La Heredera CAPÍTULO 14: Solamente amigos

 



París, primavera de 2014


Marie caminaba cerca de la piscina, François había tenido que ir a comprobar algunos detalles para la carrera que tendrían dentro de poco y le dijo que volvería en un momento, quedar sola no era malo, sobre todo después de lo que había sucedido en la pequeña casa de hobbit. Ese cuadro había removido muchas cosas en ella, sus pérdidas le habían hecho daño y a ese punto de su vida sentía que era realmente difícil encontrar a alguien leal.

Miró el alrededor, el lugar era amplio con sillas reclinables y juegos de mesas con sombrilla, la piscina, tenía una cascada que parecía natural, rodeada en piedra y mucho verde la hacían ver como de ensueño, una casa bellísima, pero que lastimosamente se le parecía a la mansión Keller, fría y poco familiar.

Tomó asiento, sacó su móvil y comenzó a mirar su correo, tenía varios informes sin revisar y un mensaje de un remitente desconocido, lo abrió y pudo leer que era de Gerhard, solicitaba una reunión para revisar los asuntos concernientes a los contratos que estaban a punto de cerrar, eso la llevó a la realidad y se dio cuenta que aún tenía que lidiar con él.

Su padre en el pasado le había recalcado que el mundo de los negocios era un comparado a un pozo de tiburones hambrientos y los más débiles, lo peor del asunto es que se sentía débil, quizás las ordenes de su padre le habían dado confianza para actuar de la mejor manera, pero en ese instante no quería lidiar con ejecutivos que querían cortarle su cabeza.

De repente escuchó un ruido, miró a su alrededor y pudo ver un niño de poco más de un año que caminaba tambaleante por el lugar, le llamó la atención que no tuviese un acompañante adulto, guardó su móvil y dejó su cartera en una de las mesas, caminó lentamente hacia el niño.

-Prush –Balbuceó el niño imitando el sonido de un auto.

Marie se inclinó y le acarició su cabello largo y rubio, le recordaba al de su hermano en esa edad, el niño la miró y le sonrió, sus cachetes regordetes se expandieron, él se acercó y estiró su pequeño dedo índice y lo llevó hasta uno de los ojos de Marie.

-Zul –Dijo de forma inteligible.

-Azul –Repitió Marie de forma clara y el niño rió.

-Zul –Para ser tan pequeño era realmente entendido.

Escuchó el taconeo presuroso de alguien y alzó su mirada, era una mujer de mediana edad vestida prolijamente, venia cesando y con una mano en su pecho.

-Señorito –Gritó a los lejos, caminó a prisa hasta el niño y una vez cerca se detuvo respirando fuertemente. -Menos mal lo encontré –Dijo con la respiración entre cortada – Muchas gracias-Marie sonrió levemente.

–No se preocupe, estaba por el lugar – Respondió y se retiró al instante.

Volvió a su asiento y tomó de nuevo su móvil, abrió una aplicación de tareas y con un lápiz comenzó a escribir, clasificando sus tareas desde el más importante al de menor relevancia, notó que el contrato con los chinos le había sido devuelto con algunas dudas, se quejó tendría que leer minuciosamente de nuevo el contrato en mandarín de más de 50 hojas y eso no le hacía gracia cuando la fecha estipulada para una nueva reunión era dentro de dos días

- ¡Tamade! –Maldijo en mandarín –

-Veo que se te da bien maldecir en mandarín – Rió François parándose frente a ella, Marie al escuchar su voz, bajó el móvil y lo miró derrotada.

-Cuando tienes que releer un contrato en mandarín nuevamente, sé que tú también lo harías – Haciendo un puchero, mientras se ponía en pie.

-Dile a tu asistente que lo haga –mirándola con preocupación.

-Creo que por dejarle esto es que me toca ahora hacerlo personalmente – respondió vencida.

Se sentía cansada era una realidad, aunque no solo se refería a lo físico, sobre todo por ese sentimiento de soledad que a veces imperaba, además el miedo de que su hermano estuviese en medio de todo eso, no quería quedarse nuevamente sin alguien importante. Así que su realidad pesaba, aunque intentaba pensar que todo eso pasaría y ella podría retomar el ritmo de su vida

François rodeó su cuerpo con un cálido abrazo y el olor de su colonia inundó sus sentidos, le pedía que se cuidara y de repente fue consciente que era el único que últimamente se lo pedía, Marie le asintió, era verdad que se había descuidado un poco, la presión que comenzaba a sentir no le hacía bien, sin embargo decirle eso sería preocuparlo y prefería no decirle nada de lo que le pasaba.

Que hasta el momento eran mensajes anónimos y una parte de ella pensaba que no debía hacerles caso, el problema era que decían cosas tan puntuales e incluían a su hermano así que no quería actuar descuidada, finalmente su padre le había advertido que algo así pasaría, solo le hubiese agradecido más claridad al respecto.

