La Heredera CAPÍTULO 2: Funeral




El leve goteo de agua se podía escuchar en la sombrilla negra que el asistente de su padre sostenía por ella, hacía poco había terminado su estancia en el internado, había llegado decidida a decirle a su padre que volvería a Canadá, pero en cambio estaba en su funeral, no podía decir que estaba particularmente triste, a veces la nada llegaba a ella como una protección invisible que realmente agradecía.

La relación con Jean Claude Keller -su padre-  había sido realmente ambigua, amor y odio era lo que había prevalecido, reconoció que esos últimos meses habían buenos, exceptuando por las cosas raras que solía decirle su padre, sobre protegerla aunque jamás había sido claro, simplemente se habían ido a escalar, le había pedido perdón por su madre y el daño que le había hecho, como si fuese culpa de él el accidente que tuvieron.

Si era honesta no recordaba nada, el solo pensar en esa noche provocaba que la respiración se le fuera y comenzara a temblar, lo sabía perder a su madre había sido muy difícil, era todo lo que tenía, así que suponía que el dejarlas solas hacía parte de las culpas de su padre.

Otra cosa extraña que había hecho era llevarla a la cabaña en la que solía pasar vacaciones con su madre antes de dejar la Mansión Keller y ahí le había dado una serie de documentos y dispositivos de memoria y le había pedido que los guardara que llegaría el momento en que tendría que usarlos, pero como siempre no había contestado las preguntas básicas.

Recordaba muy bien esa salida, había sido justo después de que habían peleado por su celular, su padre se lo había quitado como si fuese una niña, dos días más tarde, se encontraba en un auto hacia el aeropuerto, rumbo a Asturias, el lugar concreto era el naranjo de Bulnes, uno de los picos preferidos de su padre después de los de Cerdeña, eran piedra caliza y uno de los más difíciles de escalar. Hubiese preferido ir a Italia, de solo pensar en el frío de aquel lugar su ánimo decaía un poco, por otro lado esa sensación de asumir el reto le gustaba.

Alzó su cabeza y frunció el ceño, el camino que habían tomado no los sacaría del país, sabía perfectamente a dónde los llevaría, un viejo depósito dentro de Zúrich al que solían ir cuando ella era pequeña, ella se giró desconcertada y lo miró esperando que le dijera algo.

-Antes de escalar quiero ir a un lugar, a nuestro lugar secreto -Habló como intuyendo lo que ella queria preguntar.

-Pero creí que escalaríamos.-Intervino tensándose. 

-Lo sé, discúlpame, pero fue tan solo una excusa para salir de la Mansión- dijo guiñando un ojo mientras se detenía frente a la puerta, entraron y aparcó, salió de auto -Vamos- le dijo - este será nuestro nuevo medio de transporte.- Habló animado y poco después se dirigió a un viejo Ford Mustango descapotable.

Marie tomó su bolsa y se dirigió al Mustang, su padre estaba realmente misterioso y eso no era bueno, si pudiera describir la relación de ambos no era de complicidad, Jean Claude era como un Iceberg, la trataba muy duro, decía que era débil y necesitaba ser una Keller, una que pudiera soportar el peso de la familia, le exigía lo mejor y ella había trabajado de forma disciplinada para tener su aceptación, hasta que... 

Hasta que se había ido con su madre, ella le había dado un respiro y le había enseñado a valorar otras cosas, había sido la mejor época de su vida, ahora no se creía nada de eso del protocolo y la etiqueta, le valía madres, no le interesaba ser una heredera, pero su padre por otro lado no le importaba lo que ella pensaba y seguía con la idea de que ella debía volver a ocupar su lugar. 


Guardó silencio era mejor esperar y no empezar una pelea inútil, a veces lo mejor era callar.

Su padre se había quitado su fina chaqueta de cuero y se había puesto una vieja chamarra de Jeans desgastada, con una ajustada camiseta blanca y una gorra y gafas tipo aviador y aunque estaba entrado en los 40, su cuerpo marcado le hacía parecer más joven, de igual forma sacó del auto una rayban ClubMaster y una gorra color azul que le que ofreció a Marie, ella en silencio se las puso, comenzó a pensar que quizás había sido una mala idea: Ellos dos, solos todo un fin de semana.

