La Heredera CAPÍTULO 18: Muchas gracias, ¡ups!








 

Zürich, Primavera de 2014

El ascensor se abrió y Marie caminó hacia su puerta digitó la clave y entró en el lugar vacío, miró a su alrededor no tenía nada, era consciente que si tenía cosas, éstas de forma inevitable se impregnaría de recuerdos y tener recuerdos era doloroso. Amaba  recorrer el mundo, había sido su sueño desde pequeña y compartía su sueño con su madre, solía decirle "El solo leer no te educará, debes conocer lo que aún no se escribe, lo que está en boca de la gente, en lo que hacen en su vivir". En parte también porque cuando se viajaba nada era para siempre, no habían apegos, ni sentimientos.

De alguna forma estaba cumpliendo lo que su madre le había dicho, con Thomas había aprendido a explorar el océano, Crystal le había mostrado otras tantas cosas e incluso sola, su madre le había enseñado a que se atreviera, aunque por lo general su vida no era tan divertida para los demás, no podía negar que prefería pasar horas estudiando y aprendiendo, haciendo cosas que a la mayoría le parecían aburridas, esa era su naturaleza, aun así tampoco podía quedarse quieta, no podía defraudar a su madre que le decía que si iba a vivir lo hiciera de la forma correcta y aunque le doliera crear recuerdo nuevos que borraran los dolorosos que tenía.

Caminó a su habitación y se deshizo de su ropa, se puso unos shorts diminutos y un top, tomó su pesado cabello y se hizo un bollo alto, comenzó a caminar hacia la salida cuando vio su móvil alumbrar en la mesa de noche, lo tomó y contestó.

-Marie Keller al habla.

-Hablas con Sébastien Lefevre, siento llamar de esta forma, pero mi hermana Anna quiere verte, quiere agradecerte por Antuan.

-¿Ahora mismo? -Mirando su ropa.

-Si no es mucho pedir. -Ella guardó silencio no sabía que responder.

-Está bien -Accedió finalmente- dime donde nos vemos

-¿Conoces el Restaurante Madrid?

-Sí, lo recuerdo.
-Nos vemos ahí en una hora -Dijo colgando al instante.

Dejó el móvil a un lado y entró en su armario, miró confundida sin saber que ponerse, sacó una blusa manga corta de botones color negra y una falda ancha, con medias hasta sus muslos y buscó unos zapatos altos cerrados.

Se miró al espejo limpio su cara y se puso una leve capa protectora en sus labios la temporada tendía  a resecarlos, se acomodó sus anillos y se dejó la pequeña cadena de oro de tres dijes que le había dado su madre, se puso un abrigo rojo y se dispuso a salir. Estaba en la entrada cuando tocó el bollo alto en su cabeza, lo soltó dejándolo caer en leves ondas creadas por el peinado y que no durarían mucho.

Caminó al ascensor con un pequeño bolso puesto de lado y sus lentes oscuros en su otra mano,  esperó paciente hasta llegar al primer piso, las puertas del ascensor se abrieron y salió al exterior, no tenía auto así que tomó un taxi, hasta el lugar. Se bajó y buscó el restaurante por la pequeña calle en piedra, había mesas en el exterior, dentro se veía realmente elegante, se detuvo un instante, frente al atril del maître.

-¿Tiene reservación?

-Me esperan dentro. Sébastien Lefevre

-Siga -Le hizo un ademán con su mano.

Marie le siguió en silencio, y en una de las mesas pudo divisar a Sébastien, estaba con una mujer alta, su tez era de un color dorado, tenía el cabello rubio medio con un recogido alto, ojos azules claros, con un delicado vestido blanco en encaje.

Sébastien la miró a lo lejos y alzó su mano, ella se acercó y él se levantó y la saludó con dos besos en su mejilla, la mujer se levantó y le sonrió de forma amplia sin mediar palabra la abrazó.

-¿Eres tú Marie Keller? -Se alejó un poco y sin esperar a que le contestara respondió -Si, aun me parece ver a esa pequeña niña que tan vivaz y que no dejaba de comer dulce. Mi nombre es Anna Hammer.