Marie Alzó su mirada y vio algo pequeño que caía a la piscina, al parecer era el mismo niño que había visto minutos antes pues su nana corría tras él. François se alejó virándose hacia donde ella miraba, el agua aún estaba en movimiento, así que sin pensarlo Marie se deshizo de los tacones y sin dudar corrió hacia la piscina y con un hábil clavado se sumergió, buscando al niño que movía sus bracitos en el fondo, lo tomó con fuerza y nadó a la superficie en donde se encontró con François esperándolos y recibió al pequeño.

-Creí que de repente habías enloquecido –habló François una vez comprobó que el niño estaba bien.

-Yo también lo pensé hasta que vi que si estaba en el fondo.

-Tete, tete – comenzó a decir el niño en referencia a su juguete y señalando la piscina y tosiendo a la vez.

-¡Gracias! –Expresó la nana angustiada, mientras cogía al pequeño entre sus brazos – Después sacaremos tu juguete – le habló la nana al pequeño.

Marie con ambas manos se impulsó sentándose en la orilla, su vestido era estrecho y pararse fue algo complicado, escurrió su largo cabello y la ropa, no tenía como cambiarse y eso la molestó enfermarse en ese momento no era opción, caminó hacia donde había dejado sus zapatos.

-Estoy hecha un desastre –suspiró

-Te ves muy bien –dijo François sarcástico acercándose por la espalda, Marie sonrió

-Sí, claro me veo muy bien -Respondió en el mismo tono y François alzó sus cejas al parecer aprendía a reconocer el sarcasmo- Lo que me preocupa es que no traje más cambios -François la miró detenidamente

-Creo que la ropa de mi hermana te puede quedar- Marie se miró extrañada.

-¿Estás seguro?

-Vamos – Marie se agachó y tomó los zapatos de su mano y una vez ella recogió sus cosas de la mesa entraron a la casa.

La condujo por los alrededores sin titubeos, se detuvo cuando una mujer mayor de ojos color avellana y cabello castaño lo llamó, se acercó a ellos y miró a Marie de arriba abajo totalmente empapada, además estaba descalza, no era la primera vez que alguien la miraba con tal desaprobación, era algo común en ese medio en donde se le exigía ser bien portada y vestida.

Alzó su cabeza y la miró a los ojos no se sentía intimidada, finalmente su carne y la de ella no era muy diferente: ambas se descompondrían en algún momento y olerían fatal. La mujer hizo una mueca al parecer ese gesto no le había gustado, desvió su mirada de ella y esta vez con una sonrisa se dirigió a Fran.

-Querido. –François sonrió.

-Madre no sé si conoces a Marie Elizabeth Keller, -dijo el a modo de presentación- y Marie miró con más curiosidad a la mujer, no sabía que era la madre de François.

-Jum –Se aclaró ella la garganta exasperada –Oh, una Keller. –siguió plana-Mucho gusto señorita –Se obligó a reír al final, se veía realmente incomoda.

Marie solo le asintió decirle que se sentía remotamente igual, seria mentir y no le apetecía fingir.

-¿Me necesitabas? –Preguntó François antes de reiniciar el paso.

-Sí, pero no te preocupes. -La hizo un ademan con su mano restando importancia-Después te lo diré querido-François asintió y empujó a Marie al interior.

François La condujo por uno de los tantos pasillos, si no fuera porque iba de su mano quizás se perdería, se detuvo por fin y abrió la puerta para ella, él la dejó de pasar y notó que el lugar lucía impecable, tenía una cama King con un edredón morado, sin embargo era el único color que sobresalía en la habitación ya que el resto de mobiliario en madera era de un blanco impoluto.

Marie observó que François caminó hasta el armario a un costado de la habitación y comenzó a hurgar en este, no sabía si era una buena idea.

-Isabelle sólo viene de vez en cuando, sin embargo su armario está lleno, déjame mirar qué puede tener, para que te cambies mientras secan tu ropa -Expresó sin dejar de buscar, Marie suspiró.

Un chapuzón en una piscina no era la forma en la que había pensado iniciar su día, aunque de alguna manera le causaba gracia y no pudo evitar reír, esa sensación de libertad y no parecer un maniquí y poder actuar con comodidad, cosas como estar sin sostén, caminar descalza, no bañarse por días, esa parte que había aprendido apreciar con su madre y extrañaba mucho.

Tristemente sentía que la parte que se parecía a su padre comenzaba a imperar, con la indiferencia típica de los Keller y extremadamente seria, en donde lo más importante era trabajar y consumirse en eso.

-¿Ahora te resulta gracioso? -Le habló François y Marie lo miró con una sonrisa.

-Sí, es realmente... Grato. -Hizo una pausa, pensando que ese incidente la hacía olvidar del estrés que vivía. -Estaba con mucha tensión debo terminar de cerrar el negocio con los empresarios chinos, sin embargo no me ha ido muy bien y... Realmente un chapuzón improvisto de alguna forma se siente relajante. -François dejó la ropa que tenía en sus manos y se acercó a ella, la tomó de las manos y las acercó a su nariz.

