La Heredera CAPÍTULO 15: Sin tensión




París, primavera de 2014

Caminó hacia el auto y una vez dentro su mirada decayó, eso había sido realmente extraño, se había dejado llevar por un impulso y ahora el ambiente entre ellos estaba enrarecido. No entendía que la había impulsado a ese beso y realmente no había sido lo que esperaba ¿pero que había esperado? No tenía una respuesta clara, pero la opresión en su pecho aumentaba quizás en el fondo pensaba que todo eso arruinaría la amistad entre ellos dos.

Llegar a su apartamento silencioso, les daba más vuelo a sus pensamientos no pudo evitar recostarse en la puerta de forma pesada, estaba húmeda y cubierta de lodo, aun así, no dejaba de pensar en lo que había sucedido antes, lo había besado, pero eso no era lo peor, se había interpuesto entre él y Annie como si fuese una loca, ¿qué le estaba sucediendo?

Se levantó y se dio un baño largo, tenía lodo hasta en sus orejas, luego caminó hacia su closet envuelta en la toalla, tomó una pequeña blusa de tiras y unos shorts cortos, por su paseo con François no habían almorzado, ahora sentía algo de hambre.

Caminó hacia la cocina, Beltrán le había llenado el frigorífico, tomó un tazón con fresas y las puso sobre el mesón tomando una en su boca luego rebuscó algunos guisantes, los cuales hizo al vapor, vio que tenía todo tipo de carnes, las desechó al instante no se le apetecía, volvió al mesón y tomó otra fresa del bol, mirando de vez en cuando la cocción, cuando estuvieron los guisantes los roció con un poco de vinagreta.

Se sentó en la isla flotante con su comida lista y un vaso con agua comió lentamente, había pasado por todo tipo de confusiones en sus vacaciones y ese día lo había besado, y aun ni siquiera sabía por qué lo había hecho por más que le daba vueltas al asunto, se había convencido que ella y François eran solamente amigos y que no podían ser nada más, quizás se había dejado llevar por el momento y ahora mismo había huido de su presencia porque le era difícil saber que pensaba.

Miró su plato en su gran mayoría verde por las legumbres aún estaba a la mitad, era realmente lenta para comer, le había prometido a François que se cuidaría que no le daría pie para que se preocupara así que tomó la cuchara y terminó su plato a regañadientes, esperaba que su apetito mejorara.

Organizó la cocina y fue hacerse una taza de café, caminó con ésta hacia el gran ventanal de su lugar, le generaba ansiedad pensar que estaría ahí indefinidamente, por lo general no estaba en un mismo lado mucho tiempo, eso de establecerse no era algo que quisiera eso implicaba tener lazos y eso traía sentimientos que definitivamente quería evitar.

Sopló un poco su bebida y miró el exterior, las vistas en Zúrich no eran particularmente impresionantes, era una ciudad con un casco histórico bello, que contrastaba con la ciudad moderna de bancos y tiendas de lujo, lo que reflejaba con el estilo de vida elitista de sus habitantes.

Lentamente comenzó a vencerla el sueño entrada la madrugada, hasta que los primeros rayos de la mañana entraron por su ventana despertándola, abrió sus ojos lentamente mientras se acostumbraba a la luz, sabía que debía dejar de dormir en sillones, pero le era difícil cambiar sus costumbres nocturnas.

Escuchó su móvil se estiró, se levantó del sillón y alzó sus manos muy alto, movió su cabeza, luego las bajó hasta las puntas de sus pies con sus piernas totalmente erguidas, si algo debía atribuirle a lo poco que había hecho de ballet era los estiramientos que había aprendido ya que la hacían quedar como nueva después de pasar su noche en una postura tan incómoda.

Miró el sillón de alguna forma había comenzado a dormir en esos lugares después del accidente con su madre, acostarse sola en una cama le traía pesadillas así que prefería lugares pequeños como las poltronas, pues se sentía más segura, por un tiempo también le había temido a la oscuridad, sin embargo aquel miedo se había esfumado y ahora la disfrutaba.