-Te ves más joven con ese atuendo - Le dijo mientras se acomodaba la gorra con un emblema de un equipo de los Yankees de NY-Sin embargo, no entiendo por qué hiciste todo esto, me siento en una película de detectives- Habló serena sin detonar alguna emoción.

-Lo estamos-dijo en tono serio- Guardó silencio unos instantes, como si hubiese hecho una mala broma -Tranquila, sólo quiero estar a solas contigo, es importante que hoy hablemos, ¿Sabes a dónde vamos?

-¿Es el chalet en la mitad de ese gran lago? Donde solíamos ir con mamá antes de... -Su voz se apagó antes de terminar la última frase, acostumbraban ir a ese lugar antes de irse.

-Sí, ese mismo lugar-Respondió inexpresivo.

El camino, era solitario y cercado por grandes árboles, de repente el auto se detuvo, frente a un camino sin pavimentar, entró por allí y siguieron su recorrido en silencio.

Era una casa hecha en madera, estaba rodeada de un lago, siendo el único espacio libre de árboles, en el muelle se encontraba una pequeña lancha a motor atada, en la cual se montaron.

-Vamos- La invitó después una breve mirada, Marie asintió y entró en la lancha.

El viaje fue breve y pronto tocaron tierra firme, afuera había un jardín, realmente cuidado, cerró sus ojos al recordar cuántas veces había corrido por ahí seguida de su madre, ella había sido su persona más importante y la extrañaba muchísimo.

-¿Estás bien? -La voz de su padre la sacó de sus pensamientos -¿Recordabas a tu madre? -Ella asintió levemente -Hija, yo sigo pensando que deberíamos buscar ayuda desde que Lisa murió tú... -Marie negó con su cabeza, no quería volver a lo mismo.

-Estoy bien -Dijo tajante y entró a la casa, y era verdad, sus terrores nocturnos habían disminuido, en ocasiones sufría de insomnio y no lograba conciliar el sueño en una cama, pero después de acurrucarse en un sofá no tenía problemas, su vida lejos de Zúrich y los deberes de Marie Keller le brindaban un espacio diferente y así quería que siguiera pasando. 

Marie recorrió la casa mirando cada detalle, era acogedor tenía una sala con chimenea, en esta aún habían fotografías, que mostraban una familia feliz con una pequeña niña de ojos azules y cabello negro, la sonrisa de su madre era deslumbrante, su cabello rubio caía en sus hombros y sus ojos verdes brillaban, era feliz, incluso su padre se veía diferente, se giró y miró el resto el mobiliario también era en madera, todo estaba tal como lo recordaba, pasó su dedo por uno de los muebles, incluso no se veía rastro de polvo.

-Beltrán, viene constantemente, es el único aparte de nosotros que lo conoce- Dijo como si respondiera la duda no formulada-Además, para esta ocasión le pedí que llenara el frigorífico -Añadió y ella asintió.

-¿Nos quedaremos más de un día?-Dijo mientras se sacaba las Ray Ban.

-Bueno, el devolvernos ahora mismo me supone un problema, no quiero una carretera oscura.-Zanjó el asunto-Ponte cómoda, ya sabes dónde queda tu habitación, debo preparar unos documentos y enseguida te llamo. -Tan solo asintió y se fue de ahí, no sabía a qué jugaba, no lo entendía, su madre le decía que su padre tenía formas diferentes de querer pero finalmente lo había dejado y cuando le preguntaba el por qué, le decía que aunque lo amaba a él, lo hacía más con ella, no la entendía y por eso siempre había pensado que había sido por Alicce aunque su madre nunca le dijera el motivo real.

Entró a su habitación todo estaba tal cual, no parecía el cuarto de una niña de ocho años, predominaban los grises y estanterías con libros, se dirigió hacia la mesa de noche y encontró su viejo diario y unas fotos antiguas en blanco y negro de su abuela. Se sentía cargada de recuerdos, no sabía por qué su padre la había traído y sentía que ya no quería recordar viejas vivencias de su niñez, las cuales eran cálidas y a la misma vez frías y punzantes. 

-Marie, puedes venir encontré lo que necesitaba. -Su padre la llamó y ella dejó todo como estaba, era inútil dejarse llevar por el recuerdo de personas muertas, ellas se quedarían de esa forma mientras ella tenía que seguir viviendo.