-Creo que la tensión que manejas tiene un nombre. –Se atrevió a decirle.

Marie tragó saliva y le miró fijamente sintiéndose nerviosa por la seriedad de él y ¿si lo sabía todo?

-Y tú ¿cuál crees que es ese nombre? –Respondió algo tensa.

-¿Por qué elegiste volver y tomar las riendas de la empresa? Eso de que tu madrastra te obliga no me parece del todo cierto – Hablo finalmente.

Marie no pudo moverse y solo solo pudo suspirar, no perdía nada si se lo decía, quizás se desharía de ese peso tan grande, sobre todo uno que no se atrevía a decirlo en voz alta, que entre los papeles que su padre le había dejado antes de su muerte sospechaba que no solo que el Grupo Keller estaba en algo turbio, sino que además la Petrolera LeBlanc parecía que estaba involucrada.

-Oye – repitió François nuevamente sacándola de su letargo -te estaba hablando–dijo esta vez mirándola de cerca.

-Lo siento –En algún momento tuvo las ganas de contarle todo y decirle que estaba realmente cansada de todo eso, lo miró angustiada y luego bajó su cabeza.

-Te decía que la tensión que manejas tiene nombre, por favor Marie deja la cafeína

Marie sonrió triste, tenía su cabeza baja de repente lo miró fijamente y con su mano fría le tomó el rostro.

-No quiero que te preocupes por mí –Dijo realmente seria, dejándolo sin palabras – Te prometo que haré todo lo posible para cuidarme. No es justo ser tan egoísta y preocuparte. -François asintió.

-Vamos, no quiero que hablemos de eso –Le tomó la mano, sin embargo ella se soltó de su agarre.

-De verdad, Fran, lo digo enserio, comeré mis desayunos, tomaré menos café -Él le sonrió cálido.

-Te creo, no tienes que decirme nada más. – Y sin más volteó y siguió buscando en el armario- Creo que este te quedará

Marie vio el pequeño vestido de coctel y arrugó el ceño, no creía que sería cómodo andar mostrando tanta piel, solía hacerlo en casa y cuando el clima lo ameritaba y bueno con François porque sentía confianza de eso, pero en general no era agradable y así se lo hizo saber con un ejemplo escueto. Solamente necesitaba un albornoz mientras su ropa se secaba, no medio armario de Isabelle.

François se fue con sus cosas para dárselas a la servidumbre y ella recorrió el lugar, era un cuarto hermoso, el mobiliario era totalmente blanco, rió seguramente era cosa de familia, de repente su móvil sonó, caminó hacia donde estaba y vio un mensaje sin embargo era de un remitente desconocido.

Número desconocido

Vas a morir

Era lo único que decía y un frío recorrió su cuerpo, sin embargo no hizo ningún gesto, quizás solo quería eso, que sintiera miedo una amenaza sin contexto, de repente la puerta se abrió, era Sébastien, cerró el mensaje al instante nerviosa y lo vio acercarse.

-Me dijeron, que ayudaste a mi sobrino –dijo casual – sólo quería darte las gracias

-No fue nada. -Respondió calma – También quería hablar con usted, quería... Disculparme –habló rápidamente, por algún motivo él le caía bien, aunque también le caía mal, era una ambivalencia extraña.

Sébastien sonrió, aunque le había caído fatal la noche anterior se dio cuenta que no era una mala persona, sólo era prevenida y eso lo entristeció, sabía que su vida no había sido fácil, por lo que escuchaba de los mayores. Entonces decidió empezar de nuevo y le estiró su mano:

– Sébastien Lefevre – Ella lo miró confundida-Comencemos de nuevo, así no tienes que disculparte –dijo sonriendo, lo cual le hizo a Marie le hizo rememorar a François, ella lentamente alzó su mano en respuesta.

–Marie Keller

-Nos vemos más tarde –Le espetó Sébastien al ser consciente que ella se encontraba en el albornoz. Sin esperar una respuesta de ella salió de la habitación.

Marie se acomodó el albornoz y tomó nuevamente su teléfono miró el mensaje, era uno de los tantos que le llegaba aun cuando había cambiado de número. Sus manos frías temblaban un poco porque, aunque intentaba racionalizar su hermano era algo que se venía a su mente, marcó un número y esperó en la línea

-¿Señorita Keller? - Beltrán del otro lado contestó – ¿Qué sucede?

-Volvió a ocurrir –Habló sin emoción en su voz, sintiendo como su corazón se aceleraba.

-Ya no es una línea segura

Marie colgó apagó el celular y lo desbarató, ¿que estaba ocurriendo? Movió sus anillos nerviosa, odiaba sentirse ansiosa e ignorante, no entendía nada de lo que ocurría ¿sería alguien de afuera? No, la teoría de que era una persona dentro del Grupo era la que tenía más peso, es decir sabía cosas de ella y la presionaba con eso, como su protección con Phillip.

