La Heredera CAPÍTULO 19: Señorita Tilman





 Zúrich, Marzo de 2014


"Diez días"


-¿Y a que fue Anna a su casa? - Preguntó François.

-Dijo que quería mostrarle su gratitud por Antuan.

-Así es Anna, -Dijo él jovial y movió uno de los pisapapeles de escritorio de Sébastien-entonces te arrastró.

-Sí, lo hizo.

François rió imaginando a Marie siendo bombardeada por las preguntas de Anna, solía ser tan entrometida e indiscreta, aunque no fuese de forma intencional.

-Debo irme, Pauline quedó de venir a mi casa y aún no sé a qué hora llega.

-¿Pauline estará contigo? -Preguntó con curiosidad Sébastien.

-Sí, no sé cuántos días, pero al menos hasta que extrañe a Shepard.

Sébastien asintió y François salió del lugar, sus pasillos eran anchos y de un blanco impecable, en ese aspecto le gustaban los hospitales, todo era tan aséptico, a simple vista, sin embargo cuando entendió la cantidad de microorganismos qué pululaban en el lugar y otra serie de cosas qué hacía que la realidad de estos lugares fuese otra, decidió alejarse de la medicina, su asco era más grande qué su vocación.

Sacó su móvil y le marcó a Pauline, debido a su visita había retrasado su viaje a Dubái unas semanas, pero no le molestaba, le gustaba estar con ella y el viaje podía esperar.

-¿Princesa? ¿Ya estás en Zúrich?

-Creo que aterrizo en unos 20 minutos.

François miró su reloj

-Está bien, ¿te recojo o nos vemos en mi lugar?

-El chofer me lleva no te preocupes.

-Ok, nos vemos en media hora -Colgó el teléfono.

Caminó al exterior y buscó su auto que estaba aparcado cerca, desactivó la alarma, le agradaba cuando Sebàstien atendía en la sede de Zúrich, le recordaba sus viejos tiempos en París, aunque ahora fueran más escasos, las responsabilidades de la petrolera para él y las de la clínica para Sébastien, habían cambiado muchas de sus costumbres.

Tenía el tiempo justo para una copa, miró su reloj, era muy temprano para ir a un bar, así qué decidió que iría a su restaurant que quedaba a unas pocas cuadras de ahí y de una vez tomaría su almuerzo, cerró la puerta de su auto y decidió caminar hasta ahí, si iba en este después tendría que lidiar por encontrar un nuevo lugar. Zúrich y Ginebra se caracterizaban por ser una ciudad donde la mayoría de las personas que iban a sus trabajos caminando, patinetas o bicicletas, era realmente relajante el poco tráfico que se manejaba.

Había decidido mudarse a Zúrich poco después de terminar con Annie, creyó que una nueva ciudad sería un buen cambio finalmente no le agradaba la idea de encontrarla.

Zúrich le agradaba sobre todo por la cantidad de museos e historia, la tranquilidad que se respiraba, aunque era un hombre de fiestas, en su cotidianidad le gustaba estar alejado de lugares ruidosos. En esta misma ciudad había conocido a Elizabeth hacía más de tres años y de manera esporádica la acogía en su casa, ella era nómada no se quedaba en un lugar por mucho tiempo y le aterraba arraigarse en un solo lugar, lo sabía por sus modos de actuar, no era apegada a las cosas o a casas.

Sonrió cuando divisó la fachada de su restaurant, no era por ser orgulloso, pero era uno de los mejores de la ciudad, su fachada era amplia y tenía grandes ventanales, el mobiliario era cómodo y tenía combinaciones de blanco con plata, pinturas de gran calidad y sobre todo comida de primera categoría, no por nada eran candidatos a obtener su tercer estrella Michelin, lo cual si ocurría sería un gran logro que celebraría por todo lo alto.

Entró saludando al maître y se sentó es una de las mesas del fondo.

-Señor -Se acercó uno de los meseros - ¿el vino de siempre?

-Si, por favor.

