La Heredera CAPÍTULO 37: No te veas con él.

 




París, Enero de 2014


Se sentía tranquila, después de que los sentimientos la habían desbordado días anteriores, se había escapado y vestía como solía hacerlo, sin ese disfraz que le tocaba usar en la oficina, en ese instante se sentía libre de la pesadez por sus sentimientos, hablar con François había sido de gran ayuda, era como al exteriorizarlo doliera menos.

Ahora que esa persona tan cercana se volviera lejana no dolía, hacía parte de la vida que las personas tomaran diferentes rumbos y ella debía continuar, de hecho, lo agradecía, porque en su momento eso era lo que más extrañaba, le había gustado ese hombre, al menos el que ella veía: sensible, cariñoso, tímido a veces, otras resplandeciente, aunque todas esas cosas le habían llegado de golpe después de esas vacaciones en Suramérica.

François había actuado extraño, en una ocasión había acariciado su espalda con sus dedos, después decía cosas raras, que en verdad hubiese agradecido no escuchar, pero a pesar de que antes recordaba todo eso con pesadez, en ese instante no dolía y esperaba no fuese algo temporal, la soledad nunca le había pesado y no quería que comenzara hacerlo y con ello trajera el recuerdo de François.

Así que Fran, los sentimientos que le traía el recuerdo de su madre e incluso el tonto compromiso que Alicce había celebrado el 24 de diciembre la tenían inquita, sentía que podría con todo eso y muy pronto se podría largar de ese lugar.

Vio un café y sintió muchas ganas de saborear un expresso, así que caminó hacia el lugar cuando sintió una mano en su hombro se giró dándose cuenta que era Thomas, ella lo observó unos instantes, como de costumbre tenía su cabello recogido en una coleta y un gran gabán negro.

-Marie Elizabeth–habló él con voz parca – necesito que hablemos.

Ella lo miró, se había dicho que ya no sería una sirena que comenzaría por vivir su vida al máximo así que de alguna forma dejar su pasado atrás significaba escucharlo y cerrar por completo ese capítulo, aunque meses atrás le había dicho que no le generaba nada y era real, después de ser alguien con quien se sintió cómoda en la intimidad, ya no le ocurría eso, quizás se debía a que ya no confiaba en él como lo hacía en el pasado.

-Vamos –mostrándole la cafetería –

Ambos caminaron en silencio, se sentaron de frente, él se veía inquieto, debía preguntarle solo lo ocurrido en Londres, no le gustó que la posesividad con que Thomas la trató, no se sentía pertenencia de nadie, incluso en los juegos que hacía con William, no quería sentimientos, no quería volver a sentirse dejada...

Llegó el camarero y ella pidió un café, sin embargo él pasó, como era costumbre, lo conocía demasiado y sabía que no era un hombre amante a la comida, por el contrario comía poco -a menos que según él ella cocinara-, le gustaba el cigarro y el alcohol, tenía muy malos hábitos, pero ella nunca lo juzgó por ellos, no le gustaba que lo hicieran con ella, qué le sacaran en cara su condición mental, su forma de dormir en sillones o su adicción por el café.

Thomas la miraba en silencio, no la veía desde aquella noche en Londres, tenía tantas cosas por decirle sin embargo ahora que ella había aceptado hablar con él no sabía cómo comenzar.

-No quiero que te veas con ese tipo-Soltó una vez se sentaron y ella alzó sus cejas.

-Sí sólo me vas a sermonear, me largo- Intentó levantarse, pero él la devolvió al asiento brusco.

-No lo entiendes, pero no es una petición-Marie intentó reír ante su desfachatez, no obstante se soltó de su agarre y lo miró a los ojos con rabia.

-Thomas, tus deducciones creo que andan fallando conmigo, porque sabes que no dejaré de verme con él, sólo porque me lo ordenas. -Thomas miró profundamente y tomó su muñeca con fuerza y ella le sostuvo la mirada como si tuviesen una batalla intensa.

-Te extraño-Soltó él de repente-Nunca debí dejarte-Marie apretó sus labios no entendía por qué le decía esas cosas.

-Yo no te extraño y dejarte me ha permitido seguir mi vida-Negó con su cabeza no quería estar ahí escuchando de él esas cosas, habían quedado claros, no había lealtad, él prefirió seguir con otra persona.

Finalmente ella se soltó de su agarre y sin decir nada, comenzó alejarse a los baños, se echaría un poco de agua en su rostro y se largaría de ese lugar, Thomas Ucker era un hijueputa que sólo quería molestarla. Sintió que alguien la jaló y la tiró en contra de la pared, ella lo miró a los ojos y él la aprisionó con su enorme cuerpo, no podía moverse y eso la molestó, odiaba ese estado de indefensión, odiaba que la tocaran sin ella sentirse cómoda, intentó besarla y ella apretó sus labios, le dio un puntapié y qué lo hizo alejarse levemente.

-Marie, no sabes con quién te metes.

-Deja de subestimarme, si me veo y me acuesto con él es porque ambos nos gustamos y por nada pienso seguir tus caprichos. -Finalmente la soltó y la sangre volvió a pasar por su muñeca.

-Te vas arrepentir de tu decisión-Dijo él antes de salir del lugar.

Marie se sonrió irónica, él decía qué se arrepentiría de verse con William y ese instante se estaba arrepintiendo de haber estado con él, de confiarle tantas cosas y dejarse tocar, quiso gritarle que nunca lo haría y que el sexo era mucho mejor con William y aunque él día de mañana William le dijera qué no deseaba acostarse más con ella, eso no cambiaría.

Comenzó a caminar por la concurrida calle, lo hizo sin un rumbo fijo, terminando en una tienda de tatuajes y piercing, miró la fachada del lugar e intentó seguir de largo, sin embargo su curiosidad fue más fuerte y finalmente ingresó, su pánico por las agujas era algo que había enfrentado con su último tatuaje, era una forma de decirse que necesitaba ser fuerte. 

En esta ocasión renunciaba a ser la pequeña sirena para siempre, ya no sería burbujas, quería vivir de la mejor forma posible. Un hombre alto con una barba negra y espesa la recibió, tenía su cuerpo con muchos tatuajes y en sus orejas expansiones.