La puerta sonó y una de las empleadas llegó con sus cosas listas, se dio nuevamente un baño y se puso su vestido, estaba secando su cabello, cuando escuchó la puerta otra vez sonar, no alcanzó hablar cuando esta se abrió, era François, estaba con pantalones de motocross, sin embargo llevaba una camiseta blanca con cuello en V, ella lo miró sorprendida, olvidándose de repente de la opresión en su pecho.

-¿Qué sucede? –Preguntó mirándolo detenidamente, se veía tan diferente en su traje de motocross que eso la distrajo por un momento.

-No recordaba que iremos a la pista, no creo que combinen unos Louboutin con la tierra. -Marie miró sus zapatos y su vestido, definitivamente no encajaba. -Así, que pensé en algo –continuó hablando.

Marie lo observó confundida mientras comenzó a revolver en el closet de Isabelle y le pasó unos jeans azules y una camilla a rayas y un par de botas bajas, mientras Marie no dejaba de mirarlo sorprendida, estaba realmente apuesto. De alguna manera no era capaz de decirlo y tan solo le dijo algo escueto y realmente tonto, tenía ese defecto y odiaba salir con idioteces cuando andaba nerviosa.

El siguió entretenido en el armario mientras le hablaba suficiente de que nadie lo odiaba, eso la hizo pensar en que no conocía mucho su círculo de amigos, pero por su experiencia era difícil hacerlo François era engreído y superficial, pero se había ganado su cariño a través del tiempo con pequeños detalles, era una persona cálida, aunque en ocasiones era un odioso en persona. A pesar de esas grandes diferencias, sentía que era equilibrado y por algo tenía su cariño.

Lo único que pudo decirle que en algún momento alguien no lo querría, porque la esencia de los humanos era de odio y amor, cada persona conocía una faceta de la otra y a veces era inevitable no quedarse con un lado malo o bueno al menos era muchas de las cosas que su madre le decía en referencia a su padre y cuando ella decía que no lo quería. Marie bajó su mirada a la ropa que sostenía en su mano, pensando en sus palabras ¿no había una sola mujer que no se le resistiera?

Los humanos estaban tintados de múltiples colores unos más fríos que otros y aunque quería fastidiar a François diciéndole que eventualmente una mujer o alguien que le importara lo odiaría sabía que él tenía el don de revertir eso, al menos con ella funcionaba así y precisamente le daba miedo apegarse a él, cuando estaba tan desilusionada de la eternidad.

Marie no pudo evitar observarlo, aunque sonaba odioso le gustaba esa seguridad que emanaba, era siempre tan seguro de sí, ella asintió y sonrió en ese aspecto lo entendía ella era blanco de miradas desaprobatorias en ese medio sin embargo era algo que no le afectaba.

Una vez quedó sola, después de esa extraña conversación, ella se cambió, notó que los jeans le quedaban un poco apretados, pero en general no sería una molestia, dobló sus cosas y las dejó encima de la cama, dejando sus zapatos en la alfombra. Abrió la puerta, él se encontraba recostado en la pared con los brazos cruzados.

-¿Lista? –Preguntó, mirándola fijamente y le sonrió – pareces una niña con esa ropa, vamos –Le revolcó el flequillo y la tomó de la mano –

Afuera se encontraban la mayoría de personas de la noche anterior, con la diferencia de que había motos parqueadas por el lugar, François se dirigió con ella hacia una camioneta tipo jep, en donde estaban Sébastien y Annie, lo vio intercambiar un par de palabras con Sébastien, ignorando todo el tiempo a Annie, en algunos aspectos François era tan implacable con en el caso de ella.

Siempre se preguntó cómo había sido esa relación y ahora verla de novia con su mejor amigo era realmente extraño, porque se notaba que a François no le agradaba para nada tenerla ahí, hablaron sobre Pauline, ella la había visto en fotos solamente y de otro hombre, quizás el novio de ella y no pasó mucho tiempo cuando Fran se alejó de ellos.

Marie miró la espalda François a lo lejos y uno de los hombres del equipo le entregaba un protector y una camisa manga larga a juego con el resto de su traje, al parecer el iría en su moto junto al resto de los participantes.

-¿Estás lista? –Preguntó Sébastien desviando su atención de François–

-Si- asintió mirando a Sébastien.

Notó como Annie no se movió ni saludo, ella se acomodó en la parte de atrás sin prestarle atención, siempre le había parecido demasiado amable para ser verdad, así permaneció durante todo el recorrido, Annie tenía su rostro descompuesto lo que contrastaba con el aspecto relajado de Sébastien, en general le parecía un tipo bastante tranquilo.

-La pista queda unos kilómetros más adelante algo lejos, François se encargó de que fuese igual a una oficial, siempre que termina una reunión hacen carreras y algunos apuestan –Interrumpió Sébastien sus pensamientos.