Se arregló de forma rápida era el primer día que iría como CEO a la sede, se puso una falda ancha roja ajustada a su cintura con una camisa blanca manga larga. Peinó su largo y negro cabello su apariencia era más similar a su padre y eso lo odiaba porque se lo recordaba, pensó unos instantes en su madre, era tan bella su cabello era rubio con delicados bucles y sus ojos color esmeralda eran tan cálidos, cuando la extrañaba, tragó saliva y movió su cabeza, ellas eran todo un contraste.

Ajustó la falda a su cintura y la muy holgada, después de estar en la cima de su peso al parecer comenzaba a esfumar, se puso unos tacones y buscó su móvil, salió del lugar esperando el auto que la llevaría a la oficina.

El viaje fue algo corto ya que ahora no se encontraba en los suburbios lo que le hizo pensar que caminar hasta ahí no sería tan mala idea, se bajó sin esperar a que le abrieran la puerta saludando a portero con familiaridad, caminó por los pasillos del lugar recordando las risas y los pasos acelerados de una ella más pequeña, rememorando que en otros tiempos había jugado por el lugar.

Beltrán la guio hasta la oficina de su padre, Marie recordaba perfectamente donde quedaba, sin embargo no le dijo nada siguiéndolo en silencio, abrió las puertas dobles y era como si el tiempo se hubiese detenido en aquel lugar, aunque las oficinas en general estaban remodeladas, ese sitio estaba tal cual como la recordaba.

Tenía un gran escritorio en madera gruesa, que hacía juego con todo el mobiliario, su padre siempre había sido de estilo muy clásico tanto, qué dentro de su espacio personal omitía cualquier tipo de tecnología, así ella había tenido más acceso a libros que a computadores. Su vida había dado un vuelco después de conocer a Aiden y comenzar la sociedad que ahora tenía con ellos.

Recorrió el lugar, los libros, sus cuadros todo estaba tal cual como él lo había dejado, miró en el escritorio, ahí estaba un portarretrato de ellos tres, reían y estaba cargado de recuerdos, lo dejó inmediatamente en el escritorio, vio otra foto de Phillipe bebé y otra de ella y Phillipe abrazados. Pasó su dedo por el rededor notando que todo estaba muy limpio, observó las cosas detenidamente realmente ese lugar la llevaba de nuevo a su infancia.

Comenzó a sentir su corazón acelerado a veces esas memorias sólo hacían que su cuerpo se sintiera en alerta. Comenzó a sentir mareo y luego un líquido que recorría su nariz, instintivamente se puso sus manos en su rostro dándose cuenta que sangraba, buscó en los cajones un kleenex, sin embargo no encontró, en momentos así se maldecía por no llevar un gran bolso con todo tipo de objetos que en ese momento resultarían necesarios, fue al baño privado del lugar y en el lavado se echó abundante agua se secó con la toalla y salió de inmediato de ahí sin mirar a nadie.

Escuchó voces que le llamaban, pero no se detuvo ante estás, se fue directamente a la azotea, el frío en la ciudad aún era palpable, no obstante el exterior era aquello que anhelaba: libertad.

Se acercó al borde montándose de forma hábil quedando de pie sintiendo la brisa, mirando Zúrich una ciudad de la que por alguna razón siempre quería huir, quería llorar y sacar todo aquello de su organismo, pero como siempre su cuerpo la traicionaba y no era capaz de hacerlo, volvían sus memorias la historia de la pequeña sirena, se acercó más al borde y miró hacia abajo, poco a poco su corazón dejó de latir de forma acelerada, se sentó en el andén de la azotea y se quedó así unos minutos, era ridículo como reaccionaba ante sus recuerdos, quizás por eso era natural en ella huir, prefería no sentir.

-Señorita -La interrumpió Beltrán de sus pensamientos.

-Sí, ya casi iba a volver -levantándose y quedando nuevamente en pie en el borde.

Luego saltó hábilmente, aunque sus zapatos altos hicieron que se torciera un pie.

-Auch -se quejó dándole vueltas a su pie.

-Eso puede ser peligroso señorita -habló ceremonial y Marie rió.

-Beltrán debe reconocer que en lo que me dejó metida mi padre lo es mucho más - caminando delante de él.

-Tiene usted razón, sin embargo le recomiendo que tenga cuidado

-Gracias -le dijo con sus grandes ojos suavizados.