-¿En qué puedo servirte? –le dijo jovial.

Ella lo miró un instante, la verdad había entrado sin algo en mente, se tocó sus orejas.

-¿Quizás un piercing? –Marie expresó dudosa, mientras el hombre alzó las cejas divertido ante la indecisión, era evidente que se trataba de una joven de una familia adinerada, aunque sus ropas fueran comunes. 

-¿Un piercing? -Respondió el hombre.

-Sí –dijo ahora segura – quiero un arete en mi oreja.

-Bien –mostrándole un catálogo –Ojéalo y me dices cual quieres, te advierto que los piercings en la oreja son particularmente dolorosos sobre todo estos –mostrándole la parte superior de la oreja.

-No importa –dijo sonriente.

Miró el catálogo había un dibujo de una oreja con una serie de aretes con sus respectivos nombres, sólo quería uno algo no muy llamativo, tocó su arete plegable, tal como la tenía puesta sería un piercing llamado hélix, pero al final optó por el Forward hélix, se lo comunicó al hombre y él le mostró las joyas que le podía poner, se sentía a la expectativa y con entusiasmo escogió una joya en niobio.

El hombre le señaló con un marcador el lugar de la perforación y se la mostró, a ella le gustó el lugar y le dio permiso para hacer el trabajo, quería sentir ese pequeño ardor, que le había fascinado cuando se horadó sus orejas por primera vez.

-Bien, relájate, esto puede doler un poco, depende en mayor medida del umbral de dolor de la persona, así que no te puedo asegurar si dolerá mucho o poco, solo necesito que estés quieta, ya que puede ser peligroso.

Ella se acomodó en el asiento dejando expuesta su oreja derecha, cerró sus ojos, realmente no quería ver la aguja, su corazón latía a mil, era miedo mezclado con expectativa. Él comenzó a desinfectar la oreja, de forma delicada sacó una aguja hueca nueva, de forma ágil atravesó la aguja, ella reprimió un quejido, su cuerpo en general estaba relajado, espero con su oreja palpitante mientras el hombre colocó la pieza del piercing a través del orificio y luego se quitó la aguja quedando la perforación lista. No se había dado cuenta que estaba conteniendo la respiración hasta que terminó.

-¿Todo bien? –preguntó el hombre, mientras se levantaba del butaco.

Ella asintió, si bien no le había dolido mucho la perforación, ahora su oreja le palpitaba acrecentando el dolor, se levantó de la silla reclinable y caminó hacia el espejo y vio el piercing con su hélix levemente rojo.

-Sería bueno que tomaras analgésicos para el dolor, además de que la perforación no se debe tocar, ni intentes moverla ya que podría causar daño, no la laves con jabón, si sigues las recomendaciones en seis u ocho meses estará totalmente sana y podrás cambiarte la joya.

Caminó con el hombre al mostrador, en donde pagó la cuenta y le agradeció saliendo del lugar, de alguna forma se sentía mejor, ya no se autocompadecería más, y definitivamente ahora sabía que debía salir lo más pronto de la presidencia del grupo Keller, no dejaría que manejaran su vida por más tiempo.

No entendía el por qué, pero se sentía feliz, con ganas de trabajar, muy cómoda en su soledad, a pesar de que días atrás le había incomodado tanto, quizás podría ser por la cantidad de recuerdo removidos por William, que días atrás había estado tan triste, pero lo bueno era que eso le había hecho hablar con François de forma honesta.

Al regresar al hotel se cambió por algo cómodo y se puso a leer algunos papeles, tenía una reunión con posibles inversionistas coreanos, que le apostaban al resort, pero la reunión era más una formalidad, porque esos hombres ya prácticamente estaban dentro, lo único que le molestaba era que las reuniones con ellos tenían comida de por medio y por lo general era menús de mar y la última vez se había enfermado.

Comenzó a guardar los documentos en carpetas, tenía mucho desorden en el escritorio, en medio de éste divisó una foto instantánea que Phillipe le había tomado al lado de William, no pudo evitar quedarse mirándolo por unos instantes totalmente perdida, era algo que no lograba explicar, su corazón se aceleró por unos instantes, puso la foto sobre el escritorio tratando de ignorar aquel sentimiento.

Pero no pudo evitar volver a tomarla, pensando que en aquel viaje había sentido cosas extrañas, al inicio siempre se había convencido que él solo quería una sola cosa de ella: sexo y que ella también, quizás fue algo que se dijo para estar con él, finalmente le era imposible negar que le gustaba demasiado.

Miró su reloj eran las 5 de la tarde, si hacía los preparativos para la noche podría estar en Londres, aunque se había dicho que no lo buscaría por un tiempo, necesitaba verlo así fuera un instante, de alguna forma extrañaba hablar con él. 

Le pidió a su asistente organizar lo del vuelo y dos horas más tarde se encontraba en Londres, el frío era intenso y se preguntó por qué era tan masoquista, estuvo distraída durante el trayecto mientras recorría las frías calles de Londres, hasta que pudo divisar la fachada del hotel.

Se bajó directamente hacia la suite que ya tenía reservada, dejó sus cosas y en unos cuantos minutos bajó al hall en donde le marcó al William, su corazón de repente se aceleró al escuchar cada timbre del teléfono, una leve decepción recorrió su cuerpo al ver que dirigía al buzón de voz, metió el móvil en su bolsillo y siguió su camino tomaría algo en el restaurante, pero su bolsillo vibró nuevamente y su corazón se aceleró, contestó

-Hola fresa –le habló él notablemente contento, mientras el ruido de música se escuchaba a lo lejos eso le hizo contraer nuevamente su estómago, quizás no estaría en condiciones para verse.

-Hola, William estoy en Londres, quería saber si podemos hacer algo –Sonando totalmente calma, aunque sus manos ahora estaban frías y sudorosas.

-Lo siento, yo estoy haciendo una visita social en Madrid –la decepción volvió a golpearla, ¿qué esperaba? ¿Que ella lo llamara y él la atendiera de inmediato? Se recompuso y le dijo:

-Ah ok, será para la próxima, que te diviertas – Sabía que lo haría, aunque ella no se lo dijera.

