DULCE TENTACIÓN CAPÍTULO 41: Mi novia





Besos mojados, caricias resbaladizas y una libido al cien, los gemidos de Rebecca se habían mezclado con el ruido de la regadera, la jodió, así como ella se lo dijo una vez terminaron, se había hundido en ella con ahínco y le brindó placer tal como ella se lo había pedido, la había sacada en brazos, pues ella le había dicho que no podía sostenerse de solo recordar ese episodio, no podía evitar una erección.


No terminaba de degustarla cuando sus ganas se reiniciaban ¿era normal que eso sucediera? No lo sabía, en el pasado había quedado iniciado, pero sucedía cuando la mujer no podía seguirle el ritmo y Rebecca sí que se superaba con creces, tanto que por un momento sintió que sería él quien no podría cumplirle como ella deseaba, al menos al inicio cuando se vino en su boca y no pasó mucho tiempo cuando le reclamaba penetrarla lo pensó, lo bueno era que tenía un buen estado físico y esa mujer lo excitaba con facilidad.


Se tuvo por el contrario que obligar a salir de la ducha, o si no se hubiesen quedado haciéndolo en cada rincón de ese lugar y el deseaba poder salir con ella y proponerle ser su novia, no quería que se prestara para malos entendido el quedarse callado y dar por sentado que estaban en una relación, o bueno ella misma le había dejado claro al inicio que no lo estaban y deseaba poder cambiar eso, quería que ella supiera que él iba en serio que la deseaba en su vida y ser novios era el primer paso.


No se detendría ahí, porque a futuro deseaba que fuese su esposa y porque no, la madre de sus hijos... Cualquiera que lo escuchara le diría que le lavaron el cerebro, porque la idea de niños no era algo que hubiese pensado en el pasado, le parecía soso eso, le gustaba divertirse y con hijos en la ecuación todo cambiaba, en cambio con Rebecca no le sucedía de la misma manera, aunque no quería hacer muchos planes a largo plazo, a pesar de haber considerado esas cosas y no le parecía malo ninguno de los panoramas.


Por el momento se concentraría con que aceptara ser su novia, no mentía al decir que sentía miedo, aunque habían tenido horas de intimidad en donde ambos no sólo mostraron lujuria, sino amor, eso no garantizaba que ella siguiera con dudas y sólo quisiera tener eso nada más, podía sonar cursi, pero él no quería eso, deseaba que construyeran una relación estable, amarla y recibir ese amor tan tierno que ella le brindaba.


Salir de esa casa no había sido fácil, entendía que ella no deseara hacerlo, sentía que en cualquier esquina alguien lo reconocería y le haría daño, él por contrario no pensaba en eso, habían lugares en los que él no era nadie, simplemente creía que la situación no daba para estar pendiente de las redes sociales o las noticias rosas, porque aunque él era un empresario parecía que su rostro lo relacionaban más con chismes de farándula, algo que lo tenía sin cuidado, a veces incluso lo beneficiaba, dado que tendían a subestimar su capacidad.


Lo otro que los había demorado había sido la ropa, él previniendo de que ella no había llevado nada para salir y sólo para ir a reportar le había llevado un vestido, a Rebecca no le gustó, aunque fuese algo que sólo se pondría una vez y ni siquiera creía que hiciera parte de su closet, pero después de una larga conversación lograron un acuerdo, aunque el rumbo que había tomado la charla no le había gustado para nada.


Dado que la renuencia de tomar el vestido lo relacionó con su madre y lo fascinada que era contradiciéndola, aquello no estaba del todo mal, bueno hasta que le dijo él le caería en gracia a su madre, un nudo se había instalado en su estómago ¿y si le daba por dejarlo sólo para contradecirla? Tuvo miedo, porque ellos no habían tenido un buen inicio y si sus padres lo sabían eso podría separarlos, no pudo evitar manifestarle su miedo:


-¿Me dejarías por contradecirla?


Preguntó temeroso, aunque parecía relajado no era algo que le gustara, escuchó la risa de Rebecca y no era la dulce de siempre era una gran carcajada que la hizo mirar enseguida.


-¿Esa pregunta es en serio? -Él hizo una mueca y tomó su blazer, era demasiado en serio y parecía que ella no lo entendía.

-Dijiste que te gustaba contrariarla - Contestó alzando sus hombros.

-Oh sí te voy a dejar- expuso ella divertida mientras se acercaba y le daba un beso. - ¡Qué tonto eres mi amor!


Él sonrió ampliamente totalmente aliviado y la tomó por su cintura rozando su nariz en su oreja, luego volvió a besarla.


-Lo soy - Expuso abrazándola.


Quizás si parecía una duda tonta, pero suponía que los miedos eran en ocasiones irracionales, la tomó de la mano muy feliz dispuesto a irse, pero ella lo devolvió recordándole su promesa de salir camuflado, sacó sus rayban, pero cuando le pidió el sombrero si dudó, su ropa no combinaba para nada con algo como eso y lo haría ver muy feo, no obstante al ver lo decidida que estaba y su amenaza de no salir no tuvo más remedio que ir por el sombrero gris que le había conseguido Onu, desde su perspectiva no sólo lo hacía ver poco elegante sino que además lo haría resaltar con las demás personas, pero Rebecca mandaba y él obedecía.