Marie se percató que los demás motociclistas pasaban al lado de ellos a grandes velocidades, François los alcanzó y manejó un momento al lado de ellos, luego movió su mano saludando a Marie, ella solo pudo sonreír, el ruido no dejaba escuchar cualquier palabra y se alejó rápidamente, Marie no podía dejar de verlo, realmente se notaba que disfrutaba estar sobre una moto.

François corría velozmente haciendo piruetas, esporádicamente se encontraba de pie, colocando una de sus piernas en la silla de la moto, vio como una de las motos se le acercó sin embargo él la esquivó yéndose a otro extremo de la carretera.

Al llegar hasta el lugar Marie pudo apreciar que el lugar estaba adaptado, no tenía grama era en tierra, tenía una pista, de motocross y rampas en donde suponía saltaban, una vez todos se reunieron a un costado comenzaron a descender de los vehículos, Sébastien le abrió la puerta a Annie, ella sin mirarlo bajó y se adelantó un poco, él la vio algo preocupado, sin embargo miró a Marie y le sonrió, ayudándola a salir del auto, Marie negó y ella lo hizo sola y miró alrededor reconociendo el lugar.

François, se estacionó un poco más adelante, se bajó de la moto y se sacó el casco, un motociclista llegó a su lado, pero se mantuvo en la moto se quitó el casco, dejando ver un largo cabello de un color rojizo, ella se bajó de la moto y se le colgó del hombro a François sin embargo él se retiró sin prestarle atención, caminó hacia ellos con una sonrisa, ella de forma insistente lo siguió, tomándolo de la mano.

La mujer se le pegaba y notó que François le huía fastidiado, jamás lo había visto así cuando estuvieron cerca notó que los ojos de ella eran de diferente color una anomalía genética realmente extraña que la fascinó. No obstante seguía sin entender el tipo de relación que ellos tenían, no sabía cómo denominar “compañeros de juegos” lo único que podía decir era que parecía que se conocían de hace mucho tiempo.

Pero por un momento pensó que de verdad nadie lo podía odiar pues, aunque la había tratado mal esa chica persistía en seguirlo. ¿Qué tenía ese hombre? Era una pregunta que en ese instante no tenía respuesta, pero que comenzaba a martillarla por otras razones.

-¿En qué piensas? –Le preguntó él sacándola de sus pensamientos – ¿En mí? -Marie se detuvo y lo miró fijamente.

-¿Crees que cada cosa que sucede se trata de ti? –Le dijo juguetona, sin ocultar que era verdad lo que él le decía, así que sonrió iluminando su rostro.

-Umm... -Pensó un instante – Siento que la modestia no es lo mío -Marie sonrió y negó con la cabeza dándole la razón.

-LeBlanc. –Se escuchó a lo lejos – Ya casi comenzamos.

Ella escuchó que un hombre de cabellos castaños lo llamaba y ella lo miró en silencio, no quería sentirse así, no quería apegarse a una amistad que quizás en el futuro acabaría, porque si era honesta una vez fuera no deseaba volver a Suiza, si era posible llevarse a su hermano y dejar todas las conspiraciones atrás. Así que no añadió nada más y los minutos pasaron en ese apacible silencio.

Marie sentía que aun el miedo más profundo por el solo hecho de estar a su lado la podía olvidar sin esfuerzo el paso del tiempo, su falta de modestia la tenía sin cuidado, era algo a lo que ya se había acostumbrado, por el contrario lo sentía tan cálido con ella le hacía pensar si era no más por la naturaleza coqueta de él y sentir algo más estuviera mal.

Aunque si era honesta no sabía que era lo que sentía, no estaba familiarizada con eso hace mucho y andaba distorsionando su amistad, algo que si era honesta apreciaba mucho más, que cualquier atracción física.

-Me debo ir, serán unas cuantas vueltas por diversión –Dijo con un brillo en sus ojos.

Ella asintió, era increíble que el solo hecho de andar en una moto le iluminara tanto su rostro y eso le gustó, saberse en esa faceta de él, ya que si se ponía a pensar casi no pasaban tiempo juntos a pesar de conocerse desde hace mucho. Lo vio alejarse y ella simplemente recorrió el lugar pensativa, François hacía ver todo muy fácil como estar ahí haciendo negocios mientras se divertía y aunque todos lo sabían igual no les importaba.

François LeBlanc era un tipo muy agradable que encantaba a todos y por eso tenía a los hijos de las familias más influyentes en ese lugar, mientras ella no conocía a nadie y no era algo de ese momento o porque hubiese vivido por fuera la mayor parte de su vida, simplemente desde antes su vida era así, dado que su padre la había educado en casa con tutores personales a los diez ya hablaba Mandarín, inglés, francés y su propio idioma Alemán, las matemáticas avanzadas era algo que disfrutaba al igual que pasar tiempo en el exterior.

Incluso aun cuando se fue con su madre de la mansión Keller y habían sido nómadas no había tenido tiempo de crear muchas amistades, el único amigo de infancia que recordaba era Dani -y eso porque él solía visitarla mucho-, no duraban mucho tiempo en un solo lugar y quizás fue lo que más le gustó de esa época.