Volvió a la oficina más calmada, le preguntaron si quería hacer alguna remodelación sin embargo decidió dejar todo tal cual, pidiendo únicamente la instalación de un computador el cual sin tardar en las horas de la tarde llevaron. El reloj marcaba las cinco y media, decidió volver a su lugar y revisar el resto de documentos ahí de forma más cómoda.

El regreso fue el mismo con la diferencia de que ahora que oscurecía y ahora la gente caminaba por las calles frías ahora con una tenue luz iluminándolas.

-Llegamos -le avisaron.

Ella alzó su vista, tomó su bolso y caminó hasta el ascensor, al llegar a su piso digitó la clave, al entrar pudo notar un olor agradable de comida, lo cual la confundió, realmente no había querido contratar ningún servicio de mucamas, no se sentía bien siendo atendida.

Se deshizo de sus zapatos y entró descalza realmente intrigada, en su cocina pudo divisar una silueta conocida su rostro se contrajo sintiendo un retorcijón en su estómago, era François que estaba totalmente concentrado en su tarea, quedó inmóvil por unos instantes mirándolo detenidamente, su corazón comenzó a latir a prisa, luego suspiró hondamente se forzó una sonrisa y le habló.

-Veo que aun te gusta irrumpir el lugares ajenos -bromeo riendo. Él dejó lo que hacía, la miró y sonrió ampliamente.

-¿Ni siquiera por qué hago una buena obra?

-Ni siquiera por qué haces una buena obra -le respondió con una jovialidad que no sentía y caminaba hacia lo que él preparaba tomando un brócoli y metiéndolo en su boca.

-Oye -se quejó François dándole un golpe con la cuchara en su mano - te he dicho que el plato se come completo.

Marie sonrió nostálgica, de alguna forma le recordaba el primer desayuno que el hizo para ella, sin embargo esta vez en vez de quedar unos al lado del otro los dos se retiraron al instante, el ambiente aún estaba raro, ella caminó hacia el frigorífico y sacó el bol de fresas y se sentó en la isla flotante a comerlas.

-Esa costumbre tuya de picar antes de comer hace que pierdas el apetito cuando ya esté servido

Ella lo miró en silencio, aunque él disimulaba que todo estaba bien se veía diferente al igual que ella, era incomodo estar cerca, los dos lo sabían sin embargo se quedaron en aquel silencio amenizado por el sonido que hacía al cocinar.

-No entiendo por qué tienes tu lugar y no tienes nada, sólo ese sillón al lado del ventanal y la cama, a duras penas las butacas de la isla flotante.

-No necesito nada más -hizo una pausa tomando otra fresa - sólo pediré que acondicionen un estudio.

-No me digas que piensas traer trabajo en casa.

-No te preocupes padre, no trabajaré en exceso -bromeó sin embargo se sentía extraña al hacerlo.

François se volteó y la miró un instante.

-Esa es una muy mala costumbre

-Lo sé, pero me es difícil separarme de mis malas costumbres -comiéndose otra fresa - voy a preparar la mesa.

-Dirás la isla flotante -dijo algo irónico.

-Isla flotante, comedor, mesa, futón, sirve para lo mismo lo que importa es la calidez. -Para ella en su momento le había sido difícil entender eso, pero ahora que extrañaba a su madre lo comprendía más.

-¿La calidez?

-Sí, la calidez de las personas que están ahí reunidas para comer -puntualizó mientras buscaba los platos - eso me lo decía mi madre, se lamentaba mucho cuando no podíamos comer juntas -hablaba mientras se montaba en el mesón y buscaba unas copas en las despensas.

-Si fuera mi cocina no permitiría que pusieras uno solo pie en el mesón -habló divertido.

-Afortunadamente no lo es -se agachó y puso las cosas en el mesón y luego saltó. -Él tomó una toalla de cocina y limpió donde ella se había parado.

Marie tomó los platos, las copas y las acomodó, luego se fue a lavarse las manos y cuando llegó, él ya había servido la comida y mientras su copa estaba con vino la de ella tenía agua.

Ella miró el plato en silencio

-Como siempre se ve bien. -sonrió -

-Eso de dar cumplidos no es lo tuyo -dijo François tomando el tenedor.

-No, no mucho - comiendo uno de los brócolis - pero me defiendo.