Sacó su móvil y le marcó a Elizabeth, la última vez que la había visto había sido el día que había hecho un desastre en su cocina, había dejado sangre de ella por todo el lugar y todo revuelto, ¿cómo no se había dado cuenta que tenía un dedo lacerado? Sentía qué había cosas extrañas no solo con ella sino con su cuerpo, cuando se lastimó su hombro también había actuado raro.

-Hola -dijo ella al otro lado de la línea.

-Hola, solo quería saber qué harás dentro de 10 días.

Ella estuvo en silencio.

-¿Me llamas para saber qué haré dentro de 10 días?

-¿No es un buen motivo para llamarte?

Ella rio.

-De hecho no, porque es algo muy difícil de contestarte, es incluso más difícil decirte que haré en un par de horas.

-Tienes un horario -Se encogió de hombros.

-Que lo tenga no quiere decir que lo cumpla.

-Eres una tramposa con tu horario.

-Quisiera serlo, pero si tienes razón puedo decirte que haré en 10 días, según mi horario, tengo día libre, así que sólo estaré en casa leyendo o haciendo cualquier cosa aburrida.

-Eres demasiado directa pudiste mentir y decirme que harías algo interesante.

-Ok, ese día puede que esté aprendiendo los diversos caracteres coreanos. Realmente no lo sé.

-Eso no es interesante -Dijo recibiendo su copa de vino.

-No lo es para ti, aunque bueno el coreano no es un idioma que está muy interesada.

-¿Por qué lo aprendes entonces?

-Negocios.

-Te diría que contrates un asistente que sepa coreano, pero me dirías que hay cosas que prefieres hacer tu misma.

-Exacto. -François sonrió y tomó un sorbo de su copa.

-Me gusta cuando está la Marie Elizabeth descomplicada que le gusta viajar.

-Esa persona está en un baúl, guardada -Bromeó - Espero no se asfixie.

-Yo también, hablamos después.

-Ok -Colgó de forma inmediata.

Quería hacer algo por ella, la había tratado algo mal ese día que le pidió ir a su casa para cocinar, además si se animaba quería decirle qué ella le gustaba, realmente no sabía qué resultaría de eso, pero como le había dicho Sébastien era extraño que ella le gustara tanto y no hiciera nada, así que se quitaría los prejuicios y lo intentaría.

François terminó de beber su copa y miró nuevamente su reloj tenía el tiempo justo para encontrarse con Pauline. Dejó la copa vacía sobre la mesa y salió en busca de su auto condujo hasta que pudo divisar su edificio en ese momento vio un auto a la entrada y una cabellera rubia conocida, él aparcó a las afueras del lugar y caminó hacia ella, sin darle tiempo de nada le dio un abrazo y un beso en su mejilla.

-Qué lindo verte ¿cómo estás? -Dijo ella con ese acento tan británico como toda ella.

-Bien -Se sonrió -Vamos a dejar tus cosas y salimos algún lugar, ¿te parece? -Ella asintió.

Caminaron con el chofer que llevaba las maletas de ella hacia el interior, esperaron unos segundos en el ascensor hasta que este se abrió, François se quedó mirando curioso, dentro de este estaba Elizabeth, llevaba una camisa azul índigo, abotonada hasta arriba unos jeans blancos, su cabellos suelto con unas gafas oscuras y tenía en su boca un bombón rojo, ella al verlos le sonrió sacando el dulce de su boca, salió del ascensor y le asintió a Pauline mirándolos desde abajo.

François estaba como una mujer rubia alta, sus ojos eran de color azul y su cabello y ropa estaba excesivamente cuidada, tenía una expresión prepotente, pero a pesar de eso era bella, la recordaba por las fotos de François en su apartamento era Pauline Tilman.

-Princesa ella es Marie Elizabeth Keller -Marie la miro sonriendo y se sacó los lentes oscuros.

-Y tú debes ser Pauline Tilman -Dijo ella en Ingles. -Pauline le asintió.