Entró a la sala y él se encontraba sentado con muchos documentos con un aire ejecutivo, no entendía por que se había puesto tan serio, Marie se sentó en frente de él, mientras movió un delgado anillo de plata.

-No entiendo por qué me trajiste aquí, al último lugar, donde... - No quería estar ahí se sentía realmente incómoda.

-¿Tuviste tiempos felices?-Dijo su padre muy serio y ella endureció más su rostro- Lo sé, creo que esa es una de las razones por la cual nadie más sabe de este lugar. -Continuo en su mismo tono seco -Las cosas con tu mamá... -De repente su entonación cambio un poco y ella lo miró con interés -Bueno ella era otro mundo, libre, viajera y fue por mí que estuvo tanto tiempo en la mansión, recuerdo que ella me decía que: "el amor debe ser como el café; a veces fuerte, a veces dulce, a veces solo y otras acompañado, pero nunca debe estar frío"...[1] Y creo que ella se dio cuenta de mi estupidez aun sin yo decirle una sola palabra, no lo niego fui un estúpido, no pensé que las podría perder y ella me castigo muy duramente. No sabes cuánto me arrepiento de ese suceso, pero no puedo devolver el tiempo y rehacer mi error, lo que sí puedo hacer es protegerte.

-¿Protegerme? ¿De qué? -Esto último la tomó por sorpresa, ahora su padre le decía que estaba en peligro, la sola idea sonaba ridícula y negó con su cabeza incrédula, no la tendría en la mansión porque según él le podía suceder algo, sabía que era otra de sus tretas para salirse con la suya pero no estaba dispuesta a seguir su juego.

-No es un qué, es un quiénes y por ahora no interesa que sepas, sólo puedo decir que estás en peligro, Philips e incluso yo mismo lo estoy, la compañía y todo lo que tengo, sé que no tienes interés en este tipo de cosas, pero, sabes que muchas personas dependen de ella, y perderla sería arruinarles la vida. -Ella abrió su boca incrédula, ahora no solo la chantajeaba con que ella podría estar en peligro, sino que además él, Phillipe e incluso las personas que trabajaban para él-Marie entiende, es tu vida la que me preocupa - Le reiteró al ver su cara de incredulidad- y todo esto es sólo para protegerte, será tu argumento final y sé que sabrás cuándo utilizarlo.

La pequeña mesa de madera que se encontraba en medio de ellos, se encontraba atiborrada de papeles, con gráficas y porcentajes, algo llamó su atención era un sobre tamaño carta en cuero. Jean Claude, organizó los papeles más relevantes y los metió dentro del sobre de cuero, lo cerró y puso un pequeño candado en el extremo.

-Marie -dijo con su tono seco habitual- He sido un hijo de puta.

-Qué bueno que lo reconozca -Dijo ella asintiendo -Creo que por ahí debiste comenzar.

-¡Marie! -Alzó su voz -Escúchame he sido un hombre sin escrúpulos, he hecho cosas terribles y temo que eso te alcance en algún momento -Soltó de repente y ella lo miró sin cambiar de expresión.

-Son sus asuntos no los míos -Lo miró fijamente no caería en algo como eso.

-Lastimosamente ellos puede que no piensen igual, así que, me escuchas y te comportas -Dejó de mirarla y tomó los papeles esta llave no la puedes perder, este sobre estará aquí dentro de esta casa y solo cuando lo necesites lo podrás abrir.-Marie soltó el aire y estiró su mano para recibir la llave, pero él no se la entregó.

-Disculpa, si soy un poco irritante, pero no entiendo para qué me trajiste aquí, si no me ibas a decir nada.

-Este es nuestro tiempo, a solas, por ahora no comprenderías muchas cosas que se con el tiempo descubrirás -Hizo una pausa y con su habitual inexpresión continuo -No sé cuándo lo podamos tener de nuevo y aunque intentó resolver los problemas, no sé si lo pueda lograr.

-No entiendo por qué me entregas una responsabilidad que tú no has podido resolver.

-Porque eres diferente a mí, y cuando llegue el momento sé que lo entenderás.

Esas fueron sus últimas palabras, se levantó y él dejó ahí sentada como si fuese una estúpida, lo estaba intentando, pero él no, lo único hacía era salir con evasivas.