Marie la miro apabullada, sin saber que contestar, ella la tomó de la mano y la sentó frente a ellos. No le gustaba la familiaridad con que la trataba, la hacía sentir incomoda, lo sentía tan falso o quizás, sólo estaba llena de prejuicios contra las personas de ese medio.

-No pude agradecerte en París como era debido, te fuiste -Sacó una delicada caja rosa y la puso sobre la mesa - Ten es parte de mi gratitud.

-Gracias -dijo Marie, mientras se quitaba en abrigo.

-¿Que hacías en aquella parte de la mansión? Es un lugar alejado.

-Trabajaba en unos documentos.

-¿Trabajabas? Pero si era un día de ocio. -Ella asintió, Sébastien  y le sonrió a Anna

-Espero no seamos inoportunos.-Habló Sébastien al ver a Marie incomoda y ella lo miró.

-Sólo un poco, pero no tienen por qué preocuparse quería preguntar por él niño de todas formas. -Sébastien sonrió ante su sinceridad, era algo difícil de manejar.

En ese instante se escuchó un gritito de alegría que recorría el lugar, un niño corrió a donde Sébastien acompañado de una niña de unos once años, la niña se giró y le asintió a Marie, a pesar de ser tan pequeña su vestido y accesorios la hacían ver como una niña mayor. Antuan se giró y en cuanto vio a Marie se le tiró encima, se sentó en sus piernas y enterró su cabeza entre sus pechos.

-Él también te quería ver -Dijo Sébastien sonriendo.

-El tarro, bum bum -Le mostraba el niño un pequeño Ferrari rojo.

-¿Pudiste recuperar tu carro? -Le respondió Marie.

El niño rio con picardía y Marie sobó su rubia y casi blanca cabellera, de alguna forma le recordaba a su pequeño hermano, una mujer vestida de forma elegante los llamó a los niños, alzó su mirada y vio que la niña que lo acompañaba, se acercó a Sébastien, lo abrazó y le susurró algo en Francés.

Le pareció curioso que la señora Hammer ni se inmutó a la llegada de estos, quizá eran impresiones de ella. Antuan se incorporó y le dio un pico en la boca de Marie y bajó de sus piernas, Marie sonrió levemente.

-Cha -Le movió su pequeña mano.

-Con permiso -Asintió la niña, muy ceremonial, eso le llamó la atención.

Los dos niños fueron a donde su madre y también de forma ceremonial se despidieron con un beso y también hicieron lo mismo con Sébastien.

-Es una lástima que se tengan que ir tan temprano, su padre está en la ciudad y quiere estar con ellos. -Se lamentó Anna de una manera tan fingida que parecía lo contrario.

-¿No viven juntos? -Dijo Marie con su mirada triste.

-Por supuesto que vivimos juntos -Anna puso una mano en su pecho abochornada - Sólo que recién llega de un largo viaje.

-¡Oh! Entiendo -Marie alzo su vista he hizo una mueca al divisar a lo lejos una mujer obesa que se acercaba a la mesa, intentó moverse, pero ya era demasiado tarde.

La mujer los miró y se acercó a Anna y le dio un beso en su mejilla.

-Querida Anna es realmente grato verte en la ciudad.

-¡Oh! Henrrieta hace mucho que no te veía. -Respondió Anna con una gran sonrisa, demasiado amplia para ser verdadera.

-Deberías pasarte para tomar el té con las chicas. -Le planteó Henrrietta a Anna.

-¿Aun tienes aquella costumbre?-Anna le preguntó interesada.

-Por supuesto, me dedico a preparar las mejores señoritas, ya sabes, detrás de un gran hombre hay una gran dama. Lástima que algunas señoritas se resistan a pulirse para para ser el bien más preciado para su marido -Miró a Marie -¿No es así señorita Keller?

Marie la miro plana, desde que su padre había muerto esa mujer lo único que hacía era estar tras ella buscándole marido, la situación más que insoportable le parecía ridícula.

-No me apetece escuchar risas chillonas y el tintineo de las tazas de té. -Marie Respondió tajante y volvió su vista a la mesa.

La mujer hizo una mueca.