-¿Qué tal?

-Bien, gracias, eres más bonita en persona -Dijo jovial al recordar las fotos de ella en la casa de Fran.

-Oh gracias- le sonrió Pauline.

-No tienes por qué adularla -Le dijo François a Marie revolcando su cabello.

-No lo hago, no suelo decir cosas para complacer a los demás, -lo miró de arriba abajo, François se sintió incómodo por un momento y guardó silencio, ella solía decir cosas que a veces eran difíciles de digerir, luego se recompuso.

-Entonces puedes decir si te parezco guapo -Con su sonrisa habitual.

-Sí, simétricamente me lo pareces, pero por momentos eres molesto -lo dijo sin una pizca de odio en su voz.

-¿Molesto? -Contrajo su rostro metiendo sus manos en los bolsillos.

-Princesa, creo que debemos irnos, al parecer soy molesto -Marie le sonrió y él la miró fijamente, mientras ella se ponía nuevamente sus gafas oscuras.

-Estás algo susceptible - Marie le sonrió cálidamente, luego miró a Pauline - Fue grato conocerte, François me ha hablado de ti.

Pauline le sonrió, ella les asintió a ambos y caminó hacia la salida, volviendo a meter el bombón en su boca, necesitaba algo de dulce estaba nerviosa y con frío. Marie frunció el ceño cuando vio a un hombre vestido de negro al lado del auto.

-Soy su nuevo chófer-Marie asintió no le gustaba eso, prefería la independencia de conducir ella misma.

Pero desde su accidente, Beltrán no dejaba de sobre protegerla y no le gustaba, prefería conservar su intimidad, de esta forma sentía que la tenían vigilada. Se fue a su café favorito, debía despejarse un poco, hasta el momento no había logrado hacer mayor cosa en el grupo. Habían papeles qué hablaba de una corporación llamada Water, su padre le había dejado unos documentos en donde se veían movimientos extraños, además cuando había querido averiguar de qué iba, Beltrán le había dicho qué no era necesario y lo había visto muy nervioso.

Tendría qué hacerlo a escondidas, su confianza en Beltrán había disminuido y su curiosidad por esa corporación aumentaba por montón. Le pidió a chofer que se detuviera caminaría, metió sus manos en el abrigo y sonrió, estaba optimista, un poco más y podría salir de del grupo Keller, en ocasiones se deprimía sentía qué estaba encerrada en un perverso juego, pero en otros momentos como ese sentía qué todo podía mejorar, su móvil sonó y ella lo atendió de buen humor.

-Aiden-Saludó contenta.

-Oh vaya te escucho de buen humor -Lo escuchó jovial del otro lado y Marie rió.

-Lo estoy, tengo un buen día.

-Genial, yo llamaba para darte noticias-Marie sonrió aún más.

-Dime.

-Pudimos investigar al tal Gerhard Schütz, Marie Elizabeth ese hombre no es alguien de fiar, ha tenido varios incidentes de tipo sexual, simplemente su padre los ha tapado con sobornos, ahora mismo vivía en Berlín porque tuvo que salir de París -Marie dejó de sonreír y de caminar-Además...

-¿Aún hay más?

-Sí, Comunicaciones Schütz tiene una serie de movimientos extraños, ahora mismo sus acciones en la bolsa están fluctuantes, pero es realmente extraño. Pudimos evadir su corta fuegos y...

-Aiden, eso es ilegal-Lo interrumpió Marie-¿Sabes la cantidad de problemas qué te podrías ganar por entrar en el servidor de esa compañía?

-Lo sé, lo sé no me riñas por favor, pero siento qué debemos ir un paso adelante.

-Aiden... No me gusta, no quiero que te veas involucrado en un problema más grande-Dijo preocupada.

-Marie, yo... Estaré bien-Marie apretó sus labios, Aiden le decía qué estaría bien, pero cada vez qué escuchaba esa expresión todo salía peor.

-Hablamos después-Respondió seca y le colgó.