Caminaron al exterior donde aún estaba el carro que él había alquilado le abrió el lado de su puerta y el camino hacia la suya, encendió el auto, y condujo hacia Reyhanli, como había pasado en la ida se demoró menos de lo establecido, condujo con la dirección en el GPS buscando el lugar que Onu le había dicho, alzó su vista y no vio algo que le gustara era un Hotel, el Emir Otel, creía que era un restaurant... diferente. Suspiro y la miró.


-Por qué tienes esa cara. -Rebecca le preguntó.


Él suspiró y la miró, tenía miles de respuestas a esa pregunta: era un hotel, que además se veía feo, que en condiciones normales no visitaría jamás en su vida y si quizás estaba siendo demasiado snob, pero es que definitivamente no le gustaban las cosas de segunda categoría, sobre todo porque a quien llevaba era la persona más importante que merecía los mejores espacios. Le dio la respuesta más sencilla y era el sólo hecho de que fuese un hotel.


El valet parking llegó y ambos se dirigieron al interior, la tomó de la mano porque realmente lo único que podía quitarle esa sensación de malestar, se acomodaron en una mesa y a pesar del lugar, pudo volver a sentirse cómodo cuando quedó de frente con ella, Rebecca Bracho llegaba como un bálsamo a su vida, estaba enamorado y le gustaba estarlo.


-Y bien ¿por qué te empeñabas tanto en salir?


Rebecca le preguntó una vez se acomodaron y él la miró, le dio una respuesta vaga, aunque no era mentira, no por estar en un lugar como ese debían quedarse en reclusión, podrían salir y disfrutar al menos las bondades del lugar, porque si era honesto no creía que todo fuese malo y eso que lo decía él quién era realmente clasista. Tampoco iba a negar que quedarse fornicando toda la tarde no era apetecible, después de meses añorándola de todas las maneras posibles sería lo más lógico.


Sin embargo estaban ahí, vestidos y pidiendo de la carta lo más decente del lugar, aunque básicamente él era quien había hecho la orden, cuando cayó en cuenta de su error ya era tarde y afortunadamente Rebecca no se molestó, por el contrario le había dicho mi amor y eso era felicidad pura, él era su amor y todo lo que ella quisiera, le gustaba esos mimos, le gustaba que fuese ella quien se los daba, si todo eso saliera en voz alta sabía cuán cursi podía sonar, pero ya se lo había dicho antes disfrutaba estar enamorado.


Cuando el mesero se fue, sintió la mirada de ella sobre él era divertida, le gustaba ver esa felicidad, todo lo contrario a cuando se vieron por primera vez en ese avión, a pesar de que aun sentía que tenían mucho de qué hablar y había algo de heridas, lo superarían, sabían que podrían hacerlo, no sabía si estaba siendo demasiado crédulo, pero se sentía tan fuerte al lado de ella que sentía que podrían con todo.


-Te he dicho que eres un snob

-Si, me lo dijiste la primer vez que nos conocimos

-Que bueno, porque lo eres.

-Bueno es algo que me he acostumbrado a escuchar -bromeó - cada vez que me lo decían me acordaba de ti.

-¿Se lo dicen mucho Monsieur?


Se lo preguntó ella divertida y él no pudo evitar contarle lo que Sébastien hacía como si fuera un pequeño que hacía una rabieta ante algo que no le gustaba, le encantaba que lo escuchara, que tomara sus manos y lo mirara tan enamorada, tanto como lo estaba él, a veces le parecía increíble que estuviera recibiendo tanto amor, podía pasar horas hablando con ella como lo estaban en ese restaurante, sentir el movimiento de los dedos de ella en la palma de su mano e incluso cuando comenzó a enumerar las cosas que amaba de él, no podía decir que él fuese un dechado de virtudes porque finalmente tenía muchos defectos, pero era agradable que alguien lo amara a pesar de que fuese horrible persona.


Para ella él era un incordio cuándo: compraba su tiempo en subastas, no la besaba cuando quería y desaparecía por meses, ella le hablaba de cosas que ya habían pasado y se alegraba que estuviera allá, nuevamente sintió esperanza de que sus máximos problemas estaban en el pasado, cuando en ese presente estaban sólo ellos dos, luchando por su relación.


-Yo también te quería besar, en aquel momento. -Le confesó una vez le sirvieron los platos.


Era consciente que esos milímetros que estuvieron cerca lo habían tentado lo suficiente, pero había muchas cosas que lo habían detenido, principalmente que ella... Fuese la novia de Shepard, pero se había prometido dejar ese tema de lado, no valía la pena desgastarse en eso.


-Lo sé-ella lo miró a los ojos-por eso me resultabas hipócrita, sabía que morirás por hacerlo igual que yo.


-Si, no niego que lo fui.

-¿No lo hiciste por ella?


