DULCE TENTACIÓN CAPÍTULO 42: "Guerra de Egos"

 



Una sonrisa tonta se posaba en sus labios mientras recordaba sus días con Rebecca, hacer el amor con ella después de tantos meses fantaseándolo había sido de otro mundo, no podía quitarse de su cabeza una de las ultimas cogidas en el baño y como había añorado tomar su trasero, incluso habían hablado de tríos, sin embargo él era consciente que aún no estaba preparado para algo como eso, no se saciaba de su novia y no se veía compartiendo, esas cosas se daban cuando llegaba un nivel de confianza diferente, pero en ese punto, prefería degustarla a su antojo, aun le faltaban partes en las que debía concentrarse la próxima vez.


Pues su NOVIA, si, su novia una palabra que lo hacía muy feliz era tan hambrienta que no tenía problemas con que lo rechazara, incluso la había masturbado mientras estaban en el auto, ella había degustado su virilidad todo lo que quiso, para finalmente explotar juntos en un orgasmo, no sabía porque se torturaba con tantas imágenes eróticas, quizás tenía que ver con que ella había tenido que ir a trabajar y el viajar a New York y vivir la abstinencia en esas condiciones no era agradable, sobre todo porque no podría hablar con ella como deseaba.


Jamás se había considerado un hombre intenso, pero... La verdad no le hubiese gustado irse de allá, incluso no dejarla ir a reportar muertes, desearía estar con ella acurrucado en una cama consintiéndola y cuidándola, algo que en la realidad no era muy bueno, dado que ambos no debían parar sus vidas para disfrutarse eternamente así lo desearan, imperaba un principio de realidad que los sobrepasaba: no eran los únicos en el universo y tenían un círculo cercano a ellos.


Aun no así no podía evitar pensar en sus muecas de placer y las oleadas de calor vividas, ella tenía una voz sensual y él unas manos inquietas y ahí estaba nuevamente con su miembro endurecido pensando guarradas, como si hubiese sido lo único que hicieron y es que ciertamente conocieron lugares y hablaron más y eso también lo extrañaba, parecía un adolescente que no dejaba de recordar a su novia mientras miraba la panorámica de la ciudad desde su oficina.


La extrañaba, demasiado lo único que medio lo distraía era el trabajo, pero de pensarla en ese horrible lugar la concentración se le iba a la mierda y aunque ella insistía en darle tranquilidad, no se sentía en paz, en qué momento una bala o una granada podría alcanzarla era algo que no dejaba de pensar, lo torturaba y sobre todo el no poder llamarla a preguntarle cómo estaba, si tan solo pudieran hablar todos los días.


Alguien tocó la puerta, pero él no se inmutó, seguidamente se abrió, se dio cuenta que era Madison por el perfume que inundó el lugar, ella era una neoyorquina de 27 años tenía largas piernas bronceadas una cabellera rubia oscura y ojos verdes, era la chica encargada de supervisar los asuntos en esa sede y su mano derecha.


Ella lo llamó he hizo que se girara, esperaba que le llevara buenas noticias, al viajar se había dado cuenta que habían sido víctimas de saboteo y eso no le gustaba para nada, sobre todo porque pensaba que solo iría a firmar unos cuantos contratos y devolverse, no a lidiar con unos locos que deseaban acabar con una investigación de años.


Efectivamente Madison le estaba confirmando que no había noticias alentadoras, tenía la esperanza que las cámaras de seguridad les arrojaran alguna información sin embargó notó a la chica tensa y eso terminó por tirar sus esperanzas por el piso aun cuando no le había dicho una sola palabra.


-Sí, tenemos identificados a las personas que tomaron parte de la investigación, pero es probable que se filtre y como bien sabes son millones de dólares en pérdidas.


-Las tienen identificadas ¿eso quiere decir que ya las ubicaron?


-No, François -dijo nerviosa, él no era particularmente temperamental, aun así, decirle cuán graves estaban las cosas no la hacían sentir cómoda.


François soltó el aire y se levantó nuevamente del escritorio, estaba ansioso no sabía a qué se estaba enfrentando, estaba frustrado odiaba sentirse tan acorralado y nuevamente su mente vagó a la única cosa que le interesaba en ese momento: Rebecca. Se tranquilizó a sí mismo, se dijo que podría lograrlo y viajar con su novia, solo debía trabajar el doble, así que le dijo que iría en la tarde al laboratorio para saber la cantidad de información que habían extraído y saber la posición de la petrolera al respecto.


Madison le confirmó que tendrían acceso después de las dos de la tarde y aunque no estaba gustoso de ir tan tarde no tuvo más remedio que aceptar, más bien decidió ir a almorzar, su reloj daba las doce del mediodía y había hecho los papeleos normales, lo único que lo aquejaba era la intervención y él no saber de qué forma los atacarían. Era normal que en el ámbito empresarial hubiera robos, era consciente que la petrolera no se encontraba en una buena posición, estaba sumergida en una serie de escándalos, que comenzaban a preocuparlo y sabía que en algún momento debía ocuparse, al menos cuando resolviera el embrollo en el que estaba.


Los habían atacado, específicamente al área de investigación, se habían apoderado de la red por al menos media hora, y habían hecho colapsar varías plataformas alrededor de mundo, robando información de vital importancia, se sentía molesto, tamborileó los dedos pensativos, imaginaba varios escenarios, uno de ellos quería sacar a la luz sus adelantos y así sabotear el trabajo, el otro utilizar las fórmulas para ellos mismos sacar al mercado su versión de combustible.


