La Heredera -CAPÍTULO 1: El internado

 






Suspiró antes de salir de la habitación, la rutina de cada de mañana era abrumadora, por momentos se sentía asfixiada y fuera de lugar, lo odiaba, antes no era de esa manera y quizás su renuencia a tener que habituarse a ese lugar era por eso. Su desdén había crecido tanto que las peleas eran habituales, no permitía que nadie le dijera algo sobre los rumores que se gestaban en su estancia ahí, el ser humano solía tildar y juzgar, ella misma no estaba exenta dado que no le había dado la oportunidad a nadie para acercarse.

-Davis -La voz ronca de uno de los profesores la llamó mientras caminaba por el pasillo, Marie se detuvo y se giró lentamente sin decirle nada, el hombre se rascó la cabeza.

-¿No puedes ser más amable y mostrar respeto? -Continuó, pero ella siguió mirándolo en silencio, quizás toda su cortesía había muerto casi 12 meses atrás, porque en ese instante estaba seca y no lograba sentir nada, ni deseos de complacer a otros con falsa cortesía.

-No me apetece caer en gracia diciendo cosas que no me nacen -Expuso con tranquilidad aunque sonaba más cruel.

El hombre volvió a rascarse la cabeza confundido, la chica era difícil y si no fuese parte de una de las familias más influyentes de Suiza quizás no podría estar ahí más tiempo, lo curioso era que no era particularmente problemática, no obstante sus compañeros se quejaban mucho de ella, dado que solía tratarlos como tarados, también había tenido una pelea fuerte y aunque por el momento estaba calma parecía una bomba de tiempo que en cualquier momento podría explotar así que prefirió no presionarla más.

-Ok, te traía el permiso que te deja salir el 24, eres de las pocas estudiantes que se quedan en el internado, pero tu padre a parte de eso solicitó que tuvieses permitido salidas los domingos. -Eso era otra cosa extraña, aun teniendo familia prefería estar ahí de hecho no era la primera vez que le enviaban un permiso especial, al parecer para su padre era más sencillo pedir que la dejaran salir a merodear por ahí en vez de llevarla a casa.

Marie asintió, tomó el papel y sin decirle nada más, al menos algo bueno en medio de todo eso, al no tener tutor en la ciudad debía quedarse en el internado todas las vacaciones y su padre no había tenido más remedio que pedir permisos especiales, ella se lo había pedido finalmente cuando salía sentía calma, lejos de tanto bullicio.

-¿Donde dejaste a Largo? -Escuchó que alguien le gritó y ella se giró curiosa haciendo que el joven se escondiera en el grupo. No entendía a qué se refería el chico, se suponía que debía ser un insulto, pero no lograba sentirse ofendida, de hecho solo había un tema que la alteraba, aún así entendía ese tipo de comportamiento a veces era más fácil escudarse en grupos para asediar, su madre solía decirle que cuando una persona ataca es más débil de lo que parece, bajó sus ojos y continuó sin responder nada, escuchando a sus espaldas el bullicio, que francamente no le interesaba.

Lo peor de estar en ese internado no era tener que interactuar con personas, era tener que estudiar cosas que había aprendido años atrás, su madre solía decirle que su estilo de aprender se asimilaba con Da Vinci, pero ella simplemente creía que era por sus costumbres Keller tan arraigadas, si bien tenía una parte más liberal por culpa de su madre, no dejaba de ser estricta consigo misma.

Así que estudiar en casa desde que tenía memoria era lo único que conocía y luego cuando comenzó a vivir de forma nómada con su madre continuó con lo mismo, amaba la ciencias exactas le gustaba las cosas que se pudieran comprobar, y quizás era por la parte pragmática que vivía dentro ella aunque con su madre había aprendido otras cosas que no se encontraba en libros.

Ese día se encerró en la biblioteca, ya la reñirian por no ir a clases, pero no le importaba muchas cosas carecían de importancia, así que se concentró en lo mejor que podía hacer: aprender, era como si nada más existiera que las fórmulas o predicados que leía, en ese momento podía olvidar quién era y que la había llevado a estudiar en un internado lejos de todo.