Preguntó Rebecca y él tomó la pregunta muy natural porque como siempre imperaba su honestidad, aunque no lo había pensado antes, quizás Marie si había tenido un porcentaje de culpa, pero hizo mal no lo pensó, pero ver a Rebecca revolver el plato si llegar a comerlo le dijo que había cometido una estupidez, que sus conversaciones no debían moverse del plano de ellos,


-¿No tienes apetito? - Le preguntó buscando su mano y tomarla -¿Quieres que te joda? -Le dijo dado que ella le había dicho cuando habían terminado de fornicar que estaba hambrienta.


Ni su broma privada logró sacarla de su ensimismamiento, no quería que la jodiera quería que la amara, él alzó sus cejas confundido, lo hacía, nuevamente ella creía que él no podría amarla y esta vez fue su corazón el que se contrajo un momento, pero se recordó a sí mismo que debía trabajar para que ella le creyera, porque de lo único que estaba seguro era que la amaba tanto que quemaba, no entendía el por qué, no sabía cómo había podido ese sentimiento sobrevivir tanto tiempo, pero le alegraba saberse suyo.


Creyó que era el momento de la propuesta, no imaginó que sería en esas circunstancias, pero se arriesgaría, le mostró la caja y le pidió que fuese su novia entendía que solo había pasado una semana, pero ellos llevaban meses en esa agonía, merecían un buen comienzo, lo anhelaba, le dijo cuando la amaba a pesar que ella se lo había pedido minutos antes, no sabía cómo reaccionaría e incluso temió que como había hecho con su tarjeta se la tirara en la cara.


-Ni los nominalismos, ni las joyas son lo que espero François, en realidad me he cansado de esperar algo, yo sólo quería perspectiva y por eso vine aquí, pero tú sólo estás turbándolo todo. Desde que apareciste en mi vida todo es una constante montaña rusa, primero estoy en las estrellas y luego terminó en un hoyo inmenso, me siento agotada de todo eso.


Sintió cómo su pecho se partía en mil pedazos, era bueno tener las gafas aun puestas o si no su expresión lo delataría, creyó que estaban avanzando, lo sintió mientras hacían el amor, lo sintió cuando acariciaba su cabello, cuando lo declaraba como su amor, no entendía qué estaba sucediendo, no entendía porque eso sonaba como si nuevamente lo estuviera echando.


A pesar de sentirse como la mierda, siguió con su proposición le mostró el brazalete y le dijo que se lo pensara, tenía la esperanza que finalmente aceptara estar con él, se atreviera a ser feliz a su lado, no pudo evitar en ese momento quitarse las gafas y guardarlas prefería mirarla directamente, aunque... Aunque ella notara lo triste que estaba.


-¿De qué me sirve ser tu novia cuando estoy llena de dudas, de miedo, de angustia?

-Lo entiendo, yo te amo lo hago tanto que a veces me da miedo, luego veo tus ojos que me dicen que me amas y solo puedo creer en eso. Si ahora sólo tienes dudas no me respondas nada -Volvió a rogar que se arriesgara

-Es que ya te respondí François, no me interesan los nominalismos, cuando no siento nada de lo que dices ¿sabes qué siento? Que no tienes ni idea de lo que sientes, que de la misma manera como decías hace unos meses amar a la mujer de tu vida hoy estás confundido con respecto a mí, sé que ya me explicaste ese asunto de la situación especial de esa mujer, pero quién me dice a mí que no ves una situación especial en mí, ahora mismo lo estoy ¿no? Aquí en medio de una guerra, que según Matthew no es mía, pero empiezo a creer que es de todos, pero ese no es el punto, el punto es que me puse a mí misma en un riesgo que para muchos es absurdo y ahora tú caballero andante pretendes salvarme como quisiste hacerlo con ella ¿a eso no te envió Matthew?


Él le sonrió con una mueca de tristeza, no había entendido nada, Rebecca y Marie no tenían punto de comparación, precisamente querer tener algo formal era una de las señales, con Marie a pesar de decir amarla había pasado cuanta chica por delante de sus ojos , incluso su propia prima al lado de su habitación, en cambio Rebecca su Rebecca no tenía nada que ver con eso, podría llegar una mujer más bella que ella, que sabía que no le interesaría, incluso ante su primer echada el simplemente se habría retirado dándole lo que ella tanto quería: espacio.


Así como se sentía tan devastado intentó explicarle su versión una vez más, Shepard no tenía nada que ver, eso era una decisión ya tomada, no se consideraba un pelele que se dejara mandar de ese sujeto, o si no le hubiese hecho caso cuando lo llamó a reclamarle por coquetear con Rebecca. Él sólo quería creer que en verdad era suya como cada declaración en esas cartas, no importaba cuán egoísta se veía, ese era su anhelo.


-Ponerle un nombre a una relación no te garantiza ni la pertenencia, ni la permanencia, eso es algo que se construye.