Eso no le gustaba para nada, no quería cometer ilegalidades, movió sus manos nerviosas, ¿en qué se estaba convirtiendo todo? Divisó el café, pero ahora su ánimo estaba decaído, ¿tenía qué comenzar a podrirse para poder sobrevivir? Pidió un expreso y aguardó en la mesa su pedido.

Debía organizar sus ideas, hasta el momento tenía unos cuantos papeles qué hablaban de una empresa fantasma, había estado investigando los bonistas, pero ninguno tenía antecedentes particularmente extraños, su padre le había dicho qué ella era diferente y sabría qué hacer, odiaba pensar en las pocas claridades qué poseía. Un ruido sordo la sacó de sus pensamientos, alzó su cabeza y ahí estaba Gerhard, le sonreía de forma cínica.

-Mi amor-Hizo un gesto exagerado-Hoy estás más bella qué nunca-Prosiguió y Marie lo seguía mirando en silencio con una mueca de fastidio.

El camarero llegó con él café y ella lo recibió, por lo general beberlo le generaba un momento de placer, pero en ese instante en la presencia de ese hombre le revolvía sus entrañas, hijueputa quería irse de ese lugar, mandar todo al demonio, no le habló, no quería intercambiar palabras con ese hombre.

-¿Qué pasa querida? ¿Te comieron la lengua los ratones?

-Púdrase-Dijo ella despectiva sin tocar su taza de café.

De repente él miró al fondo y se sonrió se alejó de ella y Marie suspiró, al menos ya se había largado, cogió su taza de café y la bebió sintiendo un miedo inexplicable ¿qué debía hacer a continuación? Aiden le había dicho que tenían que ir un paso adelante y eso era plausible si supieran delante de quien.

Sospechaba de Nial, de Gordon, Stuart, qué demonios sospechaba de todos esos idiotas, pero no tenía pruebas que los incriminaran, pronto su café se enfrió y perdió su interés en él, dejó el dinero sobre la mesa y se dispuso a salir, Gerhard volvió a su lado.

-Saludaba a tu querido amigo Fran-Dijo de repente y ella se giró y se sorprendió al verlo-Nos vemos en otra oportunidad querida -Le guiño él ojo y le tiró un beso.

Suspiró cuando sintió qué ellos estaban cerca de ella, les sonrió levemente.

-No me había percatado que estaban en el lugar

-Sí, ya nos disponemos a irnos ¿aun Gerard te molesta? -Preguntó François con un leve tono de preocupación. -Marie lo miro en silencio.

-Si, al parecer sabe a dónde me dispongo a ir.

Ella suspiró y miró a Sébastien asintiendo, se disponía a irse cuando escuchó que Pauline hablaba por teléfono, la miró brevemente y quizás percibió en su rostro cierta molestia.

-¿Will?-Pauline habló volteándose.

-Pau Pau ¿y ahora qué pasó?

-Deseo que prepares el jet, no me gustó el clima de Zúrich- miró brevemente a Marie y desvió la mirada. William soltó el aire.

-Pauline te crees que me la paso jugando.

-Sé que puedes arreglarlo Will, te quiero. -Y sin esperar que le contestara colgó.

Marie los miro en general y asintió esta vez su rostro lucía triste sin embargo sonreía era un contraste.

-Que tengan un buen día -Se despidió, les asintió y caminó hacia el Jaguar que estaba aparcado a un costado, nuevamente le invadió esa sensación de ser perseguida, pero aquel hombre no tenía la culpa, le pagaban por estar disponible para ella, el hombre joven le asintió y después de cerrar su puerta suspiró de manera pesada, incluso sentía qué era una desconocida con François, eso pasaba cuando los apellidos comenzaban a estar de por medio.

Recostó su cabeza y cerró sus ojos, ahora ni salir a tomar un café podía, Gerard era como un grano en el culo y eso comenzaba a fastidiarla, debía hacer algo no quería tener nada que ver con él y más después de lo que le había hecho en esa discoteca.


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