Los días pasaron con tranquilidad, muchos estudiantes comenzaron a irse para sus casas y cada vez se sentía más calma, por no tener que lidiar las personas, odiaba hacerlo y sentía que todo en su vida se había reducido a eso y también lo odiaba, porque las emociones la apabullaban y sentir cansaba mucho, por eso cuando estaba con esa sensación de nada en su pecho podía descansar.

Cuando llegó el 24 de diciembre el día de su permiso especial -dado que no solo podía salir más temprano, sino que además llegar un poco más tarde de lo habitual - no era como si se sintiera particularmente emocionada, huir de ahí no era lo mismo que hacerlo de si misma, porque con solo escuchar la fecha hacía que su pecho latiera más a prisa, la mayor parte del tiempo intentaba evadir sus pensamientos, pero era como si ya no pudiera hacerlo más, su madre había muerto y odiaba esa maldita realidad en donde todo era desesperación.

Por lo general cuando salía iba sin rumbo a cualquier lugar, su padre quien después de su partida le enviaba fuerte sumas de dinero lo cual suplía sus necesidades al igual que ponía en juego su ingenio empresarial, ya que constantemente su madre solía decirle que no siempre estaría para ella y debía poder saber sobrevivir por su cuenta, tuvo razón ella murió y a pesar de que tenían cosas en común nada de lo de ella podría tocarlo hasta ser mayor de edad.

Así que tomaba lo que le enviaba su padre como un préstamo, pensaba que una vez tuviese el suficiente se emanciparia, lo cual no le era tan difícil conseguir con las pocas inversiones que había hecho ya tenía un capital respetable, así que era de las pocas cosas que la hacían sentir bien, de alguna manera buscar empresas prometedoras y comprar acciones era algo que la entretenía.

Ese día por el contrario no deseaba nada de eso, ese día era el aniversario de la muerte de su madre, no supo si fue el frío o su tristeza, pero se aventuró a ir más lejos, había escuchado de un par chicas que hablaban entre ellas, de un parque cerca a un muelle que quedaba a 65 kilómetros en la gran ciudad, desde su llegada hacía 6 meses sólo conocía los alrededores, además el clima en aquel lugar no era muy bueno, aun así emprendió su viaje en tren.

Cuando llegó no quedó tan impactada, realmente había nieve por todos lados y cubría el césped, los colores ocres del otoño ya se habían esfumado, el cielo estaba algo despejado y ésto lo hacía ver un día pintoresco, algunas familias que aprovechaban la pista de hielo cercana, y se podían escuchar las risas, Marie suspiró esperaba encontrar menos personas aun así continuó su camino, hasta que vio algo que le llamó la atención, en una caseta de picnic con techo había un hombre solo concentrado escribiendo en su laptop.

Era realmente extraño debido a la época, así que lo miró curiosa e inmediatamente a Marie le gustó ese hombre tenía un aura diferente, su piel y cabello mostraban un extremo cuidado, sin embargo sus botas descuidadas eran una total contrariedad con su reloj cartier, era tan enigmático que simplemente se había quedado hipnotizada viendolo teclear, hasta que se obligó a continuar su camino, más adelante se giró nuevamente hacia él, le daba mucha curiosidad aquel hombre entonces fue que vio una mujer esbelta acercarse por la espalda, lo tomó de un brazo y acarició su mejilla.

Marie se giró y siguió caminando sin saber dónde ir, tenía un gran camisón blanco que se tambaleaba por el viento con una chaqueta térmica y leggins su largo cabello bailaba al vaivén de viendo, se acomodó el gorro de lana y masajeó sus manos, odiaba el frío, no lograba sentirse comoda. Arribó al mirador y la incomodidad del frío pasó a segundo lugar la vista era espléndida y el recuerdo de su madre la invadió por completo, para ella viajar era un gran placer y lo habían hecho mucho, sobre todo la mayor parte de su adolescencia eso había impulsado su gusto por las lenguas, Asia, América y Sudamérica esta última había sido la favorita de Marie.