-Un beso mi fresa traviesa, pórtate bien. -Le lanzó un beso

-Un beso también, Te llamo después, - colgando al instante.

Suspiró ¿a qué se refería con eso de portarse bien? Rió para sí, de alguna forma se sentía algo patética, evidentemente debió llamarlo antes de tomar un vuelo hacia Londres últimamente estaba siendo algo imprudente cuando se trataba de él.

-Elizabeth –una voz conocida la sacó de sus pensamientos.

Era Daniel, que caminaba al lado de una mujer de cabello castaño y piel bronceada, al igual que otros dos hombres uno igual de alto que él, el otro era un poco más bajo y de tez morena. 

Ella le sonrió el primer día le había sido muy difícil verlo, le recordaba de alguna manera el pasado que en ocasiones intentaba olvidar, pero ahora de alguna forma agradeció el encuentro.

La hizo alejarse de pensamientos absurdos y  relacionarse con una vieja amistad era bueno, conoció a sus compañeros de equipo e incluso a su prometida, le dio gusto saberlo tan feliz Daniel había sido importante, una época en donde tenía a su madre viva, pero cuando le dijeron de ir a un club desistió, no se sentía de ánimo para bailar, se despidió de forma amable y decidió salir un poco por la ciudad, estar en ese hotel le traía recuerdos no gratos y su primer  desencuentro con William.

Pidió que la llevaran al Big Ben cuando salió del auto, se aferró a su abrigo, aún hacía frío, caminó por el puente viendo a lo lejos The London eye, adornado con las luces nocturnas, cerró sus ojos recibiendo la fría brisa, no negaba que estaba un poco triste por no poder ver a William.

Recordó la noche que él la llevó a aquel lugar, había una gran multitud, debía reconocer que esa noche había sido extraña, se había sentido tan fuera de lugar, como si no pudiera encajar con él, totalmente torpe. De repente llegó la imagen de él sonriendo tontamente ante su móvil, sentía que alguna forma él le decía a gritos que ella era una mujer aburrida, meneó su cabeza, ya no quería pensar en eso, dejó de sonreír de verdad se sentía algo patética.

Volver a esa habitación oscura no le había ayudado a conciliar el sueño, se hizo algo ligero para comer e incluso leyó por un largo rato, aun así, solo pudo dormir unas dos horas hasta que la luz hizo que la somnolencia se le quitara por completo. Caminó al baño, se dio una ducha ligera no porque quisiera, sino más bien para despertar completamente, se vistió con unos jeans y un suéter de cachemira blanco, tomó una cazadora y empacó el resto de cosas, dejándolas listas para que las recogieran. Su móvil sonó:

-Beltrán.

-Señorita, lamento informarle que el jet tuvo complicaciones, debe esperar un día más en Londres.

-Sabe que no puedo hacer eso, me iré en tren -dijo como si fuera lo más brillante que se le hubiese ocurrido.

-Es realmente peligroso que haga eso

-Tengo una docena de guardias, no veo que me pueda pasar

-Como usted diga, -habló finalmente.

Llamó al jefe de seguridad el cual llegó minutos después tocando su puerta.

-Señorita Keller, ¿me necesitaba?

-Sí, mi maleta está lista, pero hoy no viajaré con ella, me iré en tren.

-Como usted diga, encargaré a dos de los guardas para que la acompañen.

-Que sea sólo uno, por favor, voy a salir a caminar un poco antes de ir a la estación.

Él asintió saliendo del lugar, ella tomó su móvil y una tarjeta de crédito, dejando el resto de cosas en la maleta. Bajó al hall donde la esperaba uno de sus guardas, vestido de manera informal, ella le asintió y salió sin mirarlo siendo consciente que la seguía, de alguna forma su vida ahora era muy complicada y eso la desesperaba.

Caminó sin prestar atención a su entorno, pensando que su vida no era tan mala y que aún podía salir a dar un paseo sin tantas molestias, miró su reloj dándose cuenta que ya casi era mediodía, tomaría el tren hasta las seis de la tarde. Metió la mano a su abrigo sintiendo su móvil, lo llamaría antes de irse, marcó su número escuchando cada timbrazo mientras seguía caminando.

-¿Fresa?

-Hola, solo quería saludarte antes de irme- alzó su vista dándose cuenta que tenía un café en frente, reanudó su paso hacia él.

-Bueno, que tengas un buen viaje.

-Gracias -se rió - Y ¿qué tal el tuyo?

-Mmm... Diría que los miércoles no se hicieron para fiestas y que no estoy tan joven como antes.

-Nunca creí escuchar eso de ti, -sentándose en una de las mesas de lugar él no parecía de esas personas viejas que se quejaban de molestias corporales- Creí que el día era lo de menos para ir a una - retiró un poco el celular -Un expreso, por favor -volviendo atraer el auricular a su oreja.

-Pues ya ves Fresa tú y yo acabamos de aprender algo, primero que no debo hacer algo como aquello de nuevo en día laboral y segundo que tú no me conoces.

-Tienes, razón -hizo una pausa tomando un sorbo de su café, emitiendo un sonido

-Casi siempre la tengo, no suelo decir cosas sin pensar. -Ella dejó la taza en la mesa.

-Sí, para después no tener que retractarse se debe estar seguro de lo que se dice, creo que en eso si no soy buena -jugueteando con su dedo el borde de la taza.

-Retratarse no está del todo mal, uno siempre tiene la posibilidad de recapacitar

-Sí, de eso si he tenido bastante a veces creo como si tuviera que recapacitar sobre toda mi vida -se sonrió, luego hizo un ademán al camarero pasando su tarjeta.

-¿Y qué reestructuraciones tienes en mente? -Dijo divertido. Ella lo meditó un instante mientras recibía nuevamente su tarjeta

-Dimitir al Grupo Keller -habló pausada, mientras salía nuevamente al exterior.

-¡Oh! Esas son palabras mayores.

-No tanto. -haciendo una pausa - Eso debió suceder hace más de seis meses, sólo que como te dije en muchas cosas he tenido que retractarme y aún sigo prisionera entre las cuatro paredes de mi oficina -esta se rió, aquello dicho en voz alta era realmente cómico.