-Querida -Henrietta habló ceremonial- en ese espacio las jovencitas aprenden a refinarse, cosa que evidentemente tú no posees. Estás en la edad ideal para casarte, pero no creo que ningún hombre que desee tener una dama a su lado te quiera.

-Gracias, lo tomo como un cumplido -Respondió Marie plana.

La mujer soltó el aire, pero se recompuso.

-Ya sabía que Jean Claude tenía problemas de disciplina contigo, -Henrietta habló con desdén- Elizabeth tu abuela intentó hacerte una dama, mientras ella vivió tenías un futuro prometedor, clases de etiqueta, ballet, eras una niña encantadora. Pero tu indomable madre americana sólo te arruinó.

Marie la miro con furia, pero no dijo una sola palabra, Sébastien las miró a ambas con asombro.

-Henrrieta -Dijo Sébastien tratando de calmar los ánimos.

-¡Oh! Querido, siento mi comportamiento tan inadecuado, sólo que tengo una gran deuda con la señora Keller y al ver a su nieta, me siento realmente terrible.

-Henrrieta -Intervino Anna -Ella es una jovencita encantadora. -Solo no la conoces -algo indiferente.

El mesero llegó con la carta.

-Yo me retiro -Henrrieta se disculó, luego miró a Sébastien - Querido, aun sigues soltero...

-Henrrieta por favor...

-Para mí no sería ninguna molestia -Entendiendo todo lo contrario - Cuando quieras puedes pasarte por mi casa junto a François, sé que ambos están en busca de damas refinadas.

-No sé por qué una mujer solterona insiste en emparentar a todo el mundo -habló Marie de repente, mirándola fijamente.

Sébastien la miró y luego a Anna que se veía confundida y con sus mejillas muy rojas.

-¡Oh! Ya veo –siguió Marie hablando sarcástica - Se trata de una fantasía, una retorcida fantasía en donde se supone que el fin último de la vida es el de reproducirse -Esta vez con rabia, le molestaba que una persona como ella hablara de su vida y su familia de forma tan ligera. -Tiene usted fantasías muy oscuras y voyeur.

La mujer la miró herida con sus ojos aguados y luego intentó sonreírle al resto, pero era evidente que estaba contrariada.

-Me retiro por hoy -Caminando rápidamente.

El mesero que seguía esperando les sonrió y pasó la carta todos miraron en silencio, cada uno hizo su pedido y poco después se retiró.

-Me gusta la comida Española -Espetó Anna cambiando de tema - Querido ¿sabías que Pauline se estableció en Madrid?

Sébastien la miró sorprendido, pero se recompuso.

-No, no lo sabía.

-Cambiar Londres por Madrid, en qué estaría pensando Pauline, además de que deja solo a su hermano -Puso una de sus manos en su cara.

Sébastien sonrió parecía más preocupada por William que por la misma Pauline.

-¿Aun te interesa lo que le pase a él?

-Por favor Sébastien, no insinúes cosas de mal gusto -se tocó su anillo de bodas de forma inconsciente - Somos muy buenos amigos.

-De casualidad ¿el asunto de Antuan ya se lo habrás comentado?

-No, con todo el asunto de las reformas aún no lo llamo.

Marie los escuchaba en silencio, sintiéndose fuera de lugar, eso de relacionarse era complicado y más por que hablaban de personas que no conocía y que realmente no le apetecía escuchar. De repente extrañó sus noches con su telescopio o con algún libro o practicando alguno de sus idiomas o acampando en algún remoto lugar.

-Y dime Marie Elizabeth -La interrumpió Anna de sus pensamientos- nuevamente estas en el negocio de tu familia, ¿no es muy pesado asumir toda esa responsabilidad?

-Lo es... -Hizo una pausa - No es fácil entrar en un mundo que está diseñado para hombres, pero no es imposible.

-Estuviste fuera de este por casi tres años, ¿qué te hizo volver? -Anna preguntó curiosa.

Marie sonrió levemente, Phillipe, él la había hecho volver, era algo que no podía decir.

-Hay asuntos ineludibles -Sébastien notó un leve cambio en su expresión, a veces decía tan poco, pero su cuerpo otras cosas.