Ese era un buen punto, no se rebatiría por el contrario le dio la razón, él era egoísta por querer según él inicial de la mejor manera, esperaba que con el tiempo ambos en verdad pudieran eso, construir algo sólido, tampoco era tan iluso, pero ¿por qué no hacer un comienzo cursi y cliché?


Otro punto del que hablo era sobre ser ese caballero que la salvaría de todo mal y peligro, no negaba que eso le asustaba: perderla, pero también había decidido respetar sus decisiones, si ella quería podría ser el caballero que la jodería, pero no se lo dijo no como estaba la cosa de tensa, porque incluso él no pudo evitar decirle lo muy triste que estaba al pensar que ella no había logrado sentir todo lo que él deseaba darle.


-Siento todo lo que me has dicho que sientes, - repitió ella- por eso es que dudo de lo que dices sentir, ya te dije que tu verdad es relativa.


Él la miró en silencio por largo rato, ella decía que lo sentía, pero... ¿Por qué en su interior algo le decía que no? No había verdad relativa, esa lucha la había tenido meses atrás no podía negarlo, le llegó a doler un poco eso, pero había entendido que era por la posición en la que había puesto a Marie Elizabeth, además habían sido amigos por largo tiempo, habían sido muchas cosas que lo presionaron, pero una vez vio la luz... Se dio cuenta que no había nada que pudiera bajar a Rebecca del lugar de donde estaba, ni siquiera ver a Marie Elizabeth moribunda en algún lugar podría hacerlos porque como todo lo que cerraba en su vida, queda atrás y no se pondría a elegir entre ellas dos cuando ya lo había hecho y era: Rebecca.


-Finalmente esa duda me dice que no lo haces. -Ella dejó de revolver la comida y lo miró detenidamente.


Cuando Rebecca le contestó y mencionó a Marie Elizabeth y lo que él había dicho de amarla y luego no, François pudo ver un fantasma acercarse a la mesa, era Marie y esa sonrisa discreta y movimientos lentos, su largo y negro ca cabello suelto, tenía un vestido azul como el día que la había conocido y repleta de zafiros en su cuello y dedos, estaba totalmente agobiado tanto que se sintió asqueado de que en su día más especial hubiesen invitado a Marie a cenar con ellos, lo odiaba, odiaba tener que explicarle nuevamente que no es como si hubiese estado enamorado y luego no, simplemente jamás lo había estado y él se había autoengañado, no era como si reconocer eso lo hiciese sentir bien, mientras lo sintió defendió a capa y espada lo que sentía, era su realidad, pero él había estado totalmente equivocado con esta, él no sabía que era el amor hasta que efectivamente terminó perdidamente enamorado.


Escuchó como ella aseveraba que él solo la veía como ella lo había visto a Shepard: un escape para olvidarlo, pero era totalmente absurdo empezando que había sido él quien rechazó los sentimientos de Marie, ni siquiera verla tan desesperada en enero por lo que fuese que le estuviera sucediendo lo hizo ceder, sabía a quién amaba y no volvería a entrar en la dinámica por compasión, ninguno de los dos lo merecían incluso ni aun porque pensaba que Rebecca no lo amaba.


Intentó explicarle todo, pero estaba tan triste y desconsolado que sentía que lo que le decía no era suficiente, no besarla por Marie Elizabeth tenía que ver con respeto, según su lógica en ese tiempo, era que con Rebecca si podría manchar ese sentimiento, porque desde ese día ella había logrado despertar cosas en él, incluso en ese momento no sabía que hubiese pasado si la besaba... Se trataba de que Rebecca sin darse cuenta había roto cada una de sus creencias, si lo pensaba detenidamente no se trataba de Marie, pero era tan difícil de explicarlo que prefirió guardarlo para sí.


Se enfrascaron en una nueva discusión de porque todo lo que él decía era contradictorio y en su visión, Marie tomaba del agua con hielo que había en la mesa y luego se cruzaba de brazos y admiraba la escena en silencio y la odió un poco, la odio por invadir un espacio en donde él no la había invitado, estaba tan frustrado que se dio por rendido nada de lo que él le dijera la convencería, ya lo había entendido Rebecca lo había rechazado aun así eso no lo hacía sentir confusión y hacerlo querer ir a los brazos de Marie Elizabeth, solo quería estar ahí para su Rebecca que ella pudiera contar con él y así se lo dijo pero ya con él ánimo por el piso odiaba sentirse tan patético.


-¿Cómo sabes que me amas? -Preguntó ella de Repente y él movió sus manos de forma estereotipada, ¿y si le decía y no le creía?

-Simplemente me atropellaste, -contestó de todas formas -intento pensar qué es lo que me gusta de ti, por qué tú, pero no tengo una razón simplemente tienes algo que hace que mi vida tenga sentido.

-¿Sabes por qué te dije que te contradices?

-No.

-Hace un momento me dijiste que no me besaste por respeto a lo que sentías por ella y no la besaste por respeto a lo que sentías por mí, de acuerdo con lo que dijiste porque eres fiel a tus sentimientos, sin embargo tú mismo me dijiste que habías estado físicamente con otras u otra, nunca lo aclaraste. Es bastante contradictorio eso. Y no porque yo te esté pidiendo celibato, simplemente según tus propias palabras todo se cae por su peso ¿cómo puedo confiar en algo que dices cuando tu verdad sigue siendo relativa?

