La Heredera CAPÍTULO 8: La Decisión

 



Canadá, otoño de 2011

Thomas encendió un cigarrillo y miró al exterior pensativo, miró de soslayo a la mujer que estaba tendida boca abajo en la cama,  su vida comenzaba a complicarse, volvió aspirar del cigarrillo y entró a la habitación directamente al baño, necesitaba salir de ese lugar siempre terminaba ahí como una maldita costumbre.

Sintió unas manos deslizarse en su espalda, odiaba que hiciera eso, pero era demasiado tarde había puesto un plan sobre la marcha y debía seguir con él, así que la dejó mover sus manos mientras seguía bañandose. Todo se había convertido en una mierda desde que Marie se había ido, no solo había tocado fondo con sus adicciones, sino que además había hecho descubrimientos que lo llevaron por un camino oscuro: la venganza y Victoria la mujer que en ese momento lo acariciaba la utilizaba dentro de ese plan.

La dejó bajar hasta su miembro y disfrutó de los movimientos que hacía, ella se hacía pasar por una gran dama que era intachable, pero él sabía cuán ávida por el sexo era, no era como si le importara o la juzgara, simplemente disfrutaba de sus dotes en la cama y lo que hacía en ese momento, ella supo cómo encenderlo y él la tomó en la ducha, tenía rabia por lo que tendría que hacer, por cómo había terminado todo con Marie e incluso su incapacidad de cogersela con ganas sin estar pensando tonterias.

Se empujó en Victoria, fantaseando que era Marie y que podrían tener otra historia, una en donde efectivamente como ella le dijo viajaban por el mundo mientras ella aprendía idiomas y él escribía, era  un tanto cursi ese panorama, pero apetecible siempre le gustó la forma en cómo se sentía con ella. Marie… Marie.. pensaba en ella, su delgado cuerpo y su pechos bamboleantes hasta que finalmente escuchó a Victoria estallar y él hacerlo.

Terminó de ducharse y sin decirle nada más salió de ahí, se vistió pensando que se encontraba a menos de 30 días de su matrimonio, no sabía que decirle a Marie y no sabía si quería pelear por ella, aunque en un principio se había emancipado de su padre ahora, no sabía si era por él o su deber.

Le había gustado como había comenzado, lentamente se había ganado su confianza y había sido tan sólida que incluso años después de no verse ella había ido a buscarlo, aun cuando… Él no había dado señales de vida, ella de forma ingenua le había dicho que se trataba de haber perdido su teléfono, él no obstante sabía que no era por eso que habían pasado años sin hablarse.

Él había continuado su vida, ignorandola haciendo de cuenta que había sido un espejismo pasajero y ya no existía, pero ahora que había regresado era débil a todo eso y quería seguir teniéndola en su vida aunque no fuese digno de eso. Cada día quería estar más con Marie y recordaba cómo había comenzado todo con ella, su particular forma de amar y aquel sentimiento de protección que inspiraba. 

Todo fue perfecto, hasta aquel día que debía enfrentar su realidad, debía dejarla ir ella pertenecía a su pasado y quizás solo extrañaba a la niña de 16 años que conoció, ya todo era diferente, ya no jugaba a escribir sobre psicópatas y hallar información en lugares inesperados, ahora tenía un objetivo más allá, debía dejar las fantasías infantiles.

Finalmente salió hacia su auto y se dio cuenta que era un día muy frío, uno que a ella no le gustaría, notó un paquete envuelto en papel café en el capó y lo tomó mirándolo con curiosidad, guardó las llaves en su bolsillo y tomó la caja con sus dos manos meciéndola levemente, no tenía tiempo para ese tipo de bromas así que abrió su auto y lo tiró en el asiento trasero. Finalmente se sentó en lado del piloto, sacó el móvil y de forma automática la llamó debía terminar con todo así no fuese fácil.