-¿Es maravilloso no crees? Estar de nuevo en la sociedad -Dijo sincera y Marie la miro confundida.

-¿A qué se refiere?-Dijo curiosa.

-Anna - Intervino Sébastien - no hables de forma descuidada -Luego se dirigió a Marie - Disculpa a mi hermana, solo repite un tonto rumor.

-¿Entonces no es cierto? -Habló avergonzada - Lo siento yo creí que habías estado en esas casas de reposo.

-No se preocupe, es normal escuchar todo tipo de cosas respecto a mi familia -Sonrió levemente.

-Eres un encanto, querida disculpa mi ligereza - Con su rostro compungido.

Marie bajó su cabeza y se sonrió levemente, la disculpaba sólo que parecía tan inocente en creer y decir ese tipo de cosas con tal empatía que rayaba en lo tonta, cualquiera en ese medio sabía que ella no era un encanto, nadie en ese lugar le generaba suficiente como para serlo.

-Eso no es algo que yo pueda asegurar - Respondió Marie - Finalmente no busco encantar a nadie.

-Eres tan directa -Miro a Sébastien y luego a ella -Ya veo porque tienes problemas en sociedad.-Anna intervino.

-¿Lo que me dice es equivalente a que debo mentir para ser socialmente aceptada? Sé que mentir para caer en gracia es algo común, pero a mi parecer es detestable. -Anna se aclaró su garganta mientras acomodaba la servilleta en sus piernas.

-No me refiero a mentir. -dijo Anna tratando de encontrar las palabras.

-Para mí es sencillo - Marie la miro y siguió hablando - hay personas que se le dan explicaciones sobre tu vida, a otros respuestas y finalmente los que no valen ni una sola palabra. - ella bajó su cabeza - a veces ni se trata de las palabras se trata de personas.

-Es algo complicado de entender, querida - le dijo Anna viendo como el mesero traía la orden

- La sociedad suele ser cruel-Intervino Sebastien- y sentir que si no estas a favor de esta, eres blanco de desdén y a nadie le gusta sentirse excluido.

-¿Sólo por no ser bien portada y no soportar en silencio lo que me molesta? -Dijo curiosa.

-Sí, querida -Le afirmó Anna bajando su mirada.

 Sébastien miró a Anna y sonrió nostálgico

El mesero se acercó al lugar de Marie sirviendo el gazpacho, sin embargo en un movimiento descuidado regó el contenido del plato hirviendo en su vestido y una de sus manos, Marie lo miró plana y vio su ropa manchada de  rojo, Anna se levantó de su asiento abochornada.

-¡Que calamidad! Que descuidado de su parte -Exhortó Anna al mesero, mientras ponía una de sus manos en su cabeza.

Sébastien se llevantó y miró a Marie detenidamente, tenía uno de sus brazos enrojecidos levemente, el mesero comenzó a pedirle disculpas de forma frenética y estaba casi que, postrado en tierra, pidiendo perdón.

-No haga eso -Dijo Marie plana, no le gustaba que la gente se humillara ante lo que creía era alguien con más estatus - Es molesto - Y sin más se levantó,

-No Marie él cometió un acto imperdonable-Anna esta vez sonó dura y Marie la vio, quizá no era tan calma como aparentaba-Sébastien querido, por favor auxilia a Marie.

Sébastien le sonrió a Anna y dirigió a Marie al lavado, en el camino se encontraron con uno de los meseros.

-Por favor un kit de primeros auxilios -La mujer le asintió y se dirigió por él.

Ambos caminaron al tocado de damas, él les sonrió a las presentes.

-Señoritas, es una emergencia -Las mujeres le sonrieron y salieron del lugar, luego se dirigió a Marie - Pasa tu mano por tu brazo tratando de enfriar la zona, ve y quítate la camisa -Ella lo miró y asintió, no tenía problemas con eso -No te preocupes soy médico, no estoy pensando en otro tipo de cosas, quiero ver si tienes más quemaduras.

Marie se sonrió y se comenzó a quitar el vestido delante de él sin objeciones, aunque parecía en ella natural, lo cierto era que para el único hombre que se había desnudado era Thomas, sólo el conocía su cuerpo a detalle.