Esa fue la última vez que estuvieron juntos y no pasó mucho tiempo después de eso, qué llegó la noticia de que había muerto y ahí estaba en su funeral con otras familias que no conocía y su madrastra haciendo un gran espectáculo, suspiró y se fue a media ceremonia, no faltó quienes vieron eso impropio, pero realmente no interesaba, su padre yacía inerte en un ataúd y era el único que podía contestar sus preguntas, el resto de personas realmente no importaban de alguna manera se había acostumbrado a no contar con nadie de ese medio, sentía que no valía la pena solo esperaban como aves rapaces el error para caer encima.

Lo único que le preocupaba era que había quedado con Thom volverse a ver y hacía más de un mes que no le contestaba el teléfono y eso la tenía preocupada, se suponía que estaría entrada por salida, pero entre las cosas que su padre la entretuvo, su hermano y ahora la muerte su ida de vuelta estaba realmente imposible.

-Señorita Keller -La voz de Beltrán el asistente de su padre la trajo a la realidad -Tenemos una conversación pendiente. -Marie lo observó, recordó lo primero que ese sujeto le había dicho recién supieron de la muerte de su padre lo que debía hacer para evitar un colapso de las acciones, fue casi como si lo supiera con antelación, incluso si lo pensaba detenidamente parecía que su padre presentía que moriría.

No le contestó y simplemente le asintió, cualquier cosa con tal de poder salir de Suiza, realmente si era honesta lo único que la ataba a ese lugar era su pequeño hermano, un niño de seis años que la había rescatado años atrás cuando se había sentido en un hoyo oscuro lleno de desesperación.

Tal como le había dicho se dirigieron a la mansión a la antigua oficina de su padre, ahí volvió hablarle de lo mismo de su responsabilidad para con su familia y su hermano pequeño, apretó sus labios, porque cuanto más deseaba ser libre parecía que nunca podría cumplir su condena, como si un imán la jalonara a la mansión y todo lo que conllevaba su apellido.

Aunque parecía que  tenía opciones, sentía que no le estaban dejando elegir así que finalmente accedió con la condición de irse una vez todo estuviera resuelto, al parecer la imagen de un Keller ayudaría en la crisis, aunque francamente solamente tenía 20 años y muy poca credibilidad.

Aun así se esforzó esos días para lograrlo, le pidió a Beltram que le ayudara a mantener un perfil bajo, no deseaba que su rostro estuviera en cada titular, todo eso la apabullaba él lo cumplió y afortunadamente las instrucciones que había dejado su padre para momentos como ese fueron todas certeras, en vida había sido un hombre realmente capacitado e inteligente, eso no podía negarlo, simplemente él no tenía humanidad y era lo que su madre solía decirle que era lo que más extrañaba de él.

Así transcurrieron sus días, en medio de informes y grandes papeleos, no descansaba casi nada aunque Beltran la ayudaba en la mayoría de las cosas, a veces Alicce su madrastra la importunaba hablándole de citas a ciegas y ella rehuía a todo tipo de contacto, Thomas quizás la esperaba, no lo sabía, pero para ella las promesa que se habían hecho era importante y la cumpliria a como diera lugar.

Ese día trabajaba en la oficina cuando escuchó que la puerta se abrió, era Alice con galletas y café, cada vez que se mostraba tan solícita era porque deseaba algo a cambio así que dejó de escribir y la miró seria.

-Pequeña, has trabajado tanto que mereces un descanso. -Puso la bandeja en el escritorio.

-¿Que quieres? -Marie preguntó seria, realmente no se fiaba de ella.

-Querida, consentirte, nada más -Marie la observó y Alice sonrió -Bueno si, es que he estado pensado, no deberíamos estar sin la cabeza de un hombre en la mansión, querida podríamos buscar opciones hay tantos solteros codiciables ahora mismo, quizás el londinense de la joyería tan famosa o el chico heredero de la petrolera, incluso hay un espectacular que también se mueve en el ámbito hotelero, hay unos más escurridizos que otros, pero con esa carita de yo no fui podrías pescar algo bueno, piensalo ¿si? -Marie negó con su cabeza, jamás se casaría por conveniencia, al contrario intentaría salir de ese lugar lo más pronto posible.