-Eso es sencillo, para mí en aquel museo no eras cualquier mujer a la que podía besar y seguir de largo, posterior a eso sabía que si me metía con Elizabeth era... Traicionarte, por alguna razón.

-¿Y quisiste hacerlo? ¿Quisiste involucrarte con ella?

-No, no quise hacerlo en ningún momento.

-¿Y entonces por qué lo mencionas? - Rebecca pasó la mano por su pelo exasperada- ¿No entiendes que si lo mencionas das a entender que si lo pensaste? No eres claro François, de nuevo me remito a los principios básicos de la comunicación, debe ser asertiva o sino el mensaje se desvirtúa. Lo que yo te estoy entendiendo es que si quisiste hacerlo y no lo hiciste. Luego no quieres que piense que tu verdad es relativa, quiero entenderte, pero no estás brindándome claridades con tus mensajes ambiguos.

-Eso lo dije por ella, ya que se acercó a mí - dijo mirándola fijamente, ignorando a la visión que estaba comenzando a volverlo loco.

-Sé que parezco una loca desquiciada, odio los celos y ahora soy sólo una patética mujer celosa, no es propio de mí sentir celos, suelo burlarme de las mujeres que miran a los hombres con los que estoy.- Ella nuevamente se pasó la mano por su pelo.

-No eres la única, te dije que llegue a tener celos hasta de Fabriccio y de todos los que te tenían a tu lado, incluso en ocasiones cuando lo mencionas a él, los siento, cuando vi tus fotos en África al lado de él, o cuando fuiste a esquiar incluso tuve celos de William. Yo soy aún más patético.

-¿De William? ¿Por quién me tomas? Tampoco es que ande por la vida metiéndome con cuanto hombre se me pasa por enfrente, no lo niego es atractivo, pero era el mejor amigo de Matthew.

-Era simplemente porque estaba a tu lado, ¿no entiendes? Y no ayuda nada que digas que es atractivo - soltó el aire.

-Bueno es que lo es, ¿no lo has visto sin camisa? - Rió torciendo sus ojos.


François soltó el aire algo incomodo, no le gustaba escuchar eso y menos pensar que el siguiente acompañante en la mesa fuese William Tilman, no pudo evitar indagar qué había pasado y miles de escenarios se cruzaron por su mente, de alguna forma le costaba creer que traicionara a su mejor amigo Shepard, jamás los había visto compartir amantes ni novias, pero se tranquilizó cuando supo que sólo estaba entrenando, pero enseguida se dio cuenta que William si había tenido otras intenciones, era bueno que para Rebecca éste le fuera indiferente.


Él soltó el aire y suspiró, ya entendía por qué le había enviado esa foto ese día, por qué la insistencia en el tema, incluso a veces pensaba que su insistencia con Marie tenía que ver con él, pobre chica de verdad que la compadeció mucho al fijarse en un hombre como ese, lo bueno era que ni Marie Elizabeth ni William eran de su incumbencia, lo era la mujer de ojos cafés que lo tenía con el ánimo por el piso, como un preso esperando el día de su salida, lo ponía en la gloria luego... Le arrancaba el corazón.


Él entendía todo lo que ella le decía, le dio en parte la razón, pero él tenía sus claridades y aunque intentaba decírselas ella simplemente no le creía y a pesar de que no se rendiría tan fácil en demostrarle lo contrario no negaba que bajaba mucho su confianza personal.


-Porque yo en ningún momento que te dije que amaba a Matthew, -le añadió ella- para mí es claro algo: si yo hubiera amado a Matthew jamás me hubiera involucrado contigo a ningún nivel, no es cuestión de moralismos, es cuestión que cuando alguien me interesa nadie más me interesa. Cosa que no puedo decir de ti.


No podía culparla ni ser injusto con ella, él mismo había pensado como los miedos traían ideas irracionales como cuando creyó que ella podría dejarlo por contradecir a su madre, la entendía, sabía que era eso de pensar que en cualquier momento podrían vivir lo de meses pasados y le dolía no poder hacer cosas mejores. No obstante no podía negar cuánto le dolía que ella le dijese que él no tenía dudas respecto a Shepard y ella porque jamás le había dicho que lo amaba, si eso era verdad, pero no por eso él no tuvo dudas y no en vano pensó por meses que ella había preferido a Shepard.


Sólo que él... Creía cada palabra que le decía la forma como lo miraba y había decidido dejar todo atrás, no sabía si eran diferencias de género, quería entender qué sucedía y así avanzar en la relación, quizás seguía siendo eso que llamaban karma que no los dejaba amarse sin las ataduras del pasado, pero él seguía pensando que podrían romperlas ¿era sólo un crédulo? ¿Era tan ingenuo como para creer que una relación que inicio de una traición podría terminar bien?