-Hola soy yo-Dijo Thomas al llamarla

-¿Tom? -Interrogó Marie al otro lado de la línea- qué te pasa, ¿sucedió algo?- Con voz preocupada y Thomas, sintió una punzada por su cuerpo y relajando la voz le dijo con tono alegre.

-No pasó nada, sé que te dije que no te podía ver hasta el lunes, pero quiero saber si puedo ir-Por un momento la línea quedó en silencio y nuevamente se escuchó una voz nerviosa

-Tom, has venido a verme en estos dos meses, ¿Por qué me pides permiso ahora? De verdad quiero saber si no pasó nada malo- dijo de forma intranquila, Thomas rió sin más tratando de sonar relajado aunque no lo estaba, la iba a dejar y aquello pesaba.

-Sabes como soy, sólo quería saber si estarías sola ya que Michell ha estado demasiado en casa y te quería para mí.-Con un hondo suspiro de alivio Marie le respondió.

-No me asustes, sabes que aunque estuviera podríamos ir a otro lugar.

-Entonces te veré esta tarde - dijo colgando casi al instante.

Podía sentir la culpa acechándolo, quizás se arrepentiría por siempre  lo que haría, pero en ese instante era lo mejor que podía hacer si quería seguir adelante con sus planes, así que no podía apegarse a una chica, al menos era lo que se repetía siempre  parecía funcionar, porque a medida que se acercaba a la casa de ella, sentía que podría terminar con todo.

El frío era implacable e imaginaba a Marie con un gran suéter y su termostato muy alto, solía decir qué odiaba el frío, nuevamente se sintió  mal después de tanto tiempo que ella pasó buscándolo, no era bueno decirle que lo mejor era seguir por separado y que en un mes se casaría, era ruin lo que haría, pero no quería meterla en su mundo, lleno de oscuridad y desespero, condujo en silencio divisando  día  gris, como si le advirtiera qué lo qué haría no sería bueno para ninguno de los dos.

Al llegar el lugar le resultaba extrañamente  lejano, era un edificio grande con ladrillos rojizos, tocó el timbre y después de escuchar su voz unos instantes por el citofono, la puerta de la calle se abrió, subió cada escalón hasta llegar a su puerta,  poco después ella apareció estaba con su largo cabello trenzado, un suéter gris muy ancho para su delgada contextura y unos leggins negros un poco más ceñido, en su frente había sudor, al darse cuenta Marie que la miraba de forma curiosa sólo atinó a decir:

-Arreglo un poco, ya sabes final de año.-Encogiéndose de hombros, y dándole una amplia sonrisa -Entra estás en tu casa- Thomas entró y ella se colgó de sus brazos dándole un gran beso.

Sus labios inicialmente torpes, lo besaban con experticia, acarició su espesa cabellera y le dio un beso en ésta, luego entró y como de costumbre se quitó los zapatos,  puso su abrigo en el perchero. Miró el lugar aunque ella decía que qué arreglaba todo se encontraba perfecto si no la conociera pensaría que era una obsesiva por la limpieza. Marie se recostó en él sillón y comenzó hablar de la nada.

-Pienso entrar a la facultad de lenguas antiguas, ¿te imaginas? Wao, muero de ansias por hacerlo.

-¿Lenguas antiguas?

-Si, me gustan aunque me debato por qué aún existen muchos idiomas qué quiero aprender

-Cuando estuviste en Europa -La interrumpió de repente -¿Hiciste muchos amigos?

-Oh -Se quedó pensativa - sólo uno cercano, se llama François y es realmente muy apuesto además de qué cocina exquisito.

-¿Eres cercana a él por qué es apuesto o por qué cocina delicioso? -Marie rió de forma desenfadada y se sentó en sus piernas revolcando su pelo.

-¿Tu qué crees? -Lo miró pícara.

-Eres una mujer inteligente, asumo que es por la comida -Le siguió el juego.