-Bueno, le darás la razón a todos entonces.

-¿La razón? -esta vez sonando triste, nunca había pensado que eso sería como dejarles ganar algún tipo de mérito sobre ella.

Tan solo deseaba irse, sentía que ya no podía más con esa farsa y tenía la leve esperanza que William podría entenderla, por algún motivo confiaba en él, sabía que era estúpido, era un extraño, pero eso era mejor, sin lazos de ningún tipo mostrándole otras formas de vida.

-Sí Fresa, a todos esos que te subestiman, no esperaba menos de ti que hicieras algo semejante. -Le dijo algo enojado, quizás tenía razón, pero no le importaban esas personas, escoger la forma en que quería vivir era algo importante para ella.

-Aún falta para eso William, aunque ahora tomé la determinación, aún tengo que terminar muchos asuntos pendientes, sabes que esto es como un laberinto entre más intentas huir más quedas atrapado, ahora incluso Alice volvió con el tema del compromiso, es ridículo como a veces luchar solo enredara las cosas -deteniéndose de repente - William, sé que yo solo soy un activo más, algo descartable -hizo una larga pausa, sintiéndose vacía, era verdad solo era un cascarón.

Esa opresión que la acompañaba desde que había vuelto a la mansión Keller, su hermano le preocupaba, incluso si a ella le ocurría algo también le preocupaba al pensar que lo dejaría solo. Pero no quería que esas personas le arrebataran su vida, por más que él dijera qué les daría la razón de alguna manera no deseaba demostrar nada, no tenía por qué hacerlo.

-¿Compromiso? -Interrogó William con irritación, sacándola de sus pensamientos.

Hacía un año estaba en un compromiso absurdo, insistían que se casara con ese hombre incluso sin consultarla habían programado fecha para el enlace, así que le contó cómo el 24 dieron la noticia ante la sociedad, aunque ella no había estado en el evento, odió que Alicce se tomara ese atrevimiento, inventando algo justo esa fecha.

 Miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba en lo que parecía ser un parque, no se dio cuenta cuando se alejó tanto y se sintió perdida.

-Eso es cruel, tu madrastra no tiene límites, sabe que es una fecha que no soportas- La voz de William dejó de escucharse de repente.

Marie sin ser consciente de que él sabía sobre sus resistencias a ese día simplemente le dio la razón, era el único día que deseaba borrar de su existencia, le habló triste, lo odiaba y siempre quería borrarlo de su vida, por lo general se emborrachaba, aunque no era algo que hiciera adrede solo comenzaba a servir una copa de vino tras otra y finalmente no era dueña de sí. 

Suspiró, mirando la gente correr a su alrededor, el mundo seguía su curso y ella se lamentaba por un hecho que ni siquiera recordaba, ¿cuánto tiempo más se quedaría detenida en ese tiempo?

-¿Aún estás en Londres? -La voz de William le hizo estar consciente que aun hablaba con él.

Le contó sus planes, viajar en tren le gustaba, aunque se demorara en regresar deseaba tomarse un tiempo a solas, pero le sorprendió que le preguntara en donde estaba, sus ojos vagaron por el lugar en busca de una pista había caminado de forma aleatoria.

-Umm, -leyó un letrero -Russell Square -reanudando su caminata.

-Quédate ahí, ya voy. -Ella se detuvo de golpe

-Ok -alcanzó a decir -Te espero -con un gran nudo en su estómago.

No pretendía verlo, de hecho, en ese momento estaba realmente susceptible como para hacerlo, pero como para variar no había podido decirle qué no, ella bajó lentamente el teléfono, la verdad cuando lo llamó ni siquiera estaba segura que estuviera en la ciudad.

Guardó su móvil de alguna manera, él le había hecho caer en cuenta que no se trataba de huir, aunque fuera en lo único que William pensara, la idea de irse de ahí la había alegrado los últimos días, además de que estaba el tema de Gerard, el año pasado pelear con él no había sido una buena opción, había hecho cosas que no imaginó, ya no quería seguir desgastándose por ellos.

Se sentó nuevamente en una banca, y subió sus pies a esta, se recostó cómoda, vio a lo lejos a su guarda, por lo menos el nuevo equipo de seguridad no cuestionaba sus decisiones de todas formas siempre le sucedían más cosas en su propia habitación y le parecía tonto tener guardas cuando éstos no era de utilidad.

Miró a todos lados William le dijo que lo esperara, pero realmente el lugar era amplio ¿cómo sabría donde ella estaría? Suspiró mirando a su alrededor, aún hacía frío en la ciudad, su suéter había sido una buena opción. Se acordó de su oreja, había pasado tan solo un día, pero el dolor era casi imperceptible, aunque le habían dicho que dolería muchísimo puso sus dos manos en la barbilla, había pasado mucho tiempo esperando, bajó sus botas al pavimento y cruzó sus brazos. 

De repente lo vio a lo lejos, venía con un traje Armani, color gris y una corbata violeta, ella se quedó mirándolo unos instantes, era tan bello ese sujeto, que era normal que ella se pusiera como una idiota cada vez que llegaba, se levantó lentamente de la silla, para recibirlo.

-Hola fresa. -Ella le sonrió

-Hola William -mirándolo fijamente, no se había dado cuenta hasta ese instante que lo quería ver y abrazar, pero quizás él no era de abrazos, se acercó lentamente tomando una de sus manos.

-Estás helada Fresa, ¿tienes frío?

-Si -dijo esta vez sin contenerse y lo abrazó la calidez de su cuerpo la envolvió y cerró sus ojos por un instante.

-Y hueles a fresas como siempre- puso sus labios en su cuello y ella se estremeció.

Ella movió su cabeza en su pecho en forma afirmativa aferrándose aún más, sabía que no debía estar con ese hombre, pero lo dejaría pasar, sólo un poco más y dejaría de actuar pensando en su siguiente paso. Quería sentir esa sensación que la embargaba con él, quizás era egoísta o quizás a él no le importaba que lo fuera, realmente era algo en lo que no pensaba, para ella estar con alguien era un acto de libertad y al verlo en ese instante le decía que en esa libertad él deseaba un poco más de su compañía así fuese solo de tipo sexual.