Al notar el silencio de Marie Alice torció su boca, definitivamente esa muchachita era poca colaboradora, no insistió más y salió sin decir nada más, mientras marie la observaba, era insufrible y odiaba que la vieran como una pieza de cambio, suspiró y siguió trabajando, no podía distraerse y así lo hizo por días, hasta que un mes después Alice volvió con una de sus grandes ideas: una fiesta de presentación.

No supo cómo terminó con un vestido ajustado, su cabello corto y joyería de primera, lo único bueno es que entre las joyas que le habían heredado estaba el anillo que su madre había usado durante su estancia en la mansión Keller, recordaba que solía tocarlo de niña, era un gran zafiro azul índigo rodeado de diamantes, le recordaba mucho a Lisa su madre y por eso había decidido aceptarlo.

Esa noche había estado la mayor parte del tiempo frente a un gran ventanal, totalmente apática, de hecho sentía algo de nostalgia por su madre, incluso su padre que aunque no había sido un buen progenitor sus últimas acciones le había hecho ver otra faceta de él, incluso la había dejado totalmente intrigada, ¿que estaba sucediendo realmente?

-Marie, querida quiero que conozcas unas personas -Su madrastra la interrumpió llevándola hacia el centro del salón y ella suspiró, ya había hecho lo mismo unas cuantas veces y realmente sería la última vez, no deseaba seguir saludando personas.

Cuando llegó encontró a dos hombres en smoking, uno era mayor de cabello oscuro y contextura atlética, el otro era más joven se veía en forma pero más delgado, su cabello era claro sin llegar a ser muy rubio y sus ojos algo amarillos, realmente no había llegado a ver ese tipo de ojos.

El hombre más joven le sonrió y ella lo observó era extraño emanaba una calidez diferente a lo que había visto en Thomas, ella estiró su manos y él en vez de tomarla el joven con acento francés la besó, y le dijo su nombre: Francois LeBlanc, Marie siguió mirando unos instantes cuando el otro hombre comenzó hablar, al parecer eran Franceses y estaban en el negocio del petróleo y como era de esperar la conversación se dirigió a eso.

Ella contestó a varias cosas de qué hablaban, pero se sentía ajena a todo eso con unas ganas inmensas de irse y quitarse esa ropa que parecía más bien un disfraz, llegó un momento en que el hombre más joven interrumpió todo y pidió que los dejaran ir al jardín, no supo cómo, pero se vio caminando tomada de la mano con él hasta sentir el frío de la noche.

Ambos quedaron en silencio y ella agradeció que el chico la sacara con una pobre excusa del salón, sentía que estaba a punto de desbordarse y deseaba mandar todo al demonio, Thomas seguía sin contestar y ella se sentía cada vez más sola y desolada, no podía creer que fuese la única que se aferrara a la promesa de verse nuevamente.

No pasó mucho tiempo cuando comenzó a llover a cántaros, la noche fabulosa había sido dañada y no le importó porque simplemente eso le ayudó a desahogarse y  comenzó a llorar desfallecida, no lo había hecho desde ese día en Canadá cuando había conocido a Thomas, ni siquiera en el entierro de su padre, pero ya en ese instante no podía más y ni siquiera le importaba que un extraño la viera sollozar.

Estiró su mano sintiendo las gotas de lluvia, de repente se transportó a uno de los tantos viajes con su madre, les gustaba la lluvia, ambas solían quedarse ahí y su madre solía contarle historias en referencia definitivamente algo que comenzaba a quebrarla más, la extrañaba y nuevamente se sintió tan sola.

Quizás el hombre podía entrever su desazón, porque finalmente esa noche terminó en su apartamento tomando té y finalmente perder el conocimiento sin ser más consciente de ella, sumiéndose en un largo sueño en donde era dejada atrás por las personas que amaba, como si ese fuese su destino.

Odiaba esa sensación de sentirse dejada, era como si su pecho se comprimiera y la hiciese sentir vulnerable y el hecho de que quizás Thomas lo hubiese hecho hacía de todo eso una pesadilla interminable. Afortunadamente al día siguiente toda esa tormenta se había ido y se había encontrado con un olor agradable y familiar, olía a su casa, a su madre y cuando vio a François concentrado en la cocina sonrió sintiéndose calma, como si por un instante estuviera en una zona segura.


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