-Si ese día me cite contigo era porque tenía claridades, sabía que una vez te volviera a ver no tendría vuelta atrás, de no ser así no te hubiese buscado.

-¿Y qué pasaba si me volvías a ver?


El tono de voz de Rebecca cambió, notó cómo lo miró con coqueteo metiendo un trozo de comida a su boca en una pose totalmente provocadora, François alzó sus cejas, seguramente era otra de sus visiones en donde ella lo provocaba, pero que era él quien terminaba malinterpretando, por un momento en la cena Marie Elizabeth, Shepard e incluso William se esfumaron de la mesa, estaban ellos y aunque no se quería hacer expectativas, pero quería creer eso.


-Sabía que no te dejaría ir. -Respondió mirando sus movimientos.

-Pues me dejaste ir.


Rebecca comenzó a chuparse sus dedos, quitándose los restos de la comida, pero su lengua y sus labios solo le recordaron el movimiento que hacían cuando horas antes ella estuvo devorando su miembro, él la miró con su boca levemente abierta, su pene comenzó a endurecerse y así de la desdicha Rebecca lo llevaba al éxtasis, sus pensamientos sólo estaban en esos labios de fuego y lo que le hacían sentir, sólo se recompuso acomodándose en su asiento, cuando se dio cuenta que estaban en un lugar público y que quizás todo era producto de su imaginación ¡hacía solo unos minutos atrás discutían! La vio reír de manera socarrona, nuevamente no sabía si era su imaginación o ella lo provocaba, deseaba estar ecuánime sin que su bóxer estuviera a punto de reventarse, pero con ella era difícil, tomó un poco de la copa de vino que le habían servido previamente, y la volvió a mirar fijamente


-No lo hice, no a propósito y aunque mi realidad me decía que estabas lejos estuviste presente en mi vida.


Le dijo sin dejarla de ver, mientras ella tomaba otro bocado de su plato, aunque era algo tan inocente, él no lograba verlo de esa manera, miles de escenas pornográficas con ella se le cruzaron por su mente y estaba al borde del delirio sobre todo cuando sintió el pie de ella juguetear con su pantorrilla, deseó que lo subiera más y presionara su pene y calmara ese pálpito que comenzaba a tomar fuerza.


-¿Esa presencia podía hacer esto?


Rebecca le preguntó, con una mirada llena de lujuria, él contrajo su rostro y tragó saliva, luego se levantó de la mesa de forma abrupta sin tomar la caja que le había mostrado antes y la tomó por unos de sus brazos de forma delicada, susurrándole a su oído.


-No, no podía hacer eso, no sabes cuánto me tuve que ayudar cada vez que tenía sueños eróticos contigo, incluso fantasee que fueras una mujerzuela para mí -la levanto de la mesa dirigiéndose hacia la salida, pasó su tarjeta a uno de los meseros y esperó unos instantes, poco después el mesero regresó con su tarjeta y con la caja en donde se encontraba el brazalete, él asintió dándole una generosa propina y luego salió del restaurant con ella, quien reía y negaba con su cabeza.

-¿Con que una mujerzuela Monsieur? No sé si sentirme halagada o insultada.


Rebecca le habló y sin salir del hotel la llevó a un costado arrinconándola, le habló de esa mujer y a medida que lo hacía su excitación se endurecía crecía y anhelaba sentirla, al parecer a ella le agradaba esa fantasía, hablada de la mujerzuela y ella como si fuesen dos y si lo eran, pero lo cierto era que la mujer de sus sueños eróticos era ella y solamente ella, ni siquiera esa fantasía se comparaba a su realidad, habían tenido sólo dos encuentras desde que se habían visto, pero superaba con creces los malos polvos que había tenido con otras mujeres y sí que había sido muchos.


Sumaba mucho que la Rebecca de su realidad estuviera en un pasillo mordiendo su oreja y manoseando su pene, con tal sensualidad que lo estaba enloqueciendo, definitivamente esas fantasías con las que se llegó a masturbar eran nada, frente a ese presente que estaba viviendo con su desenfrenada sexual, tanto como lo era él y eso era un extra en la relación de ambos que no negaba le gustaba muchísimo. Ella no tardó en volver a la realidad, pero para él era demasiado tarde, no quería detenerse, así que cuando notó que las personas del pasillo la incomodaban, la tomó de la mano y la sacó del lugar sin ni siquiera pensar a dónde ir, se detuvo la miró, quería devolverse, pero no soportaba estar en un lugar extraño, apretó su mano viendo su expresión divertida, sabía que lo estaba provocando.


Estando en el auto la situación no mejoró, dado que al sentarse su vestido se subió más de lo normal y su rostro se descompuso, estaba al límite, deseaba poseerla, escucharla gemir, así que no perdió la oportunidad para tocarle su sexo una vez entró al auto, era horrible saber que los autos comenzaron a pitarle para que se moviera y que Rebecca con su rostro pervertido le dijera que tenía hambre, quería quedarse con sus dedos hundidos en su sexo y devorarlo, porque él también tenía hambre de ella.