Hablaron de su compromiso, de cómo esas personas habían seguido con el tema, aunque había dejado claro que no lo quería, pero no sabía cómo decirle que había cometido irregularidades y que se suponía que ya no tenían argumentos para hacerla casar con la familia Schulz, las empresas no estaban en condiciones legales para fusionarse, pero tristemente William imaginó que ella se prestaba para eso y ella le dejó claro que no.

William acaricio su cintura por debajo del suéter, sus grandes manos la rodeaban y le gustaba esa sensación, le gustaba estar así así fuese unos instantes, ya después se iría, se decía internamente, ya después pensaría en eso, por ahora solo disfrutaría su compañía, de su respiración.

-¿Te acuerdas lo que te dije acerca del black jack? -Ella alzó su rostro y lo miró fijamente.

-¿A engañar a tu oponente? -Él le sonrió.

-Sí, nunca olvides eso ¿lo recordarás? - Dijo caminando abrazado a ella por el parque.

-Sí, lo haré -sonriéndole - por ahora les dejaré creer lo que quieran.

Suspiró pensando que era verdad hablar sobre ese compromiso sólo los alertaría, habían pasado meses el asunto en silencio y quizás ellos creían que podían continuar sin consultarla, por más que la indignara no era momento de discutir, pensó en la foto que Gerhard le había tomado, días antes cuando fue a dejar a su hermano al internado, se había puesto un estúpido tutu, por insistencia de Petruska y ese sujeto Gerhard se había aprovechad, odió pensar que tenía algo de ella..

Sin querer le dijo a él que necesitaba verlo para quitarle algo suyo, aunque no le explicó que era, a lo que él contestó:

-No quiero que te veas más con Gerard-La voz de William irritada lo hizo mirarlo, al parecer la estaba mandoneando y de alguna manera le causó gracia, a diferencia que con Thomas.

-No lo haré -dijo mirándolo a los ojos y por algún motivo esa petición le pareció extraña, aunque no era algo que fuese hacer en realidad - Solo necesito acceder a su móvil, y quitarle la foto que me tomó -suspirando -Ya me había dicho que no haría más cosas ilegales, pero me molesta pensar que tiene algo mío -Aferrándose aún su calor se sentía muy bien.

-¿Cómo que te tomó fotos? -Ahora se escuchaba más molesto y ella lo miró en silencio-¿Cuándo te tuvo tan cerca como para tomarte fotos? - La alejó brusco y la miró con rabia, seguía sin entender su reacción.

-Sólo fue coincidencia, -Le explicó, de forma idiota- cuando llevé a Phillipe al colegio, yo la verdad ni me di cuenta que estaba ahí

Dijo a modo de explicación sin embargo el rostro de William lucía descompuesto Marie sintió una opresión no le gustaba sentirse así con él volvió a asirlo y acaricio su espalda levemente intentando calmar su testosterona.

-Es realmente desgastante -le dijo con sus manos aferrándose a su cintura - te dije que había tenido un año de mierda, parte de esa mierda es él y Alice.

No deseaba hablar al respecto, por más que ella peleara contra Alice encontraba la forma de involucrarla, en ese instante quería dejar ese problema de lado, tan solo disfrutar su compañía y ya después vería qué hacer con ellos, sí antes se había atrevido a pelear en esta ocasión no se quedaría cruzada de brazos.

-¿Él te gusta? -Preguntó William finalmente.

Sin dudarlo le dijo qué no, nunca se había sentido de esa manera respecto a él, las cosas que despertaba en ella era desprecio y asco, pero William en un movimiento rápido se acercó a sus labios y la hizo olvidar de todo, Marie sintió esa opresión acostumbrada en su estómago, ese vacío que acostumbraba tener cuando escalaba, lo tomó el borde de su saco y se perdió en el sabor de su boca y el movimiento de su lengua, le gustaba besarlo y sentir su contacto, su pecho se oprimía y era feliz.

Cuando se separaron lo vio hacer una mueca y acto seguido tomarse una pastilla, lo miró curiosa, no se veía bien y por algún motivo no le gusto saberlo enfermo, de manera instintiva se empinó y le tocó su cabeza intentando hacerle un masaje, pero era inútil no llegaba hasta él.

-¿Te duele la cabeza? -Haciendo presión en su sien con sus dos manos con bastante dificultad.

Él la miró sus ojos eran duros y no sabía si de fastidio por su pregunta y ahí estaba nuevamente el señor Tilman, ese qué la miraba severo como si no la quisiera a su lado, aun cuando acababa de darle un beso, de repente desvió su mirada y ella bajó sus ojos decepcionada, quizás él no deseaba estar ahí, pero entonces ¿por qué había ido? O ¿quizás estaba más enfermo de lo que parecía?

-Tengo resaca. -Respondió seco después de unos minutos.

-¡Oh! -dijo sonriendo, se trataba de eso - Yo bebo cuatro copas y dejo de recordar -se sonrió.

-Yo no tengo ese problema Fresa, recuerdo muy bien qué hice anoche.

-A mí no me desagrada olvidar por qué comencé a beber -hizo una pausa, realmente se refería a esa noche y el dolor que eso le producía, no le importaba olvidar ese vacío que llegaba con la oscuridad y los terrores que la acechaban - ¿Sabes? Hoy de repente me siento osada -dijo picara.

-Siempre te sientes osada- William miró su reloj parecía apurado- ¿a qué horas sale tu tren?

-Umm así es -se tocó su estómago - hace mucho que no como un gran filete-Ignoró su pregunta estaba muy emocionada con la idea de comer algo de carne.

-Al menos te preocupa tu alimentación, empezaba a pensar que no te alimentabas, pero Marie no respondiste mi pregunta- Cambió su tono de voz, estaba furioso- ¿a qué horas sale tu tren? Recuerda que no me gusta repetirte las cosas.

-Es el último tren de las 6 -miró su reloj, luego giró al guarda que los había seguido.

-Bueno, entonces déjame hago una llamada y te llevo a que te comas tu filete.