Debía ser cauto y encontrar una manera de atrapar al que estaba detrás de todo, sumado a esto, las personas con las que Phillipe había quedado de reunirlo habían tenido un inconveniente y aun no sé había visto con ellos, eso lo tenía preocupado porque necesitaba solucionar todo pronto para poder regresar con su novia, le provocaba dejar todo así de no llegarse a solucionar, pero sabía que no era bueno darles más ventaja a esas personas.


Salió de la oficina y asintiéndole a su asistente, caminó por los pasillos del lugar cuando una mujer de cabello negro y ojos oscuros lo interceptó, sabía perfectamente quien era, sin embargo, no era como si le alegrara verla.


-Supe que estabas nuevamente en esta sede y no me pude resistir en venir a verte. -Le dijo con ese acento de medio oriente que la caracterizaba.


-Hola, Sofía -Dijo él reanudando su marcha, la mujer sonrió y se acercó a él.


-Quería verte, la última vez no pudimos hablar... -Le dijo ella y él se giró y la miró, recordó esa noche, él estaba muy bebido y ella como de costumbre lo esperaba en la suite donde acostumbraba quedarse, sin embargo no había pasado nada, él simplemente se había quedado dormido y cuando despertó ella se había ido.


-Eres realmente ingrato.


-No teníamos más motivos para vernos, ya sabes eso de vivir en el pasado no es mi estilo, está pasado de moda.


-Te acompaño, por los viejos tiempos. -Dijo ella cambiando de tema, él le asintió y caminaron hacia el exterior.


-¿Aun hablas con la heredera Keller?


François la miró cansado y con un dejo de rabia, no se trataba de Sofía o de Marie era la sensación de fastidio que le había ocasionado sentir a Marie en cada momento de intimidad con Rebecca, recordó cada una de sus menciones unas veces con rabia, otras con sarcasmo, pero era como si él cumpliese una especie de castigo. Rebecca la sacaba a la luz en el momento menos esperado y él intentaba por todos los medios explicarle lo inexplicable para ella, simplemente porque era consciente que lo que había vivido ante los demás era incomprensible.


-No hables de forma tan ligera, sobre mi vida.-Respondió escueto.


-Antes de que nos viéramos en noviembre en Dubái, me hablaste de ella no me digas que te rechazaron.


-No, no me declaré -Viendo cómo se cerraban las puertas del ascensor - En un año pasan muchas cosas, eso lo sabes ¿no?


-No me digas que ahora estas casado, porque eso si no lo puedo creer.


-Te equivocas nuevamente, no estoy casado, pero si estoy profundamente enamorado de alguien.


-Vaya es la primer vez que te escucho decir algo como eso. -Respondió pensativa.- eso quiere decir que se acabaron tus aventuras, te estas volviendo aburrido.


-Esta vez no me interesa nadie más, además de que no quiero que mi relación se afecte por nimiedades.


-Ahora me llamas nimiedad -Dijo la mujer sonriente, a modo de broma.


-Cualquier mujer en este instante lo es. -Se encogió de hombros, si algo le gustaba de Sofía era que podía ser directo sin que ella se ofendiera por eso.


A pesar de haber nacido en una cultura tan ortodoxa como la árabe, Sophia no se regía por reglas o al menos fingía que las cumplía, no en vano su posición de princesa se lo exigía, pero si él había llegado a congeniar tanto con ella se debía a que en el fondo ella no era así, era más liberal y menos inocente, no negaba que era una chica dulce y con mucha clase, pero ella hacía parte de su pasado y no le interesaba mantener una relación a futuro, quería el menor número de mujeres en su vida, Rebecca le había dicho que sentía celos de Marie Elizabeth, incluso cuando le contó de su polvo con Nicolle y no quería darle motivos, no cuando el mismo se declaraba un celoso con ella.


-¿Al menos te puedo acompañar almorzar? -Preguntó Sofía y François asintió, comer juntos no era comprometedor, después de eso le diría que mejor no se vieran más y sabía que Sophia lo cumpliría.


-No tengo problema con eso. -Puntualizó y siguió su camino por los pasillos de la sede.


Salieron del lugar y él le asintió al portero recibiendo su auto, le abrió la puerta a la mujer por educación y seguidamente entró él, condujo hasta Park Avenue y Sofía comenzó hablarle o mejor dicho a indagarlo.


-Y ¿esta mujer tiene nombre?


-Sí, se llama Rebecca, Rebecca Bracho. -Sofía sonrió y acomodó su falda de forma delicada.


- ¿Es española?


-Si -Dijo el sintiendo nostalgia de pensarla en Siria, había muchos lugares en el mundo sin ese tipo de conflictos y ella había decidido ir precisamente al que se consideraba el más peligroso en ese momento...


Se detuvo frente a un semáforo y escuchó nuevamente la voz de Sofía, pero él movía sus dedos en el volante esperando la luz verde, Rebecca su Rebecca le preocupaba.


-Yo estaré brevemente en Nueva York, volveré a Dubái mañana.


-Que bien -dijo él distraído.


En ese instante no lograba pensar en otra cosa que no fuese Rebecca, Sofía siguió hablando y François solo asentía sin prestarle atención a lo que decía, se detuvo en el Eleven Madison Park, un restaurant que solía visitar, el valet parking se llevó su auto y él entró con sus dos manos en sus bolsillos. El camarero los acomodó en la mesa y él hizo su orden sin importarle lo que comería ella.


Durante el almuerzo ella no dejó de hablar y François se encontraba más y más desinteresado, en otros tiempos ellos habían sostenido largas conversaciones, se divertía con ella, sin embargo en ese instante no ocurría lo mismo, tomaba su copa de vino y la miraba de vez en cuando, de repente dejó su copa a un costado.


