltrán la guio hacia el lugar donde estaba, Annie la tenían aislada en un salón, Marie entró y ella tenía sus brazos cruzados y su frente en un ceño que denotaba rabia.

-¿Qué haces aquí putita? ¿Vienes a burlarte en mi cara porque fui tan idiota? -Marie la miró plana, no tenía por qué preguntar que la había llevado a eso, era obvio, se trataba de François LeBlanc.

Marie no dijo nada más, quizás sólo era morbo y quería verla, pero realmente no se le apetecía decirle nada más, se giró y comenzó a salir.

-¿Qué? ¿No dirás nada estirada? ¿Soy tan poca cosa que no merezco que su alteza se dirija a mí?-Marie se giró y la miró, acomodó la bufanda que tapaba el gran morado de su cuello.

-No necesito decirte nada, para hacerte aún más patética-Sentenció y esta vez salió de ahí sin escuchar los gritos de ella.

Beltrán le preguntó que quería hacer con ella y Marie simplemente le dijo que la llevaran a un hospital psiquiátrico, no presentaría cargos que la llevaran a prisión. Era cierto que ella tenía furia, pero la direccionaría y su próximo objetivo sería Gerhard Schütz, ese hombre conocería a la mujer despiadada que habitaba en ella y que no dejaría que la siguieran amedrentando.

     

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