Ella caminó donde el guarda para decirle que le dieran espacio, lo miró de reojo, a veces parecía de buen humor y de repente éste se esfumaba, suspiró y lo vio hablar por teléfono ¿si se iba lo extrañaría? Quizás lo haría, William tenía algo que de alguna manera la hacía sentir bien. Regresó con él y se tomaron de la mano, fueron hasta su auto, ahí se acomodó mientras se quitaba el sombrero que llevaba, miró hacia el exterior.

Londres era una ciudad que no le agradaba, era muy plana para su gusto y después de estudiar cerca de ahí había no quedado con ganas de no volver, que estuviera en ese instante en ese lugar congelándose tenía un nombre y estaba a su lado nuevamente con esa expresión severa.

Cuando llegaron al restaurante Marie miró el lugar curioso, se quitó sus gafas oscuras y volvió a tomar su mano entrando al lugar el cual observó detenidamente, se podía escuchar Jazz de fondo lo que la hizo sonreír, de alguna forma le recordaba a su abuelo y sus clases de música. Se acomodaron en una de las mesas, ella puso sus cosas sobre ésta esperando que el camarero llegara por la orden.

No pudo evitar decirle lo mucho que le recordaba al bar de Jazz al que solía ir con su abuelo a New York, quizás sonaba extraño que una niña estuviera en un lugar como ese, pero le encantaba estar con su abuelo y ella se infiltraban en el lugar como fuese, sus mejores recuerdos era a él viéndolo tocar el piano junto a los otros una tonada improvisada , él olor a puros y licor, definitivamente extrañaba a su abuelo, ni porque los chicos de grupo le habían dicho que los llamara de esa manera podía llenar el vacío que había dejado.

-Bueno deberías comerte un filete de pierna de venado y setas, es rico y cumple con lo que deseas.

-Está bien, llevo un año sin probar carne, creo que ese sería un buen comienzo.

-De razón estás tan flaca.

Ella estiró su boca, él insistía en lo mismo, pero el estrés acumulado en ese año no la dejada engordar, recordó que recién llegó al grupo tenía al menos cinco kilos de más, sin embargo estos se esfumaron y llegaron más terrores nocturnos de los habituales y su insomnio volvió con más frecuencia, dormir más de tres horas era en ocasiones una proeza.

No quiso decirle nada, no quería despertar lástima, por el contrario, ver como tocaba sus labios y ella se los besaba le hacía querer otras cosas de él, todo menos pesar, ya había pasado por una situación en donde un hombre la había visto con tanta lástima que lo odió.

En cambio, ahí estaba William siento tan amable y ardiente, definitivamente cuando quería era una persona tan cálida que simplemente le hacía querer estar más tiempo con él, lo repasó mentalmente, no quería que nada de ese momento se borrara, reemplazar una memoria dolorosa por un momento como ese era agradable.

Le explicó que sucedía, que ese año dejó de comer carne, aunque se hacía comida deliciosa, viajar tanto le había dado tantas formas de cocinar que ella era consciente que, aunque no se comparaba con un chef sabía cocinar muy bien. Se acordó de los rotti argentinos y en ese momento se emocionó, su cuerpo estaba a la expectativa por algo de carne.

-¡Argentina! ¿Cómo puedes comer en lugares como esos? -Le dijo cuándo le habló por su gusto por los asados argentinos-Capaz y te da una infección, no creo que tengan condiciones de salubridad.

Ella rió divertida, sonaba tan elitista, aunque en general fuese un mal hablado, pero ella había viajado por el mundo tan solo con un par de billetes y una mochila, había comido en lugares remotos con personas realmente humildes y en lo último que pensaba era en infecciones, aunque... Aunque no podía negar que su cuerpo en ocasiones la traicionaba y terminaba en hospitales, pero no era algo que la agobiara.

-Tanto Argentina con Brasil son exportadores de carne, de verdad algún día deberías probar.

-No lo creo, con Matt bromeamos a menudo con ir a Cuba por puros, pero ni siquiera con ese aliciente nos animamos.

Ella alzó su cabeza pensativa, ambos eran unos niños ricos, unos que fumaban puros y bebían Whiskey, pero qué no se atrevían a ir a un lugar como Cuba, al parecer el chico malo que conoció en ese compromiso era también realmente engreído. 

Le contó sobre su estancia en ese lugar además de sus idas a Bariloche en diciembre cuando llegaba el verano, omitió decirle cosas como qué ese lugar había sido él último donde vivió con su madre y qué más que el clima, iba ahí a... Quitó esos pensamientos idiotas, él no tenía que ser partícipe de sus miedos y de ese sentimiento tan parecido a la melancolía que la acompañaba constantemente. El mesero llegó y ambos guardaron silencio, mientras hicieron el pedido.

-¿Dónde queda Bariloche? -Preguntó él una vez el hombre se fue.

-Queda en Argentina, es un lugar famoso por sus zonas de esquiar, aunque si me detengo a pensar no he pasado una temporada de nieve ahí. Pero es un lugar hermoso.

La cara de William cuando le dijo de esquiar en la nieve fue divertida y en ese momento olvidó por un instante qué era la heredera mientras hablaban sobre Sudamérica y sus exóticos destinos, no podía evitar sonreír como tonta, incluso de contarle sus aventuras con su madre haciendo autostop, él de alguna manera le daba confianza y hacía que compartiera memorias que tenía celosamente guardadas.

-No sabía que hicieras auto stop, -Le dijo en ante lo que le acababa de decir-Matt y yo solíamos hacerlo hace años, por diversión.

-Divertido -dijo de repente muy alegre - sí, totalmente. ¿Y dónde llegaron a ir Uds.? -curiosa.

-Recorrimos Suiza, toda ella.

Marie sonrió nostálgica al escuchar eso, su país tiene paisajes maravillosos, limpia incluso sus poblados más pequeños parecían salidos de una postal, sin embargo nunca le había interesado recorrerla, incluso el chocolate suizo del que tanto alardeaban lo odiaba, escuchó a William reír cuando le confesó esas dos cosas y su creencia de que había nacido en el lugar equivocado, puntualizó de que a ella le gustaba llevar la contraria y qué era desobediente solo con el objetivo de mostrarle a los demás qué hacía lo que quería.