No tuvo más remedio que conducir, sin antes no manosear un poco sus pechos, y concentrarse en la carretera, o quizás hubiese podido hacerlo si Rebecca no hubiese comenzado a bajar la bragueta de sus pantalones y acariciar su pene para finalmente sacarlo y comenzar a masajearlo, si, si era mejor que en sus fantasías definitivamente no le había mentido, así que una de sus manos vago hasta el cabello de ella y lo acarició al igual que lo hizo después con sus pechos, le tocó bajar la velocidad y se lamentó eso, porque si bien quería llegar lo más pronto, la deseaba en ese momento y estaba más concentrado en la boca de Rebecca en su miembro que en conducir, así que la detuvo de lo que hacía


-¿No te gusta?


Preguntó con decepción mientras el solo detuvo el auto y la besó con pasión, la deseaba tanto que no había podido manejar, pero ella había malinterpretado eso y pensó que la rechazaba, estaría demente si llegara a rechazar a Rebecca Bracho, así que no demoraron darle rienda suelta a su pasión y hace el amor en el auto, en un principio se había retenido por respeto a ella, sin embargo a ambos les valía estar en plena vía pública y que los pudieran ver y no podía ser más feliz.


A pesar de que no lo había pensado que Rebecca tuviese el mismo apetito de él era algo que se ajustaba a él, como en ese momento estar moviendo sus caderas de forma circular y sentir como poco a poco el auto comenzaba a sentirse más caloroso y los vapores de sus gemidos inundaban todo, el olor a la mezcla de sus sexos y fluidos emergió y le gustaba el resultado de esa combinación, ella estaba hambriento y él también, se podía sentir después de una cena tan desastrosa se merecían ese contacto decirse de alguna manera que se necesitaban a pesar de la dudas.


El mordió su mandíbula y la movió con fuerza sin retenerse, sin evitar soltar rugidos de placer, estaba en su modo automático, ese estado en donde no sólo deseaba saciarse, sino que además deseaba darle a ella lo que era un buen orgasmo, ese modo en donde no había nada más que esos placeres primarios y la moralidad, el pudor fuesen solo palabras sin significado.


Sintió la mirada lasciva de ella y él le devolvía una sonrisa de placer, estaba ardiendo y le gustaba sentirse tan perdido en las sensaciones que Rebecca le regalaba, ella decía que estaba en la gloria él, aún no sabía en donde se encontraba porque estaba demasiado ido para ser consciente, pensó en quizás que simplemente ardía y le gustaba también esa sensación sobre todo cuando ambos llegaron al orgasmo y con ellos un bienestar y una felicidad de tenerla.


Lo mejor era saber que ella se sentía igual, toda la pesadez anterior se esfumó, se sentía más seguro, quizás tendrían momentos oscuros, pero finalmente llegaría la luz y esperaba estar en las dos caras con ella. Por el momento ambos estaban en sus asientos rebosando de alegría y satisfacción y quería saborear eso, sí era honesto prefería concentrarse en ese eterno presente que vivían, incluso del calor que aunque odiaba en ese momento no le molestaba.


No pasó mucho tiempo cuando ella le propuso ir a un museo, la idea le agradó demasiado, sobre todo porque no deseaba encerrarse aún quería, ir a lugares con ella crear recuerdos y disfrutar de su compañía, Rebecca era una mujer sumamente culta, con quien había aprendido a apreciar y conocer formas diferentes, así que no puso ningún problema.


Incluso aprovechó para volver a proponerle ser su novia, ella no estaba muy convencida, sentía que no había necesidad, pero él sentía que sí, dejar todo a la deriva podría generar caos, no quería que ella pensara que no quería algo más que sexo y si eso podría sonar mucho a que no quería cometer el error de Shepard, pero en si tenía algo que ver con él y su forma de que supiera el lugar que tenía en su vida.


Le gustó la calma con la que continuaron, incluso el coqueteo al pedirle que saliera sin bragas y él se las guardó en su bolsillo, era una complicidad que le reafirmaba que había hecho una buena elección, que los fantasmas con los que cargaban desaparecerían eventualmente, quedando sólo ellos dos en la ecuación, así que caminar en silencio viendo arte era otra cosa sencilla con la que era realmente feliz, además la forma como ella le hablaba de la historia y se entusiasmaba con todo aún fuese mínimo.


Hablaron de todo un poco y lo que más le gustaba era poder ser tan sincero con ella y expresar lo que pensaba por feo que fuese, conocerla saber el enigma detrás de lo que pensaba y que en ocasiones le daba tanta curiosidad, así que sus temas variaban entre serios y coqueteos, que no negaba lo ponían duro por momentos, lo único que le llamó la atención fue cuando mencionó a Jacques de la nada, ya era la segunda vez que le sugerían cosas no tan buenas de él y a decir verdad él a veces dudaba de muchas cosas con respecto a su padre, pero si era honesto no era algo que lo trastornara, sobre todo si andaba con Rebecca que tendía a eclipsar todo.