-Si, soy una mujer inteligente que entiende muy bien las reglas básicas de supervivencia -Soltó una carcajada - Es mentira, él... me ha tratado muy bien aunque no niego que cocina exquisito, no como alguien que conozco -Estirando su boca, Thomas rió y le dio un leve beso en esta.

-A parte de él... ¿nadie más? ¿En aquel lugar hablas tanto como lo haces conmigo?

-Oh -Se quejó- No, no hablo mucho, no me provoca, no tengo los mismo intereses, yo simplemente no encajo ahí, yo…

-Tú eres una mal hablada qué insulta en mas de tres idiomas -Le sonrió y le dio un beso - Ellos no saben de lo qué se pierden: de ti.

-No lo creo en aquel lugar no hay espacio para mujeres como yo, estando ahí siento qué me olvido como se habla.

-Pues consigue amigos, sal deja de hacer tantas cosas en solitario.-Le dijo preocupado, no quería que después de él ella estuviera sola...

-Thomas no me interesa - Se bajó de sus piernas - Disfruto nadar en el mar con Rosa o hablando con algún desconocido en cualquier lugar del mundo, pero... Ahí no me siento cómoda me juzgan por todo -Movió su cabeza - No estoy acostumbrada a eso, intento mezclarme y pasar desapercibida pero... -Jugueteó con su trenza y lo miró -¿Sabías que estuve en clases con una mujer tan fastidiosa? Señorita Keller, esa cuchara no es para el postre -Comenzó a imitarla - Señorita Keller esa es la cuchara salsera y no para la sopa, aquí educamos señoritas para la sociedad del mañana -suspiró frustrada - No pude estar más allá de dos clases y me revele.

-¿Tú? ¿Te revelaste? -Rio estruendosamente- ¡No lo puedo creer! -Dijo sarcástico. 

-Pues créelo -Dijo seria, Thomas rió más fuerte ella en ocasiones tendía a no diferenciar una broma y era realmente literal.

-¿Qué es tan gracioso?

-Tu -Respondió mirándola  animado, de repente recordó a qué había ido y su rostro se oscureció  sintió que lastimar su sonrisa era realmente ruin. 


¿Y si no le decía aun? ¿Si esperaba un poco más, mientras disfrutaba de su compañía? Ella notó su cambio de humor dado que él se cruzó de brazos y lo miró fijamente, se notaba ansiosa de repente, movía su trenza y después pasó a sus anillos, poco después sonrió tratando de quitar la tensión qué emergía en el ambiente, Thomas se giró al cuadro de ella pintado a la sanguina, era un primer plano de su rostro con ella sonriendo con los ojos cerrados.


-Quedaste muy bien-espetó Tom de forma seca de repente cambiando de tema-desde el primer día que entré ese retrato me llamó la atención.

-Fue un regalo-Respondió Marie incomoda.

-Uno muy caro supongo por la calidad de la pintura. -Marie levemente sorprendida esquivó una mirada hacia la cocina

-Comamos algo ¿si?-Dirigiéndose a la cocina, cambió de tema- tengo Älplermagronen.-Dijo mientras se levantaba. Thomas la miró en silencio, por el abrupto cambio de tema, sin embargo él hizo lo mismo.

-¿A qué se debe la ocasión?-Sonó divertido, aunque su expresión era sombría, sabía que había algo sin discutir entre los dos.

Marie con su cara de no digas nada más por ahora, le tomó de la mano llevándolo a la barra de la cocina, comenzó a servir los platos y los puso ahí mismo.

-No tengo un gran comedor, sin embargo aquí quedaremos más cerca- le dijo mientras sacaba del refrigerador una botella de vino blanco Romanée-Conti, Los ojos de Thomas se fijaron en la botella alarmado. -No te preocupes fue un regalo de mi padre, además acompañará de maravilla nuestro queso Gruyer, él amaba el buen vino- nostalgia apareció en su rostro, sabía que algo pasaba, la mirada de Marie se intensificó dirigiéndose a Thomas.