Para ella se trataba de eso, la vida era demasiado corta como para no hacerlo, se trataba de vivir a su manera, sin remordimientos, le recordó que nacer en esa familia le tenía preparado su vida y que quizás parte de sentir que se perdía de cosas le gustaba llevar la contraria en todo, él por su parte le habló de su hermana y ella se sonrió al recordar las palabras de Matthew en aquella gala de agosto, él quería que su hermana viviera su vida como quisiera y eso le pareció realmente bonito de su parte, la curiosidad de conocer a William en ese instante no había sido en vano, ahora que lo hacía le gustaba lo que sentía a su lado.

El poder de las palabras era grande y de alguna manera su curiosidad por conocerlo fue algo latente en ella, recordó cuando afortunada era Pauline con su hermano y así se lo confesó a él, algo que en el fondo quería decir mucho más, porque debía ser increíble que tener a alguien que te quiera y proteja, deseaba estar alejada de todo eso,

-Estar alejado de todo esto es algo refrescante, de alguna forma disfruté la época de mi vida en donde solo fui Elizabeth Davis.

-¿Te cambiaste el nombre? - Le preguntó curioso.

-No, mi padre cuando me envió a Toronto lo hizo con el apellido de mi madre y mi segundo nombre.

-¿Por qué haría algo como eso?

Ella lo miró con asombro, realmente no se lo había preguntado, en ese tiempo estaba realmente furiosa con él, bueno a decir verdad con todo el mundo, hasta qué Phillipe llegó a su vida, sin embargo su padre sin consultarla la había enviado lejos con otros apellidos. Le confesó a él que no sabía por qué lo había hecho, pensó para sí, sí tenía que ver con los papeles que él le había dado, finalmente le dijo lo que circulaba en el medio y era la maldición de su familia.

Lo vio reír con ganas y ella lo miró fijamente, sus delgados labios hacían una mueca graciosa, le gustaba el rastro de barba que se dejaba, aunque no lo parecía se veía cuidada, no como la del energúmeno de Thomas qué la llevaba totalmente descuidada. Él solo le dijo que era una tontería, le gustaba como le restaba el drama a las cosas y aunque ella no lo había dicho con esa intención, simplemente creía que su apellido escondía algo y no precisamente por maldiciones.

El mesero llegó y él tomó su copa de whiskey mientras ella seguía sus movimientos en silencio, el olor de su plato la interrumpió y abrió sus ojos muy grandes al ver la pinta, se veía exquisito, se relamió los labios, definitivamente había sido una buena elección.

-Me gustaría que me miraras como lo haces con ese trozo de carne. -Marie alzó su vista algo confundida, luego le guiño un ojo, William se podía equiparar a un filete jugoso, era grandulón, de facciones simétricas y muy delicioso, un rubio muy bello a la vista

-Eso tiene solución -lanzándole un beso, le parecía gracioso su pedido.

-No definitivamente no me miras de la misma forma que a ese trozo de carne, me pregunto si a Gerard o a LeBlanc los miras así.

Ella dejó el tenedor y sonrió, aunque estaba algo sorprendida por su comentario, Gerard nunca había sido de su interés, en cuanto a François... Él sí, pero era algo muy diferente, todo con él de alguna manera había sido extraño, con él había sentido más miedos que lujuria.

-Si puedo ser sincera sin sonar patética, eres el primer hombre que me revuelve todo, haciéndome ver como una total salvaje -Le confesó de manera descarada, sacándole su lengua y lamiendo su labio superior, mientras regresaba a su plato.

William Tilman tenía un algo que iba más allá de su físico que la hacía actuar de una manera realmente irracional, la llevó a su cama en una noche, le hizo colgar celulares e incluso hacer berrinche en un taxi, definitivamente era mejor terminar eso en algún momento, no deseaba seguir actuando de manera irracional, eso complicaría su estadía en ese lugar.

-No lo dudo, no tienes mucha experiencia en el aspecto de ser salvaje. -Dijo él en un tono que no pudo identificar si era despectivo o condescendiente.

-Quiero pensar que aquello fue un cumplido -estirando su boca.

-¿Por qué sería un cumplido? -Sus ojos se iluminaron divertidos.

-Por eso digo que quiero pensar que lo es. Lo admito sólo he estado involucrada con un solo hombre antes de ti, pero no creo que sea algo malo, solo digamos que he tenido intereses diferentes -Tomando el tenedor y metiendo un trozo de carne a su boca, emitiendo un ruido de placer.

Definitivamente él volvía a echarle en cara su inexperiencia, lo sabía, quizás un hombre como él tan promiscuo deseaba una mujer con las lecciones del Kama Sutra aprendidos, sin embargo no tenía por qué fingir algo que desconocía y en su escasa experiencia se había dedicado a sentir, tampoco tenía por qué sentirse mal, ser promiscua no se le apetecía en ese instante, tener que lidiar con personas era algo que realmente le daba pereza.

Se saboreó sus labios e hizo un leve sonido con su boca, definitivamente eso sabía increíble, tomó un trozo de carne y la restregó en el jugo y lo metió a su boca, definitivamente en algún momento vendría a probar más platillos en ese lugar.

-Deja de hacer esos ruidos.

Ella se detuvo de repente, sin comprender del todo a que se refería, vaya ¿había tenido tan malos modales en la mesa? Por un momento se sintió tímida, otra cosa que él generaba de vez en cuando, realmente no le prestaba mucha atención a ese tipo de cosas, la mesa estaba para disfrutar la comida y punto.

-Lo siento, es que está muy rico -Sintiendo que sus mejillas calientes, él la miró con un gesto de malicia.

-Pon tu pierna en mi entrepierna- le dijo muy bajo y ella arrugó su frente ante su pedido.

Quitó su bota con su otro pie dejando su pie descalzo haciendo lo que él le dijo, sintió su erección eso hizo que se pusiera aún más roja sus mejillas.

-Es por eso que te digo que dejes de hacer esos ruidos. No puedo evitar imaginarte desnuda encima de mí.

Ella apretó su boca, suspirando hondamente tratando de recomponerse, no podía ser tan desconsiderada con él, sabía que las erecciones que no se llevaban a término podían traerle problemas a él y realmente no imaginaba a un hombre como él célibe.