Se sentó en una de las graderías que tenían dispuestas, alejada de las risas y el murmullo de la multitud, vio al grupo de mujeres que la habían emboscado anteriormente, si lo pensaba detenidamente nunca había pertenecido a ningún circulo de amigas, prefería mantenerse al margen de las multitudes.

Aunque Rosa había sido una muy buena compañía aquella época se escapaba con ella a las playas de Cartagena a bailar los ritmos caribeños le habían llamado mucho la atención y Rosa le decía que tenía alma de curranmbera nunca había entendido ese término a cabalidad, pero ella le decía que tenía que ver con sus movimientos.

A parte de ella y Cathie que era su prima no tenía mujeres cercanas, Crystal era alguien que no la consideraba de esa manera, solía ser intrusiva y le gustaba ser el centro de atención, características que personalmente no le gustaban. Si se ponía a pensar solía llevarse mejor con los hombres, Aiden, Thomas, Dani, Fran, eran personas con las que se había sentido realmente bien y con los que jamás había discutido -incluso el día que terminó con Thomas-.

-Te he estado buscando-Marie se giró, ante el sonido de una voz conocida, levantó su mirada, era Daniel.

-Hola –algo asombrada.

-Anoche quedamos en volvernos a ver, sin embargo nunca me diste tu número.

Marie lo miro confundida no recordaba haberlo visto la noche anterior. Daniel sonrió al ver su cara de confusión.

-No recuerdas que anoche hablamos -Afirmó y ella asintió.

No le gustaba lo que le generaban esas lagunas, no sabía que tanto había dicho o hecho, pensó en François en su cama al día siguiente diciéndole que lo sentía y por un momento intentó recordar de que podría estar disculpándose. Daniel le habló sacándola de sus pensamientos y dejó el asunto así, por el momento había aceptado a verse con Daniel y hablar un poco del pasado sentía que no debía depender exclusivamente de la compañía de François.

Los ruidos de motores comenzaron a escucharse y luego se giró a la pista el evento había iniciado, las motos estaban en la línea de salida, François se reconocía por su traje blanco, dieron la orden de salida y él aceleró, derrapaba por cada curva con agilidad, su cuerpo sabía lo que hacía el casco impedía ver su rostro, pero Marie intuía que estaba sonriendo, después de unas vueltas vio como una de las motos se atravesó con François cayendo los dos a la tierra, Marie se levantó con sus dos manos en su boca, quedando inmóvil, al instante él se levantó mientras que otra persona levantaba la moto, vio como comenzó acercarse a ella.

Él sonrió y le tocó su cabeza

-Sonríe –Habló relajado – no me mires así, estoy bien, vamos salgamos de aquí-Le tomó de la mano y caminaron hacia una donde habían llevado su moto, al parecer estaba bien y ella pensó de más.

Odiaba esa parte de ella, con su hermano le sucedía a menudo, cuando tenía un cariño especial por tendía a sobreproteger, sentía que era en parto por su madre y las personas especiales que había perdido en el pasado, por otro lado solía ser muy fría con las otras personas exceptuando los niños, con quienes sentía algo extraño, como si odiara que las personas abusaran de los más débiles.

Intentaba mantener sus debilidades bajo control, por eso no dijo nada más y sobre todo cuando él se veía tan bien, además parecía que deseaba manejar nuevamente moto y esta vez invitarla a ella, eso la tomó desprevenida, sin embargo no renegó, antes le gustó mucho la idea de estar con él, jamás se había montado en una de ese tipo y de solo pensar en la velocidad era increíble eso que él le brindaba.

Tal como lo pensaba no se decepcionó, la sensación era increíble sentía como su corazón se aceleraba, lo había visto montar con agilidad su moto en diversas ocasiones, no obstante estar en una con él, era totalmente diferente, lo tomó de la cintura y sintió su aroma, no pudo reprimir una sonrisa, si horas antes se había sentido pequeña, ahora ese sentimiento se había desvanecido.

François aceleró y salieron disparados, había dicho que no iría rápido, pero ahora lo hacía y realmente le gustaba, una vez se alejaron de ahí a campo abierto bajó un poco la velocidad dejando ver el paisaje, Marie se sintió osada y comenzó a levantarse, François sintió el movimiento y la regañó. Pero ella quería sentir el viento, así que subió sus manos hasta sus hombros gozando la sensación que le traía la moto, aunque su corazón estaba acelerado la emoción que le traía era fantástica, como cuando se lanzó al vacío en caída libre o escalaba, eran cosas a las que no se podía negar por algún motivo, cerró sus ojos dejándose llevar por la adrenalina.

Era fanática de las alturas y la velocidad era algo que sentía que también le gustaba muchísimo, pero llegó el momento en que él se detuvo y se dio cuenta que estaban muy lejos, en un lugar muy bello, que suponía hacía parte de las propiedades LeBlanc.

