La Heredera CAPÍTULO 4: La propuesta
París, Primavera de 2013
Marie tenía su cara apoyada en sus manos, observaba a François, él cocinaba y le regalaba ese delicioso aroma de sus tostadas, la había rescatado de esa tediosa fiesta y desde ahí habían forjado una gran amistad, cada que estaba en la ciudad llegaba donde él, dado que había estado un tiempo en Reino Unido específicamente en Cambridge estudiando, el tema de estar al frente del negocio familiar era realmente desgastante, así que pasar tiempo con él era algo bueno, a pesar que era un engreído le parecía un hombre que en el fondo era cálido.
Con François había conocido otro tipo de vida, si bien Thomas lo veía como algo oscuro, François no era esa clase de ser, era abierto, muy fiestero y una cualidad que le gustaba en las personas era honesto. Aun así ellos no habían pasado de más allá de una amistad, jamás había sentido irrespeto por parte de él, eso la hacía sentir segura le gustaba pasar tiempo con él, no obstante siempre pensaba en Thomas y en volver para buscarlo, era una constante que no olvidaba.
Seguía atada a ese lugar, y parecía imposible zafarse de todo eso para ir a buscar a Thomas, suspiró y notó que François la miraba con cara de pregunta.
-¿Sucede algo? -No sabía si contarle, a veces pensaba que era mejor que no supiera, le preocupaba que se involucrara, François LeBlanc era su amigo, uno que apreciaba mucho.
-Lo mismo de siempre Fran, no me adapto a vivir así.
-Si, prefieres el estilo pordiosero, que yo personalmente no te lo recomendaría. -Expresó el jovial y Marie sonrió y a pesar de ser un comentario tan clasista, le causó gracia y tan solo estiró su mano y tocó su camisa sintiendo que eso le ayudaba a soportar su situación.
Extrañaba su vida como nómada con su madre, la extrañaba a ella y no entendía como de un momento a otra se había quedado tan sola, quizás sólo estaba nostalgica por Thomas y el tiempo que habían pasado juntos. No podía negarse que vivir ese presente con François no era tedioso, le gustaba pasar tiempo con él, pero su promesa era algo que no olvidaba, habían hecho tantos planes juntos que se negaba a dejarlos ir.
-Si tienes razón prefiero ese estilo. -Le dijo con nostalgia, después de un rato.
Esa mañana desayunaron como era costumbre, hablaban de todo y a veces de nada, aunque no lo parecía François no solía hablar mucho de si mismo, sabía que tenía una amiga muy querida que se llamaba Pauline, pero no la conocía, también de una exnovia llamada Annie, -el tema había llegado por Thomas - pero a parte no sabía mucho de su circulo y si era honesta no se había preocupado por eso. Al igual que él ella se reservaba algunas cosas, así que era perfecta esa relación, en donde sabían cosas, pero no ahondaban en eso ni se entrometian.
Le gustaba lo que eran dentro de la casa de él, sin tener que soportar personas pretenciosas, que medían a las personas por su fortuna, realmente había crecido con una vida sencilla y como acostumbraba decirle su madre: libre, estaba muy pequeña cuando salió de la Familia Keller, pero aun ella con solo 9 años sabia que no eran felices en ese lugar, su padre era un hombre temperamental que prefería decir que ellas estaban de vacaciones en Rusia a que las vieran llenas de morados, sobre todo su madre que terminaba con la peor parte por defenderla.
Se despidieron y al salir como siempre encontró un carro esperándola en la puerta, que la dejaran quedarse con Fran no implicaba estar exenta de sus obligaciones. Saludó a Beltram y entró en silencio, seguía pensativa y algo harta de todo eso, el hombre lo notó porque le preguntó, pero ella no le dijo nada, simplemente llegó a la oficina asignada y comenzó a leer los informes, era mamotretos de papeles y carpetas que a simple vista eran difícil de entender, no obstante eran las noticias que necesitaba para salir de esa situación.
Las acciones estaban nuevamente altas, no había problemas con ninguna de las sedes y sentía que no había motivo para seguir ahí, la crisis había pasado y como siempre su padre acertó en cada uno de los movimientos, se sonrió y alzó su mirada a Beltram que estaba sentado frente a ella.
-He estado pensando… Creo que quizás podríamos hacer una junta. -Beltram la miró con curiosidad.
-¿Que tema desea tocar en la junta?
-Mi retiro… -Le expresó directa. -Nuestro acuerdo, era hasta que pasara la crisis, creo que ya está todo bien dentro del Grupo Keller.
-Señorita… -Beltram la miró pensativo, pero no fue capaz de decirle nada, no sabía si era algo bueno.
Marie esperó una respuesta, pero era obvio que Beltram quería que siguiera ahí, suspiró porque nuevamente sentía que a pesar que podía elegir no tenía opciones, era un círculo vicioso en el que estaba atrapada, continuó leyendo y firmando documentos, realmente era tan difícil buscar a Thomas cuando era lo único que deseaba.
Al salir del trabajo decidió irse a la mansión Keller donde estaba su pequeño hermano, quería verlo y abrazaralo, ese niño la hacía sentir muy amada y quería despejar su mente así que una vez lo vio lo abrazó y le dio muchos besos en su cabello, era el único que rompia sus muros y sacaba su lado cálido, él la llamaba emocionada “Re, Re” mostrándole sus juguetes y ella sonreía de forma genuina.
-Querida, nos visitas y estoy complacida. -Marie se giró y observó a Alice, pero no le dijo nada-Phillipe ve a tu cuarto debo hablar con tu hermana.
El niño la besó y de forma inmediata se fue, Marie se incorporó y miró a Alice, por lo general las conversaciones con ella no salían bien, de hecho tuvo que discutir para irse de la mansión -aunque cuando supo que era con un LeBlanc quedó complacida- ella intentaba manejar aspectos de su vida que no tenía derecho.
-He escuchado rumores de que ya quieres irte de Suiza. -Marie apretó sus labios, Beltram era un chismoso. -Yo puedo ayudarte -Eso la hizo mirar con curiosidad- solo un pequeño trato, nada relevante y podrás ser libre. Dame tu acciones por el tiempo que estés fuera y podrás irte.
Marie la observó a Alice, era una mujer alta, delgada y rubia, realmente muy joven para su padre y siempre pensó que tenía dobles intenciones con su familia y quizás esa petición le decía que estaba en lo cierto, pero en vez de ponerse a pensar de más asintió y sonrió levemente.
-Acepto. -Fue lo único que le dijo.
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