-Está bien lo intentaré -bajando lentamente su pierna a su sitio, tomando esta vez el tenedor tratando de contener cualquier ruido, tenía que hacer un gran esfuerzo porque en definitiva el plato estaba delicioso.

-Es en momentos como esos cuando haces evidente tu inexperiencia, -Le habló y ella alzó su cabeza curiosa-cualquier mujer en tu lugar los haría aún más hasta el punto de llevarme a perder la cordura- Marie le sonrió.

Hizo un pobre intento por seducirlo, pero fue un total fracaso intentó tocarle su entrepierna con su pie y masajear, sin embargo él la paró.

-Para Fresa, tienes un tren que tomar y yo debo volver a la oficina, no me hagas un infierno eso, te prefiero sin experiencia, a veces me divierte ver cómo te vas pervirtiendo.

Ella abrió su boca y meneó su cabeza, sacándole la lengua, sí debía pensar en su miembro sí era sincera no deseaba que se le averiara, bajó su pie nuevamente.

-Buena chica.

Ella sonrió y siguió comiendo aún le quedaba más de la mitad del plato y a su ritmo se demoraría mucho, metió un trozo de carne acelerando un poco su boca, sin embargo al poco tiempo sintió como comenzó a tener hipo, tomó un poco de agua sin embargo era difícil que este parara, dejó el tenedor frustrada. Viendo como William estaba concentrado en su habano. Su móvil comenzó a sonar, ella lo miró, pero ahora mismo no podía hablar, tomó un poco más de agua menguando su hipo.

-Lo siento debo contestar -le dijo entre cortada.

-Por mí no te preocupes- expresó al tiempo que miraba la hora en su reloj.

-¿Qué sucede? -dijo seca

-Señorita Keller, la producción en la fábrica de Hong Kong se ha parado, al parecer ese filial se encuentra en auditoría, ahora mismo están en su oficina confiscando los discos duros, y papelería.

-¿Desde cuándo sucedió esto?

-Anoche -dijo dudoso y ella suspiró

-No puedo creer que seas tan inepto y no me hayas avisado, ¿en cuánto oscilaron las pérdidas?

-Ehh -dijo dudoso

-Que me digas un porcentaje, ¿es tan difícil? -dijo con voz seca.

-Estamos hablando de un 60%, además de que debíamos entregar unos pedidos la próxima semana, así que esto podría aumentar.

-Ok, déjalos que tomen lo que quieran, yo estaré allí -mirando su reloj, se había arruinado su regreso en tren - espero estar allí en menos de tres horas -colgando el teléfono.

William la miró serio y dejó el habano sobre el cenicero de la mesa.

-¿Todo bien? -Ella le sonrió suspirando.

-Al parecer mi negativa nuevamente ante el compromiso trajo sus consecuencias antes de lo que pensé, al parecer estoy bajo auditoría, además de que congelaron, actividad en las empresas de producción - dijo relajada - Esta vez se han arriesgado mucho - El año pasado no habían hecho un movimiento tan arriesgado además porque eso le supondría a ella una visita a la comisaría.

-Es tan típico de Gerard jugar sucio, dame tu mail privado- dijo sacando su móvil.

Ella tomó su móvil enviando el mail por mensaje, él la tranquilizó y eso la hizo sentir muy especial, le dijo qué todo tenía solución y le vio hacer una llamada, escuchó que le pedía algo a la persona del otro lado y finalmente le dijo que debía revisar su email en una hora y que usara todo con cautela porque era algo que lo comprometía a él y a Matthew, ahí comprendió que hablaba con él.

Ella asintió sonriéndole, mientras lo observaba, había sido un gesto muy amable de su parte, empezando qué no la conocía a profundidad, bueno el interior de su vagina, pero no sabía qué tipo de persona era como para confiarle algo de esa envergadura, le agradeció y se quejó de la posible noche en la comisaría, no sería la primera vez y era realmente tedioso, después de eso ya no se dejaría de ese imbécil.

William le aseguró que no tendría que ir una comisaría con lo que le había dado y le advirtió que no los delatara, le prometió que no lo haría, realmente no los haría pasar un mal rato, así que se aseguraría de utilizar eso con cuidado.

-Sé implacable, nadie tiene que joder a mi Fresa- le dijo poniéndose de pie y dándole un beso en su cabeza ella alzó ésta y posteriormente se levantó y lo abrazó.

-Gracias, a Gerard no le quedaran ganas de volverme a ver en su vida -luego lo miró.

-Con que tú no tengas ganas de verlo me basta.

-Al único que tengo ganas de ver es a ti, -Le confesó, porque era algo que realmente sentía. -fue lindo verte -le sonrió y él le devolvió la sonrisa sin embargo no iba de acuerdo a sus palabras.

-A mí tampoco deberías de verme. - le dijo mientras besaba su cabello y ella movió su cabeza de forma negativa.

-Aun así, quiero hacerlo. -Le confesó, no le importaba que él no fuese un hombre al que no debía ver.

-Eso es algo muy autodestructivo -le dijo él mientras le daba un beso con vehemencia, luego la mordió con fuerza mientras ella cerraba sus ojos sintiendo esa sensación que para ese momento era placentera, le gustaba el dolor, aunque no fuese algo que gritara a grandes voces, era algo exclusivamente de ella.

-No te preocupes, yo lo soy -habló bajo, lo sabía no estaba bien disfrutar sus mordiscos, y la fuerza con la que la besaba e incluso como la había tomado la primera vez.

Era algo que no podía evitar le gustaba esa sensación de adrenalina de ir más allá del límite, él lo sabía y por eso le repetía que no debía verlo, no era como si buscara que la amara.

-¡Hey Fresa! Dame una sonrisa.

Marie intentó darle un gesto más positivo, pero en ocasiones le pesaba saber lo rota que estaba y lo poco o nada que quería hacer algo por eso, no le importaba de alguna manera que la juzgaran, para ella hacía parte de lo que era su vida. Finalmente le dio un beso en su mejilla a modo de despedida, no valía la pena quedarse en ese sentimiento simplemente él traía a su mente asuntos que en ocasiones prefería pasar de largo.


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