-¿Te gustó? -François preguntó con una gran sonrisa y ella asintió devolviéndosela, porque estaba muy emocionada.

-La verdad nunca había estado en una moto de estas.

-La sensación es única –habló el mirándola fijamente – cada vez es diferente.

No sabía si era diferente cada vez, pero en ese momento sabía que su adrenalina estaba al máximo y esa sensación le gustaba, caminaron por el lugar y ella se sacó lo converse sintiendo ese leve cosquilleo del pasto fresco, finalmente se acostaron en el prado quedando los dos de perfil.

Esa era la parte de François que le gustaba, la hacía desconectar de todo, en ese momento no había preocupaciones ni todo lo que Beltrán le decía sobre conspiraciones, además que las amenazas sólo eran una broma de mal gusto algo sin importancia.

Así que tal como decía François la sensación era única y le había gustado mucho, así se lo dijo y le preguntó hacía cuanto él no visitaba su casa paterna y no le sorprendió escuchar que hacía mucho, François era un hombre independiente y desapegado. Pensó en ella misma y si de tener una familia tradicional lo hubiese sido, por cómo fue con su madre, quizás sí, aunque si lo pensaba detenidamente su padre y su abuela casi no dejaban verla.

Lo mejor fue irse de ahí, aunque su madre se había ido, no valía la pena pensar en mundos alternos, su realidad era una y aunque apestara era su vida y debía aprovecharla al máximo y en ese instante estaba calma y muy feliz, le gustaba estar en el prado en silencio con Fran, sintiéndose tan libre como en su niñez.

Pero como todo lo bueno, duró poco dado que la lluvia comenzó a gotear las caras de ambos y al contrario de ella que se encontraba inmóvil, él la jaló levemente de uno de sus brazos y le dijo que se fueran, era una pena y por más que quisiera bajo la lluvia el sentido común de François tenía razón.

Pero por más que él estuviera afanado ella disfrutaba del momento así que se sonrió y estiró su mano sintiendo las gotas heladas, mientras que François comenzó a retirarse de forma rápida, al parecer al contrario de ella, no deseaba mojarse, así que le ofreció ir a una casa del árbol que quedaba cerca de ahí.

Ella aceptó y pronto las pequeñas gotas se convirtieron en una tempestad, no negaba que ir en la moto con François con muy poca visión la emocionaba, él lo hacía rápido y con mucha confianza esquivando los obstáculos de la carretera así que no demoraron mucho en llegar la casa del árbol que, por supuesto no era para nada modesta, tenía un puente colgante lujoso y la entrada era aún más suntuosa.

Un lugar agradable y se notaba que lo limpiaban de forma regular, ella caminó por el lugar, parecía una pequeña mansión con todo tipo de comodidades, pensó que, si era su casa de juegos de pequeño, la extravagancia era algo que era innato en él, vio que caminó hacia ella con una toalla en la mano y un suéter, se lo entregó y el mismo se comenzó a secar.

Le dijo que se fuese a cambiar a una de las habitaciones y de repente se sintió tímida, no obstante le hizo caso y una vez dentro comenzó a desvestirse, fue al lavado y exprimió la ropa y la extendió en uno de los percheros, se puso el gran suéter que le quedaba como si fuese un vestido corto. Cuando regresó a la sala él estaba sentado en el sillón, ella se acomodó a su lado.

-Toma –le pasó una frazada de felpa – sé que te da frio con facilidad –No le respondió nada, pero la recibió en silencio y se la puso encima, sintiéndose mucho mejor.

El silencio no sabía si interpretarlo como bueno o malo, la cosa es que no le salía ni una sola palabra, tan sólo detalló a François, su cabello estaba mojado y tenía un cárdigan gris, aún tenía puesto los pantalones de saltar, él tomó otra toalla y se la puso en su cabeza y comenzó a frotarla con naturalidad y eso la hizo sentir más incómoda.

-Es mejor que te seques bien, eres la única que coge un resfriado en verano –bromeó –Marie sonrió quitándole la tensión al ambiente y eso le gustaba de él.

-Tienes razón –reconoció bajando la cabeza. -François se acercó a ella, mirándola detenidamente con su cabello mojado y el gran suéter, de repente ella alzó su cabeza quedando a centímetros uno del otro.

Marie le miró de cerca y sintió su olor, instintivamente se acercó a la cara de él, se miraron largo rato solo se escuchada los sonidos de la respiración de ambos, Marie podía escuchar los latidos de su propio corazón, estaba mirando sus ojos avellana, su cabello revolcado y sus labios... ¿Por qué lo tenía que verlo tan apuesto? Lo miró con angustia sentir que le gustaba era aterrador, una vez se había enamorado y ese sentimiento era pesado, de forma abrupta ambos se separaron.

François se levantó diciendo que iría por agua y ella aprovecho para ir al cuarto de baño, caminó con sus pies desnudos y se encerró ahí, ¿qué le estaba ocurriendo? Casi tuvo el impulso de besarlo.