-Sofía, debo irme -Le dio un beso en su mano. -Cuídate.


Ella asintió y él se dirigió al camarero pagando la cuenta, no podía soportar más tiempo ahí, tenía que hacer algo con urgencia, sacó su móvil y como era costumbre desde hacía tres días le marcó a Rebecca, sabía que ella no le contestaría, aun así, le era inevitable no llamar y dejarle algún mensaje, el timbre que le pedía dejar un mensaje sonó y escuchó su voz en la contestadora:


Este es el número de Rebecca Bracho en este momento no te puedo atender, deja tu mensaje y en cuanto pueda me comunicaré contigo.


Él se sonrió al escuchar su voz, así no se dirigiera a él.


-Salgo de almorzar y me preguntaba qué estás haciendo, ¿pudiste comer? ¿Has dormido bien? Mom coeur, puede sonar cursi, pero sólo puedo extrañarte. Felices sueños.


Colgó el teléfono y vio su auto en frente, le dio una propina al hombre que le dio las llaves él se acomodó dentro y condujo por las atestadas calles de Nueva York, se encontraba en medio del tráfico, cuando sacó su móvil y miró las redes de Rebecca, tenía fotos de sirios, en su Instagram tenía una foto en la que parecía ser él aunque solo era una parte de su cuello de fondo había una de las esculturas del museo, realmente no se había dado cuenta que le había tomado una instantánea.


-Me gusta hacer parte de la historia, esa es otra de las razones por las que soy periodista.


Le había dicho con emoción, era en ocasiones apasionada y eso le gustaba, ver esa forma de imponerse, esa ambigüedad que sentía con ella: esa mujer ambiciosa junto a una más recatada. Podía recordar cada una de sus conversaciones y su melodiosa voz:


-¿En qué época te hubiera gustado vivir?


Le había preguntado poco después, su respuesta no había podido ser más snob y superficial, era consciente de eso, pero no cambiaría las comodidades de este siglo por nada, no era particularmente obsesivo con la limpieza, pero pensar los piojos en las pelucas Barrocas del siglo XVIII , le producía asco, el usar la misma ropa por largos periodos y acceder a un baño cada cierto tiempo, definitivamente no, le gustaba la verdadera comodidad y los adelantos tecnológicos a los que tenía acceso, agradecía ser de la actualidad.


Por otro lado, en el caso de Rebecca había llegado a la conclusión que Rebecca pertenencia al siglo XIX, eso en parte por lo que ella le comentado de su vida y por Marianne si lo pensaba detenidamente, en ese momento ella le confesó que se había pensado una princesa de pequeña, y en efecto para él era una con características especiales: no le gustaba ser rescatada y que le gustaba que la jodieran duro.


Si, parte de las ambigüedades de Rebecca se encontraba esa parte lujuriosa y pervertida que tenía en contraste con su lado tierno y altanero, en la cama podía ser sumisa, se dejaba manejar, sin embargo al mismo tiempo le gustaba llevar el mando, él lo sabía perfectamente cuando se encargaba de su miembro, era segura, seductora y definitivamente lo hacía muy bien, lo llevaba al éxtasis.


Cerró sus ojos y prendió el estéreo, ahí sonaba un Dj sueco, mientras sus pensamientos vagaban nuevamente a ese día, habían tenido sexo en el auto, un sexo alucinante, según ella el mejor que había tenido hasta el momento, por la situación de peligro, y por supuesto para él había sido una experiencia única, cuando el sexo se mezclaba con la persona que amabas con locura daba como resultado una sincronía increíble, luego en el museo de la ciudad ella había caminado con él por todo el lugar sin bragas, mientras sus dedos inquietos habían deseado explorar su entrepierna en cada rincón de la historia que exponían, esa tensión sexual había estado acompañada de conversaciones sobre arte, de amor, de romanticismo de... Guerras.


Buscó en su galería de fotos y se detuvo a verla por algunos instantes, no se cansaba de sentirse tan enamorado, los carros comenzaron a moverse y él puso su móvil en el soporte que tenía en el tablero, condujo en silencio nuevamente hasta la sede, Madison lo encontró en uno de los pasillos, poco antes de llegar a la oficina.


-Tenemos el tiempo justo el helicóptero nos espera. -Nuevamente estaba en esa realidad, muy lejos de ella.


François asintió y caminaron al helipuerto, eran muchas cosas que aún no lograba descifrar de su alrededor:


-... El mundo es cíclico, la misma porquería tiende a repetirse, porque siempre nacen hombres con sed de poder...


le había dicho, de alguna manera el tema de su padre rondaba por su cabeza constantemente, la respuesta de ella sin titubear había sido, "como tu padre", eso no lo había sorprendido en ese momento, pues comenzaba a sospechar cosas de él y era de esperar que hasta Rebecca viera ese lado oscuro.


Él le había dicho que deseaba saber cosas y ella le había dicho después que no investigara nada, pero él sabía que tenía el deber de saber que era lo que ocurría con su familia, hasta el momento no se había preocupado por esas cosas, pero la expresión de Elizabeth, era inquietante, una mezcla de miedo expresaba su rostro, además de las palabras de su padre, le había dicho que ella en cualquier momento podría hacer algo en contra de ellos, ¿qué motivos podría tener ella en sus manos para poder hacer tal cosa? Lentamente había comenzado a sospechar de ciertas irregularidades y no quería ser parte de algo ilícito.