Marie suspiró hondo, lo que tenía que decirle era algo difícil, apenas y lo había encontrado y ya debía irse nuevamente, su pecho se comprimía sobre todo porque sentía que no eran los mismos, sus besos y sus caricias se sentían diferente y lo odiaba, no quería perderlo, pero si se iba parecía que era inevitable.

Añoraba lo que habían tenido, sentirse querida y por un tiempo no pensar que la muerte de su madre inundaba todo su ser, Thomas tenía un lugar privilegiado en su vida por eso decirle que se iba no era fácil, sentía que lo traicionaba, que nuevamente era ella quien lo dejaba.

-Thomas tengo que decirte... algo – Marie tomó aire y continuó- es algo que me llevó tiempo decirte, pero debido a que el tiempo se agota, creo que ya es una necesidad decirlo

Thom, comenzó a sentirse intrigado, su mirada y su postura había cambiado.

-¿Dime qué es eso tan urgente?-Se giro en el butaco.

-Quisiera preguntarte, ¿podrás estar conmigo hasta el final?-Era realmente una pregunta confusa, pero Thomas pronto pudo intuir de qué se trataba.

Thomas, guardó silencio, aunque ella casi había suplicado por una respuesta y ahora le dolía decirle la verdad, no podía dejar de ver sus expresivos ojos azules, pero por más que eso intentara ablandarlo, continuó en silencio sintiendo algo de asco.

-Respóndeme por favor-insistió Marie al no obtener una respuesta- No quiero excusas, no quiero dilataciones, quiero que me respondas por favor.

Habló casi suplicando, aunque su rostro estaba realmente calmo, el nerviosismo comenzaba a imperar. Thomas la miró con su rostro duro, ella había puesto las cartas sobre la mesa, y él debía ser claro, ella quizás debía presentir su respuesta.

-No, no puedo estar contigo hasta el final-Respondió citándola a ella, después de estar algunos minutos en silencio, Marie abrió sus ojos  muy grande-me casaré con Victoria-Soltó mucho más seco de lo que esperaba y ella endureció aún más su rostro formando sus labios en una línea- ¿Te sientes decepcionada por mi respuesta? -Habló con cierto sadismo y ella esbozó una leve sonrisa, pero él no sabia que significado tenía.

-No -Respondió de forma seca- creo que es algo muy propio de ti, eres leal con aquellos que están a tu lado y creo que Victoria es una de ellos o por lo menos el último año y medio, sabes que creo más en la lealtad que demuestra una persona, no por el amor que profesa. -Hizo una pausa y lo miró unos instantes, su rostro era plano, tan distante y frío que aquello le hizo sentir mal- Yo... Me di cuenta de Victoria la primer noche que nos encontramos  y aunque supe que la relación de ustedes no era la misma de antes, debo admitir que no me importó y simplemente estuve de manera sincera contigo y te amé cada instante que estuvimos.

-¿Me odias?-Preguntó Thomas, casi susurrando, sabía que era cruel preguntarle ese tipo de cosas- ya sabes esto sería un adiós...

-Umm... -Murmuró Marie con los ojos contenidos, sentía que su pecho iba a explotar- creo que el amor y el odio son dos sentimientos similares nos llevan a realizar acciones inimaginables y de igual forma desaparecen con facilidad. Nuestra relación se basó en la lealtad no en el amor y creo que lo primero ya acabó aunque persista lo segundo... Y eso no nos sirve de mucho.

-Creo que tienes razón y aunque quiero mucho de nosotros...

-No digas nada más -Le interrumpió - Siento que te pierdo inevitablemente y que no quieres luchar por lo nuestro. -Hizo una larga pausa- Por favor no necesito detalles, sólo  quería saber si todavía tengo una razón para volver y creo que todo me quedó claro.

-¿Qué dices? ¿Te vas?-musitó con asombro-Bueno creo que no soy el mejor para reprochartelo, pero...

-¿Quieres que asista a tu boda?-Preguntó confusa.