Ese viaje conmemoraba su muerte al tiempo que reafirmaba su soledad, estuvo parada para ahí durante más de tres horas, sin que Marie fuese consciente del tiempo, a su alrededor todo cambiaba a medida que pasaban las horas una madre tras un niño inquieto, una pareja de amantes besándose, y como poco a poco las personas comenzaron a abandonar el lugar.

El frío comenzó a emerger atrayéndola a la realidad recordándole que pronto debía regresar, su hora de llegada eran las 6 en punto, eso sí, si no quería que la castigaran, así que sin pensarlo se volteó estrepitosamente cuando sintió un fuerte choque y un olor suave a canela, era el hombre que horas antes tecleaba la laptop y ahora estaba con su brazo extendido tocando levemente su hombro.

-No he podido dejar de mirarte, ya que no has dejado de llorar desde hace ya un tiempo. -Habló mientras la miraba en silencio, era alto con voz grave. Atónita, Marie lo miró y se tocó el rostro con incredulidad y sintió sus lágrimas que rodaban de forma incontrolable, era una situación realmente estúpida, pensó mientras se limpiaba solo atinó a decir:

-Creo que no me había dado cuenta-Bajo su cabeza confundida, él la miró con ternura y le extendió un pañuelo de seda, ella no lo recibió y lo miró a los ojos, eran oscuros y contrastaban con el rubio de su cabello.

-Te invito a un té caliente, ¿Qué te parece? -Marie desvió su mirada y comenzó a caminar, él le había gustado inicialmente, pero en ese instante se sentía vulnerable como hacía mucho no lo sentía y no quería eso, él la siguió, pero ella sin detenerse de forma apresurada le respondió

-Voy tarde tengo que llegar al internado-dijo sin mirarlo, quería evitar volver a mirarlo a los ojos.

-¿Eres de un convento?-Le preguntó con asombro

-Umm...-Musitó con impaciencia, cambiando su humor de repente-No, no lo soy es sólo el colegio donde vivo.-Habló sintiendo que rompía una de sus barreras.

-Si quieres te llevo-Dijo con interés el hombre- tengo mi auto cerca -Ella se detuvo y lo miró nuevamente, alzó su cabeza de forma exagerada, sus 1,70 no eran competencia para los más de 1,95 que aparentaba tener, esta vez su expresión era diferente y por algún motivo la hizo sentir muy cómoda

-Sólo soy una extraña, no le quiero causar problemas.

-Dijo indecisa, bajando la guardia, él le sonrió de forma amplia dejando ver sus dientes perfecto le estiró su mano.

-Mucho gusto: Thomas Ucker, encantado de conocerte ¿Y tu nombre es? -Dijo sosteniendo su mano en el aire.

-Marie-respondió sorprendida y tal vez un poco tímida, tragó saliva y recibió su mano, era cálida y contrastaba con su fría mano.

-¿Ves?-Dijo Thomas con gracia- Ya no somos desconocidos, así que no lo pienses más, vente conmigo. -Marie asintió y se sonrió levemente pensó que era extraño cómo se sintió cómoda con él.

Thomas comenzó a caminar al auto de espaldas, mientras la guiaba al auto, vio sus ropas: un jean azul, botas desgastadas y una chaqueta negra y gris, tenía en su mano derecha aquel reloj francés, de plata negra y blanca que le había llamado la atención, y con que llevaba su laptop color gris de forma descuidada, quizá fue eso verlo sus contradicciones, su mirada o su silueta que se hacía lejana con el atardecer que la indujo a seguirlo, sentía que su mundo se hacía lejano.

Caminaron hasta su auto, una camioneta Ford azul rey, desactivó la alarma y ella se introdujo en el cálido interior, Thomas se acomodó el cinturón, pidiéndole que hiciera lo mismo posteriormente, puso en marcha el vehículo, después de pedirle la dirección condujo en silencio.