Odiaba pensar que su familia lo estaba, podía ser hedonista y desinteresado con algunas cosas, pero le gustaba tener su cabeza en alto, por algo tenía capacidades, así que lo sabía estaba ansioso de no saber que encontraría, aun así seguiría adelante, no quería vivir en la ignorancia y si era de destapar todo lo haría, el ruido del helicóptero lo ensordeció por unos instantes, Madison la hacía señas y él le asintió subiendo y poniéndose los audífonos que permitían bajar los niveles de ruido y hablar con las personas que lo acompañaban, el viaje fue relativamente corto.


Cuando el helicóptero aterrizo, lo dirigieron hacia el interior del edificio en donde lo recibió uno de los ingenieros, ellos llevaban tiempo en el proyecto, él se había adherido desde hacía siete meses en donde había decidido comenzar a dejar las relaciones exteriores para dedicarse a otras áreas, sabia el esfuerzo que el equipo había tenido para obtener unas muestras que valieran la pena.


-La persona estuvo con nosotros tres meses -Hablaba el hombre - Hicimos las respectivas investigaciones, pero no encontramos nada sospechoso, él era el mejor de su clase, un hombre con muy buenas referencias, hasta ahora que nos dimos cuenta que era un suplantador.


-¿Solo hasta ahora? -Dijo intrigado -Tenemos a los mejores en el área, pero ¿hasta ahora se percataron que aquel hombre era un vil estafador? -Dijo mostrando su molestia.


-Sí, señor, es un grave error.


-¿Que logró obtener? -Preguntó molesto caminando por el largo pasillo, Madison le dio un casco y unos lentes transparentes, él los miró con desdén, pero sabía qué hacía parte del protocolo dentro del laboratorio, así que se los puso, guardando sus gafas oscuras.


-Afortunadamente no logró llevarse las ultimas muestras con las que trabajábamos, pero si tiene algún experto, este con las notas que se llevaron pueden terminar la investigación.


El hombre pasó una tarjeta abriendo una puerta de cristal, entraron al lugar impecablemente limpio, había un motor en una de las mesas, tubos de ensayo y los típicos utensilios de un laboratorio.


-Hemos hecho diversas pruebas, en diferentes motores, lamentablemente, para las motos de alto cilindraje hemos detectado que no es eficiente y puede dañar algunos componentes, para uso cotidiano no hemos encontrado mayores complicaciones -François lo vio decepcionado, tenía la idea de hacer la próxima exhibición de motos con un concepto ecológico.


-Debemos ir un paso adelante, aunque el biocombustible aun está en pruebas, si alguien se nos adelanta podemos tener pérdidas en todo lo que se ha hecho. El proyecto del motor eléctrico ¿está en su última fase? -Miró a Madison.


-Sí, de hecho, se hacen las pruebas de rutina antes de salir al mercado.


-Ok, haremos una exhibición, mostrando los adelantos, por ahora esto no puede ser de dominio público y se hará acá en Nueva York.


-¿Estás seguro de eso? -Madison lo miró con asombro y recelo.


-Sí, no podemos detenernos a pensar, mientras no sabemos qué movimiento hará la otra parte -Luego miró al ingeniero - haremos una conferencia en donde expondremos todo lo referente a la nueva línea de motocicletas eléctricas -El hombre lo miró asombrado - Se invitarán solamente personas expertas en el tema, obviamente, haremos ligeros cambios a los resultados finales, se harán un par de demostraciones, esperaremos a que las personas que robaron parte de nuestra información asistan al evento.


Madison asintió.


-¿Esperas entonces mostrar el motor eléctrico?


-Sí, y no solo eso, sino que además hacer una demostración de algunas piruetas con el equipo que la petrolera patrocina.


-Como usted diga.


Sabía que se estaba arriesgando, por algo sus empleados lo miraban como si estuviera loco, pero él entendía que el mundo de los negocios había que actuar con rapidez, cerrar en banda a esas personas era uno de los trucos más viejos, cualquier fórmula que saliera después de ellos sería considerada como una copia, además que esas personas no contaban con que ellos ya tenían los productos registrados, quizás en medio del desespero harían un paso en falso y ahí ellos atacarían.


...


Eran cerca de las 10 de la noche cuando llegó a su apartamento, se encontraba ubicado en un barrio denominando Dumbo o Down Under the Manhattan Bridge Overpass, uno de los barrios trendy en el distrito de Brooklyn, le gustaba el ambiente que se respiraba, restaurantes de lujo, con pequeñas calles adoquinadas, el ambiente era festivo y artístico lo prefería por encima de otros lugares exclusivos dado que la mayoría de sus habitantes eran chic y la vez artísticos, su casa que contaba con vistas de 360° de la ciudad y estaba dividido en tres pisos conectado por un ascensor en cristal.


Quedaba ubicado en una vieja torre de reloj de una fábrica en donde se habían hecho cajas en otra época, era una tendencia que se popularizaba: vivir en viejas fabricas re modeladas.


El lugar tenía tres dormitorios, tres baños era grande aunque solamente vivía él, además contaba con vistas privilegiadas de Brooklyn y Manhattan, con una gran azotea, las luces se encendieron en cuanto entró, fue directamente a su habitación, dejó la ropa sucia en el cesto y se dio una ducha, se puso una camisa blanca y un pantalón verde oscuro y se dirigió a la cocina, las luces de la ciudad se veían a lo lejos, era una vista esplendida.