-Si, por lo menos insultas muy bien en diversos idiomas. -Ella tomó una de las alverjas y se la tiró

-Que pesado-Arrugó su nariz juguetona.

-Oye, no juegues con la rica comida que hice. -Expresó molesto.

De un momento a otro quedaron de frente, sin embargo desviaron su mirada, efectivamente, aunque querían minimizar el beso, parecía demasiado grande para ellos y no querían tener contacto directo. No obstante el carisma de François podría catalogarse de excepcional pues no pasó mucho tiempo y la charla ya era animada, tanto que Marie pudo sentir que podían volver a cómo eran antes.

Para ella ahora era más evidente que, aunque él no quisiera siempre terminada siendo de alguna forma un dandi coqueto, que hacía que cualquier mujer dudara de sí misma -incluida ella- debía reconocer que en lo que respecta a hombres no era la mejor, así que enterrar el asunto y evitarse todo el tema del drama era lo más inteligente. Terminaron de comer y Marie llevó los platos al fregadero.

-Tú cocinaste, ahora yo limpio.

-Me parece justo - dijo el sonriendo - ¿Hoy fue tu primer día en la oficina? -Le habló mientras tomaba de su copa de vino.

-Sí, antes trabajaba desde la mansión.

-Y ¿qué tal? -Lo vio interesado.

-Bien -lo miró - nada fuera de lo normal.

-Yo debo salir de viaje, asuntos de la petrolera

-¿Sí? ¿A dónde vas? -Muy curiosa, mientras fregaba los trastes.

-Voy a Dubái, aunque será una temporada corta.

-Me imagino lo triste que estarás de ir a ese lugar-Dijo sarcástica.

-Estoy feliz, no puedo negar que me gusta ir allá.

-¿Cuándo sales? -Caminado hacía él frotando sus manos con una toalla.

-En tres días -Ella lo miró sorprendida.

-Pronto.

-Pero intentaré no demorar muchos días - la miró fijamente. Ella se sintió nuevamente intimidada por él y se giró.

-Qué bueno, espero te vaya bien. -Luego caminó hacia la cafetera haciéndose un expreso, evitando no mirarlo, como si hacerlo fuese su perdición.

-Eso espero yo también. Tengo que cerrar un gran negocio. -Respondió él con su voz pausada, mientras ella tomó la tasa con sus dos manos y se sentó al lado de él en el mesón.

Se veía tan pulcro aún después de cocinar, su cabello se veía impecable y siempre olía tan bien, no recordaba un mal olor de su parte, aun cuando salía a trotar. Sus ojos tenían una mezcla de verde con un tono amarillezco, daban en ocasiones una sensación de tranquilidad, sabía que eso quería brindarle en ese momento.

-Fran, Gracias-Dijo sintiéndose nerviosa. -Él la miró sorprendido realmente no sabía de qué hablaba.

-¿Por qué? -Dijo él confundido

-No lo sé, sólo pensé que debía decírtelo - Dejó su café en el mesón y se fue a la habitación, con una sensación extraña.

Ella caminó sin mirar hacia atrás tomó unos shorts y una camisilla holgada, se dio una ducha, tirando el disfraz de trabajar. Se puso la ropa que había escogido y se hizo hábilmente una trenza, salió a la habitación y lo vio sentado en la cama.

-Yo no quería que te sintieras mal por lo del otro día -Expresó el de repente.

-No te preocupes -sintiéndose nuevamente extraña - ¿Somos amigos no?

-Claro, ¿quién más podría ser tu amigo? -Sonrió, ella se aislaba de todo no quería que eso sucediera entre ellos sólo por un beso. - eres diferente de todo esto

-Gracias, a veces creo que todo esto es lo único que tengo -sonriendo - y me da miedo.

-Sólo sé tú misma y lo demás estará bien.

-Lo seré, -rió desenfadada.

-Bueno debo irme soy un hombre muy ocupado -bromeó.

-Sí, claro que si -le siguió la broma.

Le vio salir de la habitación con sus dos manos en sus bolsillos, con su particular andar, ahora sin esa tensión, sólo como lo que eran antes, esa sensación de amistad y calidez que él siempre le había brindado, sin apellidos ni intereses de por medio.


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