-¿De donde eres? -Dijo de forma casual sin dejar de mirar la carretera.

-Estadounidense -Respondió mirando al frente, no consideraba eso una mentira finalmente su madre era todo lo que podrían llamar una neoyorquina y ella a pesar de ser europea se identificaba más con el lugar de su madre.

-Vaya, tu acento es imperceptible-Habló mirándola brevemente y volviendo su cara a la carretera, ella asintió y ésta vez miró su perfil tenía la mandíbula firme su rostro estaba rasurado y su piel se veía tersa -¿Y cual es tu historia? -Thomas dejó de mirar la carretera levemente sorprendiendola, Marie carraspeó al sentirse observada y Thomas miró nuevamente al frente, según podía ver era una niña rica, pero no era una normal, esa chica no lo era.

-¿Mi historia? -Preguntó confundida.

-Si, el por qué estas tan lejos de tu hogar en estas fiestas -La leve sonrisa que tenía se desvaneció. 

-A ellos no les interesa, a mí tampoco -Habló en tono seco y más amargo de lo que quería que fuera, finalmente sonriendo concluyó-Y todos felices- Si bien era cierto que al único que extrañaba era a su hermano, la amargura provenía al recordar a su madre.

Guardó silencio y suspiro, no era lógico que una conversación tan escueta la pusiera de esa forma, él continuó en silencio meditando sus palabras, pronto vio una sonrisa nostálgica en su rostro. Thomas notó el cambio abrupto de humor de la chica, era tan oscura y misteriosa que en vez de decirle que era evidente que algo le molestaba optó por otra cosa:

-¿Quieres que siga viniendo? -Preguntó con voz firme

-Yo quiero seguir viéndote -Le dijo honesto ella le intrigaba además de parecerle una chica dulce, parecía un caramelo duro por fuera y blanda en el centro, y definitivamente deseaba quebrar ese caparazón.

-¿Eso es coqueteo? -Preguntó ella con sus ojos llenos de inocencia y fue increíble lo que esa sola frase le hizo sentir, se sonrió y asintió.

-Es coqueteo -Le reconoció -¿Quieres que vuelva? -Repitió la pregunta y Marie asintió de forma tímida sin decir nada.

-Llegamos, no creí que estudiaras en este lugar -Marie confundida lo miró fijamente.

-¿Sucede algo malo?

-No- Respondió tratando de incorporarse, realmente Victoria se había graduado hacía dos años y no era necesariamente malo, era molesto.

-Ok, debo irme -Marie salió del auto y Thomas también lo hizo esa chica tenía algo tan extraño que lo atraía, era tan pequeña y delgada no era particularmente una femme fatale y quizás eso era lo mejor. Ella se giró y lo miró -también lo noto en ti. -Le dijo Marie sin pensar mucho y Thomas la miró intrigado.

-¿Que cosa? -Marie lo miró fijamente, era tan extraño que ella pudiera sentir algo así cuando por lo general las personas pasaban desapercibidas para ella.

-El vacío en tus ojos -Thomas la miró, esa chica sabía cómo llamar su atención por lo general nadie era capaz de leerlo, no si él no lo permitía, no supo como su mano terminó acariciando la mejilla de ella, tan tersa y blanca, aunque notó cómo el cuerpo de la chica se puso rígido y no tuvo más remedio que bajarla.

-Quiero saber si eso es cierto y tienes lo que tanto he buscado-Habló Thomas y Marie sonrió nerviosa, sin saber a dónde la llevaría todo eso.

-Mi próxima salida es dentro de ocho días, espero verte. -Dijo con su corazón acelerado mientras sus ojos nuevamente se quedaban clavados en aquel hombre. Marie miró al hombre fijamente y apretó sus labios le gustaba lo que sentía al verlo aunque no entendía de que se trataba, esperaba que cumpliera su palabra y verlo una vez más.


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