Sacó algunas verduras y comenzó a picarlas con destreza, las puso en un bol a parte, sacó salmón del refrigerador lo salpimentó y lo puso a saltear, las verduras las lavó minuciosamente y luego las aderezó, cuando el salmón estuvo listo se sirvió un plato teniendo sumo cuidado en la decoración, sacó una botella de vino blanco y se sirvió una copa al menos por el momento estaba cumpliendo con su meta de dos o tres copas al día, no quería convertirse en un alcohólico, sobre todo porque no deseaba eso en su relación con Rebecca, era consciente que había caído por causa de la frustración y la tristeza, aun así no le echaba la culpa a Rebecca cuando tenía que ver con su autocontrol.


Jamás había tendido a la autodestrucción, aunque si se analizaba un poco la adrenalina de saltar le diría lo contrario, le gustaba los deportes extremos y llevarse al límite así que bueno había cosas que debía replantearse, sobre todo ahora que estaba con su Rebecca, mon coeur, eso era: su corazón, ese órgano vital que jamás detenía su trabajo o el cuerpo tendría problemas, el órgano vital que le brindaba oxígeno y nutrientes al cuerpo.


Eso le daba Rebecca: oxígeno y nutrientes, convertidos en mimos, caricias, palabras bonitas, charlas extensas e interesantes y sexo fantástico, todo lo que necesitaba ella se lo daba, a veces le aterraba pasar de la oscuridad y la tristeza extrema a vivir y tener todo color rosa en su vida, si algo debía darle la razón a la madre de Marie Elizabeth era que cuando uno se enamoraba todo se veía en rosa, era vistoso y agradable, no el gruñón que había sido meses atrás.


Puso los platos y la copa de vino de forma simétrica en la mesa y se dispuso a comer con una de las mejores vistas de frente, comió en silencio, pensando que en ese momento Rebecca estaba próxima a despertarse y él... Ahí en un lujoso apartamento, mientras ella rodea daba de balas, apretó sus labios y después de un par de bocados lo apartó, no podía comer sabiendo eso, su pecho estaba comprimido la mayor parte del día, no podía con esa sensación, así que a medio terminar, boto las sobras y puso la loza sucia en el lavavajilla, se fue al estudio.


Ahí leyó algunos informes que necesitaría para hacer la exhibición, después de un rato miró el reloj, eran las once de la noche, sacó su móvil y volvió a marcarle a ella, como era costumbre escuchó su voz en la contestadora con una sonrisa.


-Sólo quería desearte buenos días, no sé qué tal estuvo tu noche, espero que hayas podido descansar... Mon coeur te amo...


Dejó su móvil a un costado y se puso su pijama, dio vueltas en su cama, la situación ahora mismo no era la mejor, Rebecca estaba en aquel lugar y Pauline no había querido volverle a contestar el teléfono, no le gustaba su indiferencia, pero no podía evitar su descontento frente a esa estúpida boda. A veces creía que Shepard y William eran un par de tarados que no se daban cuenta de los sentimientos de Pauline y cuanto la lastimaba todo ese asunto.


No se dio cuenta en qué momento se durmió, pero no había dejado de soñar con cada una de las veces que había hecho el amor con Rebecca, así que cuando abrió sus ojos suspiró al ver una gran erección, recordó las veces que habían estado en la ducha incluso en una de las ocasiones la había sacada en brazos, pues ella le había dicho que no podía sostenerse y ahora esos recuerdos los visitaban en sus sueños, la añoraba, jamás pensó que podría extrañar más, pero ahí desesperado por regresar, así fuese para oler su ropa, estar más cerca por si sucedía algo, odiaba estar tan lejos de ella, lo detestaba.


Llegó temprano a su oficina, después de tener que hacer múltiples cosas para quitarse la imagen de los pechos de Rebecca de su mente, no había sido fácil, pero después de una ducha fría había logrado bajar la gran erección, tenía que hacer los preparativos para lograr volver con ella antes del fin de semana, sería un evento a mediana escala, con el suficiente eco para lograr sus objetivos.


Así que una vez llegó Madison, ambos se pusieron manos a la obra, ese día no salió a almorzar fuera y como era costumbre llamaba a Rebecca cada cierto tiempo, todo estaba casi listo solo tenía que llamar a Jean Pierre y al equipo para que se trasladaran a Nueva York para hacer la exhibición, afortunadamente estaban en Estados Unidos en una competencia así que no les sería difícil ir hasta ahí.


Todo marchaba sobre ruedas cuando se dio cuenta que había cosas de último momento como unos seguros y el lugar que habían conseguido y no podrían tener lugar hasta días después, se maldijo y sintió que el estrés le había ocasionado un dolor de cabeza infernal, estaba frustrado, odiaba tener que quedarse a cargo y no poder delegar, además porque para que la rueda de prensa y el evento tuviera el efecto que quería él debía estar ahí.


¡Diantres! Quería ver a Rebecca, pero no contaba con el tiempo suficiente para regresar a tiempo para la exhibición, no al menos viajando en vuelos comerciales, tomo el móvil y volvió a llamarla, comenzaba a oscurecer aún seguía en su oficina, sabía que ella estaría un poco más de media noche, escuchó en silencio su voz, se sabía de memoria su mensaje era lo único que había escuchado de ella durante los últimos cuatro días.


-Me encuentro en mi oficina, veo como el sol se esconde detrás te los rascacielos de Nueva York, pienso que ahora debes dormir de forma plácida o al menos me gustaría pensar que es así, surgieron varios inconvenientes y no podré ir este fin de semana, me siento terrible ya que solo pensaba en poder verte -Se quedó en silencio un momento, se sentía triste al no poder ir - Cuídate, te amo.