-No, no quería decir eso, sólo que me sorprendiste, no creí que te fueras

-Tengo cosas que hacer- Habló más calma sosteniendo la mirada aunque la tristeza comenzaba a ser más grande.

Y no le estaba mintiendo, tenía un trato con Alicce y no sabía si podría volver a salir tan fácil de los terrenos Keller, habían cosas que no prefería pensar, como los documentos que le dejó su padre o las palabras de doble sentido que Beltram le decía. A pesar de eso, prefirió guardar silencio eran cosas que no tenían lugar cuando el hombre que tenía frente a ella le decía que la dejaba.

La cena aún se encontraba servida en la mesa, pensó las horas que había invertido en prepararla pensado que en miles de escenarios, ahora se veía interrumpida por el curso de los acontecimientos, había intentado poner las cosas de la mejor manera,  aunque había sido un pobre intento, en ese instante estaban  los dos sentados uno al lado del otro, en silencio, como si ya no tuvieran más que decirse.

De repente Thomas se levantó bruscamente, haciendo un ruido molesto con el taburete, al darse cuenta de su torpeza levantó con delicadeza la silla y la apartó de sí confuso y hasta cierto punto arrepentido; Marie al ver a un Thomas mucho más confundido que ella se levantó

-¿Ya te vas?- Dijo Marie rompiendo el hielo, mientras Thomas caminaba hacía la puerta, se detuvo frente a esta y  sólo pudo bajar su cabeza, de repente muy lentamente se volteó y la encontró detrás, la miró fijamente y acercándose intentó besarla, era casi una apuesta, Marie conteniendo la respiración movió sus labios en respuesta, sabía que definitivamente todo cambiaría: habían terminada para siempre.

Se separaron y él tomó su chaqueta del perchero se puso sus botas y salió sin mirar hacia atrás, no tenía caso y ella lo supo porque a pesar que le preguntó si se iba no lo detuvo y eso le dolió un poco, al cerrarse la puerta tras él, tuvo deseos de devolverse al lado de ella, sin embargo sabía que eso sólo sería unos instantes y no serviría de mucho, así que continuo.

De camino en su auto recordó que había dejado su reloj de casa de Marie, pero consideró prudente no ir a recogerlo no podía volver a verla y recordó como aún conservaba aquella pequeña caja desde hace tres años.

Al llegar a la entrada del edificio miró brevemente la estructura tratando de asimilar que ella aún se encontraba dentro y sin embargo no podía hacer nada por volverla a ver, era mejor así cerrar un capítulo de su vida que no había sido para nada malo, pero que ya no le servía. “ Pensar con cabeza fría” era un término que se acoplaba a él en ese momento, porque el poco dolor que sintió se esfumó al recordar su objetivo.

Caminó hacia su auto y se dejó caer en el asiento del conductor, sin aliento sus grandes manos con un  anillo de plata descansaban en el manubrio y en lo que pareció una eternidad encendió su automóvil aun sin saber dónde ir. De repente escuchó el timbre del móvil, era Vicky, que lloraba desconsolada, preocupada por su desaparición repentina: era el día del ensayo de su boda y sus palabras eran casi inaudibles, había tenido un día terrible. 

Thomas la trató de calmar cuando la escuchó molesta decir que cancelaría todo, no era conveniente, era en momentos como ese que se sentía asqueado de la vida que había escogido, en circunstancias normales no se hubiese casado, no creía en ese tipo de lazos, pero en esa realidad, era un esposo devoto que haría cualquier cosa por su prometida y familia.

Se había convertido en un personaje más de sus libros, en donde tenía un guión que seguir, en ese instante el guión dictaba que debía ir con su prometida y cumplirle sus caprichos, un panorama realmente deprimente, aun así lo cumplió a cabalidad, actuó como se debía que tenía que ser, intentando no pensar en la chica de cabello negro y el pudo ser entre ellos.