Sébastien la miró detenidamente, con delicadeza y profesionalismo, nada que ver con la mirada oscura y lujuriosa que Thomas solía brindarle, había momentos en que le extrañaba, de eso era consciente, sin embargo con el tiempo ese sentimiento se había hecho cada vez más lejano y el dolor se había ido casi que por completo.

 Le sintió tocar parte de su abdomen y una de sus piernas también estaban enrojecidas y ella percibió un leve ardor, él ya tenía el kit médico que uno de los empleados había dejado en el baño, Sésbatien limpio los restos de gazpacho y puso una compresa en su abdomen y en su pierna y comenzó a vendar su mano de forma holgada.

-Afortunadamente tu blusa es gruesa y lo malo es que una buena porción de tu brazo se quemó. ¿Desde cuánto te pasa esto?

-No entiendo a qué se refiere.

-No te quejaste y el contenido del plato estaba hirviendo.

-No lo sé en ocasiones... -Hizo una pausa, desde el incidente con su madre, había momentos en que perdía la sensibilidad, aunque no era algo frecuente.

-¿Te has hecho estudios? Algunas conexiones nerviosas pueden estar fallando y eso no es bueno.

Ella lo miró incómoda, no había visto eso como algo anormal, pero realmente ¿que era normal en su diario vivir?

-No sé mucho respecto al tema -Dijo plana.

-Cuando quieras saber más de lo que te pasa te puedes pasar por la clínica -Terminó el vendaje y se levantó.

La puerta sonó y Anna entró, con el abrigo rojo que Marie había llevado, Marie le sonrió incómoda y se levantó, terminó de quitarse la blusa y la falda y se puso el abrigo.

-Es una lástima lo que ha sucedido esta noche, quisiera pedirte excusas e invitarte a una cena formal en Ginebra -Dijo ella apenada.

-No se preocupe, fue un accidente.

-¿Cómo me pides que no me preocupe cuando te veo en ese estado?

Marie asintió.

-Está bien estaré en Ginebra.-Accedió antes que hiciera un drama de aquello.

-Puedes llevar a tu hermano pequeño -Dijo Anna recomponiéndose y sonriendo de forma amplia, a ver que Marie le decía que iría.

-No olvides cambiarle los vendajes y si ves algún cambio en las heridas acudir al hospital.-Intervino Sébastien.

-Gracias -Mirando su vestido a un lado, lo tomó y lo dobló dejándolo a un costado para que los empleados se hicieran cargo de él - Yo me retiro.

-Por supuesto que te llevamos hasta tu casa -Se adelantó Anna.

Marie suspiró y asintió realmente, sólo quería llegar a su lugar sin importar como, todos salieron del restaurante, entraron al auto y durante el camino Anna no dejó de hablar y preguntarle cosas a Marie.

-Si no estuviste en un hospital mental, ¿que estabas haciendo?

-Solo viajaba y estudiaba -Dijo escueta.

-De verdad no tienes novio, eres muy linda, yo a tu edad ya estaba casada con mi querido esposo.

-No, no tengo novio, pero realmente tampoco me interesa casarme.

-No puedes dirigir el grupo sola, ¿no crees que sería bueno tener a alguien que te ayude?

Marie sonrió.

-¿Por qué considera que no puedo dirigir el grupo sola? ¿Ese no es un pensamiento algo machista?

-Tener alguien a tu lado que te ayude y te comprenda no es para nada machista -Miró a Sébastien y Marie suspiró, no era lo mismo que había dicho inicialmente - ¿No es así Sébastien?

-Hay personas que sencillamente no les interesa casarse, Anna eso es un pre concepto que se maneja hoy día.

-Insisto que una mujer no debe estar sola, se debe casar -El teléfono de Anna sonó y ella contestó de forma alegre.

Sébastien se concentró en la carretera y Marie se giró hacia la calle, de alguna forma anhelaba poder confiar a alguien todas sus miserias, pero por lo general eso lo único que hacía era generar lástima o preocupación en un otro, por eso de alguna forma evitaba decir más de lo necesario, el auto se detuvo y ella divisó la fachada de su edificio.