Colgó el teléfono y su puerta sonó, Jean Pierre entró al lugar haciendo un estruendo, François se giró y lo miró. Ambos habían salido del mismo vientre, eran hermanos de sangre, aunque físicamente no se parecieran en nada, los ojos oscuros y cabello de Jean Pierre, distaban mucho de su cabello más claro y ojos avellanas casi amarillos. Pero eso no era todo, sus personalidades eran opuestas y habían chocado desde que eran unos críos.


-¿Qué haces aquí? Creí que vendrías en tres días, para la exhibición.


-Pero si es mi querido hermano, el imbécil -tomando una bola de cristal que tenía en el escritorio jugueteando con ella.


-Jean Pierre no estoy de humor para tus idioteces.


-Sólo quería decirte que Luka no podrá competir y debes conseguir a alguien más, ahh y por supuesto quería verte hermano.


-Bien ya lo dijiste puedes retirarte.


-No, no me puedo ir, me quedaré en tu lugar, dame una clave de acceso.


-Puedes quedarte en un hotel.


-Al igual que a ti no me agradan los hoteles.


-Compra tu propio lugar.


-Vamos no seas egoísta.


-Si metes putas a mi lugar te echo. -Jean Pierre le asintió con desgana y memorizo la clave, luego con una de sus manos le hizo un ademán y salió de la oficina.


François se quedó ahí por espacio de tres horas, por más que había hecho llamadas moviendo algo de influencias había sido imposible, no había nada que hacer tendría que esperar y era realmente frustrante, no quería que ella pensara que la había dejado le aterraba la idea que la próxima vez que la viera ella simplemente lo echara.


Pasada las diez de la noche salió hacia su apartamento, estaba cansado, no entendía por qué, generalmente el trabajo no lo ponía de esa forma, aunque debía reconocer que llevaba una semana trasnochando y madrugando, además el estrés que le generaba que su trabajo se fuese al trasto no lo dejaba dormir bien, sobre todo no poder ver a Rebecca era algo que aumentada ese tedioso dolor de cabeza.


La luces se encendieron en cuanto entro, caminó hacia su habitación, cuando comenzó a escuchar gemidos por todo el lugar, alzó sus cejas no más faltaba que Jean Pierre estuviera a esa hora escuchando porno a todo volumen, caminó hacia una de las habitaciones, abrió la puerta sin tocar y encontró a Jean Pierre con dos mujeres semidesnudas en la habitación, ellas alzaron su vista de lo que hacían y una de ellas se acercó a François, era muy delgada, alta y de cabello castaño.


-Pero si llegó otra ricura -Mirándolo fijamente, mientras François miraba inexpresivo, sintiendo que la ira lo invadía, la mujer alzó su mano para tocar su rostro y él la apartó de forma brusca.


- ¿Que te dije de traer putas a mi apartamento? -Ignoró a la mujer y miró a su hermano con furia.


-Deja de ser tan puritano, traje dos bellezas para compartir, además a parte de putas son modelos famosas. -Respondió Jean Pierre, con una de sus manos en uno de los pechos con silicona de la mujer.


-¡Jean Pierre, fuera!


-Por favor hermano, no eres capaz de sacarme a esta hora y a medio vestir. -François se cruzó de brazos, Jean Pierre soltó el aire, tomó su camiseta y arrastró a las mujeres semi desnudas hacía el exterior.


-Te cobraré el último centavo de lo que cambie en esta habitación.


-Como digas -Le dijo con desgana - Deberías quedarte con una para que se te pase tu crisis.


Las mujeres recogieron sus cosas de forma rápida y salieron del lugar. François marco en su celular a Phillipe.


-Necesito que incineren unos muebles de mi lugar en New York.


-Si señor me encargaré de que hagan el cambio.


François colgó seguía echando humos, odiaba las intrusiones de ese tipo, ni él mismo había llevado ningún affaire a esa casa para que el atrevido de Jean Pierre lo hiciera, caminó hacia su habitación dejo la ropa en el cesto y se dio una ducha, saldría a trotar, necesitaba calmar la ira que sentía en ese instante, quería paz, llegar a un lugar limpio, pero en cambio su hermano había hecho todo lo posible para incordiarlo.


Se puso una sudadera y un gorro, aun se sentía el frío invernal en la ciudad, calentó y posteriormente comenzó a trotar por los alrededores, a pesar de ser tan tarde aún se veían personas alrededor, en los negocios abiertos, lentamente su humor comenzaba a estabilizarse, quizás le hacía falta actividad física y esa semana no había podido salir a trotar.


Miró su gear comprobando su ritmo cardiaco y aumentó la velocidad, sus pensamientos inevitablemente viajaron al lado de Rebecca, aunque no a un recuerdo muy cómodo, pensó en la pelea que habían tenido antes de viajar, su mueca de odio y desprecio había sido tal que sintió ella no estaba preparada para digerir todo lo que estaban viviendo y sintió que era mejor alejarse y dejarla pensar, el pensamiento que estaba forzando todo le aterraba y prefería darle un breve espacio a que todo se terminara.


Había estado tan osca con él ese día, se habían dicho cosas hirientes "Tú no entiendes nada François, ni siquiera creo que entiendas cuál es tu responsabilidad en este asunto," le había dicho de forma osca en referencia al dolor y la guerra que se gestaba en ese lugar, la había entendido en ese momento ella había tenido una experiencia dolorosa con un niño de siete años en estado de desnutrición y él realmente no lograba comprender esas cosas y no podía mentirle, pero lo realmente hiriente, fue su actitud cuando él le contó en confidencia que comenzaría a investigar las cosas que le estaban molestando de su alrededor.