Respiro hondo y se calmó él era su amigo, François LeBlanc era eso se repitió nerviosa, él no le gustaba. Después de un rato abrió la puerta y caminó hacía la sala, se detuvo cuando escuchó voces, pensaba que estaban solos, era una mujer la que hablaba con él, se quedaron en silencio y ella reanudó el paso, abrió sus ojos cuando vio a François y Annie besándose, aunque en realidad era ella la que lo tenía sujeto.

Quiso moverse e irse de ahí, sin embargo en un impulso sus pies descalzos comenzaron instintivamente a moverse hasta llegar donde ellos, así que tomó a Annie por el hombro la apartó de él, François la miro con sorpresa.

-Marie yo. –Balbuceó él.

Marie no lo dejó hablar y de forma decidida se empino y acercó sus labios a los de él, se sentían húmedos, él recibió su beso lentamente, Marie sentía como si su garganta se quemara era una sensación extraña, mientras tanto una Annie furiosa salía del lugar, pues la puerta se escuchó muy fuerte al cerrarse.

François sintió los suaves labios de ella, le besó de forma delicada movía su boca de una manera muy particular llevó a su rostro una de sus manos, de repente ambos fueron conscientes de lo que sucedía y se retiraron intempestivamente, ambos quedaron mirándose con sus rostros confundidos en silencio.

La situación se tornó aun más extraña, dado que ninguno se acercó o habló, sentía que había cometido un error y no sabía que la había impulsado, hubiese sido mejor no haber actuado así, ahora sentía que había perdido al único amigo que tenía en ese lugar, no obstante ese pensamiento no duró mucho pues racionalizó que solamente había sido un beso, no el fin del mundo, así que Marie se rio rompiendo el ambiente enrarecido.

Así que le manifestó su miedo en voz alta y como si fuese algo casual, ¿aun seguirían siendo amigos? Intentaba reír, actuar natural, como si eso fuese algo pequeño, pero se notaba la tensión que tenía, no quería perder su amistad por una tontería. Se contentó un poco cuando lo vio reír también.

-Es verdad somos amigos –François respondió alisando su cabello y ella se sintió mejor de no cometer un error– Elizabeth...

Él la llamó, pero no terminó la frase, no quería que le dijera algo más por el tema, así que corrió a la habitación que le había ofrecido y se encerró, del otro lado sentía como su corazón estaba acelerado, eso era lo que tenían, eran amigos ella nunca podría estar con un hombre como François, ambos estaban bien sin sentimientos de por medio. Buscó la ropa que aún estaba húmeda y embarrada, comenzó a ponérsela sus manos temblaban levemente, era mejor irse de ahí, todo estaba confuso y revuelto.

Al salir François le preguntó por su atuendo, seguía preocupado porque se podría enfermar y eso la conmovió, no obstante le sonrió y le restó importancia diciéndole que era tarde y debía regresar al trabajo, lo mejor era enterrar el episodio y que nada de eso había pasado como si negar esa realidad hiciera que todo se olvidara.

Prefería evadir el tema y parecía que él también, dado que aceptó de inmediato el retorno a la mansión LeBlanc, el cual fue silencioso y muy largo ella, solo se aferraba levemente las costuras de su camisa, no era capaz de tocarlo, se maldijo internamente, ¿porque había sucedido aquello? Desde diciembre se convencía que François LeBlanc era solo un amigo, no quería sentir nada más que eso por él, pero en ese instante su corazón retumbaba en su pecho, respiró controlando su cuerpo, había arruinado todo entre ellos y en ese instante se sentía en el limbo.

Detuvo la moto y sintió todas las miradas encima de ella, se sentía como una maldita rea, aunque técnicamente no había hecho nada malo o quizás sí apretó sus labios y caminó en silencio por el sendero en piedra, François estaba a su lado, pero ella no era capaz de mirarlo sentía que había arruinado todo, él no le volvería hablar.

-Señorita –la interceptó su chofer – sus cosas están en el auto –Ella asintió con desgana y luego miró a François.

-¡Deberías cambiarte! -Hablaron los dos al tiempo, luego se quedaron en silencio.

Sintió que la escaneaban y sus dedos acariciaron su mejilla, lo que la puso algo incomoda, sin embargo alzó sus ojos y lo detalló tenía el cabello mojado y desordenado tal como la ocasión que ella se cayó, sentía un nudo en su garganta lo extrañaría mucho y eso era peor que cualquier posible sentimiento.

Volvió a instarla en cambiarse, pero ella simplemente quería irse de ese lugar y cambiarse implicaba quedarse más tiempo, agradecía su preocupación, agradecía muchas cosas de François, no obstante ella seguía pensando que no era buena para él, así que lo tranquilizó y miró hacía el auto lo único que quería era irse de ahí y dejar de ver la mirada pensativa de él, para finalmente decirle que estaría bien e irse a prisa de ese lugar sin mirar a ningún lado.

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