Así que durante esas semanas se concentró en su investigación, sobre todo en Black el hombre con quien tenía un intercambio de cartas, se había enterado de él cuando estaba en el pasillo de la muerte y su primer libro fue una burla a ese sujeto, lo malo: al parecer el sujeto del corredor de la muerte no era más que un pichón y el verdadero estaba en algún lugar del mundo, eso sí dándole pistas a través de crímenes muy simbólicos.

No negaba que eso lo divertía, descifrar cada pista y devolverle una respuesta, eso lo hacía sentir más él mismo sin tanto drama de lado, así que llegar a un viejo motel lleno de moscas y salpicaduras de sangre era como entrar en un parque de diversiones. Pasaba la mayor parte del tiempo revisando evidencia y ayudando a su contacto con apreciaciones, no había sido difícil, tenía una capacidad de observación más arriba de la media y por lo general acertaba.

Así que solía llamarlo antes en donde se suponía que había actuado Black, estar junto a un cadáver no era la mejor forma de pasar su última noche de soltero, pero ahí estaba mirando al desafortunado en una bañera llena de libros, que sútil era su adversario, sabía que la personificación que había hecho de él no le gustó y al parecer era un sudes pataletudo.

Esa noche no encontró muchas pistas, solo que volvía a desaprobar su libro y que seguía ganando al no dejar un indicio de quién era, a veces pensaba que ni siquiera se había ensuciado sus manos en esas escena de crimen tan cutres, Black tendía a confundirlo, sobre todo en sus muestras caníbales, por ejemplo en ese caso había un trozo de corazón a la vista, pero intacto, quizás se debía al excesivo agrandamiento que denotaba una enfermedad coronaria y si su sospecha era cierta, podría añadir otro rasgo a su perfil.

Pensó que había sido una noche poco próspera, no obstante con Black aprendía de lo que hacía y lo que no, se guardó ese pequeño detalle para sí mismo y compartió otros más banales, como que aquel hombre aún estaba vivo cuando le extrajeron el corazón y que la sangre de las paredes podía ser de una segunda víctima. Era sencillo tomar la información que tenía alrededor y convertirla en datos.

Pasada la media noche, tomó un vuelo a Canadá, no podía llegar tarde a su propia boda, su guión se vería afectado, era un fastidio, pero era un bien mayor se repetía para que el hastío no se agrandara, por más que se viera con Marie viajando por el mundo, nunca se había visto como un hombre casado, sentía que el matrimonio no era para él, eso de atar a un otro era de antaño y caduco.

Aun así se metería en un smoking y acicalaría, Victoria había escogido al parecer el día más frío de la temporada, sobre todo si se consideraba que había quería una fiesta de jardín, al parecer la presencia de Marie la había hecho adelantar todo, pero al ser caprichosa no quiso cambiar la decoración.

Thomas se encontraba dentro de la iglesia esperando a la novia mientras Lenozze di Figaro era interpretada por la orquesta, todo estaba dispuesto, incluso él sentía que era lo mejor que podía hacer finalmente su relación con Vicky no era mala, y ahí estaba dándose a si mismo excusas malas sobre la pésima decisión de casarse y hacer de hijo ideal.

Estaba impaciente, todo lo que tenía que ver con el protocolo le era molesto y más tener tanto paparazzi al acecho -aun cuando habían dejado claro que la ceremonia era privada- miró su reloj eran las 11 en punto estaban retrasados, pero qué podía hacer Vicky era así, sostenía que la puntualidad no era para nada femenino y que las mujeres debían hacerse esperar.

Suspiró impaciente, los invitados comenzaban a murmurar, hasta que por fin la vio entrar de gancho de su padre, se veía feliz, como si por fin le ganara la partida a Marie, Thomas en el fondo lo sabía, siempre se trataba de una competencia en donde Victoria creía él era el trofeo y ella tuviese el felices para siempre, lo que ella no se imaginaba era que la oscuridad que lo rodeaba no podría brindarle tal seguridad.


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