Primero le dijo que no lo hiciera y poco después que hiciera lo que se le diera la gana, no entendía por qué tanto desdén, tanta rabia, poco después François había decidido adelantar su viaje, para él era obvio que el tiempo que ella le pedía era necesario, aun no se veía segura de estar con él y como se lo dijo más adelante no quería forzarla a ser su novia.


¿Por qué era tan difícil entenderla? Ella le decía que no, que no estaba forzada que no tenía dudas, pero ese día habían tenido pequeñas peleas por cosas insignificantes incluso le había sacado en cara que con Matthew todo era diferente, insistía en compararlo de manera sutil, con él mismo y con Shepard.


Eso de que dijera que ellos se habían idealizado le había dolido bastante, si ella seguía creyendo que estaba con un desconocido, era como si todos sus sentimientos simplemente los hubiese arrugado y tirado a la cesta, nuevamente se había sentido apresurado y sintió que Rebecca necesitaba un espacio prudencial lejos de él para tomar decisiones.


Él estaba tan seguro de ella, de sus sentimientos, que le dolía ver indecisión en ella, finalmente había llegado la reconciliación, pero en ese instante sentía un trago amargo, pensaba que ella había querido decirle algo importante, pero él no lograba entenderla, era una mujer valiosa, no sólo bella y no entendía por qué se había menoscabado tanto ese día.


Si le preguntaban que le gustaba de ella, era la mezcla de ternura y maldad, por eso al inicio se había sorprendido que ella de manera osca le recriminara estar ajeno al dolor, si ella misma sabía parte de su naturaleza, pero después se dio cuenta que también tenía un lado humano que había aflorado al estar inmersa en esa guerra.


Le había dicho sé feliz y parte de esa frase tenía que ver con lo que era ella, con lo que tenían, era realmente tortuoso pensar en ella como una mujer insatisfecha y con baja autoestima, llena de inseguridades. Para él Rebecca Bracho sabía muy bien lo que quería, era tierna, humana, pero también oscura y malvada como lo había sido con Pauline en esa cena con Matthew meses atrás, lo sabía por qué esa misma maldad la había probado someramente en ese museo en Madrid, cuando se burló de él de forma descarada.


Aumentó el trote, regulando su respiración, las endorfinas que le producía el esfuerzo físico hacían que la pesadez que le producía el recuerdo de esa noche se hiciera lejano, sentía que para que se pudieran disfrutar las mieles del paraíso debían atravesar su propio infierno, finalmente el oro era testeado a altas temperaturas para comprobar que era legítimo.


Nunca esperó que las cosas con Rebecca fuesen fáciles, desde que se montó a ese avión a esperarla sabía el terremoto que se le avecinaba y tenía que prepararse para mantenerse en pie, él debía mostrar fortaleza frente a su desdén, finalmente había sido un cobarde que se llenó de dudas y finalmente se había alcoholizado como un patético hombre.


No más, no quería más dudas, quería estar con ella y lucharía por eso, la conquistaría y daría todo de su parte para que ella fuese feliz, le daría la mejor parte de él. Sonrió ampliamente ante ese pensamiento, en esta ocasión intentaría cambiar el rumbo de la relación de ellos, ya no quería pensar en más tragedias.


...


Los problemas de hacer una exhibición tan apresurada no se hicieron esperar, sentía que su cabeza explotaría en cualquier momento, debían encontrar el sitio y adecuarlo, dado que después de tantas largar les habían negado el otros que tenían en mira, además supervisar la rutina y su hermano no estaba colaborando en nada.


En ese instante discutía con uno de los mecánicos y su paciencia estaba llegando a su límite, parecía un divo caprichoso que nada le gustaba y a todo le veía un problema, estaba que lo colgaba de las pelotas por un día a ver si entraba en cordura.


-Jean Pierre ¿podrías colaborar un poco? No tenemos tiempo para detenernos en las tonterías qué pides. -François lo miro con dureza, no entendía por qué tenía que asumir esa posición de divo.


-¿O qué? ¿Qué me harás hermanito? -Le dijo en un tono provocador, François intuía lo que quería-sabes que sin mí -alzo la voz-nada de esto podría llevar a cabo. François lo miró tenía en parte razón, pero no le daría el gusto de reconocerlo en voz alta.


-Si tú no quieres ya encontraré a alguien que sea mejor que tú-Alzó su mano restando importancia al asunto y comenzó a alejarse.


Sam corrió tras François y lo tomo de su blazer.


-Fran-Dijo en susurro-Fran-lo llamo un poco más alto al ver que François no le prestaba atención y seguía caminando-Sin Jean Pierre la rutina será un asco.


François se detuvo y lo miro parco, con el aire de superioridad que emanaba de él de forma natural, era un hombre seguro y más cuando se trataba de negocios, estimaba a Sam, pero no le permitiría que se inmiscuyera en un asunto que tenía que ver entre su hermano y él.


-Nadie es indispensable, incluso Jean Pierre puede ser reemplazado-No miró la reacción de Sam o la de su hermano y continuó hacia su tráiler.


Debía comenzar a realizar un par de llamadas, quizá coyote Ramírez el archí enemigo de su hermano o alguien del equipo de Motul podría adherirse como invitado especial, además eso podría darle drama a la exhibición, lo medios tendían ser bastante melodramáticos con ese tipo de cosas. Así que sacó su laptop y comenzó a investigar un candidato, debía sacar la exhibición a tiempo, quería ver a Rebecca si seguía escuchando su mensaje de la contestadora por más tiempo enloquecería, la puerta de su tráiler sonó y dijo un escueto adelante, Jean Pierre apareció frente a él con cara de pocos amigos y su ceño se pronunció más cuando vio la ficha de Coyote Ramírez en su laptop.