Media hora más tarde caminaban de regreso al auto, abrió la puerta del auto y al verla tan decaída le preguntó si estaba fatigada, sabiendo que habían caminado demasiado y ella estaba en zapatos altos, él el único esfuerzo que había hecho era lo del auto, que le había exigido un poco más aun así el sexo del día no lo tenía cansado ni la caminata, quizás porque tendía a ser demasiado activo, Rebecca le asintió y él sonrió con ternura.


-Ciertamente tengo mucha somnolencia, siento que se me cierran los ojos, además de cierto dolor muscular- Él le sonrió y estiro si mano sobando su muslo delicadamente luego volvió su mano al volante.

-Caminamos mucho además que tú lo hacías con zapatos altos. -Fue lo único que le respondió y comenzó a conducir.


Sólo se detuvo cuando los ojos de Rebecca comenzaron a cerrarse de forma pesada, para revisar que tuviera su cinturón de seguridad ajustado y aceleró, la carretera estaba oscura y si era sincero no le gustaba estar fuera de noche, debido a que aún no conocía muy bien el lugar, miró de soslayo a Rebecca que estaba acurrucada, durmiendo de forma plácida.


Había sido un largo día, primero por la ansiedad de esperarla y luego por las emociones que habían vivido, lujuria, amor, celos rabia, como ella se lo había dicho era como si estuvieran en una montaña rusa, la miró nuevamente su vida había dado un giro de 180°, pero por más tonto que sonara le gustaba lo que vivía con ella, el sentimiento que crecía en su pecho y no podía detener, por un momento temió que no sucediera lo mismo con ella, que aun tuviese dudas que aún Matthew Shepard... Que él aún le generara cosas, ese miedo emergía y posteriormente se esfumaba dejando una sensación desagradable.


Apretó el acelerador y se concentró en la carretera, en pocos minutos estaban nuevamente frente al edificio en donde se quedaban, aparcó el auto y caminó hacia la puerta de ella, estaba profunda, desabrochó su cinturón y la tomó por sus caderas viéndola dormir se quedó unos instantes haciéndolo la tomó por su cintura dispuesto a llevarla cargada cuando ella comenzó a moverse sin embargo no se despertó, la cargó sin mayor esfuerzo y cerró la puerta con uno de sus pies mientras que con una de sus manos activaba la alarma.


Llegar a la puerta del lugar igualmente no fue fácil pero una vez pudo entrar la acostó en la cama de forma delicada, la miró unos instantes y luego sacó sus zapatos, con delicadeza le quitó el ajustado vestido, su piel tersa emergió dejándolo sin aliento, con las yemas de sus dedos la acaricio y vio estremecerse, sin embargo ella seguía profunda, tomó el pijama que ella tenía en la mañana y se lo puso mientras le daba leves besos, aún le parecía mentira que ella estuviera a su lado la miró largo rato y miro su mano con el brazalete que le había dado, quería darle su presente, no quería que se agobiaran por el pasado o incluso la incertidumbre del futuro, lo sabía ese pensamiento tenía un tinte un tanto budista.


Los budistas sostenían que aquellos que viven el presente son mucho más felices, podía darles la razón en ese instante lo era y no cambiaría ese presente con ella por nada, se acercó y olfateó su cabello, quería llevar en su memoria cada instante, quería atesorar cada parte de ella, acarició su cabello un largo rato.


Luego se levantó y miró la habitación, frunció el ceño no se había dado cuenta que estaba inmerso en medio de un caos colosal, había ropa y zapatos esparcidos por todo el lugar, la miró dormir plácidamente, su corazón era una hecatombe, se sonrió al recordar su forma descuidada de tirar cada prenda que se quitaba. Suspiró y comenzó a organizar cada prenda en el cesto, además de acomodar los zapatos.


Rebecca aun tenía la maleta de trabajo tirada a un costado, la tomó y tiró todo al cesto, esa noche se dedicó a organizar un poco y finalmente se dio una ducha y se puso un pijama, regresó a la cama pero se dio cuenta que Fabriccio se había adueñado de la cama al lado de ella, frunció el ceño y lo quitó, haciendo que este emitiera un maullido lo siento amigo pero este es mi lugar, le susurró triunfante, con cuidado sacudió los pelos que este había dejado y se acostó al lado de ella poniendo su mano en la cintura y su cabeza en su hombro aspirando su aroma, él se lo había dicho, ella no sabía cuán feliz era el tenerla a su lado, comenzó a sentirse somnoliento, cuando el gato saltó encima de ella acostándose en su regazo.


François hizo mueca y quiso volver a quitarlo, pero ella en sus sueños abrazó a Fabriccio, en esta ocasión había perdido una batalla, podía jurar que el gato lo miraba burlesco ante su victoria, pero claro quizá era el que había enloquecido y ahora tenía una discusión mental con un animal, porque le robaba su lugar al lado de Rebecca, la miró de soslayo y de repente ella enroscó sus piernas con las suyas, él se sonrió ante su actitud infantil mientras sus ojos comenzaban a cerrarse debido al cansancio y ahora sintiendo la calidez de su piel.


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