-Que tengan una feliz noche -Se despidió.

-Gracias por tu compañía -Dijo Anna.

Sébastien le asintió y Marie se bajó del auto, se giró brevemente, y volvió a caminar sin mirar atrás, había sido una noche desastrosa, todo se había confabulado para que fuese de esa forma, se cruzó de brazos sintiendo el frío de la noche, esperó frente el ascensor lo abordó y vio como lentamente los números de los pisos cambiaba, hasta llegar a su piso, las puertas se abrieron alzó su mirada y ahí estaba François frente a este, tenía sus dos manos en sus bolsillos, tenía un blazer con una camisa de cuello Mao, su cabello impecable y un suave aroma, que era característico en él.

Ella salió del ascensor y él alzó su mirada, le sonrió con sus dientes perfectamente blancos y delineados, no entendía porque lo veía de forma diferente sintiendo una leve incomodidad, habían estado juntos tanto tiempo y sólo hasta ahora se percataba de él, era como si de repente lo viera diferente, ella meneó su cabeza, no podía distraerse en tonterías, él era su amigo y nada más.

-Te estaba buscando -François señaló la puerta de ella.

-Salí un momento - Respondió ella tratando de sonreír.

François se acercó y la tomó por la cintura, Marie de forma instintiva dio un paso atrás sintiendo su corazón acelerarse ¿porque hacia ese tipo de cosas? Él alzó su mano y los pasó rozando sus labios, ambos se quedaron mirando fijamente estaban muy cerca y podía sentir su aliento a yerbabuena quería volver a besarlo, François le sonrió.

-Tienes tus labios cortados por el frío.

Marie mojó sus labios con su lengua y se retiró avergonzada.

-Si, hace frío afuera -Marie guardó silencio ante la tontería que había contestado - Debo... Retirarme - Le asintió y pasó a su lado hacia su apartamento, él la detuvo de su brazo quemado, sin embargo ella no emitió ningún sonido.

-Elizabeth, no te agradecí por tu tiempo el día de hoy -Él la miró fijamente queriendo decir mucho más, sin embargo guardó silencio. A decir verdad más que cocinar había querido decirle algo más pero finalmente no se había atrevido.

-¿Desde cuándo eres tan ceremonial, por algo tan simple? -Dijo ella algo nerviosa por su presencia de repente - Sabes que no es ninguna molestia para mí. Cuando quieras saber otra cosa, ya sabes... Simplemente me dices -Volvió a decir otra tontería, Marie sabía que debía salir de ahí cuanto antes o seguiría diciendo estupideces.

Él le sonrió de forma amplia y acarició su rostro, su mirada era indescifrable, simplemente la miraba y la angustia por salir de ahí crecía dentro de ella, mientras él se veía tan bien puesto, era evidente que era un experto en su trato con las mujeres, tenía que sacarse ideas equivocadas de su mente, él no le podía gustar, no podía arruinar una amistad por un sentimiento sin importancia, él había tenido atenciones con ella, aquello no significaba que se sintiera atraído por ella. Marie se retiró y le sonrió, él dejó de acariciar su rostro mientras su expresión se tornaba seria.

-Quisiera que este año me acompañaras al tomorrowland, nunca has podido porque te has ido de viaje -Ella lo miró confundida.

-Según tengo entendido, aún falta para eso.

-Sí, pero se trata de ti.

Marie le sonrió.

-Espero poder acompañarte. ¿Me buscabas para decirme eso?

-No, pero... ya te lo diré en otra ocasión -Dejó de asirla y caminó hacia el ascensor.

Ella lo miró hasta que las puertas del ascensor se cerraron, caminó hasta su puerta y la cerró tras de sí, le parecía escuchar los latidos de su corazón, eso había sido realmente extraño. Sintió su móvil sonar lo sacó y pudo divisar una foto del internado en el que su hermano acababa de empezar a estudiar, -una sutil amenaza- guardó su móvil resbalando por la puerta, esa era su realidad proteger a su hermano, sintiéndose presa de un miedo inexplicable.


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