-¿Piensas reemplazarme por ese imbécil? - Alzó su voz llevado por la testosterona.


-No estoy para tus reclamos de adolescente desubicada, ya dejaste claro que no querías participar.


-Si serás imbécil, sabes que sin mí todo saldrá del asco.


-Podría confiar en ti, pero sólo alardeas y causas molestias, así que demuestra que lo que dices es verdad.


Jean Pierre guardó silencio, era una guerra de egos y sabía que él no quería perder, pero en contra de todos los pronósticos, no le replicó y simplemente, salió de ahí, François suspiró y miró unas píldoras de dolor que tenía a un costado y las ingirió, volvió su vista al laptop, no entendía por qué se sentía tan cansado, quizá el estrés hacía su efecto.


Se levantó de repente y decidió irse a relajar un poco, no se podía permitir un colapso, tomó las llaves de su auto y se dirigió a New York, sabía exactamente dónde podría relajarse. Dos horas después se encontraba caminando por el museo metropolitano, en silencio de alguna forma estos lugares le traían a su mente a Rebecca. La noche anterior y la mañana del viernes había sido totalmente agotadoras encontrar un sitio para la exhibición y enviar las invitaciones, pelear con Jean Pierre además de que corrían el riesgo de que se les adelantaran y toda la investigación quedara expuesta.


Se detuvo frente al estanque de las ninfeas, se imaginó con Rebecca recorriendo el parque acuático de Giverny en Francia, su rostro por un momento se oscureció ella le había dicho que estaban rotos que lo de ellos no funcionaria, ese día en aquella discusión le había dicho a partes de su relación con Shepard y le repetía su rabia hacia Elizabeth por todo lo que él le había dicho y no negaba que eso habían sido como esquirlas en su corazón , ¿era verdad que ellos no tenían futuro? Nunca había sentido algo similar esa necesidad de querer verla de hablar con ella, no podía pensar una vida sin ella.


Rebecca por su parte decía que extrañaba lo que fueron ese día en París, era algo que entendía, ese día habían sido solo ellos no estaban de por medio cuatro meses de mierda, en los cuales habían imaginado cosas el uno del otro, ella había tenido una relación con Shepard y él lo había entendido estaba dispuesto a irse lejos no lograba soportar saber que ella lo amaba y que incluso le había suplicado que se quedara con él totalmente ebria.


Pero ahora todo estaba claro ambos habían logrado superar los malos entendidos o al menos era algo que François quería sentir, él le creía cada una de sus palabras frente a lo que ella decía sentir hacia él, en lo que se refería a ella... Sabía que ella aún seguía con el mismo miedo en torno a Elizabeth y era algo que le inquietaba, pues no sabía cómo demostrarle que ella no era alguien importante en su vida.


Se paró en frente de Pigmalión y Galatea, recordó aquella leyenda en donde Pigmalión quería perseguir el sueño de la perfección del amor y venus cumple su deseo al darle vida a Galatea la escultura que había hecho, no dudó en tomar su móvil y marcarle a Rebecca ella debía estar un poco más de media noche, debía decirle que la amaba desde lo profundo de su ser, escuchó su suave voz diciendo que no podía atender su móvil.


-No sabes cómo meses atrás cuánto quise que Venus se presentará ante mí y reviviera alguno de los episodios que vivimos en París aquel sábado, si persiguiera el sueño de la perfección del amor tal como Pigmalión lo buscaba en su perfecta obra de mármol, sólo pediría escuchar tu risa despreocupada con eso me hubiese conformado, al igual que Pigmalión pudo sentir como el mármol comenzó a ablandarse y sentir el calor de Galatea ante su asombro, de forma similar me siento en un sueño cuando pude volver a sentir el calor de tu piel. No sé si sea el sueño hecho realidad de la perfección del amor, para mi eres perfectamente imperfecta, y eso es mucho mejor que la aburrida perfección.


Colgó el teléfono, sintiendo nostalgia y avanzando, perdiéndose en la obra de Gerome, camino por los amplios pasillos del museo mientras a su alrededor propios y extranjeros hacían lo mismo en grandes grupos, viendo maravillados las obras de arte del lugar.


Salió del museo buscando su auto, se hallaba en la quinta avenida muy cerca de Central Park, los Neoyorkinos tenían un estilo de vida muy acelerado, su paso era a prisa, casi como si corrieran, muy diferente a lo que se percibía en París, François caminaba con sus dos manos en los bolsillos de alguna forma la visita en aquel museo le había ayudado a despejarse, la belleza de las obras de arte y lo que transmitían le mostraban otra perspectiva.


Divisó su Lamborghini a un costado desactivó la alarma y se sentó de forma pesada, los meses en donde nada le había importado ahora se acumulaban y el peso de lo que significaba ser un LeBlanc le exigía no fallar. Al día siguiente tendría la reunión con las personas que le ayudarían a investigar un poco sobre aquello que le seguía inquietando, su padre, no podía negar que le causaba ansiedad lo que podría encontrar, no le gustaba pensar que su padre era un mal tipo, lo respetaba y no podía creer que su progenitor pudiera estar inmiscuido en cuestiones ilícitas.


Como de costumbre llegó a su casa se dio una ducha y se sentó a leer unos contratos, se entretuvo cuando pudo ver en su reloj que ya casi era media noche, prendió su laptop y envió algunos emails que tenía pendiente, no podía dormir sabiendo que cada que no hiciera lo alejaría más días de su preciosa novia, su Corazón



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